Revolución #142, 7 de septiembre de 2008


LA SITUACIÓN OBJETIVA, EL RÉGIMEN DE BUSH Y LAS ELECCIONES BURGUESAS

Nota de la redacción: A continuación presentamos un pasaje de una charla que dio Bob Avakian, presidente del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, a un grupo de miembros del partido anteriormente este año. En preparación para su publicación, se revisó el texto y se le agregaron unas notas.

Quiero señalar algunas cosas sobre la coyuntura actual y examinar, o al menos identificar, algunos problemas serios que tienen los imperialistas dominantes así como las maniobras y las luchas en diferentes sectores de estos imperialistas, y los retos y las oportunidades que todo eso plantea para nosotros.

Para comenzar, está el régimen de Bush — su orientación y sus opciones. Esto es algo que tenemos que estudiar más, pero es cierto que Bush y compañía ya no han abandonado su programa básico, y es seguro que oiremos más de estas personas en los meses entrantes, p.e., muy probablemente al nivel táctico de tratar de influenciar el resultado de la próxima elección. De hecho, también suspender la elección no es totalmente imposible — no digo que eso ciertamente va a pasar, pero no es totalmente imposible. Debemos entender que hay cierto núcleo en el régimen de Bush y en torno a él que se siente que las cosas van muy bien con su programa —ya que su “aumento” en Irak trae resultados, desde su punto de vista—, que en general todo les va bien, aunque tienen problemas en Afganistán , Pakistán, Líbano, etcétera. Así que la idea de que estas fuerzas van a desaparecer, o que varias fuerzas asociadas con ellos, como los fascistas cristianos, van a desaparecer, es una ilusión que es una buena expresión del punto vista expresado en la frase de la película original Buffy la cazavampiros: “Ay, eso es totalmente de hace cinco minutos”. Es decir, expresa muy bien la tendencia muy estadounidense de ver, de manera muy empirista, solo lo que pasa en este momento, sin importar la historia ni las tendencias y patrones mayores. Así que no debemos caer en eso — debemos combatir las tendencias de ese tipo, en nuestras filas y más ampliamente.

Hay más que decir sobre el régimen de Bush, pero no hay duda de que sigue siendo un elemento importante de la situación. Esas personas van a perseverar con su programa, y debemos estar preparados para lo que pase en relación a eso, tal como los sucesos que no son inmediatamente obvios ahora. También está la cuestión fundamental de si Bush y Cheney (y lo que representan en términos de las fuerzas de la clase dominante) simplemente van a dejar que entre otro programa, aunque represente un leve ajuste en lo que hacen — si van a confiarles lo que han puesto en marcha a otras fuerzas de la clase dominante, especialmente aquellas que consideran, en el mejor de los casos, totalmente incapaces de continuar con lo que hay que continuar (y, según ellos, lo que representa Obama casi ciertamente cabe en esa categoría).

Junto con eso, están el impulso y la necesidad, de una dimensión importante, que creó el régimen de Bush y su programa y lo que ha hecho y ha puesto en marcha, para la clase dominante. Es un punto que voy a explorar brevemente en adelante.

El Mundo No Puede Esperar y la importancia de hacer un balance, sobre una base científica

Pero, antes de eso, quiero dar un rodeo importante, por así decirlo, para esbozar un balance, que se puede ampliar más en otra ocasión, con relación a la experiencia hasta ahora de El Mundo No Puede Esperar — para indicar algunos “contornos” básicos de ese balance más completo, que hay que hacer en el período que viene, con la participación de nuestros propios camaradas, además de otros activistas involucrados con El Mundo No Puede Esperar, en la elaboración de este balance en relación correcta con el proceso de seguir forjando resistencia contra los crímenes del régimen de Bush y este sistema en general. Esto es importante principalmente porque, sobre la base de la experiencia muy extensa y rica de El Mundo No Puede Esperar, incluidas las deficiencias muy reales, hay una fuerte necesidad de que nuestros propios camaradas (y no solo aquellos cuya área de responsabilidad ha sido El Mundo No Puede Esperar), además de muchos otros quienes han estado participando en El Mundo No Puede Esperar, y gente más ampliamente, tengan a su disposición un balance más global de parte de nuestro partido — cómo nuestro partido ve este trabajo y nuestra evaluación de lo que se ha logrado y lo que no, cuáles lecciones hay que sacar y en vista del futuro, cuáles son los retos para cumplir al respecto. Segundo, es importante porque ciertos oportunistas se han puesto a sacar provecho y sembrar confusión y distorsiones acerca de esto.

Como perspectiva general, en cuanto a cómo nuestro partido abordó esto, nuestra orientación de trabajar e intentar unirnos con otros, para iniciar El Mundo No Puede Esperar, se basó en varios factores que ofrecían la posibilidad —no la certeza pero la posibilidad— de cumplir con la gran necesidad de gestar un estallido masivo de resistencia política al régimen de Bush y su programa criminal; y desde el punto de vista de nuestro partido y nuestros objetivos fundamentales, vimos y abordamos esto como parte de una orientación estratégica mayor de trabajar para lograr una repolarización en la sociedad más dispuesta a la revolución. Los factores que indicaban la posibilidad de hacer esto incluyeron:

La manera en que se resolvió la elección presidencial de 2000 —por una decisión de la Corte Suprema que puso a Bush en el poder— resultó en un sentimiento muy extendido de que un régimen ilegítimo tomaba al poder (dirigido, al menos en nombre, por Bush).

Bush, et al., mintieron con descaro y arrollaron a la oposición, al lanzar la guerra contra Irak; y aunque la manera en que este régimen siguió con esta guerra, ante una oposición masiva poderosa, desmoralizó a muchas personas que se oponían a todo esto, también profundizó la ya profunda enajenación y asco tenidos por grandes sectores de la sociedad hacia el régimen de Bush.

Aunque la “reelección” de Bush de 2004 fue otro factor desmoralizador para muchas personas quienes se oponían a la guerra de Irak y toda la dirección en que el régimen de Bush llevaba la situación, el hecho de que Bush conducía de manera agresiva la guerra de Irak y su programa en general, mientras que los demócratas, tal como concentraba su candidato de 2004 Kerry, nunca opusieron una oposición de importancia a la guerra de Irak y pregonaron con mucho mayor énfasis que podrían conducir mejor la “guerra contra el terror” y que Kerry sería un comandante en jefe mejor que Bush —, aumentó la indignación que tenían muchísimas personas hacia Bush y aumentó más la enajenación que tenían respecto al Partido Demócrata.

Sobre la base de estos y otros factores —tal como la experiencia de No En Nuestro Nombre (NION) y su papel de aglutinar e inspirar oposición a la guerra de Irak y al programa del régimen de Bush en general, en particular en el período (aprox. del verano de 2002 a la primavera de 2003) en que el régimen de Bush se movilizaba y se preparaba para la guerra de Irak—, nuestro partido analizó que, tras las elecciones de 2004, había tanto una gran necesidad como una verdadera posibilidad de transformar la amplia y profunda “reserva latente” de asco y indignación hacia el régimen de Bush en una oposición y resistencia políticas masivas y que, en esas condiciones nuevas, después del lanzamiento de la guerra de Irak por el régimen de Bush y los resultados de las elecciones de 2004, se necesitaba una declaración nueva para unir a la gente y un nuevo medio de darle expresión organizada a esta oposición y resistencia políticas masivas — y todo eso llegó a expresarse en la organización El Mundo No Puede Esperar y su “convocatoria”1.

