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Revolución #66, 22 de octubre de 2006

Hacia una confrontación en Oaxaca

Ya hace casi cinco meses que los maestros de la capital de Oaxaca se tomaron el zócalo de la ciudad, cerraron las carreteras, bloquearon los edificios del gobierno y se apoderaron de las estaciones de radio y televisión para dar a conocer la voz del pueblo y las demandas de un salario digno. Esto ha forjado un movimiento popular para expulsar al gobernador Ulises Ruiz Ortiz (URO).

A la fecha los maestros y la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) siguen pidiendo la renuncia de URO y esto ha puesto al sistema en un gran dilema. El Partido Acción Nacional (PAN), al que pertenecen el presidente Vicente Fox y el presidente electo Felipe Calderón, está bajo una enorme presión para resolver la situación por dos motivos: uno es que le daría más credibilidad a su gobierno y el otro es que el movimiento se está contagiando a otras partes del país en que existen las mismas contradicciones que dieron pie a la lucha de Oaxaca. El politólogo Rogelio Hernández, del Colegio de México, expresó este dilema: “Créanme, yo no defiendo a Ruiz, pero expulsar a un funcionario elegido lo único que hará será legitimar a un grupo que se ha comportado fuera de los márgenes de la ley” (citado en el San Francisco Chronicle, 12 de octubre).

A finales de septiembre, varios miles de maestros y de partidarios de la APPO realizaron una marcha de 19 días que recorrió 480 kilómetros y 25 pueblos de Oaxaca a ciudad de México. A pesar de una gran campaña de la prensa para sembrar temor de la caravana, a cuya cabeza iba un burro orejón como burla de URO, miles le dieron la bienvenida al llegar a la capital coreando “Todos somos Oaxaca”. Salieron a recibirlos muchos que participaron en los campamentos de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el candidato del Partido de la Revolución Democrática (PRD) contra la elección de Calderón, estudiantes de la UNAM, vendedores ambulantes y muchos más. En las calles se oían cohetes y cláxones, y se veían mantas de apoyo a la APPO y a Oaxaca y de oposición a URO y Calderón, así como claveles y crisantemos rojos de bienvenida.

La caravana tuvo que abrirse paso entre cordones policiales para llegar al Senado. Ahí todos coreaban “¡Ulises ya cayó y sigue Calderón!” y montaron un plantón en frente del Senado. Los ojos de la nación están fijos en este conflicto.

Lo que empezó como una lucha local hoy es, en cierta medida, un punto de concentración de las intensas contradicciones que México está experimentando. Acaba de darse una elección presidencial fraudulenta y está resultando muy difícil imponer a Calderón. La larga historia de explotación, opresión y sufrimiento está generando resistencia popular. Acaban de terminar los campamentos de 45 días en apoyo al candidato del PRD, quien sostiene que en las elecciones hubo fraude (ver los artículos de Revolución en los números 59, 60 y 61). El PAN y el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó México por 70 años, están tratando de formar una alianza para opacar al PRD (que también es un partido del sistema, pero tiene planes distintos para el país y en apariencia representa los intereses de los oprimidos). Pero eso no es fácil y si el PAN hace renunciar a un gobernador del PRI se podría desbaratar este arreglo. Por otra parte, resolver esta situación por medio de la fuerza armada tendría enormes costos sociales y atizaría los conflictos.

Todo esto se está agudizando en medio de los preparativos de la toma de posesión de Calderón el 1º de diciembre. Los distintos sectores de la clase alta compiten por ver cómo solucionar esta crisis sin desatar nuevas explosiones de lucha por todo el país.

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El gobierno ha movilizado una gran fuerza militar y, aunque ha habido negociaciones, existe la amenaza de una fuerte represión y las tropas ya han ocupado comunidades indígenas. El domingo 1º de octubre unos helicópteros militares volaron a baja altura sobre el centro. Las autoridades dijeron que era para “reabastecerse de combustible”, pero era claramente para intimidar. Un vendedor de comida dijo: “Es nada más para intimidar. ¿Que estamos en guerra? Pero no se crea, todas las noches por acá hay balazos”.

El gobierno está ejerciendo una enorme presión, con incentivos y amenazas, para que el movimiento acepte una resolución negociada de la lucha, pero predomina la amenaza de un ataque armado. Desde fines de septiembre han llegado al estado 20,000 efectivos del ejército y de la Policía Federal Preventiva (PFP). Tal movilización militar no se ha visto en el país desde el levantamiento zapatista en Chiapas.

