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Revolución #60, 10 de septiembre 2006

Informe de Nueva Orleáns

Es lo que es

El siguiente artículo es del portal de El Mundo No Puede Esperar (worldcantwait.org).

28 de agosto: Un informe de Jamilah Hoffman, una organizadora de El Mundo No Puede Esperar que estuvo en Nueva Orleáns en el aniversario del huracán Katrina

“Es lo que es”: es un dicho que se oye mucho aquí; por eso a Nueva Orleáns le dicen “Big Easy” (“el Relajón”). Aunque la gente se da cuenta de lo que está pasando y quiere hacer algo para cambiarlo, a veces lo enorme del problema abruma. Quiere dejar atrás todo lo que pasó.

El huracán Katrina sacó a la luz el vínculo entre razas y clases en este país. También demostró al mundo lo que el gobierno está dispuesto a hacer para implementar su programa. Como lo describió tan bien la declaración de El Mundo No Puede Esperar sobre el aniversario de Katrina: No es simplemente ineptitud gubernamental, es un comienzo de genocidio, imbuido de racismo y exculpado por la religión.

Ir a los barrios, especialmente el 9th Ward y el Lower 9th Ward, hace reconsiderar todo lo que uno pensó de lo que pasó tras la tormenta. Platicar con los vecinos muestra lo que sufrieron y siguen sufriendo. Hace entender la desesperación que sienten. Sin embargo, hay tanto potencial y posibilidad para construir aquí un movimiento y hacer de El Mundo No Puede Esperar—Fuera Bush y su Gobierno una fuerza capaz de convertir esa desesperación en esperanza.

El mensaje de El Mundo No Puede Esperar resuena contundentemente en la comunidad afroamericana por la historia racista y genocida que han vivido los negros en este país. La respuesta del gobierno de Bush después del huracán Katrina la reafirmó, así que cuando trajimos el mensaje de este movimiento nos respondieron de forma entretenida e instructiva.

En el Lower 9th Ward, nos topamos con dos señoras con sus hijos. Se criaron en la cuadra donde estábamos, pero sus casas estaban devastadas, aunque no totalmente destruidas. Pasaron cuatro días en el Superdome. Nos contaron de una señora que andaba por todos lados histérica, buscando a sus hijos. Se acercaba a los niños ajenos y trataba de recogerlos. Claro que todos suponían que estaba loca. Se supo que la estaba recogiendo un helicóptero; cargaba a su bebé en una mano y su niñito en la otra, y cuando sentía que se le iba uno, trató de asegurarlo con la otra mano y se le cayeron los dos al agua. Lo único que hizo el equipo de rescate fue aventarles una cuerda.

Una señora que estaba en el último trimestre del embarazo tuvo que caminar en el agua con sus hijos para llegar al Superdome. Otra tuvo que echarse cloro para quitarse lo hediondo de las aguas. Los habitantes de Nueva Orleáns tenían que arriesgarse a subirse en helicópteros peligrosos o caminar por el agua que llegaba al cuello; pero en Líbano, al otro lado del mundo, las fuerzas armadas pudieron transportar por vía aérea a miles de estadounidenses en cuestión de días. Que no se olvide la criminal respuesta del gobierno de Bush.

Son personas de carne y hueso, tenían trabajo y vivienda, tenían identidad. Una niñita con la cual platicamos se quedó mirando la cuadra donde vivía y comentó airada: “Ya no la reconozco. Qué triste”. Luego nos dijo que quería más volantes y que tenía algunas cosas que quería decirle a Bush. En broma le dijimos que solamente le faltaba un micrófono, y nos contestó que estaba dispuesta. Su mamá estaba más desanimada. Su abuelo pavimentó las primeras calles del Lower 9th Ward y construyó la casa que la tormenta destruyó. “Veintiún años, perdidos”, dijo: “Nunca se me olvidará”. El cielo empezó a tronar y su hijo le regó que se fueran; nos explicó que al niño le dan miedo las tormentas. “La gente quiere regresar”, nos dijo. “Hay que meter dinero para limpiar esto”. Cuando preguntamos sobre la visita de Bush por el aniversario de Katrina, su amiga contestó: “Estará buscando que lo saquen del gobierno. Dice que están haciendo todo lo posible para reparar las faltas, pero ¿qué carajo hace?”.

Platicamos con un señor de 65 años que estaba reconstruyendo su casa. Estaba bañado de sudor, pero cuando una amiga pasó en carro y le preguntó si iba a ir a la fiesta de esa noche, le contestó: “¡Claro!”.

La cultura de Nueva Orleáns es única. Nos topamos con un festival de jazz y vimos gente de diversas razas, edades y clases económicas bailar y gozar de música de primera. Esta es la Nueva Orleáns que conozco, que todos conocemos, aunque el gobierno de Bush está tratando de convertirla en un lugar sin esta cultura ni esta gente. ¡Ya basta! El 5 de octubre, todos tenemos que… ¡Ponerle fin a todo esto!

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