Revolución #168, 21 de junio de 2009


De “Democracia: ¡Más que nunca podemos y debemos lograr algo mejor!”

Los siguientes pasajes son de una polémica escrita por Bob Avakian, acerca de un ensayo titulado “Sobre la democracia proletaria”, escrito por K. Venu, un líder del Comité de Reorganización Central, Partido Comunista de la India (Marxista-Leninista). Los dos escritos salieron originalmente en la revista Un Mundo Que Ganar #1992/17. Poco después el CRC dejó de existir, pero se ha seguido reciclando y remozando los argumentos de K. Venu, incluso de parte de algunos que se dicen maoístas. En muchos sentidos, aunque Avakian terminó el ensayo en diciembre de 1991, hoy tal vez éste sea aún más pertinente (¡!) y, en su caso, aún más importante (¡!) que nunca. Luego, salió en la segunda edición en inglés del libro El falso comunismo ha muerto… ¡Viva el auténtico comunismo! (originalmente se escribió como complemento de ese libro).

Este ensayo sobre K. Venu es parte del conjunto de obras de Bob Avakian sobre esta cuestión, las cuales incluyen, entre otras, El comunismo y la democracia jeffersoniana (RCP Publications, 2008, en inglés, en forma de folleto y en línea en revcom.us), Dictadura y democracia, y la transición socialista al comunismo (RCP Publications, 2005 y en línea en revcom.us) y Democracia: ¿Es lo mejor que podemos lograr? (Banner Press, 1986, en inglés).

Si la vanguardia no dirige, ¿quién lo hará?

Con esto en mente, volvamos a la formulación de la “concepción nueva” del documento del CRC: “Este sistema socialista, en el que la base económica socializada y el sistema político democrático proletario son aspectos complementarios, tiene que sobrevivir por sí mismo, convirtiéndose en un sistema social aceptado y practicado por todo el pueblo, bajo el liderazgo del proletariado”. Aquí, se debe uno preguntar: ¿Qué se entiende por “todo el pueblo”? ¿Incluye a los explotadores derrotados? Y ¿qué hay de los nuevos explotadores que surgen del seno mismo de la sociedad socialista? Y ¿qué pasa con los elementos degenerados que surgen de entre el propio pueblo trabajador, ya que nadie en sus cabales podría negar que en la sociedad socialista tales individuos existan? Una vez que se acepte que sobre estos grupos debe ejercerse una dictadura, estamos de regreso al hecho de que “un sistema social aceptado y practicado por todo el pueblo” no puede darse de golpe o en un corto período sin sostener una lucha de clases prolongada y a veces muy aguda, y a través de una transformación cabal de la base económica y de la superestructura de la sociedad y, más aún, del mundo entero.

¿Qué significa, en este contexto, “sobrevivir por sí mismo”? ¿Significa que si “todo el pueblo” decide que no quiere este sistema, debe abandonarse hasta que más adelante, tal vez, “todo el pueblo” decida, después de todo, que sí lo desea otra vez, al menos por un tiempo? Lo absurdo de esta idea (relacionada con la absurda noción de Jruschov de “todo el pueblo”, sin clases) debe verse en toda su amplitud.

Ah, pero se dice que “todo el pueblo” debe practicar este sistema “socialista” “bajo el liderazgo del proletariado”. Mas aquí el documento cae en una contradicción lógica de su propia mano. De acuerdo con su lógica, es válido preguntar: ¿Quién le dio al proletariado “el derecho” de ejercer su dirección? Desde el punto de vista de “todo el pueblo”, ¿por qué esto no es tan malo como la terrible “dictadura del partido”? Pero, aun si esta dirección proletaria fuera aceptada, ¿cómo se ejercería esa dirección (institucional o “extrainstitucionalmente”)? ¿Cuáles serían los medios y mecanismos para esto que no condujera a la misma situación de que la vanguardia del proletariado juega el papel dirigente?

Obviamente, una vez más la lógica de este documento llevará a la conclusión de que no debería existir ninguna vanguardia, al menos no una vanguardia proletaria. Y, además, llevará a la conclusión de que nadie, ni fuerza ni clase social, deberá ser excluido de “todo el pueblo”, porque ¿quién le dio a un grupo cualquiera “el derecho” a declararse juez para decidir quién deberá ser incluido en “todo el pueblo”? Por supuesto, hay una respuesta a esto, que no puede dar la posición democrático-burguesa del documento del CRC.