Han llegado tropas por mar, tierra y aire, pero a pesar de esta enorme tensión el pueblo sigue desafiante. Los plantonistas han reforzado las barricadas y pedido a las comunidades vecinas que manden escudos humanos para proteger el bloqueo en caso de ataque. Cuando los helicópteros militares volaron bajo, los plantonistas pintaron en grandes letras en el pavimento y los techos: “PFP: bienvenidos a Oaxaca” y “Fuera URO de Oaxaca”. Hablando de la amenaza de un ataque contra el campamento de la APPO en Oaxaca, un maestro dijo que el pueblo ha perdido el miedo. La Jornada escribió el 14 de octubre: “Sobre el desalojo y la entrada de la fuerza pública comentaron que el pueblo de Oaxaca perdió el miedo. ‘Sabemos que estamos en total desventaja ante la PFP, pero pensamos que lo vamos a defender con nuestras vidas’, señaló Bolaños, delegado de la sección 22 del magisterio”.

La semana pasada, La Jornada informó que recibió informes secretos de un plan detallado para invadir el centro de la ciudad de Oaxaca con más de 2,000 policías y recuperar las estaciones de radio y televisión. Un aspecto del plan es enviar personal militar disfrazado de civiles para sembrar caos y dar una excusa para una invasión de los 20,000 efectivos que están a la espera.

Carlos Abascal, secretario de Gobernación (que dirige la Policía Federal Preventiva y otras fuerzas del estado), dice que “en Oaxaca, el límite está muy cerca” y que si el diálogo no funciona utilizarán “los instrumentos del estado”. Por meses el gobierno se hizo la ilusión de que los maestros claudicarían, como ha sucedido en otros años, pero ahora Abascal está dedicado de tiempo completo a imponer una solución que beneficie al estado. En medio de esto, unos agentes de civil dispararon contra la APPO en Oaxaca e hirieron a cuatro personas, lo que causó más furia popular.

Al cierre de esta edición la situación está sumamente cargada. La prensa estadounidense ha informado que el gobierno federal y los maestros han acordado el reemplazo de la policía municipal y estatal con una comisión ciudadana y un representante de la policía federal, pero a la fecha no se ha suscrito un acuerdo y la situación sigue tensa. La demanda de los maestros y de la APPO de que renuncie URO sigue en pie. El Senado envió una comisión a investigar la situación del gobierno de Oaxaca y si se debe disolver y nombrar un gobernador interino. El gobierno hizo ofertas de aumentos salariales si los maestros regresan a clases el lunes 16, pero los maestros contestaron que solo regresarán a clases después de oír el veredicto de la comisión de investigación del Senado sobre la disolución del gobierno de URO. El informe de la comisión se espera el martes 17.

Los tres partidos del sistema están divididos con respecto a qué hacer con URO. El PRD sostiene que la única solución es sacarlo. El PAN vacila y espera que renuncie; su líder dice que la disolución de poderes no es competencia del Senado. El PRI expresa apoyo incondicional a URO y otros gobernadores priístas. El líder del PRI en el Senado, Emilio Gamboa, dijo: “No considero que mediante la presión de los maestros y un grupo subversivo se pueda tumbar a un gobernador. Creo que ese sería un antecedente nefasto para México. Si Ulises se va por presión, quién sigue, sigue el presidente en turno y después el presidente electo, no hay la menor duda”.

Oaxaca: La ciudad y el estado

En Oaxaca, la resistencia se ha extendido a todo el estado. Los campesinos y los indígenas han bajado de las montañas a la ciudad a fortalecer las barricadas. El ejército ha puesto retenes para impedirlo, pero como alguien comentó: “Lo que no saben es que muchos ya bajaron”. Además de las consignas contra el gobierno estatal, ahora circula una nueva: “Si no hay solución, caerá Calderón”.

Cuando la marcha de maestros pasó por la Mixteca, una región montañosa indígena muy pobre de Oaxaca, donde mucha gente tiene que emigrar al norte, se oyó comentar: “Los mexicanos ya despertamos y vamos a lograr un nuevo orden social” y “La marcha de la APPO ya entró en las conciencias de los mexicanos. Comienza a dejar huella para transformar a fondo esta nación. Eso queremos, una revuelta de ideas y de debate en todo el país para acabar con las injusticias”.

