El verdadero Cancún

Dos rumbos: Voces campesinas

Luciente Zamora

Obrero Revolucionario #1219, 16 de noviembre, 2003, posted at rwor.org

Nuestros corresponsales Luciente Zamora y Nikolai García fueron a Cancún a documentar las protestas contra la Organización Mundial de Comercio (OMC) del 10 al 14 de septiembre. A continuación publicamos el segundo informe. El primero salió en el número 1216 y lo pueden encontrar en rwor.org.

Un campesino está sentado en la banqueta, es joven y tiene pronunciados rasgos indígenas: los pómulos, ojos brillantes y el color de la tierra. Ha viajado desde Chiapas para protestar contra la OMC. Dice que no puede vivir ni un día más sin hacer algo para parar la máquina que está devorando a su gente. "El gobierno quiere cambiar el rumbo del país. Bueno pues, el pueblo también quiere cambiar el rumbo del país. Hay dos caminos, o gana el gobierno o gana el pueblo".

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Entre el 10 y 14 de septiembre, miles de campesinos viajaron a Cancún, México, para protestar contra la Organización Mundial de Comercio. Hicieron el viaje desde Veracruz, Morelos, Chiapas, Puebla, Oaxaca y muchas otras partes. En el aeropuerto había contingentes de campesinos y agricultores de otros países, muy entusiasmados de estar ahí, tras un largo viaje y un enorme esfuerzo para recaudar fondos.

La presencia de los campesinos fue un contundente repudio a la OMC. La denunciaron ante el mundo, e hicieron ver el enorme costo humano del "libre comercio mundial". Además, fueron a "globalizar" su lucha.

Dieron a conocer cómo las "reglas y normas" del "libre comercio" aumentan la explotación de los pueblos y los recursos del tercer mundo.

Condenaron la expansión, como una plaga, de las maquiladoras; las carreteras que pavimentan bosques y selvas; las medidas gubernamentales que dificultan y hacen imposible que cultiven la tierra; la gran cantidad de gente que tiene que emprender la difícil travesía a los cinturones de miseria de las ciudades.

A los campesinos mexicanos y de todo el mundo los ha afectado y arruinado la apertura de los "nuevos mercados" e "inversiones". Muchos se están dando cuenta de que ni ellos ni sus países son los únicos que tienen problemas, y cada vez desconfían más del gobierno cuando dice que traerá "modernización", "progreso" y "libre comercio".

"Progreso" y "libre comercio", ¿para quién, para qué?

El 10 de septiembre, en la Marcha Campesina, un contingente de campesinos y chavos marchó tras un estandarte que decía: "Revolución es la solución". Coreaban: "Repudio total a la cumbre imperial".

Los campesinos y chavos del Movimiento Popular Revolucionario se arrimaron a la cerca con playeras con retratos de Marx, Lenin y Mao enfrente y la consigna "salvo el poder todo es ilusión" por detrás. Frente a la fortaleza donde se reunían los delegados de la OMC un campesino gritó: "Aquí están los culpables de la vida que llevamos los pobres. La OMC es un instrumento de dominación imperialista. ¡Este puñado de imperialistas y sus títeres no tienen derecho de reunirse para decidir el destino del mundo en sus intereses explotadores!"

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Muchos campesinos no tienen educación formal ni han tomado cursos de finanzas internacionales; la mayoría jamás ha tomado un curso de economía política, pero se están dando cuenta de los enormes giros que está dando la economía mundial y del costo que los campesinos tienen que pagar.

En 1994, los gobiernos de México, Estados Unidos y Canadá anunciaron que al firmar el Tratado de Libre Comercio (TLC/NAFTA), México entraba a una nueva época de "libre comercio" y de "progreso".

El TLC/NAFTA ha permitido que Estados Unidos inunde a México de maíz, trigo, arroz y frijoles subsidiados, mientras que las autoridades mexicanas han cancelado créditos y apoyo a los agricultores. Miles y miles de campesinos han tenido que abandonar el campo a la fuerza al no poder competir con los productos baratos de Estados Unidos y la agroindustria se ha apoderado de sus tierras.

Al cumplirse una década del TLC, la economía mexicana está más sometida que nunca a Estados Unidos. Los productos agrícolas de Estados Unidos han arruinado a los campesinos mexicanos. Los únicos que han prosperado son los terratenientes que trabajan con las transnacionales para exportar sus productos. Pero a los campesinos en general se les considera como "un obstáculo al progreso".