Particularmente desde el punto de vista de nuestro partido, eso representó un reconocimiento de la situación en que el régimen de Bush estaba decidido a seguir adelante con su cruzada de guerra y represión, mientras los demócratas en parte apoyaban eso y en parte estaban paralizados en materia de montar alguna verdadera oposición a las cosas con que no estaban de acuerdo, lo que dejó a decenas de millones de personas en una situación en que, si fuesen a dar expresión a su oposición profundamente sentida a todo eso, tuviesen que hacerlo mediante acciones políticas históricas independientes (y, de nuevo, desde el punto de vista de nuestro partido, eso fue parte de una orientación estratégica mayor de trabajar por repolarizar la situación en una dirección más favorable para la revolución — y como parte de eso, en esta situación específica, aprovechar las contradicciones en la clase dominante, además de entre diferentes sectores de la clase dominante y las masas, al servicio de nuestros objetivos revolucionarios fundamentales).

Pero repasemos detenidamente unas maneras particulares en que se expresaron las contradicciones ligadas con eso, y los giros y vueltas y los altibajos en relación a los esfuerzos de El Mundo No Puede Esperar. En todo eso, por supuesto, es crucial reconocer la debida importancia del 11-S y sus repercusiones —lo que ocurrió entonces, cómo estaba el ambiente entonces, qué impacto tuvo todo eso en este país y en el mundo, y las maneras en que particularmente el régimen de Bush aprovechó todo eso en el proceso de llevar a cabo su programa— y, ante eso, la importancia del análisis hecho en “Los grandes retos de la nueva situación”2 y lo que se requirió en ese momento respecto al reto de construir un movimiento contra la guerra y un movimiento de oposición en general. De nuevo, es crucial no ignorar ni subestimar el significado de lo que se logró plasmar en los variados esfuerzos en torno a No En Nuestro Nombre.

En 2002 había una convocatoria, de NION, a un masivo estallido de oposición, particularmente en el Parque Central de Nueva York, en octubre de aquel año. Se preparó para eso, en parte, a través de esfuerzos importantes y avances concretos, popularizando una Promesa de Resistencia y celebrando reuniones y otros actos organizados basados en ella. Creo que he contado esta historia antes, pero recuerdo que veía la CNN el 6 de octubre de 2002, sabiendo que el reto fue de movilizar a 10.000 personas en el Parque Central ese día, y luego el texto corrió al pie de la pantalla: “10.000 personas se manifestaron en el Parque Central de Nueva York hoy en contra de la guerra de Irak”, y brinqué, lo más alto que podía, de alegría. Bien, regresando a los preparativos para eso, había una frase que teníamos —tal vez algunos de ustedes la conozcan— “llenar la piscina”. Fue una metáfora para movilizar a las masas para cumplir con lo que se necesitaba hacer con esta manifestación en octubre de 2002. Fue una manera de decir: claro que hay una necesidad objetiva para esto y hay una base objetiva para esto, pero si no hacemos el trabajo, todo va a fracasar —va a ser como tirarse desde una gran altura hacia una piscina vacía—, así que tenemos que hacer el necesario trabajo para llenar la piscina, tenemos que hacer que salgan y se manifiesten las masas acerca de esto.

Ésa fue nuestra orientación. Es importante enfatizar que de ninguna manera se daba por sentado que esto sucediera solamente porque había una necesidad objetiva y una base objetiva. En ese caso, se logró “llenar la piscina”. De hecho, el número de manifestantes en el Parque Central ese día no solamente cumplió pero superó enormemente lo que se proponía hacer — y lo que se consideraba como el necesario número de personas para tener un impacto político muy significativo: 10.000 personas. Llegado el momento, unas 25.000 personas se manifestaron en el Parque Central ese día. Una persona prominente —que firmó la declaración de NION— expresó el significado de lo que pasaba, entre otras cosas, diciendo poco antes de esta manifestación en el parque: “Bueno, hay una necesidad de resistencia, y NION está tomando la delantera en eso ahora”. El éxito de esa manifestación en el parque y la creciente ola impulsora antes concentraron un sentimiento palpable de que esto había abierto paso por entre el temor general de que no se pudiera oponerse a todo eso en ese momento, después de ese “nuevo Pearl Harbor” (11 de septiembre de 2001). No debemos olvidar eso y al hacerlo caernos en el empirismo y el pragmatismo de otros en la valoración de la situación.

Después, había otros estallidos de oposición aún más grandes, especialmente en los últimos meses antes del inicio, de parte del régimen de Bush, de la guerra de Irak. En una medida demasiada grande, la gente tiene memoria corta en este país. Muchas personas —entre ellas muchas quienes tomaron parte en esta manifestación masiva de oposición— olvidaron que salió un artículo en el New York Times por los tiempos en que se inició la guerra de Irak, que habló de “dos superpotencias” en el mundo — los Estados Unidos, y la opinión pública masiva en contra de lo que estaba haciendo el régimen de Bush, particularmente la guerra de Irak. Ahora, solamente unos pocos años después, a menudo la gente dice: “Ya tratamos de protestar, y no funcionó”. Bueno, ¡¿y qué tal tener una perspectiva un poquito más amplia?! ¡Hacer que el New York Times escriba que estas manifestaciones representaron “otra superpotencia” es funcionar de algún modo! Digo, ¡hazme el favor! Pero el que la guerra empezara porque Bush y su régimen estaban decididos de lanzarla (acuérdese la declaración de Bush en aquel momento: “No trabajo según lo que dicen los grupos focales”, en otras palabras, “¡Vete pa’l carajo, sigo adelante con esto!”) y porque otros sectores de la clase dominante estuvieran al menos conformes con eso, afectó a la gente de una manera similar a lo que acabo de referirme, con algún sarcasmo (“Ya tratamos de protestar, y no funcionó”). No obstante, también con eso, en el tiempo transcurrido desde el comienzo de la guerra de Irak, ha habido otras manifestaciones importantes contra de esa guerra y otros atropellos. Pero el hecho es que la manera en que Bush siguió adelante y lanzó la guerra de Irak, ante la oposición masiva abierta, tuvo un efecto de enfriar y acabar con una parte del sentimiento de rebeldía y resistencia de grandes cantidades de personas, porque éstas se toparon con el hecho de que todo eso es mucho mayor de lo que pensaban. En un grado significativo, esa experiencia despejó sus ilusiones, y eso ha tenido, principalmente y con algunas contradicciones, un efecto desmoralizador y desmovilizador, a corto plazo.