En esta parte, el documento mencionado parece admitir que la dirección de un partido de vanguardia será necesaria para derrocar el viejo poder estatal, destruir la vieja maquinaria estatal y ser seguido por el “establecimiento del nuevo sistema político” (párrafo 10.4). Y además, “El partido de vanguardia del proletariado tendrá que jugar el papel dirigente hasta que el nuevo sistema político comience a funcionar eficazmente, completando el proceso de la socialización de los medios de producción y luego consolidando el poder en manos de las nuevas clases dominantes bajo el liderazgo del proletariado. Una vez logrado esto, el partido comunista debe renunciar a su control monopólico de la transformación revolucionaria y permitir que el sistema funcione por sí mismo. Bajo el sistema democrático proletario, la efectividad del nuevo sistema será aceptada o rechazada por el pueblo mediante un proceso democrático abierto en el que todo el pueblo estará libremente involucrado a través de sus propias organizaciones políticas o de cualquier otro modo” (obra citada).

Una vez más, el documento se embrolla en toda clase de contradicciones lógicas de su propia mano.

Primero, hablemos sobre el derrocamiento por medios violentos del viejo sistema, y el papel del partido de vanguardia en esto, como se precisó al principio de esta crítica, al mencionar algunas conclusiones generales concernientes al documento: la posición del documento sobre la llamada dictadura del partido está ineludiblemente ligada a la posición de que el derrocamiento violento, especialmente dirigido por un partido de vanguardia, es también errónea por elitista y coercitivo no solo contra la burguesía sino también contra las masas del pueblo que pueden no estar de acuerdo, al menos al principio, con el partido sobre la necesidad de llevar a cabo este derrocamiento violento. ¿Esta pregunta (acerca del derrocamiento o no del viejo sistema) deberá someterse al voto de “todo el pueblo”? ¿O tal vez someterse al voto de “todo el pueblo”, menos el de la vieja clase dominante y de aquellos que están (abiertamente) a su lado? Pero, de nuevo, se entraría en el molesto problema de quién decidiría, quién tendría “el derecho” a decidir, quién sería, exactamente, incluido o excluido en “todo el pueblo”. Y así, en un abrir y cerrar de ojos, ¡esta clase de fijación en la democracia formal abrumaría toda orientación hacia el derrocamiento del sistema!

Esto puede parecer una caricatura de la posición del documento, pero no lo es. No es incidental que la línea de Jruschov sobre “el Estado de todo el pueblo” era parte de toda una concepción que incluía “la transición pacífica al socialismo”. Y también existe un paralelismo con respecto a la línea y lógica del citado documento. De seguir esta línea y lógica hasta sus últimas consecuencias, no tardaremos en ver que se adopte más o menos abiertamente alguna versión de “transición pacífica”.

Volviendo a la parte sobre cuándo y de acuerdo a qué criterios debería decidirse que el partido ya no ejerza el papel de dirección institucionalizado en la nueva sociedad, nos adentramos en otra contradicción lógica, ahora familiar, del documento. ¿Quién decidirá cuándo “el nuevo sistema político empiece a funcionar efectivamente” y en concreto cuándo en la consolidación del “Poder en las manos de las nuevas clases dominantes bajo la dirección del proletariado” será el momento oportuno en que el partido deba abandonar este papel? ¿Es el partido el que decide esto? Pero esta es una contradicción en sí: ¿Cómo puede el partido decidir por las masas que estas ya no necesitan más el papel institucionalizado de dirección del partido? O, si el partido no determina esto, ¿quiénes lo hacen y con qué medios? ¿El pueblo con votos? Pero entonces, ¿quién dirá cuándo es tiempo de votar, quién organizará tal votación, sus reglas, etc.? Lo tonto de tales cuestionamientos es un reflejo del idealismo que subyace a toda la línea de este documento.

Retomando el aspecto económico, en ningún país socialista hasta la fecha ha existido nada cercano a una completa socialización de la propiedad, ciertamente no en el sentido mencionado por Marx en Crítica del Programa de Gotha (donde propone que toda la propiedad fuera propiedad de toda la sociedad). Y la experiencia nos dice que es probable que tome un largo tiempo antes de que tal socialización se logre. En la Unión Soviética y en China, cuando eran socialistas, el hecho de que la situación no avanzó a una etapa tal donde los medios de producción fueran propiedad de todo el pueblo, fue una importante razón por la que las mercancías, y con ellas la ley del valor, continuaban jugando un papel importante, si no regulador, en la economía. En China, la propiedad colectiva de grupos de campesinos era la forma más común de propiedad, y los equipos de producción relativamente pequeños eran la principal unidad de contabilidad económica. Mao y, bajo su dirección, Chang Chun-chiao identificaron esto como una contradicción a largo plazo, muy significativa, estrechamente ligada con la existencia de clases y lucha de clases, y con el continuo surgimiento de la burguesía en el socialismo. Por lo tanto, decir que el partido deberá abandonar su papel institucionalizado de vanguardia cuando se complete el proceso de socialización, sin tomar en cuenta cuestiones cruciales como esta, es otro reflejo, más serio, del idealismo del documento del CRC.

