Revolución #56, 13 de agosto 2006


 

El gobierno de Bush en el Medio Oriente:

Ambiciones globales, lógica asesina y el peligro de una guerra regional

La invasión israelí de Líbano ocurre en el contexto de la cruzada del gobierno de Bush para reconfigurar a la fuerza todo el Medio Oriente y afianzar el control de la región y sus riquezas petroleras. Esto a su vez es parte de un plan general de forjar un imperio mundial que nadie desafíe por décadas.

Este plan dicta aplastar todos los impedimentos a la hegemonía yanqui: la resistencia de las masas; los estados y fuerzas reaccionarios que no tenga firmemente bajo la bota; y las potencias globales rivales (actuales y potenciales).

Por eso hay razones para temer que la guerra de Líbano (y las amenazas a Irán) preparan o podrían llevar a una guerra mayor y más asesina por toda la región.

Las acciones de Israel ocurren en el contexto de su historia como puesto de avanzada del imperialismo en general y de las demandas del programa de Bush en particular. En pocas palabras, lo que hace Israel no es una consecuencia de ser un estado “judío” (ni tampoco es la “cola” que menea al “perro” yanqui), sino de su carácter como base regional imperialista, y de las necesidades y metas actuales del imperialismo yanqui.

Dadas las metas del gobierno de Bush, Israel es más central que nunca, como se ve en la estrecha cooperación de los dos gobiernos en esta guerra (ver el artículo "Masacres e invasión: Las manos sangrientas de Estados Unidos e Israel en Líbano").

Lo que quieren lograr Estados Unidos e Israel (y la diferencia entre las guerras de hoy y las invasiones e intervenciones del pasado) tiene tres dimensiones: imponer con más brutalidad y muerte la dominación imperialista; hacerlo en toda la región y no solo en este o aquel país; y hacerlo de un modo más frontal, al estilo de una “guerra mundial”.

La naturaleza imperialista y genocida del “nuevo Medio Oriente” de Bush

La clase dominante estadounidense habla de sembrar “democracia” por todo el Medio Oriente y describe las barbaridades que se cometen en Líbano como “los dolores de parto” de una nueva región. Pero lo que se ve en Líbano confirma que, como ha dicho Bob Avakian, “lo que Estados Unidos lleva al resto del mundo no es democracia, sino imperialismo y las estructuras políticas que lo imponen”. Y ahora lo hace más abierta y brutalmente que nunca.

Líbano tiene un gobierno elegido por la ciudadanía, del que Hezbolá forma parte. Hezbolá cuenta con apoyo popular de la población chiíta, que es el mayor grupo étnico (1.5 millones de chiítas, o el 40% de la población).

¿Estados Unidos e Israel respetan los votos y deseos del pueblo libanés? No, y no porque Hezbolá sea un grupo reaccionario, que representa intereses tradicionales y feudales, y que no puede oponerse cabalmente al imperialismo ni contribuir a la auténtica liberación del pueblo. No respetan los votos y deseos del pueblo libanés porque Hezbolá tiene contradicciones con Israel y es aliado de Hamas en Palestina y de Siria e Irán. Por eso Hezbolá es un obstáculo para la total hegemonía yanqui, para convertir a Líbano en un pelele de Estados Unidos e Israel, para aplastar la lucha palestina, y para aislar y debilitar a Siria e Irán.

Por eso la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, declaró el 2 de agosto que Estados Unidos “no permitirá que la situación regrese al statu quo ante [la situación de antes]” y que no habrá cese del fuego hasta que desarmen a Hezbolá. ¿Quién les dio a los imperialistas yanquis el derecho de destruir el “statu quo” y determinar el futuro de Líbano?

El programa de Bush tiene implicaciones genocidas, porque los imperialistas están tratando de imponer o reimponer formas más directas de dominación, y porque tiene un elemento hitleriano de “solución final”, de no tolerar impedimentos y aprovechar el momento para “resolverlos totalmente”.

Piensen en la popularidad de Hezbolá con los chiítas al leer esta declaración del embajador israelí a Estados Unidos: “No vamos a parar a medio camino y permitir que vuelvan a tomarnos de rehén. Tenemos que entrar a matar y neutralizar a Hezbolá”. (Washington Post, 16 de julio) O este comentario de Jed Babbin, ex funcionario del gobierno de Bush (padre): “Estoy dispuesto a matar a cuantas personas sea necesario para eliminar a Hezbolá”. (CNN, 28 de julio) O esta declaración de Haim Ramon, ministro de Justicia israelí: “En el sur de Líbano todo el mundo es terrorista y tiene lazos con Hezbolá”.