Luego había otros fenómenos importantes que incidieron en todo eso. Había, en el contexto de las elecciones de 2004, otro estallido masivo de protesta, en torno a la oposición a la guerra de Irak y el régimen de Bush, en la sede de la convención del Partido Republicano en 2004, en la ciudad de Nueva York: Muchas fuerzas diferentes trabajaron para organizarla, y cientos de miles de personas, tal vez medio millón, participaron. Es cierto que esperábamos —y trabajábamos para ver— un millón de personas en las calles en esa ocasión, pero medio millón de personas no es poca cosa. No obstante, el efecto de la “reelección” de Bush fue aún más desorientador y de maneras importantes desmoralizador, para la gente — en gran parte precisamente porque todavía veía la situación y trabajaba en el marco establecido de la política dominada por la burguesía, aunque se oponía a la dirección en que esa política impulsaba la situación bajo el régimen de Bush.

Para nosotros, todo eso es parte del terreno objetivo. En este contexto, quiero contar una historia de un tipo que militaba con “MoveOn” (novananingunaparte.uff!) que trataba de influir a partidarios de Bush del “centro de la patria”. Enseguida les daré los pormenores de la historia; pero antes, examinemos un poco el papel de “MoveOn”. Su papel fue precisamente de encauzar al descontento y la oposición masivos y amarrarlos de regreso al marco establecido. Acuérdese que un elemento importante de la situación fue que el Partido Demócrata padecía una parálisis política en el período previo al comienzo de la guerra, y en particular en la manera en que eso se expresó en relación a las elecciones del Congreso de 2002. “MoveOn” jugó un papel muy deliberado —no tienes que ser creyente de las misteriosas “teorías de conspiraciones” para creerme— de encauzar ese descontento y oposición y devolverlos al redil del Partido Demócrata y en el proceso de hacerlo, robarles de toda fuerza política de peso. Es con eso en mente que podemos entender bien el significado de la historia de este tipo que militaba con “MoveOn” —que, al tiempo de la Convención Republicana, pidió que sus simpatizantes llamaran por teléfono a personas en el “centro de la patria” para que, mediante persuasión y convencimiento, se opusieran a Bush votando por Kerry. Así que muchas personas con “MoveOn” eran de las zonas costeras (los “estados azules” en la rollería electoral burguesa de entonces). Este tipo a que me refiero era de Nueva York, y contó que, al hablar con una mujer que apoyaba a Bush de la región central de Estados Unidos, le decía claro a ella: “¿Cómo es que nosotros de Nueva York, donde tuvo lugar el 11-S, nos oponemos a todas esas cosas que hace Bush? Si alguien estuviera a favor de la venganza, etcétera, debería ser nosotros, pero nos oponemos a todo esto. ¿Cómo explicas eso?” La mujer le respondió: “Porque ustedes están totalmente desconectados”. Parece que eso desorientó y desmoralizó de pies a cabeza a este tipo — por lo visto él aceptó que, después de todo, gente como él estaba desconectada de la realidad, o al menos desconectada de los Estados Unidos “mayoritarios”.

En esencia, esta es la misma manera de pensar que aquella que sostiene que el verdadero impacto de los años 60 fue elegir a Nixon y en general “fortalecer la derecha” de Estados Unidos. Cuando miras la situación en ese marco estrecho y según esos términos burgueses, precisamente llegas a las conclusiones equivocadas.

Pero, como tantas personas “progresistas” aún han estado mirando la situación desde esa perspectiva, un aspecto importante de las elecciones de 2004 fue que tuvieron un impacto negativo de desorientarlas y desmoralizarlas, a la vez que las enajenaron y las encabronaron más en cuanto a lo que veían como la “falta de madera” de los demócratas ante Bush y los republicanos. Eso también explica en gran medida el impacto en dichas personas cuando los demócratas ganaron una mayoría en ambas cámaras del Congreso en las elecciones de 2006. Recuerdo que veía en la televisión, cuando Nancy Pelosi salió ante las cámaras la noche de las elecciones y, ahí mismo, “reinterpretó” lo que hacía la ciudadanía — por qué votó por los demócratas. Ella le dijo por lo que votó; lo que dijo, de manera muy importante, contradecía los verdaderos sentimientos y objetivos de la ciudadanía. En efecto, dijo: sin importar para lo que ustedes consideraban (o esperaban) que votaron, he aquí lo que van a obtener.

Bien, si recuerdas el día 2 de noviembre de 2005, de la primera movilización masiva a que convocó El Mundo No Puede Esperar, había un importante estallido de protesta, con paros muy importantes de jóvenes de escuelas secundarias en esa ocasión, aunque en general los resultados quedaron cortos en comparación con lo que se necesitaba y lo que El Mundo No Puede Esperar había impulsado. Pero había, durante ese mismo período, una tendencia muy clara de parte de gran cantidad de personas “progresistas” a cobijarse bajo el ala de la burguesía, lo que incidía en la dirección opuesta a lo que encarnaba El Mundo No Puede Esperar y a la movilización que logró organizar en noviembre de 2005. Cuando se convocó a la protesta del 5 de octubre de 2006, una base e intención de la misma fue desafiar esa tendencia espontánea, tratar de desviarla hacia la actividad política significativa en oposición al programa del régimen de Bush.

Ésta fue otra situación en que había una necesidad de “llenar la piscina” de nuevo. Ahora, en ese día, si bien había algo de agua en la piscina el 5 de octubre, (para continuar la metáfora) no había suficiente cuando se saltó desde el trampolín. Pero, como somos materialistas y somos dialécticos, sabemos que eso es parte del proceso. No quiero hablar en términos de “todología” y que “todo va bien”, y que no tenemos que examinar las deficiencias, sean menores o grandes. Pero quedarse corto de esta manera va a pasar a veces, aun cuando lo que se hace es importante y correcto, cuando no solamente hay una necesidad sino también la base para lo que se propone hacer. En el otoño de 2002 una posibilidad fue que en la manifestación a que se convocó en el Parque Central, la “piscina” no se llenara lo suficiente, que la cantidad de manifestantes pudiera haberse quedado corta de lo que se necesitaba y a que se convocaba. Bien, por razones especificas el 6 de octubre de 2002 tuvo resultados distintos a aquellos del 5 de octubre de 2006, pero no había ninguna garantía absoluta, grabada en mármol, de que hubiera resultados positivos y la situación tal vez sobrepasara las expectativas en 2002; ni que, por otro lado y en sentido negativo, se diera una situación predeterminada o casi a ciencia cierta de que las cosas no se acercaran en nada a lo que se convocó para el 5 de octubre de 2006. En cada caso, había una necesidad objetiva y había una base objetiva; pero, en palabras sencillas, en un caso ganamos y en otro caso perdimos, hablando en un sentido general de “nosotros” y no solamente de nuestro partido en sí. Si uno cree que quedarse corto y tener reveses serios no será parte del proceso de ir en contra de lo que está confrontando, en términos de forjar la resistencia, además del proceso general de hacer la revolución, pues eso refleja una manera muy pragmática y empirista y obviamente no científica de ver la situación y las cosas.

