Revolución #51, 18 de junio de 2006


 

Yang Bang Xi: Las obras revolucionarias modelo de la China revolucionaria

Yo estaba en la prepa en 1971 cuando vi por primera vez El destacamento rojo de mujeres, la película de este ballet revolucionario de China que recorrió el mundo. Fui parte de la generación a la que electrizó la revolución de China. Leímos el Libro rojo de Mao y todo lo que encontrábamos para saber cómo las masas populares de China estaban construyendo una nueva sociedad y enterrando la opresión. Estudiamos muchas obras filosóficas y teóricas que se escribieron durante la Gran Revolución Cultural Proletaria, la fiera lucha de clases que dirigió Mao. Asimismo, estudiamos la literatura, el cine, las pinturas y esculturas, las obras de teatro y las óperas que se elaboraron como parte crucial de esa lucha.

El destacamento rojo de mujeres era la obra favorita de muchos. La música era conmovedora y el baile era increíble e innovador. A todos nos gustaba la trama: en los años 30, durante la guerra de liberación, una joven esclava escapa de un brutal terrateniente y se une a un destacamento de mujeres del Ejército Rojo. Esa ópera revolucionaria modelo, así como otras, nos llenaba de inspiración y nos daba una idea histórica y concreta de la lucha para construir el socialismo en China.

Hoy, China no es un país socialista. Después de la muerte de Mao en 1976, un golpe de estado reaccionario terminó el gobierno proletario y China volvió al mundo capitalista. Pero las Yang Ban Xi (las ocho óperas revolucionarias modelo creadas durante la Revolución Cultural: El destacamento rojo de mujeres, La muchacha de los cabellos blancos, La linterna roja, La conquista de la montaña Tigre con estrategia y otras) todavía son muy populares en China, especialmente para la generación de esa época, pero también para la generación actual.

Un documental reciente titulado Yang Ban Xi: The Eight Model Works, del director Yan Ting Yuen, entrevista a los artistas que participaron en la creación y representación de las óperas de 1966 a 1976. El director comenta que para todos ellos esa fue una época muy tensa, pero también muy emocionante de su vida: “una época en que creían, en que desesperadamente querían creer que Mao y su Partido Comunista podían llevar a un mundo justo con igualdad de oportunidades para todos”. Hay muchas cosas interesantes que aprender de la película sobre cómo se crearon obras de arte revolucionarias, su influencia y cómo las ven hoy en China. Pero en general, la película es un ataque anticomunista contra las óperas modelo y contra la Revolución Cultural. Al igual que muchos otros ataques contra la Revolución Cultural, la película empieza y termina con relatos de individuos sobre los problemas que les causó personalmente esa época.

Para entender a fondo la importancia de las óperas modelo, tenemos que partir de esta pregunta: ¿cuál era el problema de la sociedad que las óperas modelo trataron de resolver? ¿Qué papel desempeñaron en los esfuerzos para movilizar e involucrar a las masas populares en la revolucionarización de todos los aspectos de la sociedad y de sí mismas?

El importante papel de la cultura

En cualquier sociedad la cultura y el arte desempeñan un papel enormemente importante e influencian a la gente en una dirección u otra. En la China socialista, también eran una fuerza poderosa a favor o en contra de la revolución, a favor o en contra del statu quo, a favor de la construcción de la sociedad socialista o de la restauración del capitalismo.

La Gran Revolución Cultural Proletaria de 1966 a 1976 fue un gran levantamiento revolucionario de cientos de millones de personas en una “revolución dentro de la revolución”. Fue una lucha profunda e intensa sobre la dirección de la sociedad y sobre quién la dirige: los trabajadores o la nueva clase burguesa. Mao y las fuerzas revolucionarias del Partido Comunista movilizaron a las masas para que previnieran una toma del poder capitalista y para que sacudieran los altos niveles del partido que se estaban anquilosando en un molde burocrático burgués. La Revolución Cultural fue eso y mucho más. Las masas impulsaron la transformación revolucionaria de la economía, las instituciones sociales, la cultura, los valores y revolucionaron al mismo Partido Comunista. Eso es lo que Mao llamó continuar la revolución bajo la dictadura del proletariado.