Valentín estuvo en Cancún representando a su pueblo del sur de México. Estudiantes y campesinos botearon en estaciones de buses, mercados y escuelas para enviar dos delegados explicando la importancia de oponerse a la OMC.

Apenas llegó a Cancún, Valentín se puso a volantear en contra de la OMC, a exhortar a ir a las protestas y a recaudar fondos para imprimir más volantes.

Valentín estaba muy pensativo cuando se sentó al lado de un bote lleno de contribuciones. Nos dijo: "Esto es lo que dijo un representante del gobierno: `Si hay 25 millones de campesinos, hay que rebajarlo a 5 millones'. Creo que esto es precisamente lo que están haciendo con estos tratados. Por un lado quieren crear una gran cantidad de gente en las grandes ciudades, que les sirven como trabajadores. Cuando hay muchos campesinos que no tienen sus tierras, se convierten en obreros y hay oferta de mano barata. Eso es lo que aprovechan los grandes ricos para poner en las maquiladoras y otras industrias para trabajar a un precio muy barato.

"Los grandes ricos nos dicen que el TLC nos va a traer gran progreso y bienestar para todos. La verdad es que el TLC nos ha traído más miseria.

"Hace como 5 ó 10 años el precio del café se desplomó. Entró en crisis el café y esta crisis se fue agudizando más. Por eso muchos se salieron del campo. Hay muchísimos en la ciudad y están formando cinturones de miseria en las colonias. Algunos emigran al norte y regresan muertos.

"No sabemos nada de los que no regresan. Muchos se mueren en el intento de cruzar, muchos se mueren ya estando en Estados Unidos. Allá la Migra los persigue, los mata, o los acusan de cualquier delito que no cometieron".

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En la protesta participaron campesinos de diferentes partes del país y de distintos niveles económicos: pobres que no tienen tierra y tienen que trabajar en la ciudad o en el norte; indígenas de Chiapas, Oaxaca y Guerrero; agricultores ricos que han tratado de exportar pero lo están perdiendo todo y campesinos medios que se ven obligados a abandonar la tierra.

La inundación de productos baratos de Estados Unidos ha arruinado a campesinos que hasta hace poco vendían sus productos en los mercados locales y contrataban mano de obra. Estados Unidos, debido a la tecnología y maquinaria que le permite producir enormes cantidades a precios baratísimos, anula la competencia de los productores mexicanos.

Unos campesinos pensaron que el TLC/NAFTA iba a mejorar su situación, que iba a llevar "progreso" y "prosperidad", que se iban a abrir las puertas al libre comercio, que las inversiones estadounidenses les iban a ayudar, que habría buenos trabajos en las maquiladoras y que el país iba a modernizarse. Unos hasta invirtieron en tractores y fertilizantes pensando que podrían vender en el mercado estadounidense.

Al igual que en otros países, los productos baratos estadounidenses, subsidiados por el gobierno, están arruinado al campesinado. Para colmo, Estados Unidos vende productos por debajo de lo que pueden cobrar los campesinos. Como resultado, muchos campesinos han perdido terrenos, y el país ya no produce mucha comida para el consumo y tiene que importarla de Estados Unidos.

Sara es de Morelos. Toda la vida ha cosechado arroz orgánico y se enorgullece de que no usa semillas genéticamente modificadas, ni químicos ni pesticidas. Nos dijo: "En Morelos principalmente se siembra el arroz, la caña, el tomate. Por ejemplo, nuestro arroz es de primerísima calidad pero con la entrada de arroz barato de los Estados Unidos el arroz de nosotros baja de precio. El arroz de nosotros cuesta 7 pesos, el de Estados Unidos cuesta 3 pesos ó 2.50. Claro, uno de pobre se va a lo más barato".

El TLC ha hecho imposible que Sara venda sus productos y siga cultivando. Dice que el TLC ha arruinado al campesinado y al ambiente con la tala de bosques y la contaminación de los ríos, y que está eliminando su modo de vida. "Imagínate si se destruye el campo, qué vamos a hacer. Vamos a comer pura chatarra. El campo es la vida de toda la humanidad".

Felipa es de Chiapas. Nos dijo: "En nuestra región ha llegado mucha comida chatarra. Hasta pollos con un precio más bajo que el nuestro, claro que con mucho tiempo de congelamiento. Nosotros como gente del campo ofrecemos nuestro producto fresco, inclusive hasta vivo, lo llevamos al mercado. No nos lo aceptan porque nos quieren dar hasta 10 pesos por cada animal, o 20 ó 30 pesos. Un animal no se cría en una semana. [Se cría] en meses, hasta 6 ó 7 meses".