Y debido a tales profundas contradicciones y su reflejo en la superestructura, el partido tendrá que continuar ejerciendo el papel dirigente por largo tiempo, de hecho durante todo el período histórico de transición socialista en que existen tales contradicciones. Y para jugar este papel de forma correcta (en correcta relación con las masas), esta dirección debe institucionalizarse. Como se remarcó antes, si esto no se cumple, otro grupo dominará la toma de decisiones debido a las contradicciones aún vigentes, y desde luego serán camarillas burguesas de una u otra índole…

El modelo electoral burgués vs. dirigir a las masas para transformar el mundo

Sí, es verdad, el partido no debe confiarse en su posición de autoridad, debe apoyarse en las masas; pero eso no significa degenerarse y jugar un papel como cualquier partido socialdemócrata de viejo tipo, yendo a la zaga de las masas y reduciendo su actividad al marco y los límites democrático burgueses y al proceso electoral, y no asumir su responsabilidad de vanguardia y dirigir a las masas en la revolución.

Que la visión del CRC acerca del funcionamiento del “sistema democrático proletario” no es cualitativamente diferente del sistema democrático-burgués clásico, debe estar claro. Su “modelo”, donde el “derecho a gobernar” del partido comunista “debe estar basado estrictamente en el apoyo electoral ganado por su plataforma, al igual que cualquier otra plataforma”, en el mejor de los casos, llevaría a una situación en que centros rivales de poder, con sus respectivas plataformas, competirían por el voto de las masas. El resultado de esto (otra vez, en el mejor de los casos) sería un gobierno de “coalición” donde “socialistas” y “comunistas” de todo tipo se unirían con representantes de tendencias democráticas más abiertamente burguesas y pequeñoburguesas, y en donde comprometerían los intereses fundamentales de las masas y no se llevaría a cabo ninguna transformación radical de la sociedad (y cualquier intento de hacerlo sería reprimido rápida y eficazmente por tal gobierno de “coalición”). ¿Es que no ha habido suficiente experiencia, por no decir demasiada, en el mundo que ilustre esto?1

La idea que de alguna manera este proceso electoral expresará el “deseo político” de las masas solo puede provocar una sonora carcajada cínica de cualquiera que esté familiarizado con estos procesos electorales y que no sufra de “amnesia política”. Esta idea solo la pueden sostener quienes creen en la democracia burguesa más que la burguesía misma, que no han aprendido o han “olvidado” que tal democracia, con su proceso electoral, es un instrumento de la dictadura burguesa sobre las masas. Esto no significa que las elecciones no pueden jugar un papel legítimo en la sociedad socialista, pero tal papel debe basarse en el reconocimiento de que las elecciones formales no pueden representar la más alta ni más esencial expresión de la “voluntad política” de las masas; que las elecciones deben subordinarse al proceso general a través del cual esa “voluntad política” se expresa; que a las elecciones, como todo lo demás en la sociedad de clases, las condicionarán y moldearán las relaciones de clase; y por último, que en una sociedad socialista, las elecciones deben servir al ejercicio del poder político del proletariado bajo la dirección de su partido.

En contraste con esto, la siguiente caracterización del papel de las elecciones en la sociedad burguesa también se aplica al proceso electoral democrático (burgués) que el documento propone para su versión de la sociedad “socialista” y su “sistema democrático proletario”:

“El proceso electoral tiende a ocultar las relaciones de clase básicas —y los antagonismos de clase— de la sociedad, y sirve para darle una expresión formal e institucionalizada a la participación política de los individuos atomizados en la perpetuación del statu quo. Dicho proceso no solo reduce al pueblo a individuos aislados, sino también los reduce a una posición políticamente pasiva y define la esencia de la política como tal pasividad atomizada — en que cada persona, individualmente y aislada de los demás, aprueba esta o aquella opción, todas las cuales han sido formuladas y presentadas por un poder activo que se alza por encima de esas masas atomizadas de ‘ciudadanos’” (Avakian, Democracy, p. 70, énfasis en el original).