Un pilar de la construcción del socialismo es la transformación continua de las relaciones de producción, es decir, las relaciones que contraen las personas al producir los artículos necesarios para la vida. Un aspecto de las relaciones de producción es quién posee y quién controla los medios de producción: qué clase los usa y para beneficio de qué clase. Otro aspecto es las relaciones que existen en el trabajo; por ejemplo, existe una estratificación rígida o se están haciendo esfuerzos para superar las divisiones entre el trabajo intelectual y el trabajo manual, y para crear un espíritu general de cooperación e innovación. Otro aspecto de las relaciones de producción es cómo se distribuyen los productos: se trata de satisfacer las necesidades básicas de todos con la meta de una abundancia común y de reducir las diferencias de riqueza y de compensación, o se motiva a las personas con bonos, competencia desaforada y deseos de riqueza personal.

Estas relaciones de producción no son estáticas ni eternas. En el socialismo, transformar el modo en que la sociedad lleva a cabo la producción tiene que ser un proceso consciente, constante y dinámico, repleto de retos y cambio. Una cuestión fundamental es si ese proceso avanzará en la dirección correcta, hacia la abolición de la sociedad de clases y como parte de la lucha mundial por llegar al comunismo, o si retrocederá al capitalismo. La superestructura (las instituciones políticas, las leyes, las costumbres, las formas de pensar, la cultura, etc., que surgen sobre la base de las relaciones de producción de la sociedad y a su vez las refuerzan) es crucial en todo esto. Especialmente el estado. ¿Qué línea está al mando del estado? ¿Qué medidas aplica? ¿En qué dirección encamina la sociedad? Y algo muy importante, ¿qué costumbres, ideas y cultura fomenta; estimulan o estorban las transformaciones revolucionarias de la sociedad? En todo esto el arte y la cultura desempeñan un papel crucial.

Mao hizo el importantísimo descubrimiento teórico de que las clases y la lucha de clases continúan durante el socialismo, e indicó que las clases reaccionarias usarán el arte y la literatura para propagar ideas reaccionarias y promover la restauración del capitalismo. Mao llegó a la conclusión de que en la Unión Soviética surgió un nuevo grupo de explotadores dentro del Partido Comunista, que llevó a la derrota del socialismo y la restauración del capitalismo. Mao buscó los medios y métodos para impedir que pasara lo mismo en China. Eso fue la Revolución Cultural, que le planteó estos asuntos a las masas y las instó a elevar su nivel de conciencia por medio de la lucha para cambiar al mundo y cambiarse a sí mismas. El hecho de que el socialismo finalmente fue derrotado en China no cambia la verdad y la importancia de la contribución de Mao ni los increíbles logros que se alcanzaron durante la Revolución Cultural, en circunstancias sumamente difíciles. Al principio de la Revolución Cultural Mao señaló que la mayoría de la cultura de China todavía era un reflejo de la vieja sociedad feudal, de sus ideas y costumbres. Dijo que la literatura y el arte estaban llenos de emperadores, reyes, generales y ministros. Los terratenientes y los capitalistas que perdieron el poder político seguían pavoneándose en los escenarios y las páginas de las novelas, mientras que los trabajadores, los campesinos y los soldados no ocupaban un papel destacado. La tradicional Ópera de Pekín seguía presentando las doctrinas feudales de Confucio, como “las tres obediencias” de la mujer: “de joven, obediencia al padre y a los hermanos mayores; de casada, obediencia al esposo; de viuda, obediencia a los hijos”.

