Cara a cara con la verdad en Palestina

Obrero Revolucionario#1230, 22 de febrero, 2004, posted at rwor.org

Phil O., de 21 años, es universitario y siempre pensó que Israel era un país justo: "Estudié la historia de los antiguos israelitas, que los esclavizaron los egipcios y, claro, el holocausto, el genocidio nazi contra los judíos. Los judíos sufrieron una terrible persecución y todo, y por eso no me cabía en la cabeza que podrían cometer ninguna injusticia".

Phil dice que no pensaba mucho sobre la situación de otras partes del mundo antes del 11 de septiembre. Pero después, "me pregunté: ¿cómo sucedió algo así? Pero lo que me motivó a entrarle a la política fueron los preparativos de la guerra contra Irak. Entré al movimiento antibélico y cuando muchos compañeros cuestionaron mi punto de vista sobre Israel tuve que examinarlo".

El verano pasado, Phil y otros estudiantes viajaron a Palestina, a los territorios ocupados de Cisjordania.

Phil dice: "Para mí ocupación era una palabra sin mayor significado. No tenía idea de cómo afecta a la gente, que afecta a todos y cada uno de los palestinos y limita sus actividades normales, como asistir a la escuela o ir a una aldea cercana. Me impresionó mucho un video que vi antes de ir a Palestina en el cual una señora cuenta que tuvo que dar a luz en un retén. Cientos de personas esperaban en fila. Pidieron que la dejaran pasar, pero los soldados israelíes no dieron permiso y al cabo de dos horas dio a luz ahí. Para ir al hospital tuvo que ir por un camino que atraviesa las montañas, y el recién nacido murió. Me impresionó muchísimo, sobre todo la crueldad de los soldados.

"Antes de conocer Palestina no tenía una posición definida, pero precisamente por eso tenía ganas de conocerla, pues como crecí aquí se me hace muy difícil creer lo que me dicen. O sea, todos los días la prensa decía una cosa y los compañeros del movimiento antibélico me decían lo contrario. Para definir mi posición tenía que ver a Palestina con mis propios ojos".

Cuando regresó, Phil habló con el OR de sus experiencias en Cisjordania y de lo que aprendió

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El muro de apartheid en Qalqilia

P: Tenías ganas de investigar la situación del muro que Israel está construyendo en Cisjordania, ¿no es cierto?, lo que llaman el muro de apartheid.

R:Sí. Primero intentamos ir a Qalqilia porque queda en la "línea verde" en la frontera con Israel donde han construido el muro. Los palestinos han pedido que vayan internacionales [activistas de varios países que viajan a Palestina y se solidarizan con el pueblo palestino - OR ] a Qalqilia porque se está enfocando mucha atención en el muro. Pero los israelíes la tienen completamente cerrada. Para entrar o salir hay que pasar por un retén y al lado está una base militar grande. El muro rodea la aldea como un círculo enorme y la única entrada es por el retén.

Cuando llegamos el retén estaba abierto, pero en eso uno de los comandantes recibió una llamada y lo cerraron. Solo lo abren unos 15 minutos. Todo mundo estaba consternado porque separan a los hombres y mujeres, y no pasan al mismo tiempo. Hablé con un señor que no sabía qué hacer porque su esposa pasó y luego cerraron el retén y no lo dejaron pasar. No sabía cuándo iba a pasar y reunirse con ella. Rogó a los soldados, pero sus súplicas cayeron en oídos sordos. Cuando les habla un palestino, dicen "¡quítate!" y "¡cállate!" y si insiste, lo encañonan. El señor esperó varias horas, pero cuando nos fuimos todavía estaba ahí. ¿Qué iba a hacer? Tenía que pasar y alcanzar a su esposa.

Esperamos ahí con cientos de personas, muchas familias, señoras con bebés que lloraban. Ni dejaban pasar a los que viven ahí aunque tenían que pasar para llegar a casa. Hacía mucho calor, como 38 grados y no había ni agua ni baños ni sombra. Apenas tenían un lugarcito con un poquitito de sombra ¡donde apenas cabían 20 gentes!

Al día siguiente queríamos ir a Jayous y Azzun Atma, otras dos aldeas cerca de Qalqilia afectadas por el muro. La entrada a las aldeas está en la carretera principal, pero estaba bloqueada con tierra y escombros. Había que bajar del taxi, trepar al otro lado de los escombros y subir a otro taxi.