En el documento del CRC encontramos muchas referencias a la “voluntad política” del pueblo o del proletariado. Pero en ninguna parte se encuentra el concepto (de hecho, lo rechaza) de que no hay manera de concretar y es más, no hay ninguna forma de determinar la “voluntad política” del proletariado y de las masas salvo a través del papel dirigente del partido, a través de su práctica de la línea de masas y la aplicación de una línea política e ideológica comunista.

Y, como hemos visto, el documento insistentemente pone el papel de vanguardia del partido contra la actividad consciente de las masas. Es indiscutiblemente claro en su afirmación de que, una vez que el ejército permanente haya sido abolido y reemplazado por el pueblo armado y una vez que el partido y su “papel de vanguardia” se hayan reducido a la lucha del partido por los votos electorales que gane basándose en su plataforma (“al igual que cualquier otra plataforma”), entonces, “a diferencia de las formas de dictadura del proletariado practicadas hasta ahora, en la nueva estructura política, al tener el pueblo el verdadero poder en sus propias manos, también con las armas en la mano, estará jugando un papel realmente activo en la totalidad de la vida política de la sociedad, constituyéndose por lo tanto en la mejor garantía contra la restauración y garantizando también las mejores condiciones para retomar el poder si tiene lugar la restauración” (párrafo 10.9, énfasis añadido).

¡Qué declaración tan increíble! Por ejemplo, ¿cómo es posible que gente conocedora de la Gran Revolución Cultural Proletaria asegure que las masas de China no jugaron “un papel realmente activo en la totalidad de la vida política de la sociedad” en general y en particular al combatir el revisionismo y la restauración capitalista? Si comparamos la Revolución Cultural con las recientes “protestas democráticas” (burguesas) en China, podemos decir sin ninguna duda que la actividad consciente y la iniciativa revolucionaria consciente de clase de las masas del pueblo chino se expresó “un millón de veces más fuertemente” en la Revolución Cultural. Y esto se debe a que durante ésta las masas tenían la dirección de una vanguardia comunista, mientras que en la actual lucha no2 . En esta lucha ha habido factores positivos y la participación de fuerzas progresistas, incluso revolucionarias (se dieron abiertas expresiones de apoyo a Mao y su línea revolucionaria; se hicieron marcados deslindes entre Mao y sus seguidores revolucionarios, y los gobernantes revisionistas y corruptos actuales). Pero, a pesar de todo eso, en un sentido general, las fuerzas y líneas políticas que ocuparon las posiciones dirigentes en los levantamientos de las masas representaban los intereses de la burguesía.

Aquí, es conveniente repetir lo siguiente sobre el papel del partido leninista y su relación con las masas, que se aplica después de la conquista del poder y a lo largo de la transición socialista, tanto como en la lucha por la conquista del poder:

“Lenin forjó y aplicó estos principios más allá de lo que habían elucidado previamente Marx o Engels y además rompiendo con los preceptos establecidos y la práctica preponderante del movimiento marxista, pero lo hizo partiendo de la base de los principios marxistas fundamentales, adhiriéndose a su metodología básica, y de una manera completamente consistente con su espíritu crítico y revolucionario. Plantear, en oposición a estos principios, la experiencia de la Comuna de París, que fue derrotada —en parte, y secundariamente, debido a la falta de un partido de tipo leninista— o de la II Internacional, que degeneró y se convirtió en un franco instrumento del imperialismo, es pensar patas arriba y al revés, para no decir más. Sostener que la degeneración de la Revolución Rusa se puede deducir de la naturaleza y el papel del partido leninista, es en primer lugar contrario a los hechos y además una evasión del problema fundamental. El argumento de Lenin en ¿Qué hacer? —que cuanto más altamente organizado y centralizado sea el partido, cuanto más sea una organización de vanguardia real de revolucionarios, tanto mayor será el papel y la iniciativa de las masas en la lucha revolucionaria— quedó poderosamente demostrado en la misma Revolución Rusa y ha sido demostrado en todas las revoluciones proletarias. En ninguna parte se ha hecho una revolución proletaria sin semejante partido y en ninguna parte la falta de dicho partido ha contribuido al desencadenamiento de la iniciativa de las masas de los oprimidos en lucha revolucionaria consciente. Y... sostener que una vanguardia, que un partido leninista puede degenerarse, puede convertirse en un aparato opresivo de las masas, y que por lo tanto es mejor no tener dicho partido, en la práctica se reduce a propugnar que no haya revolución en primer lugar; esto no eliminará las contradicciones que hacen que dicho partido sea necesario, es decir, las condiciones materiales e ideológicas que se tienen que transformar con la dirección de dicho partido para abolir las diferencias de clase y con eso, finalmente, la necesidad de un partido de vanguardia” (Avakian, Para una cosecha de dragones, Bogotá: Asir Editores, 1989, pp. 77-79, énfasis en el original)….

