¿Cuál camino para el movimiento?

Revolución #044, 23 de abril de 2006, se encuentra en revcom.us

En las últimas cinco semanas, millones de inmigrantes, junto con sus aliados, han llenado las calles. Exigen que traten a los indocumentados como seres humanos, con los mismos derechos que tienen los ciudadanos, y que terminen con todas las medidas represivas en la frontera y dentro del país. El 10 de abril, estuve en la enorme manifestación de unas 500,000 personas en Washington, D.C. En ese día y los dos días anteriores, millones se manifestaron. Todo eso me puso a pensar en el camino que debe tomar el movimiento.

Dentro de este histórico movimiento, se perfilan dos caminos muy distintos. Un camino desencadena a los inmigrantes y a otros más para que luchen ellos mismos por lo justo. El otro camino le saca el aire al movimiento al decir que hay que confiar en los mismos políticos que quieren aprobar leyes represivas en el Congreso. Una gran parte de ese callejón sin salida es adoptar la bandera de Estados Unidos y proclamarle lealtad, solo por ser aceptable y no ofender a la “mayoría” de Estados Unidos. Eso ya tiene un gran efecto negativo.

Hay que hablar claro. No hay ningún “problema de inmigración” ni un “problema de la frontera”. El verdadero problema es que el gobierno y sus tropas de choque, como los Minutemen, acosan a los inmigrantes por su nacionalidad, su idioma y su piel. Todas las leyes que se han propuesto en el Congreso son malas, desde el proyecto de ley Sensenbrenner hasta el de McCain-Kennedy (ver “Leyes migratorias: Todas son malas” en Revolución #43, o en revcom.us). Quieren reforzar la militarización de la frontera, que en los últimos 10 años ha causado la muerte de más de 4,000 personas. En el movimiento de derechos para el inmigrante, algunos apoyan el proyecto de ley Specter. Al igual que los demás, este aumenta los motivos de detención y deportación, legaliza la detención indefinida por primera vez, aumenta los centros de detención y multiplica la cantidad de gente que nunca podrá regularizarse.

Otros alaban el proyecto de ley McCain-Kennedy que, como el de Specter y los otros, crea un sistema de apartheid en que millones pueden obtener permisos de trabajo provisional, sin ninguna garantía de que puedan quedarse permanentemente o tener los mismos derechos de los ciudadanos. ¡Todas esas leyes son peor que nada! Harán que la vida de los inmigrantes sea mucho más horrible. Con “amigos” como esos, ¿quién necesita enemigos?

Algunos sectores del movimiento sostienen que debemos apoyar los proyectos de ley como el de Specter porque contienen la promesa de legalización o porque son menos malos comparados con el de Sensenbrenner. No. Esos proyectos de ley solo buscan engañar a la gente y convencernos de que se debe dividir a los inmigrantes en distintas categorías y establecer leyes más represivas contra ellos.

Le dicen a la gente que ondeen la bandera de los Estados Unidos y que proclamen lealtad (y que guarden la bandera de los países de donde vienen) para no ofender la sensibilidad de la “mayoría” de los estadounidenses, que después los apoyarán al ver que no representan ninguna amenaza. El error fatal es pensar que se pueda llegar a un cambio fundamental social apelando a la “mayoría”. Al contrario, la lucha por los derechos civiles para los negros y el movimiento contra la guerra de Vietnam avanzó porque hubo un movimiento masivo y resuelto en las calles que más bien cuestionó los prejuicios y las sensibilidades de grandes sectores de Estados Unidos, y los acercó a su causa. Hoy, millones de personas que no son inmigrantes odian cómo los maltratan y admiran la enormidad del movimiento, y se pueden acercar más a él.

Ahora, pedir que el movimiento ondee una bandera de Estados Unidos y que apoye un proyecto de ley u otro es, en realidad, pedir que se canalice la lucha dentro de un marco aceptable a los sectores de la clase dominante que representan Kennedy, McCain, Specter y hasta Bush. Hay que aprender de la historia. Durante la II Guerra Mundial, reunieron a más de 120,000 japoneses-americanos e inmigrantes japoneses y los pusieron en campos de concentración, incluso cuando los líderes de esas comunidades proclamaron que todos eran estadounidenses fieles. O veamos la historia reciente. Antes del 11 de septiembre, muchas organizaciones musulmanas, árabes y de Asia del sur apoyaron la campaña presidencial de Bush y proclamaron patriotismo. Sin embargo, después del 11 de septiembre, el gobierno arrestó y puso a miles de esos mismos inmigrantes en la cárcel secretamente.

Los dirigentes de este país no quieren un movimiento de millones de inmigrantes en las calles exigiendo y luchando por la igualdad y por la dignidad. Aunque tengan opiniones distintas sobre cómo hacerlo, todos ellos quieren la mano de obra barata de los inmigrantes, pero más controlada y con más represión en la frontera. ¿Debemos de poner nuestra fe en esa gente? ¡No!

Necesitamos un movimiento que se proponga luchar por lo que la gente en realidad necesita y quiere. Que respondan a eso los políticos. Miren. ¡La única razón por la cual se debate la inmigración en el país y por la cual el proyecto de ley Sensenbrenner se descarriló, es porque millones han llenado las calles y porque miles de estudiantes se han salido de la escuela! Necesitamos seguir saliéndonos del marco político aceptable al Estados Unidos oficial y seguir adelante con un nuevo marco de luchar por lo justo.

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