Jiang Qing, camarada y esposa de Mao, se encargó de la lucha para revolucionar la Ópera de Pekín y crear óperas modelo. Bajo su dirección, subieron al escenario como protagonistas los trabajadores, los campesinos, los soldados y otros revolucionarios, en vez de los emperadores, los aristócratas, los eruditos y los dioses. Se representaba la vida y el papel del pueblo en la sociedad y, de especial importancia, las mujeres fuertes desempeñaron un papel especial en las nuevas óperas revolucionarias.

Estas obras aplicaron las ideas de Mao sobre el arte de combinar el realismo revolucionario con el romanticismo revolucionario y se propusieron inspirar con la visión más elevada para dar rienda suelta a la imaginación y estimular el conocimiento de la realidad y los medios para cambiarla. Esto fue parte de la meta general de movilizar a las masas para “conocer el mundo a fin de cambiarlo” de modo consciente y científico.

Un visitante que fue a la China socialista a principios de los años 70 cuenta que fue a una ópera modelo revolucionaria y describe el ambiente cultural y científico que encontró: “El Gran Mundo de Shangai es un grupo de edificios donde se representan de modo simultáneo y continuo 17 obras teatrales revolucionarias; también hay presentaciones de títeres, películas y documentales, y una exhibición (gratis para los niños) dedicada a combatir la superstición. Aquí se explica el origen de los sueños para demostrar que no tienen influencia en la realidad; se ridiculiza a los curas, las brujas, los astrólogos, los adivinos y los tabúes; se describe el cosmos y se muestra el desarrollo del embrión humano, en varias etapas, acompañado de grabaciones que explican los misterios del nacimiento, el embarazo y la concepción”.

Las nuevas obras revolucionarias fueron un semillero de creatividad e innovación. Por ejemplo, los instrumentos tradicionales de la Ópera de Pekín (cuerdas y percusión) expresaban un abanico limitado de emociones y Jiang Qing añadió instrumentos occidentales (todos los instrumentos de viento, timbales, y piano y arpa), que aumentaron las posibilidades de expresión musical de la ópera. En ballet, que era relativamente nuevo en China, se elevó la capacidad artística a un nivel muy alto. Era común que miles de artistas se reunieran para conjuntar conocimientos y talentos.

Hay quienes atacan las óperas modelo por ser “propaganda”. Rechazan cualquier obra de arte que tenga cariz político abierto y dicen que el “arte debe estar divorciado de la política”, como supuestamente sucede en el capitalismo. Yo coincido con la posición de Mao de que el arte por el arte no existe y de que no hay arte independiente de la política. El arte es una esfera específica de la vida que es diferente de la política per se. Pero todas las obras de arte tienen un carácter político y benefician a una posición política u otra. De una forma u otra, plantean una visión de cómo es la sociedad y cómo debe ser, y representan el punto de vista de una clase u otra. Esto no se debe entender de un modo craso o mecánico; no es una relación lineal sin contradicción ni complejidad. Pero es importante reconocer la dinámica que existe entre el arte y la política. Como quedó muy claro durante la Revolución Cultural, la superestructura de la sociedad (las instituciones políticas, las leyes, las costumbres, las formas de pensar, la cultura, etc.) refleja, afecta y refuerza las relaciones económicas predominantes. Así, por ejemplo, la antigua Ópera de Pekín, que representaba a reyes, emperadores y fantasmas, reforzaba las relaciones económicas y sociales, las costumbres y las ideas del feudalismo. Por el contrario, las nuevas óperas revolucionarias modelo, que representaban como héroes a las masas de campesinos, trabajadores y soldados, fomentaban y estimulaban la lucha para revolucionar las relaciones de producción de la sociedad (por ejemplo, superar las desigualdades entre el trabajo intelectual y manual, entre la ciudad y el campo, y entre los hombres y las mujeres).

El papel de las obras modelo

El trabajo de Jiang Qing con las obras modelo la colocó en el mero centro de la Revolución Cultural y en la mira de los “seguidores del camino capitalista” del partido que querían tumbar el socialismo y restaurar el capitalismo. A la fecha, los que atacan la Revolución Cultural siempre se ensañan contra ella.