Conclusión: Ponerse a las alturas del reto o repudiar la revolución

Ya hemos tratado las principales tesis y argumentos del documento del CRC, y la pregunta que una vez más se haría es: ¿Adónde conduce esta línea a aquellos que insisten en seguirla? En el final del documento, que cierra con “algunas preguntas más”, las implicaciones de su línea y metodología se hacen más evidentes. En particular, aplica la idea de combatir el “reduccionismo de clase” y de enfocar los “aspectos no clasistas” a una amplia gama de problemas sociales significativos. Así, se ve que se van alejando de los principios y métodos básicos del marxismo-leninismo-maoísmo en todos los frentes.

Y estos pasos atrás se muestran no sólo en posiciones políticas importantes, sino también en importantes puntos de la línea ideológica. Casi al final del documento, en el curso de una discusión sobre la actitud correcta hacia los errores y las contribuciones de los dirigentes del proletariado internacional, encontramos el planteamiento siguiente: “Incluso durante las ricas experiencias de la Revolución China, sólo las contribuciones de Mao fueron tenidas en cuenta para el enriquecimiento del marxismo” (párrafo 12.2).

En respuesta a eso, se debe recalcar que no se trata de Mao como individuo o de su autoridad como dirigente en un sentido abstracto o formal; y no es que Mao no haya cometido nunca errores o que sus errores no deban analizarse. Lo importante es que la línea política e ideológica de Mao representa una concentración científica de una rica experiencia, tanto en China como a nivel internacional; representa la aplicación de la teoría comunista a esta experiencia y el desarrollo de la ideología comunista a una nueva etapa. No entender esto, o más concretamente no querer reconocerlo, con el pretexto de no enfocarse unilateralmente sobre las contribuciones de los dirigentes, es otra vez eclecticismo. En oposición a la dialéctica materialista, esto es idealismo y metafísica que rompe la unión entre la práctica y la teoría, en tanto concentración de la práctica. Es relativismo y abre las compuertas al argumento relativista de que una idea es tan buena como la otra. Esta es otra expresión importante de la concepción pequeñoburguesa que ha adoptado el documento.

Lo que pasó en este documento es algo muy similar a lo que Lenin describe en “La bancarrota de la II Internacional”: un importante viraje del curso de los acontecimientos mundiales ha conducido a la desorientación y casi al pánico, a una carrera para renunciar a los principios que de repente parecen ser una pesada carga y no un tesoro, rindiendo pleitesía a la espontaneidad de las masas y en particular a los prejuicios pequeñoburgueses e ilusiones democráticos, arrastrándose tras la burguesía. Antes a la gente común y corriente tal vez se la podía persuadir de que sobre todo en la Unión Soviética “no hay auténtico comunismo”. Ahora esa misma gente observa la caída de las estatuas de Lenin y eso refuerza la idea (propalada por la burguesía) de que “el comunismo nunca ha sido bueno, incluso en la tierra de la primera revolución comunista”.

Esta pleitesía a las fuerzas y los sentimientos atrasados se expresa otra vez al final del documento. En el párrafo con que concluye, dice:

“Cuando el pueblo de los países anteriormente socialistas pone en la picota de la historia la estrategia del monopolio del poder por el partido durante toda la fase de transición del socialismo, los comunistas no pueden quedar satisfechos con el consuelo de que esto es el resultado del pensamiento atrasado entre el pueblo. Por el contrario, estas experiencias una y otra vez indican la enseñanza marxista de que sólo las masas son las creadoras de la historia” (párrafo 14.2).

Antes que nada, es una gran exageración decir que “el pueblo” en estos países ha puesto el principio del papel dirigente institucionalizado del partido comunista “en la picota de la historia”. Veamos a China, y esto no es un ejemplo insignificante. Dista mucho de la verdad decir que las masas sostienen uniformemente la posición que el documento describe para ellas: es claro que existen muchos que ven la diferencia cualitativa entre el partido comunista de Mao y el corrupto “partido comunista” de Deng Xiao-ping, y que guardan un profundo respecto al primero y nada más que repudio al segundo, y esto, en especial, si se habla de las masas de obreros y campesinos.