En la región del istmo de Tehuantepec, los campesinos y los indígenas están bloqueando las válvulas y los oleoductos de PEMEX debido al daño que la compañía ha causado a los cultivos y los animales domésticos.

Radio APPO solicita suministros para las barricadas, y las masas y otros sectores llegan con agua, y comida. Una señora mayor ofreció los ahorros de toda la vida: 10,000 pesos en una bolsa de plástico. Por la noche se encienden fogatas en las barricadas y los guardias se sientan a platicar. En medio del humo se ven las familias que traen ollas de comida y café. En las barricadas miles esperan atentos y listos para responder en cualquier momento. Como comentó un señor del pueblo de Miahuatlán: “Ya crearon una psicosis en nuestros niños. Ellos son inteligentes. Saben que sus papás salen en la noche, que están metidos en esto, que a lo mejor no regresan. Pero en Oaxaca somos muchos miles contra el hambre de tener el poder de los que están pasando por encima de todo un pueblo”.

Como la policía no puede entrar al centro de Oaxaca, las masas se encargan de velar por la seguridad. Si alguien necesita ayuda, toca un silbato. La APPO ha organizado su propia flota de taxis y ha permitido que regresen los vendedores ambulantes que sacó del centro el gobierno de URO. Antes, el PRI tenía vendedores ambulantes.

La Liga Mexicana de Derechos Humanos, varias organizaciones no gubernamentales y José Luis Soberanes, el ombudsman de derechos humanos, están investigando las agresiones de policías vestidos de civil y paramilitares contra el movimiento y exhortan a una solución política.

La caravana a ciudad de México

La marcha de 5,000 personas (maestros, APPO, organizaciones comunitarias, campesinos, trabajadores, jubilados, etc.) recorrió los estados de Oaxaca, Puebla, Morelos y México. A lo largo del camino tuvo una recepción muy entusiasta con aplausos, cohetes, comida y agua, y toda clase de apoyo material y espiritual. Se han organizado grupos similares a la APPO en otros estados. Por ejemplo, en Guerrero, otro estado muy pobre y oprimido, la Asamblea está pidiendo la renuncia del secretario de Educación. Un participante de la marcha comentó: “En el Senado están temerosos de que la movilización se ‘oaxaquenice’”.

La prensa y las autoridades han diseminado una campaña de miedo: que los de la marcha son vándalos, violentos, guerrilleros, etc. Pero las masas han aprendido una cosa en esta lucha: el gobierno y la prensa mienten. Un ejemplo concreto que refutó las mentiras oficiales es que en el pueblito de El Pitayo 4,000 personas de la marcha pasaron la noche en las casas de los 500 habitantes del pueblo (los otros 500 viven en Estados Unidos) y un señor les llevó media tonelada de tortillas.

La marcha tenía siete comisiones: finanzas, alimentación, prensa, transporte, servicios médicos, vanguardia y enlace con Oaxaca y ciudad de México. Recaudaron fondos en los pueblos y en las carreteras. La Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca prestó una ambulancia y artículos médicos (especialmente agujas para drenar ampollas y óxido de zinc para secarlas).

A lo largo de esta larga resistencia muchos han perdido el trabajo y piensan quedarse en ciudad de México hasta que el gobernador se marche. No tienen nada que perder.

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La situación de México es muy compleja: en todos lados hay contradicciones, movimiento, maniobras y dificultades. Hay grandes fuerzas materiales en movimiento que empujan a distintos sectores de la población en distintas direcciones, abren grietas en el campo del gobierno y movilizan nuevos aliados de los movimientos populares contra el statu quo.

La resistencia a las elecciones coincidió con el movimiento de Oaxaca y la situación ha avanzado mucho más de lo que se esperaba. Ha pasado de ser una lucha económica a ser una lucha política y ha afectado la seguridad interna del país. Todavía no se sabe cómo terminará. Las masas son como un poderoso gigante que se despertó con la resistencia a las elecciones y que puede responder de un modo imprevisible. El sistema quiere amarrar de nuevo a ese gigante dentro de las instituciones del estado y reinstaurar el temor supersticioso y la pasividad que le permite a los opresores gobernar en contra de los intereses de las amplias masas populares.

No está claro qué pasará pero la pregunta del momento es: ¿qué futuro tendrán las masas de México? La fuerza y la determinación que han demostrado las masas de Oaxaca, y todo lo que han suscitado, pueden inspirar mucha más lucha por un futuro diferente.

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