Por necesidad, este balance mío es elíptico y abreviado, y de nuevo hay que desarrollarlo más, pero si comparamos No En Nuestro Nombre de 2002 y El Mundo No Puede Esperar de 2005, y sobre todo de 2006, podemos decir sobre una base científica que en cada caso, había la misma orientación y enfoque básicos, pero tomaron en cuenta y trabajaron para resolver ciertas particularidades diferentes. Había la misma evaluación fundamental de una necesidad y de una base objetiva, pero los resultados tuvieron diferencias en sentidos importantes. Sí, tenemos que resumir eso más profundamente, pero nunca vamos a aproximarse hacia donde necesitamos llegar y nunca vamos a tener un balance correcto, si lo hacemos sobre una base de empirismo y pragmatismo, y específicamente a partir de pensar que a lo que estás convocando tiene una base real, que tiene una base material en el mundo real, pues tiene que dar resultado en una circunstancia particular (y, a la inversa, según la misma lógica pragmática y empirista, si no da resultado, pues seguro que no había una base y que fue un error haber convocado y trabajado para esa cosa particular).

Algo que siempre me ha parecido no completamente correcto tiene relación a la evaluación de la experiencia de El Mundo No Puede Esperar hasta ahora. Me refiero a la experiencia, y el balance hecho por el Partido Comunista de China con relación a la misma, de las primeras bases de apoyo a finales de los años 20 y a principios de los 30, durante la guerra popular de China. En un lapso de unos años en ese período, Chiang Kai-Shek libró cinco “campañas de cerco y aniquilamiento” a fin de eliminar esas nuevas bases de apoyo y las fuerzas comunistas que las habían liberado y que estaban defendiéndolas. Las primeras cuatro campañas fallaron. Con la quinta, unos militares alemanes asesoraron a Chiang Kai-Shek: aplicaron una estrategia diferente, con un proceder muy metódico — tomaron un territorio, construyeron blocaos y un gran complejo, y luego partieron de eso, de nuevo, para tomar más territorio, construir más blocaos y complejos militares, y así sucesivamente, de manera sistemática y paso a paso. Con la quinta campaña, lograron expulsar a los comunistas de las bases de apoyo, y por eso se emprendió la Gran Marcha de la que todos hemos oído, que cuando se inició no fue una cosa de maravilla, o sea, una maniobra militar brillante tomada a iniciativa de los comunistas (“Anda, emprendamos una Gran Marcha, pues suena como una manera buenísima de hacer avanzar la guerra popular”). No, fue una huida desesperada.

Siempre me molestaba, cuando fui a China y escuché presentaciones sobre de esta experiencia (y al leer sobre de ella), que había una tendencia a sintetizarla de esta manera: “Al combatir contra las primeras cuatro campañas de ‘cerco y aniquilamiento’, aplicamos la línea del presidente Mao correctamente —atrajimos al enemigo para que penetrara profundamente en las bases de apoyo, luego lo cercamos y lo hicimos pedazos poco a poco y los derrotamos—, pero ante la quinta campaña de “cerco y aniquilamiento”, tratamos de mantenernos en nuestra posición y ‘combatir al enemigo a las puertas’ y ‘defender cada olla y sartén’, y nos aplastaron y tuvimos que emprender la Gran Marcha”.

Para mí, esa recapitulación fue siempre demasiado “lineal” y simplista. Siempre me dije a mí mismo (si no a los camaradas chinos que presentaban este balance): “Vale, pero apuesto que les dieron una paliza de todos modos, ¡aunque hicieron las cosas de manera absolutamente correcta!” Fue demasiado fácil, demasiado ordenadito. Después de todo, el otro bando tiene algo que decir sobre lo que pasa, en la guerra y en general. También el enemigo saca lecciones de sus experiencias. Aplicar la línea correcta no necesariamente significa que vas a tener éxito en una situación particular o conjunto de circunstancias. Mao habló acerca de eso en el ensayo filosófico, “¿De dónde provienen las ideas correctas?” Dijo: Las fuerzas avanzadas a veces padecen algún fracaso, pero no a causa de que sus ideas sean incorrectas, sino de que la correlación de las fuerzas en lucha aún está en su contra. Ese es un análisis más materialista y dialéctico.

Al tener en mente estos puntos básicos de método y al regresar a El Mundo No Puede Esperar, en sus inicios en gran medida estaba partiendo de lo que cumplió No En Nuestro Nombre, pero de nuevo había algunas características muy diferentes en el “terreno” (o paisaje) político en ese momento y algunos nuevos obstáculos que tuvieron que vencer, mientras que las cosas se dividían en dos debido a la experiencia anterior de No En Nuestro Nombre y otros repuntes de resistencia, y la respuesta de clases diferentes, entre ellas, en particular, la clase dominante. Habían surgido, o habían cobrado más peso, tendencias contradictorias desde el auge de No En Nuestro Nombre y por lo general la oposición a la inminente guerra de Irak y el rumbo del gobierno de Bush.

Un fenómeno que se tuvo que resolver fue la actitud de muchos que anteriormente se unieron con la campaña de No En Nuestro Nombre — su insistencia de que estaba mal luchar directamente contra el régimen de Bush y, específicamente, tratar de movilizar a la gente en apoyo al objetivo de sacar corriendo al régimen de Bush, por medio de oposición y resistencia políticas masivas. Además, como sabemos, ciertos oportunistas han aprovechado el hecho de que, al menos hasta ahora, la campaña de El Mundo No Puede Esperar se ha quedado corta de su objetivo de movilizar resistencia política masiva al programa y los crímenes del régimen de Bush, a fin de atacar la campaña y específicamente la labor de nuestro partido en relación a esta. Entre otras cosas, estos oportunistas han dicho que no se puede hacer lo que El Mundo No Puede Esperar se ha puesto a hacer sin construir coaliciones y organizar bases. ¿Pero han llevado a cabo alguna investigación científica estos “detractores”, o han hecho algún balance científico de lo que El Mundo No Puede Esperar ha hecho al respecto? Por supuesto que no. Esto nos recuerda la muy perspicaz y aún muy pertinente declaración de Mark Twain hace más de un siglo — de que lo que se necesita para vivir en Estados Unidos es la combinación perfecta de ignorancia y arrogancia. Al comienzo, El Mundo No Puede Esperar con su núcleo, de gente de nuestro partido y algunos individuos más, asumió una orientación sistemática de acercarse a muchas fuerzas diferentes, entre ellas, muchas fuerzas que habían estado participando con No En Nuestro Nombre, reconociendo que oponerse al régimen de Bush y buscar sacarlo corriendo fue un salto más allá de lo que representaba oponerse no más a la guerra de Irak. Pero muchas personas y grupos “progresistas”, en su mayoría con al menos un pie firmemente en el campo del Partido Demócrata, resistieron y se opusieron a lo que decía el núcleo inicial de El Mundo No Puede Esperar. Una de estas personas lo dijo de una manera muy concentrada y sucinta, expresando un sentimiento que existía en general en muchas de estas fuerzas, particularmente aquellas con un enfoque reformista más consciente y constatado y vínculos al Partido Demócrata: cuando platicaron con esta persona acerca de los objetivos sintetizados en El Mundo No Puede Esperar y lo instaron a unirse con éste, dijo simplemente: “Por favor, no me hagas esto”. O sea, decía que se le estaban aumentando las apuestas. ¿Pero las subían arbitrariamente como un acto de idealismo y voluntarismo, o por necesidad y, sí, porque había una base así como una gran necesidad de hacerlo?

