Revolución #141, 24 de agosto de 2008


Los premios ESPY, los juegos olímpicos del 68 y la reacción

La noche del domingo, 20 de julio, el canal ESPN presentó los premios ESPY 2008, con un gran público televisivo y lleno de famosos, que celebra hazañas sobresalientes del mundo deportivo, principalmente el desempeño profesional pero también de prepas y universidades. Los atletas más destacados de varios deportes se juntan con las celebridades para una velada de entretenimiento, oropel y mucho humor. Como escribimos en el número 137, esa noche iba a tener algo especial, porque Tommie Smith y John Carlos —velocistas ganadores de los Juegos Olímpicos de 1968 que levantaron el puño enguantado de negro en el estrado de medallas en un gesto simbólico contra el tratamiento opresivo del pueblo negro—iba a recibir el premio Arthur Ashe de Valor, para los atletas cuyas acciones trascienden los deportes.

El plato fuerte de la noche fueron los 15 minutos de honores a Carlos y a Smith y la presentación del premio, y muchos de los presentes quedaron profundamente conmovidos. Estaba claro que tuvo un impacto no solamente en los que se acuerdan de esa época y defienden todavía las protestas y las rebeliones contra la injusticia y a favor de la liberación, pero en muchos más. Dio una idea del aprecio que tiene la gente por los que toman partido con el pueblo, cueste lo que cueste. El actor Samuel L. Jackson, uno de los presentadores del premio, dijo en su introducción: “El 1968 fue hace 40 años, pero para muchos como yo, en ese tiempo un universitario de 19 años, los sucesos eran tan vívidos, tan personales, que es como si fueran ayer”. El otro presentador, Steve Nash (base del equipo Phoenix Suns y dos veces el jugador más valioso de la Asociación Nacional de Baloncesto), dijo después: “Participar en esta noche es algo que no olvidaré en toda la vida”.

Al centro de la celebración estaba un vídeo de casi ocho minutos de largo, narrado por el actor Tom Cruise. Pintó de una manera impactante y desgarradora el tumulto de ese tiempo, en particular los acontecimientos de 1968 en Estados Unidos que dieron fondo e ímpetu a las protestas de la Ciudad de México. Robert Lipsyte, un reportero del New York Times, dice en la primera parte del vídeo: “Cuesta recordar cuán violentos fueron los años 60”. A ese comentario le siguen una escena tras otra de la vil brutalidad racista del Ku Klux Klan, de otros reaccionarios blancos y de la policía, que usaba perros y mangueras de agua contra los negros que demandaban un alto a la discriminación y la opresión. Hubo más: una escena del parque memorial Bobby Hutton, llamado así por un joven del Partido Pantera Negra que la policía de Oakland asesinó. Y la escena fuera de la Convención Nacional Demócrata de 1968 cuando los manifestantes demandaban un fin a la guerra de Vietnam y coreaban: “Oye, oye, LBJ [el presidente Johnson], ¿a cuántos niños mataste hoy?”.

En el vídeo, en una entrevista, Tom Brokaw, un prominente presentador de noticias que expresa el punto de vista de los gobernantes del país, dice: “El 1968 fue una erupción volcánica en todo nivel”, un tiempo en que “fue como si toda la cultura estadounidense se desquiciara”. El vídeo te da el sentido de que los movimientos y las rebeliones de ese período les dieron fuerza a los atletas que iban a D.F. y estaban tratando de decidir si aprovechar o no su momento debajo de los reflectores para hacer una declaración que contribuiría a cambiar el mundo. Y eso fue lo que Tommie Smith y John Carlos hicieron.

Tras mostrar el impactante saludo con guantes negros de Tommie y John en el estrado de medallas, el vídeo muestra las formas en que los medios nacionales inmediatamente los atacaron y vilipendiaron. Tuvieron que abandonar la Villa Olímpica y dejar el equipo estadounidense; se desató una ola de opinión pública en su contra, mientras que los millones de personas que celebraron su acción quedaron en el olvido.

Lee Evans, otro velocista ganador del oro en 1968, dice en el vídeo que un día Tommie Smith llegó a su casa con una maleta, pues no tenía dónde vivir y no podía encontrar trabajo. Kimme Carlos, la hija de John Carlos, dice que a sus padres “los acosaban muy despiadadamente”.

El vídeo también les da una oportunidad de expresarse a otros importantes deportistas negros. Tyrone Willingham, el actual primer técnico de fútbol americano de la Universidad de Washington, dijo: “Es increíble la rapidez con que cambia un país. Ganas una medalla de oro para tu país y tan pronto que tomas esa postura y te muestras orgulloso de ser quien eres, te condenan”. Jackie Joiner-Kersee, seis veces ganadora de medallas olímpicas, dijo: “Estaban dispuestos a sacrificar su carrera por algo mucho más grande que una medalla de oro o de bronce”. Doug Williams, el jugador más valioso del Supertazón XXII y el único mariscal de campo negro que ha ganado en el Supertazón, dijo: “Creo que la mayoría de los negros dirá que fue un gran día para ellos, porque probablemente les dio esperanzas de que podamos vencer”.

