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Revolución #129, 18 de mayo de 2008

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Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar

¿Es aceptable que Estados Unidos “borre del mapa” a Irán?

5 de mayo de 2008. Servicio Noticioso Un Mundo que Ganar (Traducción de Revolución). La amenaza reciente del candidato presidencial de Estados Unidos Hillary Clinton, de “borrar del mapa” a Irán, fue verdaderamente alarmante, no solamente por lo que dijo, sino por lo que no ocurrió: por la ola de denuncia y repudio que no ocurrió, ni en Washington ni en ninguna otra capital del Occidente. Aun su rival para la nominación del Partido Demócrata, Barack Obama, se limitó a regañarle suavemente por sus palabras inapropiadas: “No es el lenguaje que necesitamos ahora”. Lo que no dijo, y lo que tampoco dijo ningún otro político estadounidense de peso, es que lo que ella amenaza es el genocidio, que el genocidio es un crimen, y que las amenazas de genocidio tampoco son aceptables.

La espantosa amenaza de Clinton reveló mucho sobre sus propias ambiciones. Salió a la luz un cierto ambiente en Washington, un consenso de que Irán es una amenaza a los intereses estadounidenses y que Estados Unidos debe prepararse para lo que se requiera para cumplir las metas políticas en que todos están de acuerdo, y llevar a cabo las mismas.

Así que no tiene sentido la idea de que la salida inminente de Bush de la Casa Blanca pudiera amainar el peligro de un ataque contra Irán, antes o después de que saliera Bush.

En noviembre de 2007, un Estimado Nacional de Inteligencia de Estados Unidos (U.S. National Intelligence Estimate) concluyó que Irán probablemente ya no trabajaba en un programa de armas nucleares. El hecho de que este documento se salió al público indicó las inquietudes sobre la prudencia de atacar a Irán y la contienda entre aquellos que toman tales decisiones. Pero la situación se ha desarrollado un poco desde entonces. Irónicamente, mientras el fin declarado del mandato de Bush como presidente se vislumbra en el horizonte, parece que la evaluación estratégico que hizo en su discurso del 10 de abril, se había aceptado entre aquellos que toman tales decisiones. “Irak es el punto de convergencia de las dos amenazas más grandes a América en este siglo: Al Qaeda e Irán”.

Al contrario de lo que él y otros sugieren o alegan, las dos amenazas tienen diferencias en varios sentidos. Son enemigos, y nadie ha evidenciado ninguna conexión de la más mínima entre ellos. Pero solamente se tiene que cambiar el orden de estas palabras un poco para descifrar lo que Bush verdaderamente quería decir, y lo que es la verdad: la República Islámica de Irán chiíta y los fundamentalistas islámicos sunitas anti-estadounidenses son las amenazas más agudas en contra de la solidificación del “siglo americano” global que busca Estados Unidos. Ambos reflejan una ola islámica fundamentalista, y el que cualquiera de los diversos y mutuamente opuestos componentes de esta tendencia logre confrontar a Estados Unidos envalentona y anima a los demás.

Aún más irónicamente, si la ironía sea apropiada en cuanto a exigencias para la matanza en masa, las palabras de Bush son más acertadas ahora que cuando lanzó la “guerra contra el terror” y unió a Irán con Irak en el “eje del mal”. Lo que las ha hecho más acertadas es la agresión internacional a troche y moche de Estados Unidos desde el ataque contra el World Trade Center en 2001. La invasión de Afganistán dirigida por Estados Unidos resucitó a un Talibán que había llegado a ser odiado y desacreditado entre muchos afganistaníes. Los planes estadounidenses de seguir dominando a Pakistán han hecho que el fundamentalismo islámico armado se saliera de control ahí. Al otro lado del horizonte, la invasión israelí en el Líbano, apuntalado por Estados Unidos, llevó a un empate sin precedente del ejército israelí y estimuló el crecimiento de Hezbolá como uno de los aliados de Irán militares y políticos más potentes, con un verdadero ejército y armas modernas a su disposición y probablemente más simpatía alrededor del Medio Oriente que cualquiera de los gobernantes dependientes de Estados Unidos.