Se suscitó la pregunta entonces y tenemos que volver a examinarla ahora con la mente clara: ¿se debería dejar que las fuerzas que están en gran parte en los círculos del Partido Demócrata, o que al menos tienen un pie fuertemente ahí, con conexiones y lealtades en esos círculos, determinen los términos de lo que se pudiera, y no pudiera, hacer ante lo que pasaba (y ante lo que aún está pasando) respecto a lo que ha estado haciendo el régimen de Bush? ¿Se debería darles a estas fuerzas, en efecto, el “derecho de veto” en cuanto a la resistencia política masiva contra este régimen? Bueno, a veces no hay una base material para una resistencia. Pero, de nuevo, había un análisis científica —y estoy firmemente convencido de que un balance correcto confirmará este análisis— de que no solamente había una necesidad mayor sino, sí, una base material para lo que planteaba la convocatoria de El Mundo No Puede Esperar, aunque no se logró lo que se proponía.

Con relación a lo que El Mundo No Puede Esperar propuso en su convocatoria y se puso a hacer, objetivamente el aspecto principal ha sido que se ha quedado muy corto de lo que se necesitaba y a lo que se ha convocado. Pero El Mundo No Puede Esperar logró cosas importantes, secundarias, y no debemos “hacer trampa” acerca de esta cuestión y combinar “dos en uno” y volvernos eclécticos: miles se movilizaron el 2 de noviembre de 2005, con paros de estudiantes de secundaria; antes y después del 2 de noviembre, con movimiento contradictorio, por ejemplo, algunas personas y fuerzas dieron pasos atrás mientras que otras le entraron, efectivamente se construyó una organización sobre una base importante a nivel nacional y en las localidades. ¿Había deficiencias y errores — había errores de método, además de táctica, etcétera, en este proceso? Sí. Se construyó una organización, con secciones en muchas ciudades con gente activa, de muchas maneras y a niveles diferentes, de docenas o veintenas —o a cierto nivel en algunos casos, de cientos de personas— con una dimensión política (y cultural) clara que le llegaba e impactaba a la población mucho más ampliamente; se construyó un frente unido amplio, no solo de gente de diferentes capas sociales, entre ellas, de manera importante, personas prominentes de varias esferas, sino también unos “desertores” de varias esferas gubernamentales — que no es precisamente insignificante.

Además, en “víspera” del 5 de octubre, había señales definitivas de la posibilidad de “superar las expectativas”, tal como ocurrió con la movilización del Parque Central en 2002. Pero, como sucedió, la mayoría de la cantidad muy grande de personas quienes, según muchos indicios, sopesaban seriamente romper los mortales confines del marco político dominante y tomar acción política independiente el 5 de octubre, no lo hicieron, y el número de manifestantes se quedó muy corto de lo que se necesitaba. De hecho, se movilizaron miles ese día, pero en el acto no se dio el salto a partir de los “bloques de construcción” muy reales que se fabricaban en preparación para el 5 de octubre —todo eso no se tradujo a un estallido político verdaderamente masivo, tan poderoso que no pudieran ocultarlo ni encubrirlo, ni pasar por alto su impacto político. Es cierto que desde el 5 de octubre de 2006 —y no olvidemos lo que mencioné anteriormente: los resultados de las elecciones del Congreso el mes siguiente, en que los demócratas ganaron la mayoría de ambas cámaras del Congreso; y que poco después el lanzamiento de la campaña presidencial más larga de la historia—, se ha cundido un efecto de enfriar, y de succionar y trasvasar, en cuanto a meter a la gente debajo del ala de la burguesía a corto plazo.

Como resultado de todo eso, la magnitud y el impacto político de El Mundo No Puede Esperar han disminuido objetivamente desde el 5 de octubre de 2006. Esto se ha manifestado particularmente a medida que la campaña presidencial actual y específicamente el fenómeno de Obama se han puesto en plena marcha y han llegado a representar un “ala” hacia la cual atraer a muchos individuos a los cuales el régimen de Bush y su programa han enajenado profundamente, encabronado e inquietado. Pero, de nuevo, pese a sus deficiencias muy reales, sería un error muy fuerte negar el impacto político significativo que ha tenido El Mundo No Puede Esperar, a partir de las diversas acciones basadas en su convocatoria, aunque, otra vez, el impacto se ha quedado muy corto de lo que planteó la convocatoria y de lo que se necesita. En el período por venir, de acuerdo a diversos factores objetivos relativos a movimiento El Mundo No Puede Esperar así como lo que este hace por su cuenta, aún podría jugar un papel mayor este movimiento, y seguramente las fuerzas que ha influenciado y, al menos por un tiempo y hasta cierto nivel, ha organizado en resistencia política.

Mantengamos en mente también el punto muy importante de que lo que El Mundo No Puede Esperar ha logrado desde sus inicios, aunque se ha quedado más corto de lo que se puso a hacer (tal como expresa, de nuevo, su convocatoria), se logró mientras que nuestro partido jugaba un papel importante abierto en El Mundo No Puede Esperar, se unía con una amplia gama de fuerzas, en el núcleo profundamente comprometido de El Mundo No Puede Esperar como en las fuerzas más amplias atraídas al movimiento, y que nuestro partido, en su trabajo con El Mundo No Puede Esperar, pese a unas deficiencias muy claras, planteó y difundió abiertamente nuestra posición, en términos fundamentales y estratégicos, y cómo nos compenetramos con El Mundo No Puede Esperar relativo a nuestros objetivos estratégicos, mientras que distinguíamos claramente entre eso y la base de unidad y la integridad de El Mundo No Puede Esperar, uniendo a personas y fuerzas con una gran variedad de puntos de vista y perspectivas desde cuales ellas han entrado a trabajar en El Mundo No Puede Esperar y con él. De nuevo, no obstante unas deficiencias muy claras y significativas de nuestra parte, nuestra participación en El Mundo No Puede Esperar —tanto nuestro trabajo para construirlo, según su base de unidad e integridad como exponer nuestros objetivos y punto de vista revolucionarios y comunistas globales— ha sido un factor positivo importante. También es de interés que muchas personas —y la opinión común— insistían que no se pudiera hacer algo como ha hecho El Mundo No Puede Esperar, aun con sus claras deficiencias importantes, mientras que participaban comunistas quienes, además, tenían un papel prominente y exponían abiertamente su punto de vista y programa comunistas globales (y a su vez, distinguían claramente entre su posición y la base de unidad y la integridad de El Mundo No Puede Esperar).

De nuevo, no se puede, y no se debe, pasar por alto el hecho de que el grupo El Mundo No Puede Esperar, y aquellos que trabajan en él y con él, no ha logrado gestar el nivel y la clase de resistencia política masiva que se planteó, correctamente, como meta, y necesidad, en su convocatoria; y el que al menos hasta ahora eso no haya pasado al nivel necesario, ha sido un factor negativo significativo en el panorama político. Sin embargo, el papel de El Mundo No Puede Esperar ha jugado, y lo que ha logrado, pueden tener un impacto político (e ideológico) positivo duradero, siempre y cuando se aproveche y se le sacan lecciones en términos políticos e ideológicos, y no se desperdicie.

