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Revolución #74, 24 de diciembre de 2006

Puntos sobre el socialismo y el comunismo: Una clase de estado radicalmente nuevo, una visión radicalmente diferente y mucho más amplia de libertad

ANÁLISIS MATERIALISTA DEL ESTADO Y SU RELACIÓN CON LA BASE ECONÓMICA SUBYACENTE
Segunda Parte

Revolución va a publicar una serie de ensayos y charlas de Bob Avakian, presidente del PCR, EU, sobre temas y contradicciones de la transición socialista al comunismo. Estos materiales abordan a fondo una amplia gama de interrogantes, como la epistemología y el método; la teoría del estado; la dictadura y la democracia en la sociedad socialista; las formas del nuevo poder estatal; el papel de las clases y los sectores intermedios entre el proletariado y los imperialistas en la nueva sociedad, y la política hacia ellos; la importancia del disentimiento; el punto de vista comunista sobre el arte; la orientación general de “núcleo sólido con mucha elasticidad”; y muchos otros interrogantes del proceso de forjar una sociedad encaminada al comunismo y una sociedad vibrante donde se quiera vivir.

La entrega de esta semana es del ensayo "Puntos sobre el socialismo y el comunismo: Una clase de estado radicalmente nuevo, una visión radicalmente diferente y mucho más amplia de libertad", una charla que dio Bob Avakian a un grupo de militantes y partidarios el año pasado (2005). La sección titulada "ANÁLISIS MATERIALISTA DEL ESTADO Y SU RELACIÓN CON LA BASE ECONÓMICA SUBYACENTE" salió en Revolución #42 (9 de abril de 2006). La primera parte salió la semana pasada.
Los lectores encontrarán "Puntos sobre el socialismo y el comunismo: Una clase de estado radicalmente nuevo, una visión radicalmente diferente y mucho más amplia de libertad" en la internet en http://revcom.us/chair_s.htm

Más reflexiones sobre el estado socialista como una nueva clase de estado

Quiero hablar más sobre el tema de la democracia y la dictadura en una sociedad socialista, y sobre el estado socialista, la dictadura del proletariado, como una clase de estado radicalmente distinta. La democracia proletaria (democracia para las masas en una sociedad socialista) debe contener algunas características secundarias y “externas”, si así se quiere, en común con la democracia burguesa, como estipulaciones constitucionales para proteger los derechos de las masas y de los individuos. Pero es una clase de democracia radicalmente distinta en esencia, fundamentalmente porque es una manifestación de un tipo de dominación de clase radicalmente distinto, regido por el proletariado, guiado por su vanguardia, que ejerce abiertamente una dictadura sobre la burguesía derrotada y otros elementos contrarrevolucionarios comprobados, y tiene objetivos radicalmente distintos, sobre todo el avance al comunismo y la “extinción” del estado y de la democracia.

A continuación un pasaje muy importante de Engels, de El origen de la familia, la propiedad privada y el estado, que dice: [En la sociedad comunal primitiva] “no existe aún ‘derecho’ en el sentido jurídico de la palabra… [en la tribu] no existe aún diferencia entre derechos y deberes”.