El intelectual público y profesor de la Universidad Princeton Cornel West hizo eco del sentimiento de Williams: “La lección fundamental de lo que hicieron fue tener valor, el valor de pensar por sí mismo. El valor de tener esperanzas. Porque lo que hicieron fue una señal de esperanza. Y eso es bello.” Al final, incluso Brokaw reconoce: “Se necesita mucho valor para hacer lo que hicieron... mucho valor”.

Inspirar lo mejor de otros

Cuando por fin escoltaron a Smith y Carlos al escenario, la sala se puso de pie con largos y entusiastas aplausos. Los dos atletas expresaron su aprecio por la calurosa acogida y dejaron en claro que siguen defendiendo firmemente su acción.

A 40 años de su protesta de 1968, la acción de Tommie Smith y John Carlos de nuevo estaba (o seguía) impresionándole mucho al público, inspirando a los atletas y a las demás figuras prominentes de hoy a expresar lo mejor de sí, pues seguramente estaban pensando en lo que esos velocistas estaban dispuestos a jugarse en beneficio de los intereses de las masas, y pensando en si valió la pena o no. En el periódico Mydesert.com, de Palm Springs donde vive John Carlos, Tim Tebow, un blanco que fue mariscal de campo para la Universidad de Florida y ganó el trofeo Heisman, dijo: “Tenían audacia y carácter, y defendían sus ideales. Eso es magnífico... Sirven como un gran ejemplo para los demás. Si crees en algo, no tengas vergüenza de ello. Defiéndelo”. El periódico agregó: “La novata Candace Parker de los Sparks de Los Ángeles, que nació 18 años después de la protesta, se le acercó a Carlos para decirle que tiene un afiche que muestra a él y a Smith en el estrado de medallas”.

Samuel Jackson dijo, en un momento informal después: “Para mí, fue muy conmovedor e emotivo mirarlos, porque yo fui hijo de esa revolución”.

La reacción

Ese momento de celebración y reflexión, que inspiró tanto a atletas y actores de reputación internacional como a los televidentes, y despertó sus sentimientos más nobles, por la misma razón despertó los peores sentimientos de los reaccionarios voceros e ideólogos de los que están en el poder.

El Los Angeles Times sacó una columna de opinión del reaccionario Jonah Goldberg titulada “Saludo de las Olimpiadas del 68 no merece ningún honor”. Esta diatriba ataca al canal ESPN por honrar a Smith y Carlos, llamándolo “el triunfo de la cultura de celebridades” y una expresión de “chic radical” que apoya la “protesta por satisfacción personal”. Ridiculiza a Stuart Scott, un locutor negro de los deportes del ESPN, que quería que sus hijas comprendieran la importancia de ese saludo y que se dieran cuenta del “dolor y el odio” que los dos padecieron al regresar al Estados Unidos, y el significado de tener valor.

Luego, va al meollo de su ataque: que “el saludo de poder negro fue, para los que lo esgrimieron con más seriedad, un símbolo de violencia retórica, política y literal contra Estados Unidos”. Agregó: “Fue el saludo para una milicia racista, los Panteras Negras, que orquestó el asesinato de inocentes y se alió con los enemigos de América”.

Goldberg pone la realidad de cabeza. El Partido Pantera Negra revolucionario se hacía frente a la brutalidad y el asesinato policiales, y llegó a ser víctima de asesinatos orquestados por agencias policiales de todo el país, mientras el FBI (mediante su programa de contrainteligencia COINTELPRO) trabajaba sistemáticamente para destruirlo, lo que resultó en el asesinato o la cárcel para decenas de jóvenes militantes del partido. Goldberg argumenta, en esencia, ‘¿de qué se quejaban?’; dice que para finales de los años 60, el país había presenciado “dos décadas de progreso racial continuo, aunque lento”, y cita los ejemplos de la integración de las fuerzas armadas y la aprobación de la Ley de Derechos Civiles.

Pero hay más. Goldberg termina sus calumnias insinuando que Smith y Carlos son responsables de alguna manera por la muerte de los atletas israelíes durante las Olimpiadas de Munich de 1972: “En 1972, unos terroristas palestinos, agradecidos por la lección de 1968 sobre el valor propagandístico de captar la atención de los medios durante las Olimpiadas, masacraron a varios atletas israelíes”.

Los lectores responden

La respuesta deja entrever la polémica y la resistencia continua de amplios sectores de la población a los intentos de “dejar atrás” la contundente verdad de que la opresión brutal y la discriminación del pueblo negro es todavía uno de los rasgos fundamentales y definitivos de este país.