Piensa en el grado en que hoy día se habla mucho más de la tortura en la sociedad, aunque es una barbaridad que no haya más indignación en la sociedad al respecto. ¿Habría la conciencia de esta, y habría la resistencia a esta, al nivel que hay sin el papel de El Mundo No Puede Esperar? Piensa en la atención política importante que se le ha dado al programa general del régimen de Bush, en lugar de este o aquel aspecto, aislado de los otros aspectos. ¿Eso hubiera ocurrido a ese nivel sin las acciones de El Mundo No Puede Esperar?

Los asuntos que El Mundo No Puede Esperar ha planteado, o que ha tenido un papel crucial en plantear y agudizar —sus denuncias de los crímenes del régimen de Bush y de la naturaleza global de su programa y el gran daño que ya ha hecho ese régimen mediante la aplicación de ese programa, tales como los precedentes y las “normas” que ha engendrado y su impacto en el terreno político y en el pensamiento de la población— siguen siendo muy pertinentes y señalan la necesidad de seguir movilizando resistencia política masiva a la dirección política básica en que este régimen ha impulsado la situación. Hay que asumir este trabajo, desde el punto de vista de nuestro partido y en términos de nuestro trabajo, como parte del propósito fundamental de construir un movimiento hacia la revolución y el objetivo final del comunismo. Aunque las cosas se han quedado cortas de lo que se necesita, se puede decir con mucha certeza, que es efectivamente mucho mejor que la gente se ha unido en torno a los objetivos de El Mundo No Puede Esperar y que se ha movilizado para trabajar para ellos, aun con la cantidad numérica de personas con que ha contado —es mucho mejor que ha perseverado en esto— es mucho mejor que si no hubiera hecho eso. Ahora está el reto de cómo continuar, en nuevas circunstancias, el trabajo muy necesario de construir oposición y resistencia políticas masivas al rumbo general del régimen de Bush, y las “nuevas normas” y la trayectoria que ha establecido, en Estados Unidos y en el mundo — de la única manera que se puede construir en serio esta resistencia política masiva, o sea, zafarse de los confines del marco político establecido y dominante.

Hay que hacer esto en el contexto en que el actual proceso electoral burgués constituye tanto un ruedo de lucha entre aquellos que mandan, sobre cómo reivindicar sus intereses en general y específicamente en el contexto de lo que desató el régimen de Bush —y sobre si hacer ajustes, y si sí, cómo y en qué medida, o si seguir firmemente y sin alteraciones importantes en el camino actual—, y en queel proceso electoral que confina, influencia y modela más el descontento popular profundo que existe, lo canaliza hacia formas y caminos que no amenazan los intereses de los que mandan y en realidad promueven esos intereses. Sin embargo, esto también está lleno de contradicciones y factores que podrían agudizar más la enajenación que existe en grandes sectores de la población y podría contribuir a profundizarlos. Combatir esta asfixia política y gestar una oposición y resistencia políticas masivas significativas es un reto que El Mundo No Puede Esperar sigue teniendo, y es un reto que hay que confrontar de una manera global, y una vez más nuestro partido tiene que confrontarlo, de acuerdo con nuestros objetivos y punto de vista revolucionarios y estratégicos, y a partir de los mismos, mientras que nos unimos con muchos otros con muchos puntos de vista diferentes.

De hecho, hablando de los reveses en el marco de las actividades en torno a El Mundo No Puede Esperar, el efecto más dañino sería la medida en que las personas, entre ellas, algunas que han estado participando en El Mundo No Puede Esperar, hagan un balance sobre una base incorrecta y según el pensamiento lineal, o sea, sobre la base del empirismo y el pragmatismo, y quienes en consecuencia se desorientan y se desmoralizan, acerca de lo que El Mundo No Puede Esperar ha logrado y lo que no, como en general sobre la posibilidad de lograr cambios significativos, hasta fundamentales. En cierta medida, esta tendencia espontánea es de esperarse en las personas quienes tienen una participación relativamente reciente en este tipo de lucha política y cómo asumen el reto de construir este tipo de movimiento de resistencia política masiva, pero es imperdonable para las personas quienes son o quienes pretenden de ser comunistas pero que se han caído en el empirismo en cuanto al período desde 11-S al presente, y que han olvidado todos los altibajos en ese período, de los que he hecho un breve repaso arriba, ni hablar de cómo evaluar la situación en relación a la meta estratégica de la revolución, apuntada al objetivo final del comunismo. Por eso es aún más importante perseverar en el objetivo fundamental de oponerse a la dirección general en que el régimen de Bush ha llevado la situación y los esfuerzos de canalizar la indignación y protesta hacia un callejón sin salida que desbaratara y desmovilizara la oposición a los crímenes de este régimen y este sistema, y, de nuevo desde el punto de vista de nuestro partido, señala la importancia de hacer este trabajo de acuerdo con nuestro punto de vista y objetivos revolucionarios fundamentales y, como parte decisiva de hacerlo ahora, hacer un balance científico (a diferencia de un balance pragmático y empirista) de este proyecto hasta ahora, y llevar a cabo una enérgica lucha en contra de los balances no científicos y en particular los “veredictos” oportunistas y distorsionadores sobre este proyecto que desvía a la gente del proceso de sacar las lecciones concretas y cruciales y de continuar la lucha sobre esa base.

El fenómeno Obama

Como ya he mencionado varias veces, un importante factor de la actual situación objetiva son las elecciones presidenciales y, específicamente, la particularidad del fenómeno Obama. Solo puedo comentar en pocas palabras (y recomendar leer) el artículo de Andrew Sullivan que salió hace unos meses (ver TheAtlantic.com, “Goodbye to All That: Why Obama Matters”, diciembre 2007) y una entrevista hecha hace poco a George Soros; ambos hicieron observaciones importantes y perspicaces, desde sus respectivos puntos de vista, sobre lo que pasa con el fenómeno Obama. Sullivan dijo que, en lo básico, habrá opciones de política muy restringidas para quienquiera asuma la presidencia; en ese sentido, no veremos gran diferencia. Eso tiene que ver con la trayectoria de las cosas y la necesidad que ha generado lo que ha hecho el régimen de Bush, y otros factores en el mundo en un sentido más amplio. Pero, Sullivan dijo: si bien habrá una limitada gama de opciones de política, en términos de estilo y percepción habrá una diferencia profunda. De nuevo, no debemos verlo de manera economicista y estrecha, ni, evidentemente (espero que eso les quede evidente) debemos “seguir a la cola de la democracia burguesa”. Es importante ver la complejidad y de nuevo, la naturaleza de múltiples colores y niveles del “mapa” de este fenómeno3. Respecto a la “guerra contra el terror”, de la que está muy a favor, Sullivan afirma que es necesario seguir adelante y ganar esta guerra, al igual que lo dice Obama, claro está. Sullivan sostiene que de la noche a la mañana, tendría un efecto profundo en el mundo musulmán si el presidente de Estados Unidos fuera Obama. Obama, en el discurso ante el AIPAC (Comité Israelí-Norteamericano de Asuntos Públicos), en efecto recalcó lo mismo, si lo escuchas con detenimiento.