“No hay diferencia entre derechos y deberes”: vale la pena reflexionarlo y discutirlo profundamente. Podemos continuar y decir, en un sentido fundamental, que lo que era cierto en una sociedad comunal primitiva será cierto de nuevo, pero de una forma distinta (con una base material e ideológica distinta y en un contexto mundial distinto) en una sociedad comunista: donde no existen antagonismos de clases, no hay separación, fundamentalmente, entre derechos y deberes. Otra forma de decirlo es que no existe la separación entre derechos y deberes característica de la sociedad de clases. Todos los derechos y deberes serán ofrecidos y asumidos de una forma consciente y voluntaria, y no habrá necesidad de instituciones que hagan cumplir los deberes y protejan los derechos. No habrá necesidad de un estado ni de las estructuras formales de la democracia. Por supuesto esto no significa que en una sociedad comunista no existirá la necesidad de un gobierno para la administración y la toma de decisiones. Esa necesidad persistirá, y entenderlo es una parte crucial de entender la diferencia entre una visión científica y una visión utópica del comunismo, así como de la lucha para llegar al comunismo (hablaré más sobre esto, conforme avancemos). Pero el estado no es la misma cosa, no es idéntico al gobierno; el estado, insisto, es un órgano, un instrumento de opresión de una clase por otra y de dictadura, y su existencia es siempre una manifestación de la existencia de antagonismos de clase. Ahora, por otra parte, el carácter del estado proletario y la manera en que el poder se ejerce bajo la dictadura del proletariado también debe ser radicalmente distinta de cualquier clase de estado anterior (de acuerdo a los objetivos de la revolución comunista y para avanzar hacia ella).

Para adentrarnos en esto, y como base, quiero parafrasear y repasar tres oraciones sobre la democracia que he formulado para condensar algunos puntos fundamentales. Primero: en un mundo de profundas divisiones de clase y grandes desigualdades sociales, no tiene caso hablar de la “democracia” sin señalar su carácter de clase y a qué clase beneficia. Segundo: en tal situación, no puede haber democracia para todos o “democracia pura”: dominará una clase u otra, y la clase que gobierna impondrá las formas de gobierno y de democracia que concuerden con sus intereses y metas. Por eso, la conclusión de esto es la tercera oración: debemos preguntar si la dominación de esa clase y sus correspondientes formas de democracia sirven para reforzar las divisiones y desigualdades de clase, las relaciones fundamentales de explotación y opresión, o si llevan a extirparlas y en última instancia a abolirlas.

Como dije en otro contexto, podría enseñar todo un curso universitario sobre esto, mencionando los tres puntos y diciendo el resto del semestre: “discutan”. Y no bromeaba. Bueno, tomemos esto como punto de partida para discutir algunos temas relacionados.

Quiero hablar del estado (las fuerzas armadas y los otros órganos de la dictadura) en relación a las instituciones y a las funciones del gobierno en una sociedad socialista, como los organismos de toma de decisiones, asambleas legislativas de algún tipo e instituciones centralizadas que pueden poner en práctica las decisiones, o un poder ejecutivo de algún tipo. También hablaré de una Constitución, del “estado de derecho” y de los tribunales.

Hace poco comenté que una de las cosas clave que he estado sopesando es cómo sintetizar lo que dice la polémica en contra de K. Venu (1) con un principio que recalca John Stuart Mill. Un punto central y esencial de la polémica en contra de K. Venu es que, una vez derrotado el capitalismo y abolida la dictadura de la burguesía, el proletariado debe establecer y mantener su dominio político de la sociedad (la dictadura del proletariado), y seguir la revolución para transformar la sociedad hacia la meta del comunismo y la abolición de las diferencias de clase y de todas las relaciones sociales opresivas, y con eso, la abolición del estado, de cualquier tipo de dictadura; y que para hacer eso el proletariado debe tener la dirección de su partido comunista de vanguardia durante la transición al comunismo. Bregando con estas preguntas fundamentales, me he convencido de que el principio que propone Mill (que es necesario escuchar argumentos presentados no solo por la oposición, sino presentados por fervientes partidarios de esas posiciones) es algo que tiene que incorporarse y manifestarse en el ejercicio de la dictadura del proletariado. Este es un elemento, no todo, pero sí un elemento, de lo que he estado formulando y sopesando con respecto a una nueva síntesis. Y de acuerdo a eso, aunque el proletariado debe mantener control firme sobre el estado (especialmente en las primeras etapas del socialismo y por un tiempo, lo cual se concreta con la dirección del partido de vanguardia del proletariado); aunque los órganos e instrumentos clave del estado tienen que ser responsables ante el partido (hablaré de esto y otros aspectos en breve); también hay que ver cómo las masas pueden participar cada vez más no solo en el ejercicio del poder del estado, sino además en otras formas, otros aspectos de la administración y el gobierno de la sociedad, y la creación de leyes; y cómo el proceso político de una sociedad socialista (con el control firme del proletariado sobre el estado concentrado por medio de la dirección de su partido) puede llevar o contribuir a la clase de efervescencia de que he estado hablando como un elemento esencial de lo que tiene que existir en una sociedad socialista, incluido el énfasis en la importancia de la disidencia.

