Revolución #149, 30 de noviembre de 2008


UNA CRÍTICA (no una reseña)

de El milagro de Santa Ana, la película de Spike Lee: una bofetada a aquellos que se levantarían

Para cualquiera que atestigüe y sienta la dolorosa historia y la continuada crueldad de la actual opresión del pueblo negro de este país; para cualquiera cuya sangre arda de furia y resolución por barrer tal explotación y opresión; para cualquiera que se esfuerce y trabaje por un mundo en que las personas contraen relaciones sociales sobre la base de la emancipación de toda la humanidad, la película de Spike Lee sobre la Segunda Guerra Mundial, El milagro de Santa Ana, es un insulto, bofetada y humillación. Desde los títulos iniciales en una cascada de cruces hasta los créditos al final con una representación coral de fondo de Él tiene el mundo entero en las manos, la película predica hasta el hastío que la respuesta a la opresión del pueblo negro es tener fe en dios y que la religión trasciende las diferencias entre las personas por todo el mundo. El mensaje de Spike Lee dice: póngase de rodillas, pueblo negro; sométase al cristianismo que acompaña su esclavización en este país; y espere… ¿para qué? Defiende las creencias más supersticiosas y oscurantistas de los campesinos italianos y esas mismas creencias de la edad de las tinieblas salen de la boca de uno de los soldados negros… ¡y se defienden! Presenta como oportunista y sinvergüenza al único soldado negro que admite que no cree en dios y que también tiene el valor de preguntar “¿Por qué estamos aquí? Ésta no es nuestra guerra”. Spike Lee: ¿Qué no tienes vergüenza?

Las denuncias de la supremacía blanca y del constante racismo que padecían los soldados negros en esa guerra sientan las bases para el mensaje poco sutil de la película de que en lo fundamental, lo que los negros tienen que hacer ante la opresión es orar. Incluso presenta a una compañía entera de soldados negros orando de rodillas antes de entrar al combate. Parece que en la película no tienen fin las escenas de personas de rodillas. Soportar la película y la defensa y la promoción de tal esclavización mental en escena tras escena es tan terrible como exasperante.

Es muy llamativo que la película es de Spike Lee, quien en sus mejores épocas tomaba partido con las masas negras (por ejemplo, hace poco en la película Cuando se rompieron los diques sobre el huracán Katrina). Después de los créditos finales salen las palabras con que termina todas sus películas: “A Spike Lee Joint” (Un proyecto de Spike Lee) pero ahora al pie aparece una cruz; luego sale el lema “40 acres y una mula” y las palabras “Por todos los medios que sean necesarios”, pero al fondo ahora tañen las campanas de una iglesia. ¡¡Háganos el favor!! Spike Lee, quien solía dar la apariencia de apoyar la tradición radical y rebelde representada por Malcolm X, ahora ha asumido la tradición de “someterse a la opresión y demostrar al ‘Patrón’ que no se es peligroso” que pregonan Booker T. Washington, Bill Cosby y otros lamesuelas semejantes. En un sentido, la película es como una publicidad a favor de Obama con el propósito de tranquilizar a los blancos: no se preocupen, nosotros “la gente negra” ya no vamos a ponerse “revoltosos”. ¡¡Qué vergüenza!!

El reciente número especial de Revolución, “La opresión del pueblo negro, los crímenes de este sistema y la revolución que necesitamos”, señaló con ahínco: “Ya es hora de dejar atrás estas tonterías venenosas de “Dios dará”, “Gracias, Jesús” o “El que Dios disponga”, ya es hora de dejar de decir “Me ha bendecido”, y mirar de frente la realidad y reconocer que “¡Nosotros estamos oprimidos!” Y luego ponerse a unirse en este mundo real para cambiarlo”. 

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