En ciertos aspectos importantes y en vista de las diferencias y las similitudes entre los años 60 y la situación actual, uno no puede sino palpar que de una manera, Obama representa una especie de combinación de Jack Kennedy y cómo la situación se hubiera desenvuelto si Bobby Kennedy no hubiera caído asesinado y, al contrario, hubiera amarrado la nominación presidencial del partido Demócrata en 1968, con el importante elemento adicional de que Obama es negro, pero, como Sullivan señala, un negro que no representa una amenaza para gente como Sullivan: negro pero sin “gestos bruscos”. En este contexto, cabe recordar un importante hecho y reflexionar lo que eso significa con relación al fenómeno Obama: en los años 80 y comienzos de los 90, cuando había un enorme auge de lucha popular contra el apartheid de Sudáfrica y la autoridad llevaba a cabo una vil represión a fin de ahogar en sangre el levantamiento popular, el programa más popular de la tele de entonces de la población blanca de Sudáfrica fue La hora de Cosby. De nuevo, “sin gestos bruscos”.

En vista de las observaciones de Sullivan, podemos ver que en el fenómeno Obama, en cierto sentido hay una analogía a la manera en que Booker T. Washington llegó a ser un orador popular en los mítines de los supremacistas blancos en el Sur estadounidense durante la época de la segregación de Jim Crow (racismo con el aval de la ley) y terror del Ku Klux Klan (KKK). Washington era un “líder negro prominente” —o alguien a quien promovía el orden establecido, incluidos los supremacistas blancos en el Sur estadounidense— porque sostenía que, en lugar de luchar contra la segregación y el terror del KKK, los negros deberían de trabajar más duro para mejorar su propia situación dentro de ese marco de horrorosa opresión. No digo que Obama sea exactamente equivalente a Booker T. Washington —ni desde luego, opere en el mismo escenario político ni tenga el mismo papel político en ese escenario—, pero hay algunas claras similitudes, tal como se expresan en el mundo actual (con todo lo que ha ocurrido desde los tiempos de Booker T. Washington) respecto a lo que Obama representa en lo fundamental, y en particular, el fenómeno, para repetir, “sin gestos bruscos”.

Es importante no ignorar ni hacer ocaso omiso de las dificultades que presenta el desenvolvimiento de la actual situación objetiva y en particular la campaña electoral y específicamente el fenómeno Obama, o sea, cómo todo eso levanta verdaderos obstáculos a la construcción de una resistencia política de masas y, de nuestra parte, de un movimiento revolucionario. Debemos reconocer las dificultades que todo eso presenta a corto plazo y también el potencial de “desenmarañamiento” que podría darse para la clase dominante, sobre todo si hacemos nuestro trabajo correctamente partiendo de nuestra perspectiva y orientación revolucionarias estratégicas y sobre esa base, tratando el desarrollo de estas contradicciones —de nuevo, no en un sentido estrecho economicista y materialista mecanicista tipo [voz de sarcasmo:] “todos son parte de la misma clase dominante; Obama nada más es un vendido; bla, bla, bla”—, sino reconociendo la complejidad y de nuevo, la naturaleza de múltiples colores y niveles de todo eso.

En esta conexión, algunos de nosotros veníamos considerando si debiéramos lanzar un comunicado, a medida que se aproximan las elecciones, a todos aquellos a que ha atraído el fenómeno Obama, a todos aquellos que tienen un deseo genuino de ver que haya otro rumbo para la situación en Estados Unidos y su papel en el mundo y a quienes objetivamente les han estado teniendo una trampa que llevara a una gran decepción y gran desilusión con el fenómeno Obama. Tal vez un comunicado en nuestro periódico con las palabras: “¡A todas las personas en esa situación: estaremos aquí cuando la orgía electoral se convierta en una depre!”

Bien, el que lo hagamos o no, esa orientación importa. Pero, en sí eso no basta, como se sabe. Es crucial ir influenciando y modelando, en la mayor medida que podamos, la manera en que las personas ven y analizan las cosas, entre ellas aquellas que de uno u otro nivel se verán atraídas, a pesar de nuestras mejores labores, al fenómeno Obama, de modo que, cuando venga “la depre”, después de la “orgía” de ilusionarse por Obama, no quede solamente al nivel de “la depre” y no lleve a alejarse aún más de la actividad política verdaderamente significativa — a la desmovilización, y la desmoralización, respecto a lo que es una profunda necesidad: una resistencia política masiva. Al contrario, necesitamos ir influenciando y modelando la situación de modo que, a medida que se plasme esta gran decepción y que denunciemos más los hechos del fenómeno, haya al menos un efecto contradictorio y haya una mayor base estratégica para atraer a la gente a una resistencia política masiva y a la larga a la revolución (y en lo más inmediato, atraer a algunos a una posición revolucionaria).

En la superficie, en el momento inmediato, al menos en Estados Unidos (y de cierto modo en relación dialéctica con los últimos sucesos en Irak, y la manera en que en una medida importante la clase dominante le ha quitado importancia a la guerra de Irak en la conciencia de la población y la ha reemplazado con el “Problema número uno: La economía”), puede que parezca que se ha calmado la “tempestad”; pero es mucho más probable que sea el “ojo” de la tempestad y no una “calma” duradera. Si bien en la población estadounidense, hay cierto “seno” o punto bajo en la resistencia popular —un claro “seno” en comparación con la situación de hace unos cuantos años— y hay lucha en al interior de la clase dominante sobre la necesidad de ciertos ajustes y cómo hacerlos, o de una “corrección de rumbo”, no se han atenuado las contradicciones subyacentes —además de la contradicción fundamental del capitalismo y la época burguesa en general (entre la producción social y la apropiación privada), me refiero a las expresiones específicas de ella en el mundo actual, incluido Estados Unidos— y será muy difícil atenuarlas de modo que beneficie al imperialismo estadounidense. De hecho, es muy posible que, sin que pase mucho tiempo, la situación vaya más allá del “ojo de la tempestad” y la intensificación de las contradicciones, con quizá unos estallidos importantes, o escaladas de tensiones y conflictos, en los propios Estados Unidos así como en el mundo en el sentido más amplio.