Aquí es donde “el principio de John Stuart Mill” viene al caso, dentro del marco del gobierno del proletariado y sin elevarlo a una categoría absoluta y por encima de la relación de clases y el carácter de clase del estado. No tengo tiempo de entrar en una discusión profunda sobre Mill pero en el libro Democracy: Can’t We Do Better Than That? (Democracia: ¿Es lo mejor que podemos lograr?), explico que Mill no insistió en aplicar la tesis de libertad sin restricción en un sentido universal y absoluto. Mill no pensó que se aplicaba a los trabajadores en huelga, no pensó que se aplicaba a las personas de los “países atrasados”, quienes, a su modo de ver, no estaban listas para gobernarse a sí mismas, lo cual demostró al ser un funcionario de la Compañía de Indias, un instrumento importante del robo y destrucción colonial en Asia y otros lugares. No obstante, dejando todas estas contradicciones al lado, Mill dice que es importante oír los argumentos de boca de sus fervientes partidarios. Una forma de que se manifieste esto en el gobierno de una sociedad socialista (en el contexto de que el estado esté controlado firmemente por el proletariado y que haya consultas entre el partido y las masas y se implementen mecanismos tales como los que se crearon a lo largo de la Revolución Cultural de China, que combinan a la gente común del pueblo con personas de puestos técnicos o administrativos, profesionales de educación o artistas o profesionales, etc., en el proceso de la toma de decisiones y deberes administrativos en todas las esferas de la sociedad), con esa fundación, es que haya elecciones dentro del marco de la Constitución que tuviera la sociedad socialista en ese momento. Y una de las razones por las cuales debe de ser así es que ayudaría a implementar lo positivo del principio de John Stuart Mill: escuchar las posiciones no solo de boca de la oposición sino de boca de los fervientes partidarios de esas posiciones. Lo positivo de esto en relación con nuestros objetivos estratégicos (la continuación de la revolución socialista rumbo al comunismo como meta) es que la implementación de este principio contribuirá a la efervescencia política e intelectual en la sociedad socialista, así como al brote de pensamiento crítico y creativo, y sí, de la disidencia. Eso hará de ella una sociedad más vibrante en la que se fortalecerán la voluntad y la determinación consciente de las masas, incluidos los intelectuales, de mantener y defender su sociedad y, es más, de continuar revolucionando la sociedad hacia la meta del comunismo, junto con la lucha revolucionaria del mundo.

Una de las cosas que se debe entender acerca de lo que hemos llamado la nueva síntesis es que supone una sociedad mucho más alborotada, en el sentido político, de lo que ha existido hasta la fecha. Bueno, durante la Revolución Cultural de China hubo gran alboroto. Pero yo lo visualizo en un sentido diferente, como algo más constante: donde hay un núcleo sólido, y la elasticidad da pie a toda clase de discusiones partiendo del núcleo sólido y dentro del marco en que el proletariado a) tiene firme control del estado y b) dirige y, en ese sentido, está en control del aparato político general, incluso las partes que en rigor no son el estado, que no son órganos de dictadura política y opresión, como las fuerzas armadas, donde la dirección del partido, y con ella la dominación del proletariado, tiene que ser muy clara y firme.