La película Yang Ban Xi emplea métodos totalmente deshonestos para presentar a Jiang Qing como una persona malvada y despiadada. A lo largo de la película se ve un personaje en las sombras de un escenario; no se le ve la cara pero se le oye hablar de un modo siniestro y frío de sus venganzas y desprecios. Se supone que es Jiang Qing. Pero cuando la película termina, y solo si uno lee los créditos con cuidado, ¡se ve que el diálogo de ese personaje es ficticio! Proviene del libro Madam Mao: The White-Boned Demon, de Ross Terrel, que contiene montones de desinformación anticomunista para pintarla como una dictadora totalmente despiadada. En las notas del director este admite: “En el documental ella es un personaje ficticio con comentarios ficticios; sus comentarios se basan ligeramente en los hechos de su vida. Como los comentarios son ficticios, se puede decir que es una narradora poco fidedigna”. ¡Pero la mayoría de los que ven esta película no saben eso!

La película también repite una crítica común a Jiang Qing y la Revolución Cultural: que las ocho óperas modelo eran las únicas obras culturales que se podían ver en todo el país. En realidad, la Revolución Cultural fue una época de una enorme producción cultural por toda la sociedad, como nunca antes se había hecho, involucrando a millones de personas como practicantes no profesionales de las artes en vez de ser simples espectadores. Se puso mucho énfasis en llevar obras culturales revolucionarias al campo y en que la gente común y corriente participara en la producción de cultura revolucionaria, como una parte integral de la lucha por revolucionar todos los aspectos de la vida diaria y del pensamiento.

Yo creo que hubo ciertos problemas: no con el concepto de las óperas modelo sino porque al mismo tiempo no se promovió un florecimiento más generalizado, menos controlado, menos de arriba a abajo de obras artísticas y de cosas que representaran disentimiento y desacuerdo con la línea y las medidas oficiales del gobierno y del Partido Comunista. En mi opinión, esto también se relaciona con cierta idea de que la forma de lidiar con el arte reaccionario era simplemente “prohibirlo”.

Parece que también hubo una tendencia a pensar que ciertas expresiones artísticas eran intrínsicamente no revolucionarias. El arte revolucionario, proletario, tiene determinado contenido: un contenido que de muchas formas y modos presenta la cosmovisión y los intereses del proletariado y contribuye a la meta de una sociedad comunista, sin clases. Pero no creo que haya una forma o formas específicas que se deban usar para crear arte revolucionario, con exclusión de otras.

Bob Avakian ha escrito que es necesario que la sociedad socialista tenga “un núcleo sólido con mucha elasticidad”, y esto es importante para la discusión y la evaluación de las óperas modelo de China. Valorando la experiencia histórica del gobierno proletario en la Unión Soviética y China, y aprendiendo de sus experiencias positivas y negativas, Avakian ha planteado una nueva síntesis, una nueva visión de la sociedad socialista y de cómo el proletariado puede y debe corregir las deficiencias del pasado y llevar a un nuevo nivel la lucha por un mundo comunista en la próxima ronda. Recomiendo leer las obras de Bob Avakian, como Observations on Art and Culture, Science and Philosophy, para familiarizarse con esta nueva síntesis y con el carácter y la dinámica que deben tener la sociedad socialista.