Los chiítas libaneses son un blanco principal de los cazas israelíes. “Es probable que el 90% de los desplazados en Líbano sean chiítas (unas 800,000 personas, según informa la ONU). Es la cuarta parte de la población. Sospecho que cerca del 95% de los 800 muertos son chiítas”. (“Who Is Really at War? The Patterns So Far”, Chibli Mallat)

Además, los ataques continúan en Cisjordania y Gaza, los territorios ocupados. Un grupo de escritores de renombre internacional (entre ellos Noam Chomsky, Arundhati Roy, John Berger y Howard Zinn) advirtió en una carta abierta el 19 de julio que Israel busca “nada menos que la liquidación de la nación palestina”.

Siria e Irán en las miras

En el mundo de hoy no se puede entender ninguna acción de Estados Unidos sin tomar en cuenta sus metas generales, y el apoyo a la guerra de Israel contra Líbano no es una excepción: esta guerra tiene directa e indirectamente a Siria e Irán en las miras.

La prensa especula que el núcleo del gobierno de Bush quiere aprovechar la crisis para provocar una guerra con Siria y/o Irán. (Ver por ejemplo salon.com, donde Sidney Blumenthal, ex funcionario del gobierno de Clinton y partidario de Israel, dice que altos funcionarios del gobierno de Bush buscan “ensanchar el conflicto entre Israel y Hezbolá e Israel y Hamas a una guerra de cuatro frentes… y preparar el terreno para una conflagración regional con consecuencias imprevisibles”).

En un artículo titulado “Iran Is Bush’s Target in Lebanon” (Irán es el blanco de Bush en Líbano), el Los Angeles Times del 30 de julio citó a un funcionario del gobierno: “La batalla de Israel contra Hezbolá es simplemente parte de un conflicto mayor entre Estados Unidos e Irán por influencia en todo el Medio Oriente”. Agregó que “están librando una guerra de sustitutos” en Líbano.

(La guerra diplomática de Estados Unidos contra Irán aumentó con la demanda del 30 de julio de la ONU de que suspenda el programa de enriquecimiento de uranio antes del 31 de agosto o si no recibirá sanciones).

Una lógica asesina y explosiva

Estados Unidos busca más que afianzar el control de los estados del Medio Oriente; también espera imponer profundos cambios políticos, sociales y económicos para abrirlos más al capital yanqui e integrarlos más al imperio. Aquí opera una lógica asesina y explosiva. Por un lado, el gobierno de Bush tiene que seguir a la ofensiva para realizar sus metas. Aflojar el paso podría descarrilar toda la campaña. Lo que hace a escala mundial requiere una ofensiva implacable, una dinámica en que vacilar o retirarse socava las metas y podría desenmarañarlo todo. Por eso no se retiran cuando tropiezan con obstáculos y dificultades, como por ejemplo en Irak. Su visión es crear un nuevo orden mundial por medio de años de caos. (Hace poco George Will, imperialista derechista, dijo que el enfoque de Bush “hace que la inestabilidad, no importa lo pandémica o letal, sea necesariamente una señal de progreso”, y advirtió que eso “crea una ceguera”, Washington Post, 18 de julio). Tienen que seguir avanzando e inclusive “escapar acelerando” de las contradicciones que encaran y crean al extender la guerra, para mantener el impulso y porque piensan que solo pueden resolver sus problemas en un escenario mayor.

Por otro lado, por la enormidad, la brutalidad y la celeridad de las metas estadounidenses, existe el potencial de que la situación se les salga de las manos y de que sufran grandes derrotas estratégicas (y de que estallen fuertes riñas en el seno de la clase dominante sobre cómo controlar la situación), y de que todo esto ocurra muy rápidamente. Ya se oye decir que el ataque a Líbano ha fracasado y que les podría salir el tiro por la culata.

Pero como señala nuestro editorial de esta semana, tales sucesos y/o derrotas no detendrán la dirección asesina de Estados Unidos a menos que las masas opongan resistencia ahora y aprovechen todas las dificultades de los imperialistas para redoblarla.

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