El principio de Mill es la razón por la cual estoy bregando con la idea de que haya elecciones para, en parte, seleccionar individuos a las asambleas legislativas (mejor dicho, que la selección de parte de las personas, no todas, de las asambleas legislativas a nivel local e incluso a nivel nacional esté abierta a contienda). Tiene que ver con el principio (que he explicado en otras ocasiones) de que inclusive los reaccionarios deben poder publicar algunos libros en la sociedad socialista. Todo esto es poco ortodoxo [risa] y, por decirlo suavemente, polémico, especialmente en el movimiento comunista internacional. Pero creo que para que las masas gobiernen y transformen la sociedad, y para que entiendan cada vez con mayor profundidad lo que implica transformar el mundo, necesitan esa clase de discusión, y que esto tiene que ir más allá de garantizar los derechos de libertad de expresión, de reunión, de disentir, de protestar y demás, que deben tener, dentro del marco de la dictadura del proletariado. Ese es un elemento que estoy sopesando.

Junto con eso, como en las sociedades socialistas previas, tiene que haber una Constitución. Sin embargo, hay que entender que la Constitución, al igual que el derecho, es algo dinámico y en movimiento. En cualquier momento dado tiene identidad relativa. No se puede decir que es completamente relativa o que es esencialmente relativa en cualquier momento dado, o no tendría ningún significado; sería lo que cada quien quisiera que fuera, y eso no es una Constitución. Una Constitución define las reglas del juego para que todos puedan, por un lado, un lado importante, sentirse tranquilos y, por el otro lado, para que puedan contribuir de lleno a la lucha para transformar la sociedad sabiendo cuáles son las reglas. Pero es algo en movimiento en el sentido de que cambia a medida que se avance hacia el comunismo. Una Constitución es un reflejo en la superestructura de dónde se está en la transformación general de la sociedad, incluida la base económica, al igual que el derecho (como dijo Marx) es esencialmente un reflejo de las relaciones de propiedad de la sociedad (y de las relaciones de producción que son la base de esas relaciones de propiedad) en un momento dado. Será necesario, como en China, que la Constitución cambie en las distintas etapas de este proceso. Será necesario romper la vieja Constitución y escribirla de nuevo cuando se avanza, especialmente a saltos, de una etapa a otra. Pero en un momento dado, la Constitución desempeña un papel importante, creo (o debe desempeñarlo) en la sociedad socialista. Por ejemplo, creo firmemente que el ejército, y también en un sentido fundamental los tribunales, especialmente los que tienen impacto en la sociedad, y los organismos administrativos esenciales, deben ser especialmente responsables ante el partido de vanguardia en la sociedad socialista. Pero aquí viene una contradicción: también creo que deben ser responsables ante la Constitución. Mejor dicho, para decirlo directo, no se debe movilizar al ejército contra la Constitución, aunque lo dirija el partido. Ahí se ve el potencial de una gran tensión. Pero si el partido puede dirigir al ejército a saltar por encima de la Constitución, entonces la Constitución carece de sentido. Y entonces hay un gobierno arbitrario en que solo el partido y lo que el partido decida en un momento dado son las reglas, y eso es lo que se impone.

Ahora, esto es muy difícil si pensamos en las revoluciones culturales en la sociedad socialista. ¿Qué pasa ahí? Bueno [risa], las revoluciones son revoluciones; se suspenden muchas cosas, pero hay que reconstituirlas. E inclusive en eso tiene que haber un núcleo dirigente y reglas. Para eso eran las Circulares que sacó la dirección del partido en la Gran Revolución Cultural Proletaria, por ejemplo. Pero día a día, no se puede manejar la sociedad de tal forma que quien tenga el control del partido en un momento defina e imponga las reglas conforme a sus propias ideas. Si eso sucede, las masas no se sentirán tranquilas y, de hecho, es abrir las puertas mucho más a la restauración del capitalismo y a una dictadura burguesa, una dictadura de explotadores y opresores de las masas. Así que existe una tensión y se puede concentrar en esa formulación: que el ejército debe ser responsable ante el partido y ser dirigido por el partido, pero que también debe ser responsable ante la Constitución; y si las masas se unen contra el partido, por ejemplo, en disentimiento masivo, el partido no debe poder movilizar al ejército a reprimir a las masas o a reprimir su derecho de disentir contra el partido. Esto, repito, encierra una aguda tensión, o el potencial de una aguda tensión. Pero estoy convencido de que esos principios, y la institucionalización de esos principios, son necesarios en la sociedad socialista para que las masas realmente lleguen a ser los amos de la sociedad.

