Con los voluntarios en Nueva Orleáns
Trabajar juntos y debatir grandes asuntos

Revolución #041, 2 de abril de 2006, se encuentra en revcom.us


Durante el mes de marzo, temporada de vacaciones de primavera, miles de estudiantes universitarios han ido a Nueva Orleáns. Han ido a trabajar en lo que el gobierno nos ha demostrado constantemente que no está dispuesto a hacer: la reconstrucción de los hogares destruidos. Gran parte de lo que hacen es limpiar las casas de las zonas más afectadas por el huracán Katrina para que puedan ser reconstruidas. Los voluntarios también ayudan a las personas afectadas a cubrir necesidades básicas tales como la distribución de alimentos y servicios sociales. Distintos grupos han convocado y organizado a todos los voluntarios.

Unos compañeros fuimos a Nueva Orleáns para observar lo que sucede y poner de nuestra parte en todo el trabajo. También para crear un vínculo entre el partido, su presidente y la gente de acá. Llevamos dos días y se han sentido como semanas enteras. A continuación un poco de lo que hemos visto.

A nuestra llegada a Nueva Orleáns nos pusimos en contacto con Common Ground Collective, uno de los primeros grupos de voluntarios en proporcionar ayuda a los afectados después del huracán. Common Ground Collective estima que ya ha organizado alrededor de 2,500 voluntarios en lo que va del año. El fundador del grupo, Malik Rahim, testificó ante el Tribunal Internacional Investigadora sobre los Crímenes del Gobierno de Bush el octubre pasado en Nueva York sobre la limpieza étnica que tomó lugar en la ciudad, específicamente en las zonas predominantemente negras del 9th Ward.

Common Ground Collective ha organizado distintos proyectos y gran parte de ellos han sido para limpiar las casas que se destruyeron con las inundaciones para que los dueños puedan renovarlas y regresar a ellas, lo cual resulta difícil porque el gobierno se resiste a permitir que regresen a ciertas zonas.

Darell, residente del 9th Ward y quien ha trabajado en Common Grounds, nos dio un tour cuando llegamos a la ciudad; fuimos a su vecindario, una de las zonas más afectadas. La comunidad se encuentra al este de lo que se conoce como el 9th Ward y los separa el Canal Inner Harbor Navigation, conjunto de agua contenido por un dique que se rompió.

Mientras pasábamos por el puente desde el 9th Ward pudimos ver desde arriba la magnitud de la devastación que se extiende por calles y calles. Darell nos dijo que estaba peor que con las casas aplastadas como lo vimos. Conforme nos acercamos vimos que muchas casas estaban totalmente destruidas, aplastadas o hechas pedazos. También fue impresionante ver que muchas de ellas aún seguían con su estructura firme. Hay un tiradero dentro de las casas, llenas de lodo y moho por todos lados. Aún más impactante es ver que todo esto sean las pertenencias destruidas de las personas.

La mayoría de las casas en el 9th Ward eran propiedad de sus residentes, muchas de ellas heredadas de generación a generación. Es muy duro ponerlo en un contexto histórico de la opresión sobre los negros, el Sur y la esclavitud, y pensar en lo que significó para las generaciones anteriores comprar esta tierra y construir sus hogares.

Este barrio fue una zona de desastre y la más afectada por el huracán y la inundación. Darell nos dijo que después de que el agua sumergiera al vecindario, las casas nadaban por las calles, como si a un vecindario lo metieran a la lavadora; los carros sobre las casas, los objetos en otros lugares. De hecho había muchos refrigeradores en la calle porque los utilizaron para flotar en la corriente.

Aprendimos mucho de Darell sobre lo que sucedió exactamente y lo que continúa sucediendo. Es impresionante ver que la mayoría de las personas trabajando con sus trajes protectores y respiradores para la reconstrucción de la ciudad sean voluntarios y no trabajadores del gobierno, de FEMA. Ellos, se supone, deberían ser la fuerza mayor en la limpieza y los arreglos. Le pregunté a Darell dónde estaba el gobierno y dijo “no más no está” y que si no fuera por los voluntarios todo seguiría igual. También le pregunté su opinión sobre los voluntarios y después de pensarlo respondió que significaba mucho lo que hacían. Mientras lo escuchaba pude darme cuenta del coraje y frustración acumulada por la forma en que los residentes, sobre todo los negros, han sido tratados, la ineficacia del gobierno para cubrir las necesidades básicas y la constante negación para hacerlo.

Darell dijo: “Has pasado un día aquí y ¿cuántos trabajadores gubernamentales has visto? Hay una iglesia en frente de Common Ground, se llama River of Hope, y ahí están todos los voluntarios. Son los únicos que hay. Aparte de la policía de Nueva Orleáns, que anda hostigando, los trabajadores gubernamentales no vienen por aquí. Si no fuera por los voluntarios, Nueva Orleáns todavía sería un montón de basura”.