Pocas horas después de salir el comentario, una andanada de emilios fuertes cayó sobre el Los Angeles Times, tanto de apoyo como de condena. Cuando el periódico cerró el diario digital dos días más tarde, ya había recibido 146 respuestas. Unas se unieron a Goldberg en su condena a Smith, Carlos y el ESPN. Un lector respondió que el comentario tenía “una perspectiva magnífica, libre de consideraciones de lo correcto políticamente y del revisionismo histórico”. Otra: “Recuerdo muy bien lo que Smith y Carlos hicieron en los Juegos y su acción no tenía ni pizca de ‘valor’. Fue difamar a su país en un tiempo en que debieran haberlo honrado. Tras su gesto negativo simbólico, los odiaba por representar a Estados Unidos en ese evento internacional, y los odio ahora. Todo eso es correctitus político, una vergüenza”.

Pero, la gran mayoría de las respuestas (el 70%) condenó el intento de Goldberg de escribir una nueva versión de la historia de ese período y de sus lecciones. Muchas respuestas miraban ese período de efervescencia y rebelión con una perspectiva actualizada, sosteniendo en lo principal la importancia de defenderlo y, en unos casos, colocándolo en el contexto de lo que está pasando hoy. He aquí unos ejemplos:

“No puedo creer que usted escribió ese artículo. Es absurdo denigrar a esos héroes valientes de la historia estadounidense. Qué vergüenza. Estados Unidos tiene una historia muy, muy fea en cuanto a su tratamiento de los negros. Es una barbaridad escribir un artículo así. Tengo en el sótano una foto de la ceremonia de medallas. Tengo 49 años, soy blanco y canadiense. Es simplemente horrible lo que escribió. En verdad, pienso que usted no debe escribir más artículos. Fue horrible”.

Cuestionaron las suposiciones centrales de Goldberg. “Hemos tenido dos décadas de progreso ‘continuo’... después de 400 años de esclavitud y subyugación. Ese comentario en sí demuestra su gran ignorancia sobre asuntos raciales”.

“¿Protesta por satisfacción personal? El 1968 fue un año de protestas y asesinatos, ataques violentos y racistas, ‘retóricos, políticos y literales’, contra los negros del país. Esos hombres pudieron haberse quedado al margen cruzados de brazos, pero decidieron demostrar su dolor y sus sueños de un futuro mejor para el mundo, con un símbolo de lucha, progreso y, eso sí, desafío...”

Los escritores, blancos y negros, recordaron vívidamente el impacto de los puños enguantados: “Tenía 12 años en el 68, un chico blanco que iba a una escuela del valle de San Fernando. Por ley, traían en buses a niños negros del centro de la ciudad. Unos llegaron a ser mis amigos. La ceremonia de medallas para Carlos y Smith suscitó en mí preguntas sobre mis amigos y sus luchas. Esos jóvenes atletas de pista sacrificaron mucho en la vida. Lo hicieron con una protesta pacífica. ¿Con qué derecho el Sr. Goldberg puede vincular los grandes actos y sacrificios de Smith y Carlos a las espantosas atrocidades que ocurrieron en Munich?”

“Como estadounidense blanco que era adolescente en ese tiempo, me acuerdo bien del 1968 y lo que significó para el país. El puño en alto fue y sigue siendo una importante protesta pacífica contra años de opresión. Si mal no recuerdo, los señores Smith y Carlos nunca libraron una guerra contra inocentes, ni apoyaban la tortura ni se metieron en la belicosidad general que ha manchado la historia reciente del país bajo la influencia neoconservadora”.

Varios ex combatientes negros de la guerra de Vietnam recuerdan la protesta vívidamente: “De soldado raso, estaba en mi segundo período de servicio en Vietnam cuando vi por primera vez a John Carlos y a Tommie Smith en el estrado olímpico, con el puño en alto y mirando hacia abajo. Casi todos los soldados negros respondieron con un ‘simón’. Vivíamos un racismo institucionalizado en nuestras comunidades y en el ejército. No fue cosa de las Panteras Negras, sino del Orgullo Negro... Lo dije en ese momento y lo digo ahora, John y Tommie: ‘¡Simón, ‘manos!’”

“Cuando regresé de Vietnam en 1968 y me enteré de los disturbios, las muertes del Dr. King y del senador Kennedy, vi en el puño enguantado una muestra de orgullo, orgullo de ser un negro y en Estados Unidos. El orgullo de los afroamericanos de sus logros no debe verse como una afrenta a los estadounidenses blancos. El 1968 fue el mismo año que James Brown cantaba ‘Soy negro y estoy orgulloso de ello”.

* * * * *

Hay que apoyar al ESPN y a locutores como Stuart Scott por rendirles honores y celebrar a Tommie Smith y a John Carlos; y por posibilitar que los muchos televidentes aprendieran sobre lo que hicieron y compartieran la celebración. Es una lección poderosa sobre el impacto que se puede tener cuando, con valor, se pone la lucha del pueblo por encima de los intereses personales; y sobre las posibilidades de que las personas así inspiradas tomen partido con ellos, sobre todo cuando los defensores del viejo orden los ataquen y los amenacen.

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