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El 19 de septiembre, durante la Marcha Campesina, Lee Kyung Hae se inmoló. Quería que su muerte fuera un símbolo de la muerte y destrucción que ocasiona la OMC en Corea del Sur y el resto del mundo.

Hace tiempo Lee Kyung Hae fue presidente de la Federación Coreana de Granjeros Avanzados. Era un ganadero próspero que ideó métodos para que el ganado pastara en pendientes.

Lee tenía más de 300 cabezas de ganado, pero con los cambios del comercio internacional y la importación de carne de res barata de Australia, el valor del ganado se desplomó y Lee quedó en la ruina. Sacó préstamos para competir con los australianos, lo cual fue imposible, y al no poder pagar los préstamos la granja quebró. Tuvo que vender el ganado para pagarle al banco pero le quitó la tierra. Desde ese entonces se dedicó a la lucha, fue infatigable luchador en las protestas y luchas campales, y participó en huelgas de hambre contra las medidas impuestas por la OMC.

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A Francisco lo encontramos descansando bajo un árbol. Con un paliacate se limpiaba el sudor. La sombra del sombrero le cubría la cara y cuando se lo quitó para saludar sentí mucha confianza. Al sonreír se le veían patas de gallo muy pronunciadas. Me senté a la par para compartir la sombra del árbol.

Toda la vida fue campesino en Quintana Roo. Cultivaba frijoles, calabaza y maíz, hasta que nació Cancún como atracción turística. Su conversación estaba cargada del pasado y el presente, su voz amarga: "¿Que no México le pertenece al pueblo mexicano? Los extranjeros quieren que México les pertenezca a ellos. El gobierno nos está vendiendo al extranjero. Si nosotros dejamos que todo lo destruyan, ¿qué le vamos a dejar a nuestros hijos?".

Francisco teme que sus nietos van a heredar un mundo desierto y contaminado. Al igual que otros campesinos, sonríe cuando habla de tiempos pasados: de pastos verdes, playas vírgenes de las que todos podían disfrutar y no solo los turistas, de maíz orgánico libre de pesticidas del porte de un hombre, de bosques y selvas (los pulmones del planeta) que no habían tocado las madereras, de gente que no tenía que abandonar el lugar donde nació para ir a vender la mano de obra en las ciudades o al otro lado del muro militarizado.

Hablando del presente, Francisco explica que ya no trabaja en la tierra, que ya no se puede vivir de esa manera. Ahora esconde el cabello canoso debajo del sombrero y procura vender sus brazos fuertes a las compañías de construcción en Cancún.

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La vida cotidiana de los campesinos es dura; la mayoría siembra unos pocos cultivos y sobrevive unos pocos meses. El resto del año deambulan de ciudad en ciudad, en México y Estados Unidos, buscando trabajo. En los enormes cinturones de miseria que rodean las ciudades y en Estados Unidos, viven muchos campesinos expulsados de la tierra.

La vida es tan difícil en el campo de Oaxaca, Guerrero y Zacatecas que hay pueblos enteros compuestos de ancianos, porque los jóvenes se han ido a las ciudades y al norte. Hay pueblos en las que solo viven mujeres y niños. Otros dejan de existir porque no hay cómo ganarse la vida.

Rodolfo, un campesino de Chiapas, nos dijo: "Para la gente de Chiapas, la OMC significa muerte. Es muerte para la gente indígena. Para nosotros la OMC es una pobreza más. Ellos se hacen más ricos. Ellos están planeando otro mundo".

Rodolfo dice que sabe lo que la OMC tiene en mente para la gente: más miseria, más destitución y más hambre. Los agricultores ya no pueden sobrevivir de lo que siembran y tienen que comer comida chatarra.

Los campesinos mexicanos piensan que como campesinos no tienen futuro ante esta situación. El "libre comercio" los ha expulsado de la tierra y los "planes de desarrollo", como el Plan Puebla Panamá, solo traen miseria.

El Plan Puebla Panamá (PPP) promete "progreso para pueblos olvidados", carreteras, diques, redes de electricidad y el desarrollo de la infraestructura de nueve estados mexicanos (Puebla, Oaxaca, Guerrero, Veracruz, Tabasco, Campeche, Quintana Roo y Yucatán) y de siete países: Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Belice y Panamá.

