Revolución #139, 10 de agosto de 2008


De un lector

Los Juegos Olímpicos: Cuando alientes al “equipo de casa”, el sistema te está manipulando

Estaba pensando en los Juegos Olímpicos que se acercan y que sería un verdadero avance si gente en Estados Unidos no apoyara a cada estadounidense y equipo estadounidense, en particular el “equipo de sueño” del baloncesto. Al pensar en esto, escuché la charla de Bob Avakian, “The NBA: Marketing the Minstrel Show and Serving the Big Gangsters” (La Asociación Nacional de Baloncesto: Racismo disimulado al servicio de los grandes gángsteres”), en que habla de cómo se entrena a la gente por medio de los deportes a pensar sin ojo crítico, y a no ver el mundo tal como es, y cómo eso se hace por medio de entrenar a la gente a “apoyar al equipo de casa”. Todo eso acaba sirviendo al imperialismo estadounidense.

He aquí lo que yo digo sobre “Estados Unidos es #1”. Es número uno en librar guerras contra los pueblos del mundo y en matar a cientos de miles de personas en estas guerras; en usar armas nucleares contra civiles; en torturar; en espiar y encarcelar a la población en su propio territorio; en crear un planeta de ciudades miseria; en destruir el medio ambiente de la tierra; y es el país número uno odiado por las masas del mundo. Así que cuando oigas el coro “USA, USA”, acuérdate de lo que realmente significa.

Avakian usa la NBA como ejemplo de cómo funciona este entrenamiento. Señala que cuando se declara un foul a un equipo y la repetición muestra que realmente no hubo un foul, los comentaristas dirán: “Bueno, si eres hincha del equipo fauleado, es una gran decisión, pero si eres hincha del equipo que hizo el foul, es una decisión horrible”. Ya que verdaderamente no fue un foul, este método—que refleja un enfoque filosófico que se llama “relativismo”—se usa para impedir que la gente conozca el mundo real. En realidad, una decisión mala es una decisión mala, no importa el equipo que quieras que gane. Pero los comentaristas deportistas quieren que creas que una decisión mala es realmente una decisión buena si favorece al equipo a que apoyes.

Y este “alentar al equipo de casa” está al servicio de una agenda política. Primero, te entrenan a apoyar al equipo de casa, y el siguiente paso será los Juegos Olímpicos y apoyar a los estadounidenses. Fuera de los deportes, debes apoyar a los soldados en Irak u otro lugar; apoyar al imperialismo estadounidense—al “equipo de casa”.

Y gran parte de esto se hace de manera que la gente ni siquiera lo reconozca. Cuando se tome esta “decisión buena/decisión mala”, ni siquiera estás consciente de que se te están adoctrinando a ver las cosas de una manera que distorsiona la realidad, y que hace más fácil que respondas cómo la clase dominante quiera.

Esto ya está ocurriendo a gran escala acerca de estos juegos, y ni siquiera han empezado. Por ejemplo, veamos los ataques contra Becky Hammon y Chris Kaman, dos jugadores profesionales estadounidenses de baloncesto que van a jugar para otros países—Kaman para Alemania y Hammon para Rusia. Los han tachado de todo, de traidores a mercenarios u oportunistas. Por otro lado, estos tipos retrógrados y los comentaristas deportistas que están atacando a Kaman y Hammon estarán brincando en sus asientos alentando a Bernard Legat, un keniano que corre para el equipo estadounidense en las carreras de 1.500 y 5.000 metros. No lo llamarán traidor ni mercenario.

El feo norteamericanismo, “mi país es lo mejor no importa lo que haga”, va a estar por todas partes en estos juegos. Los medios estadounidenses nos van a empapar con “la vida en Estados Unidos es mejor que la vida en China”. Los medios estadounidenses alentarán a los atletas estadounidenses. Ya vayas a ver. Escucha con cuidado el tenor e inflexión de sus voces cuando gane un estadounidense y compáralo con cuando gane alguien de otro país. Van a tener mucho más entusiasmo por los ganadores de Estado Unidos que los otros. O cuando los estadounidenses pierdan, van a decir cuán triste es que los estadounidenses estén fuera. Y van a estar machacando cuál país tiene más medallas de oro y medallas en total, Estados Unidos o China, no más para que enfoques en la nación “tuya” versus la nación “suya”.