Esto plantea lo que llamo “la cuestión de la República Islámica de Irán”. Alguien dirá: “Bueno, eso suena bien; derechos constitucionales, el ejército no puede violar la Constitución; elecciones; ¿Pero va a ser diferente de Irán, donde el Consejo Supremo Islámico tiene el derecho de veto y poder final? ¿En realidad no van a ser diferente de eso, verdad?”. Bueno, y no. No vamos a ser diferentes en el sentido de que no vamos a poner el poder estatal en bandeja para que se lo lleve quienquiera. De hecho, una Constitución tiene que encarnar el carácter del poder estatal: no solo por ejemplo cuál es el papel del ejército con relación al partido, sino cuál es el carácter de las relaciones de producción, además de tener la dimensión de los derechos del pueblo y, sí, de los individuos.

¿Por qué se necesita una Constitución? Porque como Mao señaló (esto es algo importante de Mao), en la sociedad socialista persiste una contradicción entre el pueblo y el gobierno o el pueblo y el estado. Esto no se entendía bien antes de Mao; él lo explicó, si mal no recuerdo, en “El tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo”. La Constitución, las estipulaciones, las protecciones y los derechos constitucionales se necesitan como reconocimiento de esa realidad: que inclusive cuando el estado está en manos del proletariado y es un estado positivo, es un buen estado, es un estado que mantiene la dominación del proletariado y respalda la revolucionarización de la sociedad y apoya la revolución mundial, inclusive en ese caso, tiene que haber protección para que no se pisotee a los individuos o a sectores de la sociedad con el pretexto del bien social y mundial, y ni siquiera en la legítima búsqueda de esos objetivos.

De modo que esta es una contradicción importante y por eso es que se necesita una Constitución. Y en mi opinión por eso también es que se necesita “el estado de derecho”. Esto se relaciona con la critica que planteé en las “Dos grandes cuestas” (2) (una charla que di en 1997) sobre la formulación de Lenin de que la dictadura es un poder ilimitado, al margen de toda ley. Bueno, para ser justos con Lenin, lo dijo en las primeras etapas de la República Soviética, cuando no se había acumulado mucha experiencia sobre la naturaleza de la dictadura del proletariado y estaban en circunstancias sumamente apremiantes. Y Lenin no lo dijo como conclusión general del carácter del gobierno a lo largo de toda la transición al comunismo. Ni siquiera entendía del todo cómo sería esa transición. Pero reflexionándolo con perspectiva histórica, esa no es una declaración correcta de lo que es o debe ser una dictadura. Es necesario que haya leyes y es necesario que opere “el estado de derecho”, o si no, no habrá leyes. Quiero decir que la ley se tiene que aplicar conforme al carácter de la sociedad y de lo que estipulan la Constitución y las mismas leyes; se tiene que aplicar del mismo modo a todos y a todo. Bueno, parte del derecho, una parte esencial del derecho, tiene que ser una manifestación de la dictadura sobre la burguesía y la represión de contrarrevolucionarios. Pero no declarar sencillamente a una persona contrarrevolucionaria y quitarle sus derechos sin el proceso judicial, pues en ese caso se abren las compuertas a un gobierno arbitrario y a la restauración de la dictadura burguesa. Esa es otra contradicción intensa.

