De un corresponsal: Conversaciones en Clichy-sous-Bois

Revolución #023, 20 de noviembre de 2005, posted at revcom.us

l7 de noviembre de 2005. Servicio Noticioso Un Mundo que Ganar. Clichy-sous-Bois, Francia: Al atardecer, una semana después de la muerte de Bouna Traore y Zyed Benna aquí en Clichy-sous-Bois, al pie de una colina donde termina el complejo multifamiliar y empieza un barrio de casas particulares, los vecinos se reúnen después del trabajo en una taberna/tabaquería, el único lugar público de los alrededores.

Empiezan describiendo las viviendas. El complejo multifamiliar donde viven ( cité) es de particulares. Por eso, dicen, lo han dejado desmoronar tanto. Y no es el peor de todos: cada edificio solo tiene centenares de inquilinos, en comparación con los miles que viven en las enormes torres de los HLM (proyectos de vivienda pública). Pero los dueños pueden cobrar más alquiler, unos 600 euros por familia, o sea, más de la mitad de los mil euros que un trabajador promedio gana en un trabajo de tiempo completo. Me preguntan: "¿Te parece normal que en todo el pueblo no haya una biblioteca o un cine?". Una queja que se repite por todas partes en estos suburbios pobres es que los construyeron lejos de todo a propósito, con transporte público solamente a los lugares de trabajo y sin manera de viajar por la noche, especialmente a París. "Incluso si uno tiene carro, la policía para y humilla a los que tienen placas del departamento 93", dice un chavo. "¿Por qué construyeron bloques cerrados, en vez de edificios normales?", dice otro. Lo llaman un ghetto, no en el sentido estadounidense de un barrio donde vive casi exclusivamente gente de una o dos nacionalidades, sino en el sentido original de la palabra: un lugar donde obligan a vivir a cierta gente y del que casi no le permiten salir.

Un chavo habla de la muerte de Zyed, que era su vecino. También describe las redadas policiales en los edificios ocupados por inmigrantes recién llegados, que son paracaidistas, y la amenaza de Sarkozy de hacer deportaciones en masa. Son señales de lo que les espera, de que la sociedad oficial los considera menos que seres humanos… de hecho, menos que animales, porque a sus ojos son peligrosos. Todos son ciudadanos franceses, pero en realidad eso no importa. Uno explica con amargura: "Si dicen que tienen que limpiar nuestros barrios, eso quiere decir que piensan que somos suciedad que hay que tirar". Otro agrega: "Si tienes cierto nombre, la mayoría de las compañías no te dan trabajo. Si tu dirección está en el departamento 93, como Clichy por ejemplo, ni siquiera te dan una entrevista. Solo podemos trabajar en un taller de costura ilegal en un departamento, y hoy hasta esos trabajos son menos. Y no nos gustan". Varios de los mayores sí trabajan; los jóvenes no quisieron hablar de cómo viven.

Se consideran islámicos, en el sentido de que es parte de su identidad… y especialmente de la identidad con que los juzga el resto del mundo. Pero sus ideas son laicas y sus metas de ninguna manera son religiosas. Por toda la zona mucha gente está indignada por el ataque con gas lacrimógeno contra la mezquita. Más que un ataque contra su religión, lo consideran un insulto a su humanidad. Lo explican así: "Hay dos o tres iglesias por aquí y una sinagoga. [La sinagoga está al lado de la cité]. Nunca las han atacado, porque respetamos a los demás, no importa su religión. Si atacan una mezquita, nos muestran que no nos respetan nada".

"¡Nos van a tener que oír!", dice el vecino de Zyed. "Cuando llegues a casa enciende el televisor. Vas a ver que Francia sigue ardiendo".

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