También habrá ese feo “Estados Unidos es #1”, en toda oportunidad, van a mostrar a los ganadores estadounidenses hablando de lo grande que es Estados Unidos y dándole las gracias a Dios (que no existe) por sus logros. He aquí lo que yo digo sobre “Estados Unidos es #1”. Es número uno en librar guerras contra los pueblos del mundo y en matar a cientos de miles de personas en estas guerras; en usar armas nucleares contra civiles; en torturar; en espiar y encarcelar a la población en su propio territorio; en crear un planeta de ciudades miseria; en destruir el medio ambiente de la tierra; y es el país número uno odiado por las masas del mundo. Así que cuando oigas el coro “USA, USA”, acuérdate de lo que realmente significa.

En su charla sobre la NBA, Avakian  aprovecha el ejemplo de Wimbledon (el campeonato de tenis en Inglaterra) para mostrar otra forma en que el chovinismo nacional se presenta en los deportes. Tras la eliminación de los tenistas estadounidenses en Wimbledon, los comentaristas siempre se quejan: “Ay, qué horrible, ya no hay más estadounidenses en Wimbledon”. Bueno, ¿a quién le importan un comino los tenistas estadounidenses? Más vale querer ver un buen partido de tenis, ya. En las Olimpiadas, es posible que veamos buen tenis, pero no de parte de los estadounidenses.

Tengo esperanzas de que Rafael Nadal de España y Roger Federer de Suiza, quienes jugaron en Wimbledon, califiquen para los finales olímpicos, porque así tendremos partidos de tenis de alta calidad con un desempeño inspirador.

Me acuerdo de los juegos de 1972 de Montreal, cuando Mac Wilkins, el lanzador de disco estadounidense ganador, le dio un fuerte abrazo a Wolfgang Schmidt de Alemania oriental, quien con su lanzamiento final le superó a John Powell del equipo estadounidense para ganar el segundo puesto. Wilkins había conocido a Schmidt ese año durante otra competencia y entablaron una conversación amistosa sobre Vietnam, el muro de Berlín y otros temas.

La exlanzadora de bala Maren Seidler, que tiene el récord estadounidense, vio eso y dice: “Fue uno de esos incidentes raros en que las Olimpiadas cumplieron con la publicidad... El respeto de un individuo por el esfuerzo tenaz de otro trascendió la nacionalidad y la ideología. ¿Y qué pasó? El público se ofendió. Se ofendió”. (“The Old Men and the Discus”, Sports Illustrated Vault, 25 julio 1988) La prensa estadounidense se arremetió contra Wilkins porque le felicitó a un alemán oriental que le ganó a su propio paisano, y debido a ese gesto de amistad perdió toda oportunidad de contratos de promoción de productos. Para mí, cuando vi eso, pues me fue aún más dulce porque sabía que John Powell era un policía de San José, ¡y odio a los polis! Fue una maravillosa muestra de internacionalismo y de amistad entre dos atletas.

Los que somos proletarios internacionalistas, que ansiamos emancipar a todos los oprimidos del mundo y a la larga a toda la humanidad, y los que nos oponemos a cualquier forma de chovinismo nacional, queremos ver grandes actuaciones atléticas inspiradoras y de alta calidad en las Olimpiadas, y no tener que escuchar una bola de jingoísmo de “USA, USA”. De hecho, voy a apagar el sonido de mi televisor, para que los locutores no tengan la oportunidad de estropear el disfrute aún más que lo harán esos atletas estadounidenses que corretean por todas partes con banderitas estadounidenses en la mano.

Al seguir y mirar los Juegos Olímpicos, ¿vas a alentar a ciegas al equipo de casa? ¿O, vas a ver cómo te están embaucando y a pensar críticamente sobre lo que los locutores estadounidenses dicen y disfrutar los juegos por la belleza y el asombro que los deportes pueden traer?  

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