En el ojo de este huracán se sienta Irak. Por supuesto que Bush miente cuando echa la culpa a Irán por la guerra contra la ocupación estadounidense de Irak. Pero no se puede negar que la guerra es la mejor cosa que ha pasado a los mullahs de Irán desde que llegaron al poder. Si están demasiado confiados de que Estados Unidos no osaría atacar o que tal guerra terminaría en una derrota de Estados Unidos, quizás sea porque si existe un dios, es cierto que ha sido munífico hacia ellos en esto. Les dio una ocupación estadounidense en Irak que, como concluyó un estudio reciente de Joseph Collins, analista del Departamento de Defensa de Estados Unidos, este no puede ganar y no puede soportar una derrota. (“Escogiendo la guerra: La decisión de invadir a Irak y las consecuencias”, Instituto de Estudios Estratégicos, Universidad de Defensa Nacional). Pero hay poca esperanza para una solución política que permitirá que Estados Unidos siga gobernando a Irak sin la ayuda de fuerzas conectadas al fundamentalismo islámico en general y especialmente a la República Islámica de Irán, el régimen que es cuate del gobierno islámico que Estados Unidos tuvo que imponer en Irak.

Si las autoridades estadounidenses presentan con mayor frecuencia la guerra en Irak como un asunto de Irán, una “guerra de sustitutos”, como dijo recientemente Ryan Crocker, embajador estadounidense para Irak, será porque la invasión de Irak nunca se trataba solamente del régimen de Saddam Hussein, ni solamente de Irak en sí, sino del plan de Estados Unidos de dominar la región y eso hizo inevitable una colisión con Irak. Mientras los mullahs gobernantes en Teherán están midiendo cuidadosamente sus pasos (por ejemplo, apoyando a las fuerzas chiítas que están en el gobierno iraquí instalado por Estados Unidos u opuestas al mismo), e intentando evitar o posponer una colisión directa con Estados Unidos sobre Irak, seguramente pretenden promover sus intereses en lo que es una situación ventajosa para sí mismos.

Hay otra cara de la medalla para el régimen iraní: está completamente cercado por el ejército estadounidense, en Irak, Afganistán, Pakistán y los países del Golfo Pérsico y Asia Central. Cerca del pueblo Kut en el sureste de Irak, a unos 58 kilómetros de la frontera iraní y cerca de un cruce fronterizo importante entre los dos países, contratantes estadounidenses están afanándose para extender los cuarteles para alojar cómodamente a 6.000 tropas estadounidenses. Hasta ahora, la instalación ha sido una base importante para espiar a Irán. Estados Unidos envió al Golfo primero una y hace poco otra flota de asalto con portaaviones, y hay otra en el este del Mediterráneo cerca del Líbano. Pocas veces en la historia se ha concentrado tanta fuerza militar. Ya en varias ocasiones, Estados Unidos e Inglaterra han provocado choques navales cerca de la costa de Irán. La cantidad adicional de armas de destrucción masiva que Estados Unidos puede desplegar desde el Océano Índico, Europa y la “patria” imperialista misma es horrorosa.

Además, después de mucho esfuerzo, Estados Unidos ha tenido algún éxito en halagar e intimidar a las otras potencias imperialistas para que impongan un bloqueo económico. Muchos de los fondos para importaciones y exportaciones iraníes han sido interrumpidos en los últimos meses. En mayo, Yahoo y Microsoft se alistaron en esta campaña, borrando a Irán de la lista de países en que la gente puede registrarse para usar sus servicios de e-mail. Esto pone un ejemplo grave a las compañías más pequeñas por todos lados que apoyan al gobierno estadounidense o que temen sus amenazas de castigarlas. Obviamente, millones de iraníes confrontan la posibilidad de convertirse en “daños colaterales” de las sanciones que supuestamente se apuntaban originalmente al liderazgo del régimen.

Básicamente, el régimen iraní amenaza con estorbar las metas geopolíticas de Estados Unidos para seguir como el explotador número uno del mundo. Estados Unidos amenaza con “borrar del mapa” a Irán, que quiere decir no solamente el régimen pero muchos, tal vez muchísimos individuos de la población del país.

¿Cómo demonios pueden justificar los imperialistas estadounidenses esto, al menos a algunas gentes en Estados Unidos, si no en el mundo? (El vicepresidente Dick Cheney ha declarado públicamente que bastaría tener el apoyo de una tercera parte de la población estadounidense para hacer políticamente viable una guerra.) En su discurso de abril, Bush, como sus generales y embajadores desde entonces, acusó a Irán de matar a estadounidenses en Irak. Esta clase de charlas iba en aumento el mes pasado. Entre los estadounidenses que no se preguntan en primer lugar qué hacían en Irak esos soldados, este argumento puede ser cautivante.

Hay otra justificación moral que se despliega, y también es potencialmente muy seria: la “defensa” del único puesto de avanzada verdaderamente fiable en el Medio Oriente, Israel.

