Issue and Date


Revolución #64, 8 de octubre de 2006

Bush y Hitler: Paralelos escalofriantes

“Todo esto lleva a muchos a pensar en Hitler, y con razón. El gobierno de Bush se ha propuesto redefinir la sociedad con un molde fascista por muchas generaciones. Tenemos que responder ya; el futuro está en juego”.

de la Convocatoria de El Mundo no Puede Esperar—¡Fuera Bush y su Gobierno!

¿Comparar a Bush con Hitler? ¿Es una exageración? Algunos piensan que la situación se corregirá con el vaivén de los vientos políticos y que, tras las elecciones, algún político nos “salvará”. En mi opinión, los que piensan así están enterrando la cabeza en la arena.

Para mí, Hitler y la Alemania nazi no son meras palabras de libros de historia; en mi familia son memorias vivas. Uno de mis padres vivió en Alemania nazi y el otro vivió en Polonia bajo la ocupación nazi. A mis cuatro abuelos y abuelas, un bisabuelo, varios tíos y tías, muchos primos y un hermano mayor (de nueve años) los ejecutaron en los campos de concentración por el mero hecho de que eran judíos. Uno de mis padres vivió la Noche de los Cristales Rotos, cuando los nazis destruyeron con hachas las vitrinas de los negocios judíos, y me relató que amenazaron con regresar a matar a hachazos a la gente. Unos parientes escaparon a Inglaterra y sobrevivieron los bombardeos nazis a Londres, por igual sobre casas particulares y blancos militares. Cuando me enteré de todo esto, decidí estudiar en serio la historia de Hitler y la Alemania nazi.

El gobierno de Bush está haciendo lo que Hitler, en sus primeros años en el poder, no se atrevió a hacer: justificar con descaro sus peores medidas.

Antes de iniciar la guerra de Irak, el gobierno de Bush anunció la doctrina de guerra “preventiva” y se adjudicó el derecho de atacar países que no se someten a su voluntad.

Hitler se lanzó a la guerra contra muchos países, pero en cada caso dio un pretexto: que Alemania estaba recuperando territorios perdidos en la I Guerra Mundial, que había que “proteger” las nacionalidades minoritarias alemanas en otros países, o que estaba respondiendo a un ataque al suelo nacional. (Para Hitler, incluso la marcha a Polonia requirió la justificación de que ese país había atacado una emisora alemana cerca de la frontera. En realidad, los alemanes montaron el “ataque” con presos vestidos de soldados polacos y después los fusilaron. Al pueblo alemán le dijeron que la invasión, planeada por mucho tiempo, fue un asunto de “defensa propia”). Hitler lanzó una guerra de agresión contra el mundo, pero no proclamó al principio su derecho a hacerlo ni una teoría de guerra preventiva.

Hitler no defendió abiertamente la tortura ni las cárceles clandestinas, las evidencias secretas, la detención sin fin y sin acusaciones, los tribunales secretos, etc. Simplemente negó que tales cosas existieran. Las había, pero según mis conversaciones con muchas personas que vivían en Alemania en ese tiempo, es posible que mucha gente no se haya dado cuenta de su alcance.

No podemos decir lo mismo hoy de la población de Estados Unidos ni del mundo sobre las justificaciones oficiales de la tortura, las cárceles clandestinas, los tribunales secretos, las evidencias secretas, los presos detenidos sin la posibilidad de comunicarse con el mundo exterior, el envío de presos a países donde los torturarán con la vaga posibilidad de que “confiesen” algo “útil” para una “guerra contra el terrorismo” que teóricamente no tiene fin. Sin reparo alguno, el gobierno de Bush dice que todo eso se justifica y, es más, que es necesario y merece elogio.

Pasando por alto siglos de historia, el gobierno de Bush está legalizando la tortura y tratándola como una práctica legítima. La ley de tortura aprobada hace poco le permite al presidente declarar que una persona es un “combatiente enemigo” o “terrorista”, etc., con el fin de detenerla sin plazo definitivo ni posibilidad de cuestionar su situación en los tribunales, e interrogarla mediante la tortura.

Esa clase de autorización descarada y legalizada de la tortura no se ha visto desde la Inquisición de España o de los tiempos en que los reyes dictaban que “La ley soy yo”. La nueva ley de tortura, además de prohibir que los “terroristas” pongan en entredicho su detención en los tribunales, dice que al aplicar la ley de Crímenes de Guerra: “Al fallar los tribunales de Estados Unidos sobre la interpretación de las prohibiciones enumeradas arriba, la decisión no se fundamentará en ninguna fuente de ley nacional o internacional…”. Así descarta las leyes internacionales sobre la guerra. ¡La nueva ley declara abiertamente que los principios establecidos por Estados Unidos y otros países tras la II Guerra Mundial, con que se castigó a varios líderes nazis, son inaplicables en este país!

