Revolución #57, 20 de agosto 2006


 

Bill T. Jones: El poder de Blind Date:

Rehúsa cerrar los ojos

La pieza Blind Date, de Bill T. Jones, empieza con un golpe inaudible. Los espectadores todavía estaban sentándose en el teatro Lincoln Center de Nueva York cuando en la pantalla transparente empezaron a aparecer palabras:

“Los peores crímenes de la humanidad se han cometido en nombre de la religión y de dios”.

blind date

Blind Date. Dancers (l-r) - Stuart Singer, Wen-Chung Lin, Shayla-Vie Jenkins, Donald Shorter, Erick Montes, Premiere performance at Montclair State University, New Jersey, September 2005

B.T.Jones

Blind Date. Dancers (l-r) - Shayla-Vie Jenkins, Bill T. Jones, Premiere performance at Montclair State University, New Jersey, September 2005

blind date multimedia text

Blind Date. Dancer - Leah Co, Preview performance at Aaron Davis Hall in New York City, June 2005

Fotos: Paul B. Goode

 

Las letras blancas seguían apareciendo; yo buscaba un lapicero.

“…El conocimiento del mundo natural y del mundo humano no tiene nada que ver con la religión y se debe abordar sin la menor idea o convicción religiosa”.

Fue vigorizante. En uno de los principales escenarios de Nueva York, una presentación de ballet empieza con sencillas verdades laicas. Hoy en día, aquí en Estados Unidos, donde los fundamentalistas cristianos nos asfixian, suenan como palabras combativas. De hecho, son declaraciones y puntos de vista de filósofos del Siglo de las Luces, del siglo 18, como Jean-Jacques Rousseau, Voltaire y Denis Diderot. Son ideas que surgieron hace 250 años.

Esto es lo que está pensando uno de los principales bailarines y coreógrafos de nuestro tiempo.

Blind Date es una pieza hermosa y compleja. Abarca un panorama estadounidense salpicado por guerra, tiranos militares y arengas religiosas. Las palabras, no siempre en pantalla, a veces leídas o cantadas, no siempre en inglés, aparecían de repente y frecuentemente. Se entremezclaban con veloces movimientos, video y espectáculos extraños que instaban a pensar y volver a pensar en el patriotismo, la guerra, la religión y las nefastas circunstancias de HOY. ¿Cómo puede la gente pensante encarar eso?

Bill T. Jones, quien lleva 30 años haciendo añicos iconos y elevando los estándares, se desplaza con fuerza y gracia. Encabeza un grupo de 10 bailarines jóvenes de Estados Unidos, México, Turquía y Taiwán. Son asombrosamente atléticos y ninguno es del mismo tamaño y estilo. (Sus grupos siempre han roto el molde convencional con bailarines de diferentes formas y tamaños).

Las historias de Blind Date se cuentan en fragmentos. Son chistosas y horripilantes, son vidas en una licuadora. Un chavo negro de 16 años trabaja consiguiendo clientes para un quiosco de hamburguesas en Harlem que se llama Quack a Dack. Su padre le dice que le dará significado a su vida. Tiene que ponerse una enorme cabeza de pato. Un reclutador militar lo quiere reclutar. ¿Quién dice que los chavos de Harlem no tienen alternativas? El tema del pato demuestra las muchas maneras de jodernos. En la pantalla superior aparecen siluetas de patos como los que se ven en los puestos de tiro al blanco en una feria… aparece un vídeo de una hamburguesa cubierta de salsa de tomate… la cabeza del pato cae al suelo sin dueño… para cerrar el espectáculo entran grandes cabezas de patos ensangrentadas.

Una voz nos hace recordar lo que le está pasando a la gente por todo el mundo:

Ruanda: 1 millón masacrados en 90 días
9,000 hondureños muertos por un huracán
10,000 muertos en Timor Oriental en una guerra civil
Que alguien dé gracias a dios…
Nueva York, 11 de septiembre, 2,900 muertos
Terremoto de Bam, Irán, 40,000 muertos
Que alguien dé gracias a dios…

Jones, vestido con traje de empresario, pasa al frente del escenario. Toda la noche anduvo pidiendo un cigarrillo y ahora le dice al público en confianza: “Yo sé lo que están pensando, pero les juro que lo voy a dejar”. ¿Las palabras de un vampiro rapaz o de un fumador constante? Ustedes decidan.

Shaneeka Harrell, miembro del grupo, canta muy inspirada la canción “Security” de Ottis Redding:

Quiero seguridad, sí
sin ella tuve una gran pérdida, ya
seguridad, sí
cueste lo que cueste, ya
no quiero dinero, ahora
no quiero fama
con la seguridad tengo todo eso, ya…

Estalla un reventón que podría ser del año 1969; los bailarines chocan unos con otros con mucha alegría. De repente, uno por uno gritan “¡YO!” y caen como un saco de harina. Los otros corren a recibirlos, una muestra de confianza delicada y escalofriante al mismo tiempo. A medida que el ritmo acelera, las cabezas se acercan más al suelo. Tengo un nudo en el estómago.

Almas solitarias que declaran su existencia van cayendo cada vez más rápido; los demás apenas alcanzan a recibirlos. ¿No es así como se siente mucha gente hoy en día? Los individuos tratan de apoyarse mutuamente y de conformar una red social desgarrada. A veces se puede, pero por lo general uno está solo en este mundo loco que asfixia. ¿Quieres seguridad? Me hace recordar las “normas post 11 de septiembre”, las alertas rojas y las instrucciones del presidente, del sargento, del policía, del cura y de Fox News.