¿Y un sistema judicial independiente? En mi opinión, el sistema judicial debe y no debe ser independiente. En un sentido concreto debe ser independiente: en el sentido en que no debe simplemente seguir de modo directo, inmediato, los dictados del partido. Debe haber leyes y debe actuar conforme a las leyes. Por otra parte, y en un sentido general, y especialmente si hablamos de un tribunal cuyas decisiones tienen una influencia a gran escala, y especialmente si afectan a toda la sociedad, esto también tiene que estar bajo la dirección del partido y someterse al partido y también a la Constitución. Nuevamente, una contradicción intensa.

Estas son algunas cosas con las que estoy bregando y aquí vuelve a surgir la “cuestión de la República Islámica de Irán”. Hay diferencias fundamentales entre nosotros y la República Islámica de Irán (como encarnación de una cierta clase de gobierno). Primero que todo, ¡nosotros no somos fundamentalistas teócratas! Esa no es una declaración vacía; hay una profunda diferencia: nuestra concepción del mundo, nuestros objetivos políticos, son profundamente diferentes. Pero por verdadero e importante que eso sea, no es suficiente; hay más que considerar en el sentido de que el partido no puede simple y arbitrariamente “saltarse las reglas” para anular lo que pase en la sociedad, según las “reglas” de la sociedad en determinado momento; no puede movilizar el ejército u otros órganos del estado para hacer eso. Si los revolucionarios del partido o el partido colectivamente piensan que la sociedad va camino al capitalismo, y no hay más forma de prevenirlo que por medio de un levantamiento como el que Mao desató con la Revolución Cultural, pues eso es lo que el partido tendrá que desatar; en ese caso, cambia todo, todo se lanza al aire. Pero en mi opinión, si se permite que el partido decida arbitrariamente cuáles son las reglas, qué es el derecho, cómo debe operar el sistema judicial, si se deben aplicar estipulaciones constitucionales o eliminar derechos sin el proceso legal establecido; si se permite todo eso, se aumenta el potencial y se fortalece la base para que suba al poder una camarilla burguesa y para la restauración del capitalismo.

Así que todos estos son temas que tenemos que examinar más a fondo. Pero las contradicciones que hemos explorado aquí tienen que ver con el carácter del socialismo como período de transición al comunismo, y no la sociedad comunista en sí, y con la necesidad de atraer a las masas más de lleno a la dirección y al proceso de transformar la sociedad; y segundo, tienen que ver con toda la nueva síntesis y, en particular, la dimensión epistemológica de esto y cómo se relaciona con la dimensión política. Es decir, para expresarlo de manera concentrada, cómo las masas van a conocer al mundo tan cabalmente como sea posible a fin de transformarlo; cómo van a entender más cabalmente la complejidad de la situación, lo que es correcto y lo que es incorrecto, lo que es verdad y lo que es falso, a fin de ser más plenamente amos de la sociedad y transformarla hacia la meta del comunismo. Los temas que estoy explorando y examinando parten de ese marco. Pero es un hecho insoslayable que hay una cosa que NO PODEMOS hacer: el proletariado no puede, en un sentido fundamental, compartir el poder con otras clases —es decir, en la sociedad socialista el estado no puede estar al servicio de diferentes clases—, porque aunque el proletariado tiene que aplicar la orientación estratégica de construir un frente único bajo su dirección hasta llegar al comunismo, solo el proletariado, como clase, tiene un interés fundamental en abolir todas las diferencias de clase y todo lo relacionado con las divisiones de clase, tanto en la base económica como en la superestructura política e ideológica de la sociedad. Lo que existe y se concreta en el derecho, en una Constitución y en la naturaleza del estado, tiene que reflejar la dominación del proletariado y, además, los objetivos del proletariado: abolir todas las diferencias de clase y las “4 todas” y por lo tanto la necesidad del estado. Esto tiene que manifestarse de formas concretas, que se plasman en una serie de Constituciones. Pero esto, a pesar de lo importante que es, en otro nivel no es más que la expresión externa en la superestructura de las transformaciones necesarias de las “4 todas”: seguir transformando la base económica, revolucionando la cosmovisión del pueblo, dentro del partido y en la sociedad en general, y transformando las instituciones políticas para incorporar a más masas y para restringir y, a fin de cuentas, eliminar la diferencia entre el partido y las masas en la dirección del estado y la determinación del rumbo de la sociedad.