Nos pusimos a platicar con la gente y un señor nos invitó a su casa para enseñarnos cómo el muro afectó a su familia. Cultivaba aceitunas y tenía un negocio de aceite de oliva, pero por el muro no podía cultivar sus tierras. El muro tiene pequeñas puertas, pero la más cercana le quedaba muy lejos y para pasar tenía que esperar muchas horas. Ya no era práctico trabajar las tierras, sobre todo porque todo el agua --los pozos-- quedan al otro lado del muro.

Le preguntamos cómo los israelíes confiscaron sus tierras. Dijo que primero pasaron por las aldeas y regaron miles de volantes. Era un volante escrito a mano y fotocopiado. Decía que tenían que abandonar sus tierras y si no, iban a sacarlos o arrestarlos. A la semana siguiente, llegaron con máquinas y bulldozers, tumbaron los olivos, abrieron un espacio para el muro y al lado construyeron un camino para los israelíes.

P: ¿Construyeron un camino al lado del muro?

R: Sí, un camino para los israelíes y el ejército. Principalmente lo usa el ejército; patrulla todo el día.

P: ¿Y hay puertas en el muro?

R: Sí, a cada tantos kilómetros hay una puerta que abren de vez en cuando. A veces no la abren en todo el día o la abren unas horas o un cuarto de hora por la mañana y por la tarde. Pero de nada les sirve a los campesinos a menos que su tierra quede muy cerquita, y aun así es muy difícil porque casi no la abren.

Para construir el muro, confiscaron las tierras de más o menos las dos terceras partes de los aldeanos. Apenas el 5% tiene acceso a sus tierras, pero ellos tampoco pueden cultivarlas como antes.

P: Mencionaste que un señor te invitó a su casa. Tuviste muchas experiencias así, ¿no es cierto? Platícanos de eso.

R:Las casas de las zonas rurales casi no tienen adornos. Tienen unos cuantos muebles, una mesa, una alfombra y unas sillas que por lo general tienen bordados. Cuando llegan visitas, forman un círculo grande y les dan la bienvenida. Les sirven té o café y después fruta. Son muy amables. Jamás había tenido una experiencia así, o sea, no nos conocían ni nada y eran tan amables con nosotros.

P: La gente te trató muy bien. ¿Y los soldados israelíes?

R: Luego luego vi cómo son. Cuando llegamos, queríamos ir a Qalqilia y los soldados nos dijeron que no podíamos pasar. Muy simpáticos y todo se pusieron a platicar con nosotros de Nueva York; uno estuvo en Chicago, y parecían buena gente; se reían con nosotros. Bueno, en realidad ellos se reían, nosotros no, pero nos trataron bien o al menos con respeto. Pero enseguida, regresaron a su chamba: una anciana quería pasar e intentó hablar con ellos, y le gritaron como a un animal, como si fuera un perro. "¡Quítate, regresa a la cola", le dijeron. Era un contraste enorme.

El sitio de Nablus

P: ¿A qué otros lugares fuiste?

R: Unos días después fuimos a Nablus, que estaba bajo estado de sitio y tenía muchas casas demolidas y mucho ejército. Un taxista que conocía otra ruta para llegar nos llevó a un retén en las montañas que muy poca gente conoce.

Entramos a Nablus y vimos un caos. Vimos un edificio de apartamentos de cinco pisos en ruinas. Lo demolieron apenas el día anterior y todavía salía humo. En otro edificio fuimos a un apartamento atascado de gente, pues allá vivía una familia de diez y recibieron a otra familia de diez porque demolieron su casa el día anterior. Demolieron uno de los apartamentos de ese edificio también; parados en medio de los escombros, vimos que tumbaron las paredes de los cuatro apartamentos a su alrededor y un señor estaba cocinando en una cocina que no tenía pared y con tanto escombro en el piso que apenas podía moverse.

P: ¡Es una imagen increíble!

R: ¡Sí! Allí vi muchas cosas que se me quedarán grabadas en la memoria para siempre.

El retén de Jenin

P: Has hablado de los retenes; son una parte muy importante de la experiencia de los palestinos bajo la ocupación, ¿no?

