Revolución #58, 27 de agosto 2006


 

En memoria de mi lindísima compañera

Se leyó la siguiente carta de una compañera y amiga de muchos años de Susan en su servicio conmemorativo.

El 4 de julio, Susan perdió en la lucha contra el cáncer. Su muerte es una gran pérdida para sus seres queridos y para todos los que tuvieron el gran privilegio de conocerla. Era, si se pudiera pasar al español la letra de Peter Tosh, una persona tan “positiv-osa”. Tenía un gran corazón, y una insaciable sed de entender el mundo a su alrededor y de comunicarlo de la mejor manera y en toda forma a su alcance. Siempre hacía resaltar en las personas sus mejores cualidades, y daba mucha importancia a las opiniones, inquietudes y perspectivas de ellas en toda esfera, sea política, arte o ciencia. Cuando entraba en plática con los amigos o incluso con los que se topaban con ella en distintas esferas, le entraba con toda el alma y aprendía mucho.

Se puede decir honestamente que su muerte es una trágica pérdida no solo para los que la conocían, la querían o sintieron su presencia en sus vidas, sino también para millones de personas que no la conocieron...

Me pongo a pensar en Susan, su lucha contra el cáncer en la cual perdió al final, el espíritu combativo con que luchó hasta el último momento, que nos inspiró tanto a todos. Incluso los detallitos, como lo que escribió en su diario de que no dejaba que la enfermedad le quitara el sentido del humor.

Me pongo a pensar en cómo se sentiría al no poder correr, tras las primeras series de quimioterapia, y eso que le reteencantaba correr. (Antes, de relajo le decíamos que su afán de correr tenía mucho que ver con su afán de comer, algo que tristemente tampoco no podía gozar desde hace unos meses...).

Pero no permitió que esos reveses la amargaran ni la hicieran egoísta, tampoco --más importante-- que la desviaran del “maratón” al que había dedicado la vida. Muy al contrario.

Susan tenía como 12 ó 13 años cuando estalló la rebelión de Watts, y le impactó mucho. De universitaria en el Área de la Bahía de San Francisco, no se aguantaba las ganas de cambiar esta sociedad en la cual se decide la vida de la gente por el color de la piel o su posición económica. Como muchos otros de su generación, quería llevar esas ideas al pueblo. Se sumó al piquete de las costureras en huelga contra Farah Pants; iba a los campos del valle central de California para hablar con los trabajadores agrícolas. Entró a trabajar en una de las primeras fábricas electrónicas de Silicon Valley; soldaba pastillas de silicio con trabajadoras latinas y asiáticas, aprendía de sus vidas y les platicaba de las ideas que se estaba formando sobre la revolución, el socialismo y el comunismo. En las tardes iba a los clubes de música latina para bailar cumbias y comer pupusas.

Se comprometió más aún a militar por un mundo completamente nuevo, un mundo comunista, “un mundo de seres humanos que se asocian y cooperan libremente, un mundo en el que le gustaría vivir a la gran mayoría de las personas y, en última instancia, a toda la humanidad, y en que podría prosperar de una manera nunca antes posible sino en la imaginación”. Por supuesto que no es una posición de moda hoy día, pero Susan no se atenía a lo que estuviera de moda. Le importaba la verdad, las verdaderas razones por las que el mundo está como está: lo absurdo de una sociedad en que un puñado de ricos controlan la riqueza y la vasta mayoría sufren en la miseria, y asimismo las profundas contradicciones de dicha estructura social que obstaculizan el progreso de la sociedad y al tiempo la conducen hacia rupturas potencialmente sísmicas que podrían traer algo totalmente nuevo y liberador.

Susan admiraba con toda el alma a Bob Avakian, presidente del Partido Comunista Revolucionario. Me escribió que le platicaba a mucha gente sobre su asombroso DVD “Revolución: Por qué es necesaria, por qué es posible, qué es”, su autobiografía,  From Ike to Mao and Beyond…, y otras obras. Quería que todos tuvieran la oportunidad de tratar los temas más importantes.

Cuando se enfermó hace tres años, trajo a su lucha contra el cáncer un método científico e inspirador, y dedicó lo que le quedaba de vida a hacer que la mayor cantidad de gente posible supiera que en Bob Avakian tienen un líder capaz de dirigirnos hacia un futuro por el cual vale la pena vivir y morir.

También estaba consciente, y le perturbaba mucho, que Estados Unidos está encaminado hacia una Edad de Tinieblas de alta tecnología. Con toda la fuerza de que era capaz, trabajaba para organizar a la cantidad más grande posible de personas en la batalla contra esa trayectoria. A pesar de su debilidad física participó con mucho orgullo en la protesta del 2 de noviembre del año pasado de El Mundo No Puede Esperar en Chicago, que fue una de las últimas funciones políticas en que pudo participar.

Aun cuando su estado físico empezó lo que resultaría ser en un deterioro irreversible, tenía la mente muy clara y el corazón firme con el pueblo del mundo. Incluso unas cortas semanas antes de que se nos fuera, nos daba mucha alegría y ánimos visitarla en el hospital. Desde su cuarto del hospital, seguía las noticias que empezaban a salir de la masacre de Haditha y otras atrocidades estadounidenses en Iraq, que le enfurecían. Estaba ansiosa de conseguir una copia del DVD de “Sir, No Sir”, un nuevo documental sobre la resistencia en las fuerzas armadas durante la guerra de Vietnam. Como siempre, le entró profundamente a la cultura, por ejemplo estudió la última temporada de “The Sopranos” y las dimensiones filosóficas profundas del famoso último episodio. Me di cuenta que se habían encariñado de ella todos los empleados del hospital que entraron al cuarto cuando estuve, y ella de ellos. Fue la última vez que nos dimos un abrazo.

Tenemos que seguir esta gran conversación sobre cómo entender la realidad, qué tipo de mundo podremos crear y cómo llegar ahí, y comunicarla a otros. Al mismo tiempo tenemos que actuar con lo que entendamos en este momento con todo y con toda la creatividad individual y colectiva posible. Como me escribió en agosto del año pasado: “Del Sur Centro (de Los Ángeles) a Níger, de Perú a las regiones que azotó el maremoto, el pueblo del mundo está contando con nosotros para cumplir con esa gran necesidad”. Para los que comparten su visión del mundo, sería un tributo apropiado a su legado redoblar su compromiso; y para los que no están en total acuerdo o de plano discrepan, pero que tienen en común con ella esa inquietud intensa por el estado del planeta, que contribuyan todo lo que puedan para actuar conforme a sus convicciones para hacer nacer un mundo mejor. Susan nos ha pasado el testigo para que terminemos el maratón.

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