De modo que el estado proletario tiene que estar firmemente en manos del proletariado; pero de conformidad con los intereses del proletariado, tiene que ser diferente de todo estado previo: además de reforzar la base económica y la superestructura existentes, tiene que transformarlas, al compás del avance de la revolución mundial hacia la meta del comunismo. Esto tiene que reflejarse en todas las instituciones que he mencionado: el estado y el gobierno, el derecho y la Constitución. Y eso entraña contradicciones muy agudas. Como he señalado muchas veces, es muy fácil promulgar, concebir teóricamente y popularizar la idea de dar rienda suelta a la elasticidad, que es otra manera de decir a la democracia burguesa, porque eso es lo que surgirá y en lo que se transformará. Otra lección de la historia es que es fácil concentrarlo todo en el núcleo sólido y en una concepción lineal de cómo avanzar hacia el comunismo, cómo llevar a cabo la transición socialista (lineal en el sentido de que todo se desenvuelve como extensión del partido, o sea, el partido dirige a las masas a hacer esto o aquello). Sí, en un sentido general, el partido tiene que dirigir a las masas, hasta que deje de ser necesario tener un partido de vanguardia. Pero creo que tenemos que concebir, y la nueva síntesis concibe, un proceso muy complejo y contradictorio, de desencadenar mucho tumulto, agitación, debate y disentimiento entre las masas y junto con las masas, para que a partir de todo eso las masas sinteticen cada vez más lo que es cierto y lo que es revolucionario. Y a partir de eso, habrá que suprimir lo que haya que suprimir e impulsar lo que haya que impulsar, y manejar de manera correcta en cualquier momento dado los dos tipos de contradicciones sociales (contradicciones entre nosotros y el enemigo, y contradicciones en el seno del pueblo). Esta es una manera diferente y no tan lineal de tratar el problema. No es como pescar y tirar el sedal [risa]. Mejor dicho es como “tirar” un proceso con muchos lados y trabajar con las masas para sintetizarlo, sin abandonar el núcleo de todo. Y esto es lo más difícil: hacerlo sin abandonar el núcleo de todo.

El reto es continuar la revolución bajo la dictadura del proletariado, levantar el suelo (material e ideológicamente, en la base económica y en la superestructura) que hay que sacar y abolir para avanzar al comunismo y realizar las “4 todas”, en relación (y esto sin duda alguna tiene contradicciones) con dar plena expresión continuamente a los aspectos del estado socialista que son radicalmente distintos de todos los estados anteriores para avanzar hacia la meta final de la abolición de sí mismo. Y aquí está otra contradicción: esa abolición requerirá todo un proceso, toda una época histórico-mundial, en que se crearán las condiciones materiales e ideológicas necesarias para el comunismo, no en un país sino en todo el mundo.