R:Sí. Algunos son permanentes, como mencioné, pero muchas veces estacionan un jeep a media calle y ya. No se sabe en qué momento lo van a hacer. Muchas veces lo ponen en un lugar muy concurrido, como entre dos aldeas. Todo mundo necesita pasar para ir al trabajo o hacer sus cosas, y lo ponen para fregar básicamente, para que no puedan desplazarse.

En la carretera a Jenin, encontramos uno de esos retenes, un jeep con tres soldados que se turnaban: uno apostado en la carretera y los otros dos sentados en la sombra descansando. Llegaron muchos carros, hicieron fila y esperaron. De pronto llegó una ambulancia con cuatro médicos que tenían que hacer una cirugía en Nablus. No los dejaron pasar mientras estuvimos ahí. Los autos con placas amarillas (los árabes tienen placas blancas y los judíos tienen placas amarillas) pasan a toda velocidad. A veces los soldados intentan pararlos, pero siguen derechito.

Nuestro taxista decidió dar la vuelta. Estábamos a poca distancia del retén y los soldados hubieran podido vernos. Eso ilustra que en realidad el propósito no es la seguridad sino fregar a los palestinos, para que pasen horas atravesando las montañas para trasladarse de un lugar a otro. Para los soldados eso es motivo de burlas. Tomamos el camino más largo que atraviesa las montañas, pero el ejército tenía los caminos bloqueados con montones de tierra de los bulldozers y había que hacer muchos zigzags por tanta tierra amontonada. Luego luego uno piensa que va a salir derecho y ¡chin!, otro montoncito de tierra. Íbamos a 8 kilómetros por hora y avanzamos apenas 5 kilómetros en 45 minutos.

Por fin llegamos a la carretera, donde encontramos más retenes, todos los caminos cerrados y muchos niños caminando a la escuela. Era el primer día de clases y estoy seguro de que muchos niños no pudieron asistir. ¿Para qué necesitaban tanto retén? Todo tranquilo, no es que hubiera ningún atentado ni nada. En unas diez ocasiones anteriores viajamos por la misma carretera y casi no vimos retenes. Lo hicieron a propósito : ¡para que los niños no asistieran a clases!

P: ¿Así que fueron a Jenin?

R: Sí. No dejaban pasar a nadie; tenían la aldea totalmente cerrada. Intentamos por varios medios.

Le dimos un aventón a un muchacho que tenía que ir a la biblioteca de Jenin; hablaba inglés muy bien. Vimos un tanque en el cerro y los soldados apuntaban a cuanto carro pasaba, ¡cómo si no bastara el cañón! Al lado de la carretera había una base militar. El muchacho dijo que antes era un centro comunitario y que fue a diversas actividades ahí, pero los militares lo confiscaron y ahora es el retén principal de Jenin. Cuando llegamos al retén, el soldado dijo ni modo, no pueden pasar. Dije que era necesario y empecé a soltar un rollo, pero me cortó y dijo ¡no!, ¡cállate!, ¡lárgate!

De pronto vimos un taxi-camioneta con muchos productos médicos; tenía que pasar a Jenin como pudiera. Subimos a la camioneta y se metió por unos caminos rocosos (allí de verdad se necesita un SUV o un Landrover ). A cada rato parecía que no podíamos seguir, pero el taxista iba entre los árboles y por dondequiera, y todo el tiempo tocaba música palestina a todo volumen y decía: "Fíjense lo que es ser palestino. Fíjense lo que nos hacen, pero no importa; somos fuertes y, ¡nos ingeniamos!

Llegamos a un campo abierto y un tanque enorme patrullaba para que nosotros y otros que estaban en el bosque no saliéramos a la carretera. Perseguía los autos a unos 60 kilómetros por hora. Avanzamos sigilosamente, arremetió contra nosotros, retrocedimos y volvimos a intentar. Pasamos media hora así. De repente llegó un carro de Jenin y el tanque lo paró; los soldados le gritaron que regresara. Aprovechamos que estaban distraídos, arrancamos y pasamos por grandes baches, volando por entre los árboles y por poco chocamos. Entonces el tanque nos vio y se lanzó contra nosotros y otro taxi. Aceleramos y nos metimos por detrás de unas casas; cuando salimos y el tanque estaba a apenas 70 metros. Pensé que iba a disparar y como que todo paró por un segundo, y de repente bajamos el cerro ¡y escapamos!