Hablando de los voluntarios, continuó: “Me levantan el ánimo. Les agradezco y no les voy a criticar nada. Hay chavos de Washington, de Chicago, se enteraron de Common Ground en la internet y vinieron en carro o por avión, con dinero de su propio bolsillo”. Dijo que antes pensaba en sí mismo, pero que conocer a los voluntarios lo ha cambiado: “Al comienzo pensaba que yo no iba a ayudar a nadie sin que me pagara. Pero esos chavos trabajan tan duro, le echan muchas ganas”.

Le comenté sobre la segunda de las tres lecciones del PCR poco después de Katrina, de que las masas tomaron la situación en manos propias a pesar del gobierno y de que en todo esto se ve el potencial de un futuro diferente. (Ver: “Tres lecciones fundamentales” en: http://rwor.org/a/014/declaracion-pcr-huracan-katrina-s.htm) Darell expresó acuerdo y asintió con la cabeza inmediatamente. Me habló de un joven blanco que conoció, un plomero, que se ofreció de voluntario: “Me dijo que antes tenía poca experiencia con los negros, pero que ahora empieza a entender que lo que le enseñaron no es cierto, que la situación es diferente de lo que siempre le habían dicho sus antepasados”. Darrell dijo que ver los cambios que experimentó ese hombre blanco al vivir por primera vez con los negros lo cambió a él también.

Le pregunté qué aprendió de toda la experiencia de Katrina, y me contestó: “No tengo confianza en el gobierno. La política nunca me interesaba, pero ahora sé que no le tengo confianza”.

En la tarde nos fuimos a la escuela Santa María de los Ángeles, que sirve de albergue para cientos de voluntarios, administrada por el padre Bart en el 9th Ward. Dejó abierto el edificio durante la tormenta y los pisos de arriba, segundo y tercero, sirvieron de refugio para las personas. Ahora es el centro de operaciones de los estudiantes que vienen de todo el país a servir de voluntarios. Cuando llegamos, había actividades por todos lados, unos cocinaban, otros tocaban música; vimos algunos descansando o simplemente platicando.

Conocimos a un grupo de estudiantes de Mills College, una universidad de mujeres en Oakland, California. La propia escuela donó alrededor de siete mil dólares en boletos de avión para 19 personas. Conversé con algunas de ellas, Alex, Heidi y Amanda que ya tenían como una semana en Nueva Orleáns. Habían estado sacando el agua y limpiando casas en el 9th Ward entre otras cosas. Heidi dijo: “Me pareció muy interesante ver que todos nos unimos para trabajar como equipo”. También les pregunté sobre la ausencia del gobierno y me Amanda me dijo: “Está aquí pero no tiene mucha presencia. El otro día vimos gente de OSHA (Administración de Salud y Seguridad por sus siglas en inglés) mientras íbamos al centro para mujeres y vemos a FEMA venir esporádicamente aunque acaban de correr a 8,000 personas de los hoteles. Así que sí andan por aquí pero la presencia principal es de los voluntarios y los activistas políticos que tratan de abrir escuelas y ayudar a que las personas recuperen sus hogares. El gobierno solo quiero arrasar las casas y deshacerse del resto”. Alex, otra estudiante de Mills, nos dijo: “Han venido personas de todo el país. Es conmovedor darse cuenta que tantas personas de todo el país comparten el mismo deseo de unirse a ayudar a otras personas”.

Repartimos montones de copias de Revolución, y la edición especial sobre el huracán Katrina, lo cual nos ayudó bastante para entablar una conversación sobre el fracaso de este sistema en cubrir las necesidades básicas de las personas y del tremendo potencial que existe de tantas personas ayudándose los unos a los otros. Muchos voluntarios querían saber más sobre el comunismo, así que les dimos copias del DVD de muestra de la charla de Bob Avakian para poder responder estas preguntas. Una joven que ha leído a Marx nos dijo durante una discusión que no veía cómo sería posible una sociedad como la que menciona. Me reí por dentro y pensé en los brotes de comunismo que surgen de cada sector de la sociedad que menciona Lenin. Pensé en que había muchas personas unidas, sacrificándonos, trabajando por un fin común y discutiendo esa gran pregunta. Hemos aprendido del coraje y la frustración de los residentes de Nueva Orleáns y visto personalmente a qué grado llega la opresión y el racismo en este país. Le pregunté: ¿qué me dices de lo que sucede aquí? ¿Crees que algo más es posible? Dijo que sí, que todo esto le hizo pensar mucho en todo lo que es posible.