Creo que a partir de la experiencia de la dictadura del proletariado hasta la fecha —al pasar por el tamiz y hacer un balance de la primera etapa de la revolución proletaria y la sociedad socialista y al proyectarlo hacia el futuro—, hemos aprendido más a fondo la complejidad de ese proceso; que es un proceso prolongado que requiere toda una época histórica, a diferencia incluso de lo que pensaba Lenin cuando murió en 1924 y por supuesto a diferencia del punto de visto algo ingenuo, como diríamos con la perspectiva histórica de hoy, de Marx y Engels en cuanto a la “extinción” del estado. Marx y Engels pensaban que una vez que el proletariado socializa la propiedad de los medios de producción (y pensaban que iba a pasar primero en una sociedad capitalista desarrollada), no se requerirá un largo período, ni una lucha profunda ni compleja, para poner la administración de la sociedad en las manos de más y más personas y para que se extinguiera el estado. Hemos aprendido que ese es un punto de vista bastante ingenuo, como es de esperarse. [Con una voz de sarcasmo exagerado:] “Dijo que Marx y Engels eran ingenuos”. [risas] Sí, eso es lo que dije. Porque somos materialistas históricos y no religiosos ni idealistas; en ese aspecto las ideas de Marx y Engels no estaban muy desarrolladas, como es lógico. Hemos aprendido mucho por medio de la revolución soviética (después de la experiencia pasajera y limitada de la Comuna de París) y luego de la revolución china y la Revolución Cultural de China (y de examinar la dimensión internacional de esto mucho más profundamente en relación dialéctica con los avances en un país socialista dado) sobre lo complejo que será ese proceso, que las contradicciones que lo impulsan se manifestarán con intensidad y que habrá que dar otro salto para conservar el dominio del proletariado y, es más, para seguir avanzando, para llevar a cabo más transformaciones de la base y la superestructura, a la vez que apoyamos las luchas revolucionarias por todo el mundo.

En ese contexto quiero regresar y hablar más directamente del núcleo sólido con mucha elasticidad… y elasticidad que parte de la base de ese núcleo sólido necesario. En otras charlas, como “Elecciones y democracia, resistencia y revolución”, (3) hablé de cuatro objetivos en relación con el núcleo sólido y el poder estatal. Se puede caracterizar, y así lo he caracterizado, en la formulación “aferrarse al poder estatal y garantizar que ese poder estatal sea algo a lo que vale la pena aferrarse”. Por supuesto que esa es una concentración básica de un fenómeno y proceso mucho más complejo. Pero esos cuatro objetivos son: 1) aferrarse al poder; 2) garantizar que el núcleo sólido se extienda al máximo grado posible, que no sea estático sino que se extienda continuamente al máximo grado posible; 3) esforzarse sistemáticamente por llegar al punto en que ese núcleo sólido no sea necesario y no haya distinción entre el núcleo sólido y el resto de la sociedad; y 4) desatar la mayor elasticidad posible en cada momento dado partiendo de la base de ese núcleo sólido.

 

La interacción dialéctica de esos factores es otra manera de expresar lo que he descrito como un proceso no lineal de seguir ejerciendo la dictadura del proletariado, por un lado, y por el otro (en medio de un proceso tumultuoso y desgarrador, y de una sucesión de saltos) aferrarse al poder y, es más, transformar el carácter de ese poder, al compás de la transformación de la base económica y la superestructura, en relación dialéctica el uno con el otro y con el avance de la revolución mundial hacia la meta del comunismo a nivel mundial.

Notas

1. Esta polémica, titulada “Democracia: Más que nunca podemos y debemos lograr algo mejor”, salió en el número 17 (1992) de la revista Un Mundo que Ganar. [regresa]

2. El Obrero Revolucionario (ahora Revolución) publicó pasajes de esta charla, que se titula “Vencer las dos grandes cuestas - Más acerca de conquistar el mundo”. Están en revcom.us. La serie “Sobre la democracia proletaria y la dictadura del proletariado - Un punto de vista radicalmente diferente sobre cómo dirigir la sociedad” salió en el OR #1214 al 1226 (del 5 de octubre de 2003 al 25 de enero de 2004). La serie “Cómo vencer la cuesta” salió en el OR #927, 930, 932 y 936-940 (12 de octubre, 2 de noviembre, 16 de noviembre y del 14 de diciembre de 1997 al 18 de enero de 1998). Otros dos pasajes son “Materialismo y romanticismo: ¿Podemos prescindir de los mitos?” en el OR #1211 (24 de agosto de 2003) y “Otro vistazo a George Jackson” en el OR #968 (9 de agosto de 1998). Todos los artículos están en la internet en revcom.us. [regresa]

3. Una charla que dio Bob Avakian antes de las elecciones de 2004. Se puede escuchar y descargar en la internet (en inglés) en bobavakian.net. [regresa]

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