En ese instante que sentí que nos iban a disparar, me encogí de miedo y brinqué al otro lado del asiento. Después se burlaron de mí, pero todos estábamos muy contentos y nos felicitamos. ¡Fue muy chido!

Forjar una conexión

P: Es evidente que la experiencia de ir a Palestina te impactó muchísimo. Platícanos de eso y de qué sientes ahora por el pueblo palestino y su lucha.

R: Siento que tengo una conexión muy concreta con los palestinos. No estoy diciendo que comprendo todo lo que sienten, pues ellos lo viven todos los días y yo solo lo viví por unas semanas. Pero antes no tenía esa conexión; solo había leído de su situación y aprendido algunas cosas y quería que fueran libres. Pero después de todo lo que pasamos juntos, tengo un vínculo mucho más fuerte. Por ejemplo, en los retenes todo mundo está muy unido; quizá antes no se caían bien, pero en ese momento los une la situación y el odio a los soldados. En los retenes me veían a mí y los de nuestro grupo como compañeros que esperaban con ellos. Me dio mucho gusto tener esa conexión con ellos, por breve que fuera.

Tras ver todo eso, conocer a muchos palestinos, saber lo que están viviendo, platicar y comprender que solo quieren ser libres, siento que tengo la responsabilidad de ayudar por todos los medios que pueda. No ayudar un poquito, o sea, no estoy de acuerdo con los que piensan que hacen gran cosa apagando las luces para conservar energía. Para mí, si queremos "hacer algo", tenemos que estar en la calle, tenemos que escribir y dar a conocer fotos impactantes, hablar en serio y divulgar todo esto mucho más allá de nuestro pequeño círculo de amigos.

Antes quería tomar una posición, pero no entendía a fondo y sentí la necesidad de ir a Palestina para acabar de entender. Ahora quiero compartir mis experiencias y platicar de lo que vi. Soy una persona como cualquier otra y pienso que me van a escuchar por eso, porque soy como ellos.

En este momento tengo una meta muy clara que es centrarme en Palestina, pero me doy cuenta de que la opresión no acabará, digo, ni Israel ni Estados Unidos dejará de hacer lo que hace. Se necesita una revolución, una revolución mundial en que los oprimidos, que son la mayoría del mundo, se unan y hagan algo de a de veras. Ya que tengo esta conexión con los palestinos, entienden que tenemos la misma lucha, aunque no seamos parte de esa lucha de exactamente el mismo modo que ellos.

P: ¿Dices que nosotros y los palestinos tenemos una lucha común?

R: ¡Simón! Los palestinos están conscientes de que la situación es igual en todas partes. Saben que George Bush no representa al pueblo y conocen mucho de Estados Unidos, la onda con Ashcroft, la ley Patriota y toda la cosa, y que la prensa aquí es muy tendenciosa. Saben que gente de muchas partes se solidariza con su lucha y desea que sean libres. Eso me da muchísima esperanza. Como vivo en Estados Unidos, y sobre todo como soy judío, tengo el deber de hacer algo y, lo que es más, tengo muchas posibilidades de alzar la voz.

P: ¿Tus experiencias te hicieron cambiar de opinión acerca de Estados Unidos?

R: Bueno (se ríe), empecé a odiar este país... por dos razones: primero, porque este país ha creado la situación en que viven los palestinos; en los últimos 50 años, ha dado millones y millones de dólares a Israel; y segundo, porque me choca que aquí la gente no tenga ni idea de lo que pasa allá y solo se preocupe por sí misma, por ir de compras y comprar autos de lujo y todo el rollo. Por su egoísmo está alimentando las grandes corporaciones que están ligadas al gobierno y que en gran parte son culpables de lo que pasa allá. Es muy gacho que mucha gente no se preocupe por nada de esto.

Sabes, me gustaría dejar este país y vivir en Palestina, pero estoy consciente --y muchos palestinos me dijeron lo mismo-- de que en Estados Unidos tenemos muchas más posibilidades de hacer algo para cambiar la situación, muchas más posibilidades que allá.