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Revolución #80, 4 de marzo de 2007

El socialismo es mucho mejor que el capitalismo, y el comunismo será un mundo mucho mejor

Sexta parte: La II Guerra Mundial y sus secuelas

Cada vez más personas se preocupan por el estado del mundo y la suerte del planeta. ¿Tiene que ser así el mundo? No; hay una alternativa mundial concreta: el socialismo y el comunismo. Pero constantemente nos remachan que el socialismo fracasó y que el capitalismo es lo máximo. Toda una generación no ha oído más que el socialismo es una pesadilla. Esa “revisión de la historia” también ha afectado a muchos intelectuales progresistas. El proyecto Pongamos las Cosas en Claro se propone convertir este ataque ideológico contra el comunismo en un debate enérgico en las universidades sobre el pasado del comunismo y el futuro del comunismo. En el 2005 y el 2006, el economista político maoísta Raymond Lotta dio una serie de conferencias por todo el país con ese fin. La conferencia “El socialismo es mucho mejor que el capitalismo, y el comunismo será un mundo mucho mejor” confronta las mentiras sobre el socialismo, analiza la experiencia y los logros de la revolución bolchevique de 1917 a 1956 y de la revolución china de 1949 a 1976, y plantea la nueva visión de Bob Avakian sobre el proyecto comunista. Revolución está publicando la conferencia por entregas. Salió por primera vez en Revolución a finales del 2005 y a comienzos del 2006. El website del proyecto Pongamos las Cosas en Claro es thisiscommunism.org.

A mediados de los años 30, los nubarrones de guerra cubrían el horizonte. En 1931, Japón invadió a Manchuria (región china que colinda con la Unión Soviética en el este). En Alemania, Hitler se afianzó en el poder, aplastó al Partido Comunista y empezó a militarizar la economía.

La revolución soviética se encontraba ante una coyuntura crítica: ¿cómo prepararse económica y militarmente, y política y socialmente, ante el creciente peligro de guerra imperialista?

En 1934, Stalin y otros líderes resolvieron que era hora de consolidar los logros políticos y sociales de la revolución. El nuevo estado proletario afrontaba condiciones objetivas extremas y difíciles. Se avecinaba la guerra. No contaba con experiencia histórica previa para lidiar con la magnitud de la situación. Era necesario hacer ajustes. Pero cometió errores al lidiar con esa extrema necesidad. Tras las transformaciones de la propiedad, lanzó una campaña de mayor producción y disciplina en las fábricas, pensando que el desarrollo de las fuerzas productivas sería la garantía del socialismo. Los líderes se apoyaron menos en la actividad e iniciativa consciente de las masas. Se frenó la experimentación social y cultural radical de los años 20 y principios de los 30, y el proceso de consolidación se llevó a cabo de una forma que reforzó las relaciones tradicionales. Había que defender el socialismo en la Unión Soviética. Pero la dirección soviética consideraba que la defensa de la Unión Soviética era exactamente lo mismo que los intereses de la revolución mundial, sin ninguna contradicción, y por lo tanto fomentó patriotismo en lugar de internacionalismo proletario.

Stalin y las "grandes purgas"

El creciente peligro de guerra entre los imperialistas y la probabilidad de un ataque imperialista contra la Unión Soviética fue el trasfondo de lo que los académicos occidentales llaman las "grandes purgas" del Partido Comunista: uno de los temas más tergiversados de la historia moderna. Según el guión burgués, Stalin estaba embriagado de poder y, en aras del poder absoluto, aplastó a todos que manifestaron la más mínima oposición o desacuerdo.

En realidad la revolución afrontaba nuevos retos y presiones. Se dio una lucha política muy fuerte en el partido y el gobierno sobre política nacional e internacional (y alianzas internacionales), el rumbo de la revolución... e incluso si la revolución podía sobrevivir.

Dicen que Stalin sufría de paranoia. Pero la verdad es que la revolución tenía enemigos muy reales y afrontaba subversión, movimientos sociales retrógrados y la amenaza alemana. En 1934, asesinaron al número dos del Partido Comunista, muy ligado a Stalin. Tal era el clima político del momento.