No debemos subestimar cómo la noción —de que de todos modos el “péndulo volverá a la normalidad”— está ejerciendo una influencia y teniendo un efecto (aunque en algunos casos, cabe decir una sensación vaga). La apariencia de la posibilidad de una importante corrección de rumbo y el aparente funcionamiento del “mecanismo autocorrector de la democracia estadounidense”: no debemos subestimar la influencia de tales ideas. En segundo lugar, puede haber un aspecto de “corrección de rumbo” e importantes fuerzas de la clase dominante efectivamente quieren ver un ajuste de alguna clase, precisamente para reivindicar en la actual situación los intereses del imperialismo estadounidense tales como los perciben. Pero en general, la clase dominante tiene mucha necesidad, y hay importantes factores subyacentes y una dinámica impulsora que van contra un importante cambio de rumbo de parte del conjunto de la clase dominante, en el mundo y en Estados Unidos. De eso, de nuevo, se trata en parte la observación de Andrew Sullivan de que Obama es el hombre para estos tiempos. Como los neoconservadores y otros comentaristas burgueses convencionales han señalado, Obama ya empieza a ajustar su posición sobre Irak con esta frase consabida: “Tenemos que tener tanto cuidado con lo de retirar a las tropas como el descuido que tuvimos con la entrada”. Si llega a la presidencia y “los generales en el terreno” le dicen que, respecto a Irak, no puede hacer lo que durante la campaña dijo que haría —bien, ¿qué derecho tiene de no prestar atención a los generales? De todos modos, al llamar a retirar a los soldados de Irak, paso a paso, con “cuidado” — y dejar abierta la posibilidad de mantener una “fuerza residual” ahí—, Obama constantemente presenta eso en el contexto de enviar más soldados a Afganistán y subraya que tiene el propósito de facilitar ese proceso (y ha hablado de la posibilidad de lanzar ataques al interior de Pakistán) y continuar la “guerra contra el terror” con más vigor. ¡Vaya candidato “contra la guerra”!

Eso no quiere decir que no habrá importantes ajustes de política —es importante no analizar esto con ojos simplistas—, sino que más bien hay restricciones y una necesidad específicas que tendrán la clase dominante, quienquiera que sea el presidente. Nos dan una muestra muy clara de esto, por ejemplo, en el discurso de Obama ante el AIPAC y en general lo que dice sobre Israel e Irán. Quien esté en la onda de “Paz ahora” y “La guerra no es la respuesta” y haya visto ese discurso ante el AIPAC, y sobre todo quien haya leído el contenido así como escuchado el tono sanguinario de este discurso, ha de haberse quedado impactado de alguna manera por esa sed de sangre (no me importa en qué grado haya intentado apagarse la mente, ha de haberse dejado impresionar por eso en cierta medida, aunque no de manera plenamente consciente). Ese fue un discurso sanguinario e indica claramente lo que es una parte de la necesidad que Obama reconoce — y reconoce que tiene que asumir una posición clara al respecto.

No debemos olvidar cómo estuvo bajo el presidente Jimmy Carter. Pese a que hoy sea el Mister Derechos Humanos y el Mister Hábitat para la Humanidad, etc., no olvidemos al Jimmy Carter que entró como cordero y salió como león. En la primera parte de su mandato, ahí lo teníamos, con el suéter puesto y su “charla en el hogar” sobre sacrificarse y unirse, sobre la necesidad de controles de petróleo y gas, y demás cosas. Pero esta figura paternal y amistosa se convirtió en un sanguinario belicista al final de su mandato. Mucha gente que conocía esos tiempos oculta eso y lo olvida — y, como se sabe, mucha gente, sobre todo los jóvenes, ni saben de eso. Lo único que saben de Jimmy Carter es la imagen del Mister Derechos Humanos. Ese Jimmy Carter es el que, en la primera parte de su mandato, por necesidad, indultó a una enorme cantidad de soldados yanquis que durante la guerra de Vietnam o como resultado de la misma se ausentaron sin permiso. Eso fue un fenómeno generalizado —miles de personas vivían en la clandestinidad o en otros países— y ese indulto fue una parte de “curar las heridas” de una forma muy similar a algunas cosas que dice Obama hoy. Pero se impusieron la realidad y la necesidad de la clase dominante y cuando Carter dejó la presidencia, seguía los consejos de Brzezinski —quien ayudaba a organizar y armar a los mujaidines en Afganistán contra los soviéticos— y, de manera más ominosa, Carter amenazaba directamente con lanzar una guerra, con todo lo que eso implicara, contra la Unión Soviética en torno al golfo Pérsico, en el contexto de la ocupación soviética de Afganistán y tras la revolución iraní y el tumulto que se generó allá.

Carter dijo con fuerza —de nuevo, es aleccionador el lenguaje de los imperialistas— que si unos “fuereños” intentaran intervenir en el golfo Pérsico, Estados Unidos lo interpretaría como causa de guerra. Bueno, discúlpame, pero no sabía que ese golfo fuera un lago ubicado en medio de Estados Unidos. Claro, por “fuereños”, Carter no hablaba de Estados Unidos sino de la Unión Soviética — y ¡amenazaba abiertamente con lanzar una guerra contra la Unión Soviética!

Es importante considerar eso, en general y específicamente respecto al fenómeno Obama hoy. No se trata de que se repita la historia de la misma manera ni de pasar por alto las diferencias muy importantes entre esos años y hoy. Por ejemplo, ya no existe la Unión Soviética. Pero ese ejemplo de Jimmy Carter encierra unas lecciones importantes: sobre el discurso tranquilizante de los representantes de la clase dominante imperialista, y de la necesidad y las restricciones que tiene la clase dominante y sus representantes en la prosecución de sus intereses imperialistas.

Hoy, es necesario reconocer que, si bien aún existe una “reserva” de furia apuntada al régimen de Bush y lo que ha hecho, también existe un “seno” muy claro, en particular en las capas medias progresistas, además de los problemas que las masas básicas tienen para poder librar una resistencia política y forjar un movimiento revolucionario. Eso me llamaba la atención de nuevo mientras leía unos informes sobre nuestro trabajo en el caso de Sean Bell (el indignante veredicto que absolvió a los policías asesinos): aunque logramos movilizar a muchos jóvenes de Queens poco después del veredicto, sobresale en los informes el hecho de que había casi puras mujeres en las protestas, no necesariamente por tener una posición política más avanzada sino porque todos los varones estaban bajo libertad condicional o atrapados por los vericuetos del sistema jurídico y eso constituía una carga muy pesada que impedía su participación.

Estos problemas son reales. El “seno” y “la tendencia a cobijarse bajo el ala de la burguesía” —de las capas medias así como las masas básicas, y por cierto de los negros, ante la influencia de Obama— son muy reales. Pero, también lo es la necesidad que tiene la clase dominante.

FOOTNOTES

1. Esta “convocatoria” y otra información sobre la organización “¡El Mundo No Puede Esperar! ¡Fuera el gobierno de Bush!” están en línea en worldcantwait-la.com/spanish.htm. [back]

2. “Los grandes retos de la nueva situación”, una charla dada por Bob Avakian poco después del 11 de septiembre de 2001, que salió primero en Obrero Revolucionario (ahora Revolución) #1143, 17 de marzo de 2002, y está en línea en revcom.us. [back]

3. En “Hacer la revolución y emancipar a la humanidad, parte 2” (en línea en revcom.us y en el folleto Revolución y comunismo: Fundamento y orientación estratégicos), Bob Avakian dijo: “No se puede tener un enfoque reduccionista o simplista hacia la realidad. Aquí, para ilustrar esto, quiero invocar la analogía de un mapa de muchos niveles diferentes [con un color distinto para cada nivel] para indicar distintos fenómenos (concentraciones de población, parques, masas de agua y cosas por el estilo). Esta es una metáfora o analogía útil para comprender la naturaleza complicada y abigarrada de la realidad que abordamos y que nos esforzamos por transformar”. [back]

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