Las amenazas de Clinton (y Obama) hicieron eco al discurso de Bush de abril en que justificó las amenazas de genocidio para salvar vidas israelíes: “Irán ha declarado que quiere una arma nuclear para destruir a personas, algunas de ellas en el Medio Oriente. Y eso no es aceptable para Estados Unidos, y es inaceptable para el mundo”, le dijo a la emisora Farda, financiada por Estados Unidos, que transmite a Irán en persa.

Así se presenta el consenso entre la clase dominante estadounidense: no se puede permitir que Irán obtenga armas nucleares.

Otra vez, las palabras de Bush deben descifrarse, pero tienen significado concreto. La República Islámica de Irán (RII) ha dicho que no busca armas nucleares, y que el Islam prohíbe el uso de armas nucleares por cualquiera. Es cierto que el presidente Mahmoud Ahmadinejad no dijo que Israel debiera ser borrado del mapa, como se asevera muy a menudo. Pero si la RII construyera unas cuantas armas nucleares, su uso más lógico sería para disuadir un ataque nuclear israelí por medio de alguna “balanza de terror” como aquello en que se metieron Estados Unidos y la Unión Soviética. Eso podría cambiar la balanza de poder, o mejor dicho, la falta de una balanza de poder o terror, en el Medio Oriente.

Al mismo tiempo, que sepamos, parece que al menos hasta ahora hay un consenso contrario en las clases dominantes iraníes: no van a abandonar su programa nuclear. En cambio, lo han acelerado enormemente. En el mundo real, y no solamente en la palabrería de cualquiera, Irak, Irán, Israel y las armas nucleares son partes de un único paquete.

Defender un estado colonizador ilegal sería ilegítimo en sí, pero la “defensa” de Israel no es el quid del asunto. Como guarnición y gendarme regional de Estados Unidos, Israel casi seguramente jugaría un papel clave en los combates de una guerra. Puede servir como fulminante para una guerra en la cual intervendría Estados Unidos. Hay un sentimiento entre un sector importante de las masas israelíes, así como en los círculos dominantes, a favor de una desesperada solución final a un status quo insostenible. Durante un ejercicio de defensa civil de cinco días en abril, un alto funcionario del consejo de ministros israelí advirtió que Irán “nos provoca” apuntalando a Hezbolá y amenazó: “Un ataque iraní llevará a una represalia severa por Israel, que llevará a la destrucción de la nación iraní” (CNN, 7 de abril). La implicación es que suministrar armas a Hezbolá, como ya lo hace Irán, podría considerarse un ataque. Cabe advertir que, en el caso de Clinton, la amenaza no es una “represalia proporcional” sino genocidio. Advirtió que los israelíes deben prepararse, lo cual era el propósito del ejercicio, para una lluvia de cohetes sobre todo el país.

En Israel, como en Irán y seguramente en la Casa Blanca de hoy y de mañana, hay gente que tiene una idea bien clara de lo que la guerra podría significar, y, confiando en su dios y en su misión a nombre de su dios, ni modo que van a retroceder ante el espectro de mares de sangre.

La decisión del gobierno de Bush de divulgar el video y otra información acerca del misterioso ataque aéreo israelí en contra de un edificio en Siria a fines de 2007 es otro elemento inquietante de los preparativos concretos para esto. Para algunos expertos civiles nucleares, la “evidencia” que supuestamente mostraba que el ataque dio con una instalación para fabricar armas nucleares sin terminar parecía mostrar lo opuesto. Un portavoz del gobierno sirio hizo un argumento plausible preguntando por qué construirían una fábrica de armas estratégicas al campo abierto, muy visible a los satélites de espionaje estadounidenses, sin protección anti-aérea ni militar. Y, puesto que Siria es signatario del Tratado de No-Proliferación Nuclear, la Agencia Internacional de Energía Atómica podría haber exigido que Siria permitiera una inspección sin aviso.

Cuándo y cómo Washington hizo estas acusaciones da a entender que ha decidido aumentar la presión contra el único estado aliado de Irán a fin de aislar a Teherán más. Pero su carácter engañoso también da más peso al argumento común de que Israel envió aviones de guerra a Siria para localizar el radar sirio y probar su capacitad de respuesta. Se considera probable que un ataque aéreo israelí contra Irán volara sobre espacio aéreo sirio. Esto hace aún más siniestro el despliegue en el este del Mediterráneo de naves de guerra estadounidenses especializadas en apoyo aéreo. Un ataque israelí, una respuesta iraní, un presidente estadounidense, republicano o demócrata, quien anuncia por televisión que aunque quiera mucho la paz, no tiene opción salvo “proteger” vidas israelíes… es muy fácil imaginarlo todo eso, ¿no?