Casi hasta el final, los nazis conservaron la pantalla de un proceso judicial formal. Al comienzo, cuando fraguaron el “Incendio del Reichstag” como pretexto para aprobar la “Ley de Autorización” (el equivalente de la Ley Patriota de hoy), culparon y enjuiciaron a un comunista prominente, pero tuvieron que ponerlo en libertad debido a que la opinión pública estaba a su favor y a falta de evidencia.

Por su parte, el gobierno de Bush ha proclamado la doctrina del “presidente unitario”, que le da a quien ocupa la presidencia autorización a hacer casi cualquier cosa en nombre de la “seguridad nacional” o, en su vocabulario preferido, “seguridad de la patria”.

El Congreso ha aprobado cientos de leyes que Bush, en vez de vetarlas cuando no las apoya, ha “firmado” para que sean “ley”, pero con aclaraciones de que puede pasarlas por alto debido a esos supuestos poderes presidenciales.

Los arrestos basados en la nacionalidad (“racial profiling”) son el pan de cada día. A miles de árabes, musulmanes, palestinos, surasiáticos y otras nacionalidades minoritarias los han detenido e interrogado sin poder ver abogados, familiares o amigos, simplemente por su nacionalidad o formación religiosa. No dejan entrar al país a expertos árabes o musulmanes que planeaban ir a conferencias, presentar ponencias, tomar clases o enseñar en las universidades. Un turista de otro país que tome fotos de un puente, una represa, un monumento nacional o una estación del metro corre el riesgo de que lo detengan.

El gobierno de Bush también evoca a los nazis por su arsenal; tiene por lo menos de 10,000 a 12,000 armas nucleares, una cantidad suficiente para volar el mundo entero. Los cohetes V1 y V2 que los nazis lanzaron contra Londres eran armas terribles, pero cada cohete mató aproximadamente a una persona. Eran armas de “terror”, por cierto, pero pequeñas en comparación con las armas que Estados Unidos usa contra el pueblo de Irak y con las armas nucleares que amenaza lanzar contra el pueblo de Irán.

Cierran sumariamente organizaciones de caridad musulmanes por la mera “sospecha” de que “pueden” estar involucradas en “apoyar al terrorismo”. Espían a los abogados cuando van a las cárceles a comunicarse con sus clientes y los enjuician por hacer posible la comunicación de sus clientes con el mundo.

La Ley Patriota y otras leyes que le siguieron permiten proscribir organizaciones, personas y el disentimiento como “terrorismo interno”, aun cuando no tengan nada que ver con sucesos internacionales. Permiten cerrar organizaciones de protesta, confiscar cuentas bancarias, negocios, casas y bienes, y prohiben dar “ayuda material” a los acusados. Cuando al principio se negó el permiso para la protesta del 5 de octubre en San Francisco, se anunció que era por razones no especificadas de “seguridad de la patria”.

Los gobiernos municipales han colocado videocámaras en las esquinas y hace poco una ciudad dijo que las va a requerir en los negocios. Todo por razones de “seguridad” y “prevención de delitos”, claro. Pero eso quiere decir que la policía puede arrestar a los que pegan calcomanías en postes o filmar conversaciones entre “sospechosos” en un restaurante.

¿No es paranoia pensar así? No, porque esto es lo que está pasando. La histeria “antiterrorista”, que al gobierno de Bush le conviene crear, cuenta con tecnología que era cosa de ciencia ficción cuando George Orwell escribió 1984.

Tienen listas que prohíben que ciertas personas viajen en avión. En el metro de Nueva York, registran mochilas. Durante la Serie Mundial de 2005 en Chicago, registraron todos los carros que iban al barrio de los juegos y solo podían entrar los que vivían ahí o tenían boleto para el partido. ¡Ir a visitar a la abuelita no era razón suficiente!

Intervención de llamadas telefónicas. Rastreo de emails. El secretario de Justicia quiere que los proveedores de servicios de internet guarden por años los archivos de todo lo que hacemos en la Internet para examinarlo luego si resultamos “sospechosos”.

Todo eso culminará en la prohibición de todo disentimiento. “O están con nosotros o están contra nosotros”. Bush dice: Sigan la corriente o los destruiremos.

No debemos minimizar la brutalidad y los horrores de los acontecimientos mundiales desatados por Hitler y los nazis, pero debemos aprender las lecciones de esa historia para que no se repita.

Porque si ocurre ahora, si no logramos construir un movimiento realmente masivo que pare todo esto en SECO y saque del poder al gobierno de Bush, la perspectiva de una superpotencia fascista, con armas nucleares y tecnología avanzada, hará que nuestras peores pesadillas parezcan dulces sueños.

Envíenos sus comentarios.

Si le gusta este artículo, suscríbase, done y contribuya regularmente al periódico Revolución.

Basics
Revolución: por qué es necesaria, por qué es posible, qué es
From Ike to Mao and Beyond