Hablamos con un grupo de 20 estudiantes negros de Nueva York que se movilizaron para ayudar. Gwenamo vino de New Jersey; nos dijo que pensaba ir de vacaciones a las Bahamas, pero que Katrina cambió sus planes: “Limpiamos el interior de esta casa del barrio Lower 9th Ward. La inundación la destruyó y parecía imposible hacerlo en un solo día, pero trabajando juntos lo hicimos. Hablamos con los dueños y nos contaron lo que les pasó. Nos dijeron que tienen esperanza, que quieren regresar. Oír cuánto les importa esta ciudad nos llenó de deseos de ayudar. Nos dio compasión”. Le pregunté sobre Bush y me dijo: “No es casualidad que la mayoría, o sea el 73% de la población de Nueva Orleáns, es afroamericana. No es casualidad y me enfurece pensar en lo que les hicieron. Que un presidente que vive en una mansión pueda dormir cómodamente a sabiendas de que aquí la gente sigue sufriendo, que ha perdido la casa. Me molesta. No tiene sentido. Así es el país donde vivimos, ‘suelo de los libres que defienden su hogar’”.

Al día siguiente nos despertamos a las 7 a.m. y nos preparamos para trabajar. Omar, residente de Nueva Orleáns, recogió a nuestro grupo y nos llevó a Ponchartrain Park, un vecindario que se formó después de la II Guerra Mundial por negros de la clase trabajadora. Nueve de nosotros nos subimos a su camioneta junto con las herramientas de trabajo. La casa de Omar fue afectada por el huracán y se quedó en Nueva Orleáns cinco días después de la inundación para ayudar lo más posible a todos los vecinos a arreglar sus casas y poderlas recuperar. “He pasado todo el tiempo en mi vecindario. Hemos limpiado alrededor de 30 casas y 100 patios”. Luego le pregunté cuál es el fin de limpiar las casas; dijo: “Depende de cada barrio, en el mío no están derrumbando casas. Vivo en el 7th Ward, un barrio negro de clase media, de trabajadores de oficina. Ahora son sus nietos quienes habitan esas casas. Estamos limpiándolas para poder regresar a ellas”. Le pregunté qué va a pasar con las propiedades y me dijo: “Esa es la pregunta, nadie lo sabe. Existen varias propuestas pero no hay planes específicos, es lo que le preocupa a la gente porque no hay rumbo claro”.

Hablamos también de su opinión sobre el hecho de que haya tantos voluntarios y de que sean ellos y no el gobierno quien está encargándose del trabajo. Omar me dijo: “No me sorprende. Siempre es lo mismo. Los ciudadanos son quienes responden, no el gobierno. En mi propia experiencia he visto que las cosas no cambian porque el gobierno lo decide sino porque las personas quieren que las cosas cambien. Respecto a los voluntarios, pues los necesitamos y necesitamos más para poder echar a andar a la ciudad”.

Al final quedamos muy cansados de limpiar una casa. Pero lo que nos quedó claro después de todas las conversaciones que tuvimos es que una lucha muy grande está tomando forma. La lucha del derecho de las personas a regresar a sus hogares y reconstruirlas. Muchas zonas de la ciudad aún continúan sin electricidad y no tienen la recolección de basura de forma regular, y lo que se dice es que esas zonas posiblemente no serán reincorporadas. Hay casas remolque por todo el 9th Ward frente a las casas dañadas. El gobierno los ha prestado a las familias mientras reconstruyen sus hogares por 18 meses, comenzando el día después del huracán. Lo que significa que a las personas que los obtuvieron seis o diez meses después de Katrina solo les quedan poco tiempo.

Lo que está pasando en Nueva Orleáns me hace pensar en lo que decía Lenin de que “el comunismo brota… de todos los aspectos de la vida social”. Se rompen las barreras que dividen a la gente de diferentes nacionalidades y clases. Se enseñan el uno al otro cómo es la vida. Aquí se han operado muchas transformaciones, hay muchos brotes de lo que se podría crear en una sociedad futura.

Cuando trabajamos con Omar limpiando una casa, hablé con la dueña de la casa de al lado, Predina Jordan, de 47 años de edad. Ella y su hijo limpiaron el interior de su casa, que le pertenece desde hace 15 años. Lleva esperando más de seis meses que FEMA le dé una casa remolque para vivir ahí mientras reconstruye la casa. Le pregunté sobre los voluntarios y me contestó: “Unos pasaron por aquí y son buena gente. Me platicaron justo como tú me estás platicando. Los invité a cenar, a comer frijoles rojos, arroz y pollo frito. Vinieron ocho y cocinamos cinco libras de frijoles. Les dije que volviéramos a hacerlo, con frijoles blancos o algo por el estilo. Les dije que lleváramos frijoles adonde dormían para darles a todos”.

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