Esto, claro, dista de ser el único escenario posible. Pero los otros no son mejores.

Alguna gente espera que se pueda evitar la guerra como resultado de que la República Islámica se eche para atrás. Puede pasar, pero puede que no, y no se puede contar con ello. Al igual que los imperialistas estadounidenses, el régimen iraní tiene su propia necesidad poderosa. Un artículo del número de Haghighat de noviembre de 2007, el órgano del Partido Comunista de Irán (Marxista-Leninista-Maoísta), dice: “Al igual que los imperialistas estadounidenses, los reaccionarios no tienen opciones ‘buenas’ disponibles. Como resultado de la confrontación con Estados Unidos, las contradicciones en Irán se han intensificado: la existente entre el régimen y el pueblo de Irán, y las contradicciones al interior de las clases dominantes de la República Islámica. Pero si el régimen de la República Islámica retrocediera ante las demandas estadounidenses, estaría suicidándose” (sarbedaran.org). A pesar de las mortíferas riñas intestinas entre las facciones del régimen, a esta hora todas parecen resueltas a preservar a la República Islámica.

Muchos integrantes del régimen islámico esperan que Estados Unidos no se atreva a atacar a Irán porque Rusia no lo toleraría. Es verdad que, entre otras cosas, un ataque estadounidense a Irán apuntaría a hacer que el petróleo mesooriental caiga más firmemente bajo su control y que Rusia tenga menos capacidad de utilizar su propio petróleo y gas para proyectar su poder político. (Otro propósito sería refrenar más a China e India, dos países con que Irán ha buscado amarrar lazos económicos para reemplazar sus lazos con el occidente.) Pero ante una amenaza nuclear estadounidense, el papel de Rusia sería muy difícil de predecir. Para repetir, sería una locura contar con Rusia, a causa de sus tentativas de retomar un papel dirigente en el escenario imperialista, a jugar un papel positivo en el desarrollo de esta situación.

Además, mientras que haya fuerzas en la RII que quisieran llegar a un “gran compromiso” con Estados Unidos, “eso no excluye un ‘gran ataque’ para asegurar que el compromiso ocurra según condiciones estadounidenses”, como dice el artículo en Haghighat. “Otra facción de la RII”, continúa, “cree que una guerra con Estados Unidos es la única opción del régimen para sobrevivir, porque como resultado de una guerra, la RII puede posponer o suprimir las agudas contradicciones internas latentes que amenazan con derrocarlo”.

Esto se demostró dramáticamente en el desfile anual del Día del Ejército de la RII el 17 de abril. Ahmadinejad se jactó de que ninguna potencia se atrevería a atacar a Irán mientras que los tanques y lanzadores de misiles rodaban detrás de él y casi 200 aviones sobrevolaban en lo que funcionarios del régimen dijeron era la manifestación de poderío aéreo más grande jamás.

Cabe notar cómo ha evolucionado el debate en la clase dominante estadounidense. Hace más de dos años, el periodista Seymour Hersh reveló el esquema estadounidense para “ataques quirúrgicos”, operaciones de comandos y otros planes de atacar a Irán y provocar el derrocamiento de la RII. En ese momento, muchos comentaristas dudaban que Estados Unidos pudiera lograr sus metas sin desencadenar de lleno su poderío militar. Algunos de ellos advirtieron que Estados Unidos pudiera encontrarse con más guerra de lo que podría manejar. Ahora, con más propaganda de “por todos los medios necesarios”, oímos amenazas a “borrar del mapa” a Irán.

No se trata de predecir lo que no pueden predecir la gente común ni aquellos que toman las decisiones en los países en cuestión, como Estados Unidos. Las contradicciones en juego son complejas y pueden influirse de maneras inesperadas. Pero hay una cosa muy clara, y nadie inteligente lo niega: de una manera u otra, Estados Unidos planea tomar el control político y económico de Irán. De hecho, no tiene opción. Si no, su campaña para obtener el control sin rival y sin precedente sobre el Medio Oriente, y sobre esa base del mundo entero, podría deshilacharse. Si lo lograra, sería muy malo para la humanidad, sea debido a una guerra o a una amenaza de guerra, y puede que nadie tenga el poder de decisión en caso de que las amenazas de guerra se conviertan en una guerra real.   

El Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar es un servicio de Un Mundo Que Ganar (aworldtowin.org), una revista política y teórica inspirada por la formación del Movimiento Revolucionario Internacionalista, el centro embrionario de los partidos y organizaciones marxista-leninista-maoístas.

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