En cuanto a las purgas, tengo que decir francamente que hace falta investigar más a fondo lo que pasaba en el Partido Comunista de la Unión Soviética en los años 30. Sin embargo, está claro que en la situación de crecientes tensiones internacionales, Stalin y otros líderes revolucionarios tenían motivos para preocuparse por el estado del partido y el ejército. Ante el conflicto inminente, no sabían con seguridad si algunos líderes regionales del partido iban a cumplir las directrices centrales.

Tampoco podían confiar plenamente en el alto mando del ejército. Después de la I Guerra Mundial, Alemania y la Unión Soviética firmaron pactos militares de capacitación de oficiales e intercambio de armas. En vista de los vínculos entre los dos mandos militares, ¿podían estar seguros de que los generales soviéticos no transarían con el imperialismo alemán en vísperas de la nueva guerra?

Tales circunstancias llevaron a las purgas de altos líderes del partido y el ejército. Stalin luchaba por defender la revolución y no admitía que la Unión Soviética diera marcha atrás al capitalismo ni hincara la rodilla ante el imperialismo.

Pero en muchos aspectos, su análisis de las contradicciones y luchas en el socialismo tenía errores. En vez de guiarse por el materialismo dialéctico, tendía al materialismo mecanicista y cometió serios errores de método con consecuencias negativas.

Le dio más peso a las purgas y acciones policiales que a movilizar a las masas a abordar las cuestiones políticas e ideológicas candentes sobre la dirección general de la sociedad. Mao criticó tales métodos y señaló que Stalin tenía una tendencia a confundir dos tipos de contradicciones fundamentalmente distintas: las contradicciones en el seno del pueblo, y las contradicciones entre el pueblo y el enemigo. Solo se debe reprimir a los enemigos, pero reprimieron también a gente que solamente cometió errores o manifestó desacuerdo con las medidas del gobierno.

El heroísmo soviético y la derrota de Hitler

En junio de 1941, los nazis invadieron a la Unión Soviética con el poderío militar abrumador del ejército más moderno del mundo. Por orden expresa de Hitler, libraron una guerra de exterminio que pisoteó todo principio de humanidad.

Los soviéticos lucharon con heroísmo inquebrantable; pelearon cuadra por cuadra en Stalingrado y libraron monumentales batallas de tanques en tierras heladas. Gracias a la economía planificada, en apenas unas semanas desmantelaron y trasladaron a las regiones del este 1,500 grandes fábricas.

Más de 20 millones de soviéticos murieron en la II Guerra Mundial, básicamente el 10% de la población. Aunque siempre dicen que el desembarco de las tropas estadounidenses e inglesas en Francia fue decisivo, el verdadero punto de viraje de la guerra fue la batalla de Stalingrado. La Unión Soviética fue la fuerza principal que derrotó a Hitler, y eso no hubiera sido posible sin la gran determinación y sacrificio del pueblo soviético bajo la dirección del Partido Comunista dirigido por Stalin. Ese también fue un gran logro de la revolución.

La Unión Soviética salió victoriosa de la II Guerra Mundial, pero la revolución quedó debilitada en lo político e ideológico. En los años de la guerra las fuerzas y corrientes conservadoras cobraron fuerza en el partido, el gobierno y la sociedad. Tras la muerte de Stalin en 1953, nuevas fuerzas burguesas del Partido Comunista maniobraron para tomar el poder. En 1956, Jruschov tomó las riendas, consolidó el poder de una nueva clase capitalista y dirigió la reestructuración sistemática del capitalismo de estado. Fue el fin del primer estado proletario.

La revolución soviética en perspectiva

¿Cómo analizamos la revolución soviética? En perspectiva histórica, fue un avance colosal para la emancipación de la humanidad oprimida. Las masas lucharon cuesta arriba y lograron cosas increíbles con mucho en su contra. Emprendieron la construcción de un nuevo mundo e inspiraron a los oprimidos del mundo entero. Eran los primeros pasos, aparte de la breve Comuna de París, por el camino de la emancipación hacia un mundo libre de opresión y explotación.

Pero el proyecto de la emancipación pasa por un proceso de desarrollo. Grandes líderes revolucionarios con visión y metodología científica resumen las lecciones, profundizan los conocimientos y forjan nuevas soluciones al reto de crear un mundo sin clases. Mao Tsetung llevó el proyecto comunista a otro plano.

La próxima parte: La revolución china de 1949

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