En su página web, Bill T. Jones explica lo que le inspiró la pieza Blind Date, que estrenó en septiembre de 2005:

“…Estaba un poco indignado porque me parecía que, si no se estaban borrando del todo, por lo menos estaban descontando ciertas ideas que he considerado fundamentales para la sociedad estadounidense. Me parece que se está metiendo una cierta intolerancia en nuestra conversación rabiosa y polémica con respecto a libertades personales e ideas de patriotismo. Yo, formado por las ideas de los filósofos del Siglo de las Luces, me sentí amenazado. Progreso, tolerancia y deísmo son ideas fundamentales para definir lo que es una persona libre. Esas ideas me han forjado. Soy el producto de la lucha de los derechos civiles y de muchas luchas sociales…”.

La situación extrema a la que Jones se refiere es verdadera, sin precedentes. Yo voy más allá y diría que este gobierno, que busca hegemonía absoluta en el mundo, que responde a fanáticos religiosos, está llevando el país hacia el fascismo, y no se contenta con querer revocar los veredictos de los años 60 o la legalización del aborto, ni los resultados de la guerra de Secesión, sino que quiere volver al momento de la fundación del país y cambiar el gobierno laico e imponer una teocracia gobernada por la Biblia: una teocracia que prohíba el divorcio e imponga la pena de muerte para las mujeres que no obedecen, para los hijos rebeldes y todos los que “manchan la sociedad”.

En el folleto sobre la pieza, Jones dice: “Como muchos otros, yo veo un choque entre los valores venerables que nosotros, la primera democracia moderna del mundo, ha heredado del Siglo de las Luces, y la corriente antiintelectual, pro consumismo y fundamentalista que invade nuestro debate social-político”.

Al igual que millones de personas, Jones ve lo grave que es la situación, lo mucho que está en juego, el hecho de que el rumbo de la sociedad parece pender de un hilo. Se siente obligado a dar un grito a los cuatro vientos. Ahí radica el impacto de Blind Date: rehúsa cerrar los ojos. El peligro del momento debe llevar a toda persona pensante, que se preocupa de los demás, a debatir, pensar y luchar sobre qué clase de sociedad necesitamos si de veras queremos emancipar a la humanidad.

Sin embargo, los “valores del Siglo de las Luces” se dividen en dos. Por un lado, el pensamiento racional, la ciencia y el laicismo representan el progreso, en oposición al oscurantismo religioso y la teocracia. Pero el Siglo de las Luces, acompañado por el nacimiento de “la primera democracia moderna del mundo”, fue parte del crecimiento y consolidación del capitalismo como sistema explotador, que sigue moliendo y destruyendo el planeta y a la humanidad. Vale la pena pensar en el hecho de que los padres de la patria de Estados Unidos, dueños de esclavos, también abrazaban con entusiasmo las ideas del progreso, tolerancia y deísmo del siglo 18.

Es interesante que Blind Date abre estas contradicciones.

Jones entra en un duelo con su alter ego, Andrea Smith, vestida en uniforme militar:

A: El primer ideal era honor, valor y valentía.
B: Palabras, Andrea, nada más que palabras.
A: ¡Más que palabras!
B: Mejor dicho, patriota —esa era la idea, ¿correcto?
A: No tengo la menor idea.
B: Tenía la idea de que detrás de esta idea había una confesión.
A: ¿No eres buena persona?
B: No dije buena persona, sino patriota.

“No dije buena persona, sino patriota”. Un excelente concepto que la gente que sale del teatro debe sopesar hoy en este país. “Honor, valor y valentía” SON más que palabras. Su significado radica en la clase de sociedad por la que uno lucha y, en Blind Date, Jones nos pide que pensemos en la “confesión que hay detrás” del patriotismo estadounidense.

Esto me hace pensar en otra pregunta que Jones plantea en sus notas sobre la pieza: “¿Cómo toma uno posiciones de principio sobre una amplia gama de temas sin dejarse contaminar por la gran plaga de nuestros tiempos de la ‘certeza tóxica’?”.

Bien, aquí va mi respuesta. Es cierto que las absolutistas megaiglesias y la Casa Blanca profieren una especie de “certeza tóxica”, como “están con nosotros o contra nosotros”, lo cual es sumamente peligroso y está ligado al programa político de un imperio que quiere dominar el mundo. El gobierno de Bush quiere una ciudadanía ignorante y obediente que tema pensar.

Pero hay un mundo concreto que podemos conocer. Y como dicen las palabras con que empieza la obra: “…El conocimiento del mundo natural y del mundo humano no tiene nada que ver con la religión y se debe abordar sin la menor idea o convicción religiosa”. Los seres humanos y la sociedad no pueden saberlo todo sobre el mundo, pues es infinitamente complejo y está cambiando constantemente. Pero sí hay cosas que podemos saber, con certeza relativa. Y si vamos a cambiar el mundo, y tenemos que hacerlo, tenemos que comprender el mundo y basarnos en la certeza, pero no en una certeza rígida o dogmática, sino una certeza que, en cada momento, se base en el mejor entendimiento de la verdad por la humanidad.

* * * * *

La noche que fui al teatro, después de salir varias veces al final, Jones regresó con lo que me pareció una pieza espontánea, un solo angular, dando fuertes golpes al aire, como un hombre resuelto a zafarse del traje de empresario y la predestinación, a luchar hasta el fin. Una amiga que vio la pieza otro día me dijo que al final salió y se paró un buen rato con el puño en alto, como los atletas de las Olimpiadas del 68.

El último comentario que Jones hace sobre la pieza es este: “Aquí vale una verdad fundamental: como en la vida, cada participante y observador tiene que escoger”.

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