El PPP promete borrar lo que es rural en México y partes de Centroamérica, expulsar de sus tierras a los pueblos indígenas, militarizar regiones enteras y amontonar a la gente en "nudos de poblaciones" cerca de "corredores de maquiladoras" cerca de "corredores de transporte".

El plan es parte de una estrategia de 25 años para reestructurar la región y ajustarla a las necesidades del imperialismo estadounidense. Requiere enormes inversiones imperialistas a tres niveles: la producción, principalmente maquiladoras y el agro; enormes proyectos de infraestructura; y seguridad para proteger las inversiones y aplastar la resistencia. En una palabra, su fin es facilitar la explotación y el dominio de Estados Unidos.

Rodolfo hizo el viaje a Cancún desde Chiapas. Con firme resolución dijo que está dispuesto a lo que sea para parar el Plan Puebla Panamá, porque amenaza destruir más los pueblos, el ambiente y el ecosistema. Dice que no permitirá que destruyan la arqueología, cultura o lengua de su pueblo maya.

"Los gobiernos, como el de Estados Unidos, se están fijando mucho en Chiapas porque dicen que hay petróleo, uranio y ríos para las represas que ellos quieren hacer. ¿Pero a nosotros de qué nos va a servir el PPP? Van a meter maquiladoras y a nosotros nos van a tener como esclavos trabajando".

Dos rumbos

El futuro que los imperialistas quieren imponer es mayor explotación de los pueblos y de los recursos del planeta. Pero por todo México se lucha contra ese futuro.

Con los ojos llenos de furia y un tono de urgencia, Valentín nos dijo: "Nosotros no estamos aquí para decirle a la OMC que sea más humana sino que no lo queremos. No queremos al Área de Libre Comercio de las Américas ni el Plan Puebla Panamá. No los necesitamos".

En el 2002, los campesinos de Atenco se levantaron contra un plan del presidente Fox de quitarles sus tierras para construir un aeropuerto que iba a costar dos mil millones de dólares. Rechazaron la oferta de siete pesos (65 centavos) por metro cuadrado y, tras una lucha intensa, el gobierno tuvo que retroceder.

Los campesinos se levantaron a pesar del gas lacrimógeno, las balas de goma, la policía federal y las amenazas del gobierno. Realizaron protestas en la capital, a donde llegaron ondeando machetes a caballo. Se apoderaron de su propio pueblo y expulsaron a las autoridades; cuando el gobierno intentó recuperarlo, bloquearon carreteras y movilizaron a gente de todas partes para defender la tierra. Así lograron imponer nuevas condiciones en la lucha. En medio de la lucha una campesina gritó: "¡Correrá la sangre, pero la tierra no la vamos a dejar!".

Un campesino de Chiapas dijo: "Nosotros pertenecemos a la tierra, no a los extranjeros que nos vienen a chingar aquí. Aunque nos están atacando y nos están dando guerras de baja intensidad, nosotros no nos vamos a dejar, nosotros vamos a resistir".

Ante la posibilidad de perder la tierra, sin ningún otro recurso, los campesinos están planteando muchos interrogantes. Ante los obstáculos que tienen enfrente, están abriendo los ojos y reconociendo nuevas posibilidades y nuevos desafíos.

Un campesino del sur de México nos dijo: "¿Quién va a dirigir? ¿Y dirigir hacia dónde? Los campesinos aun persisten y continúan. Está latente el coraje contra la reacción [el gobierno]. Cuando hay esto, implica una cosa muy cabrona".

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Una manta de colores brillantes del mundo zafándose de cadenas (un símbolo conocido del Movimiento Revolucionario Internacionalista) ondea en el viento en el campamento antiimperialista de jóvenes y campesinos cuando se preparan para otra jornada. Mientras los chavos preparan comida para el campamento, las chavas juntan piedras, palos y botellas. Campesinos, estudiantes de prepa, universitarios, mujeres y hombres, chavos de las colonias populares y gente de la clase media se forman en pelotones para recorrer los vecindarios de Cancún, presentarse y ganar apoyo para la lucha.

En medio de este remolino de actividad Valentín sonríe y dice: "Otro mundo sí es posible".

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El cielo se pinta de nubarrones y está a punto de estallar una tormenta.

Continuará.

Parte 3: ¡No somos globalifóbicos! ¡Somos antiimperialistas!