Cultura para las masas

Las óperas revolucionarias modelo plantearon la pregunta “¿el arte para quién?”. Es muy llamativo que muchos de sus críticos no entienden en absoluto por qué esas historias eran importantes para las masas populares. Por ejemplo, una reseña de la película comenta: “Unas escenas son sencillamente histéricas, con colores chillones, coreografía neosocialista y tramas sosas de terratenientes malvados, castigados por pecados tan imperdonables como cobrar mucho alquiler e intereses excesivos”. Lo que este crítico considera “tramas sosas” era la vida y muerte de cientos de millones de personas que sufrían terriblemente por la opresión de los terratenientes, y que sufrieron durante décadas de guerra e hicieron grandes sacrificios para liberar a China. Las óperas incorporaban temas revolucionarios que circulaban por la sociedad, por ejemplo, la lucha por acabar con las viejas ideas, las viejas costumbres, la vieja cultura y los viejos hábitos. Estos no eran asuntos de poca importancia. Debido a los altos alquileres e intereses (y a todas las tradiciones, la cultura y las ideas que reforzaban el poder de los terratenientes y otros opresores), ¡millones perdieron su tierra, acabaron en la prostitución, tuvieron que vender sus hijos y se murieron de hambre!

Cuando fui a las zonas guerrilleras maoístas de Nepal en 1999, presencié un programa cultural en el distrito revolucionario de Rolpa. Una brigada cultural del Ejército Popular representó números de teatro, canciones y bailes revolucionarios para cientos de campesinos que viajaron muchas horas en la oscuridad para asistir a la presentación. En una sociedad en que la mayoría es analfabeta, estos programas culturales son un medio muy importante de diseminar ideas revolucionarias, combatir las ideas feudales y dar noticias de la lucha. Recuerdo una escena de una mini ópera en que muere un guerrillero y noté que muchos espectadores lloraban calladamente. Al verlos me di cuenta de que los temas de las obras eran muy concretos y reales para las masas trabadas en una lucha a muerte contra el gobierno.

La Revolución Cultural fue una lucha de toda la sociedad en que millones se zambulleron con toda el alma en la batalla para decidir el futuro de la sociedad. Como parte de eso, las ocho óperas modelo crearon altos estándares artísticos y políticos en todo el campo de la cultura. Esto fue crucial para combatir la línea revisionista en el arte que fomentaba ideas feudales y reaccionarias como parte del plan general de restaurar el capitalismo.

Las óperas modelo influenciaron el desarrollo de numerosas obras artísticas; las compañías viajaban y ayudaban a crear grupos locales y aprendían de las representaciones locales. Las óperas modelo se llevaron a las aldeas más remotas y entusiasmaron a millones de personas. En el libro Gao Village, Mobo Gao recuerda: “Fui testigo de un auge sin precedente de actividades culturales y deportivas en mi aldea natal de Gao. Las aldeas del campo, por primera vez en la historia, organizaron grupos de teatro y presentaban obras que incorporaban los temas y la estructura de las ocho óperas modelo, con el idioma y la música locales. Además de entretenerse, los aldeanos se enseñaron a leer y escribir estudiando la letra de las obras, y organizaban competencias deportivas con otras aldeas. Todas estas actividades les daban una oportunidad de reunirse, comunicarse, enamorarse, así como disciplina y organización. Creaban una esfera pública donde las reuniones y comunicaciones superaban los clanes tradicionales de familia y aldea. Eso nunca había ocurrido antes ni ha vuelto a ocurrir”. Gao explica que esas obras culturales concordaban con los cambios de la estructura económica y las relaciones de la sociedad, y que dichos cambios permitían realizarlas. Dice que a las compañías de teatro las subsidiaba el equipo de producción y que les acreditaban puntos de trabajo cuando salían a hacer presentaciones y les daban bonos por el tiempo que destinaban a los ensayos. El equipo de producción también pagaba los disfraces y otros gastos; como dice Gao, sin el apoyo de ese sistema colectivo, esos esfuerzos culturales no se hubieran podido realizar.

Esto demuestra, de nuevo, que en la sociedad socialista revolucionar la superestructura de educación, cultura, ideas y costumbres se relaciona dinámicamente con revolucionar las relaciones económicas de la sociedad… y de continuar por el camino de desarrollar el socialismo como parte de la lucha para crear un mundo comunista, sin clases, sin explotación y sin opresión.

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