En la Unión Soviética, si bien hay cierto número de gentes (en especial obreros mayores) que reconocen en general que hay diferencias significativas entre el país bajo el liderato de Stalin y la situación actual (entre ellos quienes prefieren, con sus razones, lo primero que lo segundo), se puede decir con seguridad que en la Unión Soviética (y en los “países anteriormente socialistas” que han sido parte del bloque soviético) muy poca gente siquiera había oído una presentación sistemática del análisis de Mao sobre el proceso de restauración capitalista y la naturaleza de las clases dominantes en los países revisionistas y de los conflictos entre las diferentes facciones en esas clases dominantes. Es precisamente este análisis científico lo que se necesita y, en lugar de hacer un análisis materialista de lo que ha ocurrido en esos países, especialmente un análisis de clase de las diversas fuerzas y líneas en el escenario, el documento convierte en principio filosófico el culto a la confusión y atraso de varios sectores del pueblo al respecto, al plantear: “Estas experiencias una y otra vez indican la enseñanza marxista de que sólo las masas son las creadoras de la historia”.

Esto es lo mismo que si al estallido de la I Guerra Mundial, cuando una oleada de chovinismo nacional se propagó por toda Rusia, ¡Lenin hubiera proclamado que los sentimientos y manifestaciones chovinistas de las masas rusas eran testimonio viviente de la “enseñanza marxista de que sólo las masas son las creadoras de la historia”! De hecho la lógica del documento aquí es que lo que piensan en un momento dado las masas (y en particular las masas intermedias e incluso atrasadas, las más fuertemente influenciadas por el punto de vista y la propaganda de la burguesía), es una expresión de sus más altos y genuinos intereses. Esto es pariente cercano de la fórmula revisionista que Lenin criticó severamente: considerar como deseable lo que sea posible y como posible lo que pase en el momento presente. Esto no es una orientación ni método para dirigir a las masas para que rompan las cadenas —especialmente las muy importantes cadenas mentales— del viejo orden y creen un nuevo mundo por medio de la lucha revolucionaria. Es una receta para ir rastreramente a la cola de las masas dirigiéndolas en un círculo, y siguiendo sus propios traseros, sin romper nunca esas cadenas.

Los sucesos de los países (antes) revisionistas han planteado importantes y profundas preguntas. La respuesta se encuentra al profundizar y fortalecerse en los fundamentos del marxismo-leninismo-maoísmo y, sobre esta base sin timidez y con una orientación científica implacable, examinar la experiencia histórica del movimiento comunista internacional. Pero, de nuevo, en el documento vemos una respuesta diferente, un franco repudio al marxismo-leninismo-maoísmo, a “los conceptos fundamentales que hemos enarbolado hasta ahora”….

En el documento “Sobre la democracia proletaria”, sus autores han retrocedido sosteniendo que no es posible ni deseable traspasar el estrecho horizonte del derecho burgués ni de la democracia burguesa formal. Su respuesta a la pregunta “¿Es lo mejor que podemos lograr?” fue: Sí. A pesar de sus declaraciones, o sus intenciones, de defender el objetivo final del comunismo, han retrocedido al “tema clásico” no sólo de la burguesía sino de los socialistas burgueses al evocar la misma vieja y trillada tonada; se han unido en coro a los que proclaman y gritan cada vez más fuerte en estos tiempos que no se puede y no se debe ir más allá de la etapa de la historia humana donde la sociedad está dividida en clases y se caracteriza por antagonismos sociales.

Independientemente de las intenciones del documento, lo cierto es que su posición condena a las masas a una situación donde éstas no pueden levantar la cabeza y derrocar el viejo orden, ni pueden ejercer la dictadura sobre las clases explotadoras, y mucho menos continuar la revolución bajo esta dictadura hacia la meta final del comunismo; deja a las masas bajo la dominación de un sistema económico de explotación capitalista con su correspondiente sistema político burgués donde, tal como Marx lo predijo, a las masas se les autoriza para decidir una vez cada varios años qué miembros de la clase explotadora han de representarlas y aplastarlas. Esa es la lógica de repudiar la experiencia histórica de la dictadura del proletariado en la sociedad socialista, y las lecciones que los comunistas deben sacar de ella, y de reemplazar esta dictadura con una ilusoria democracia que es imposible e indeseable bajo las condiciones del socialismo, y que es innecesaria, y en un sentido profundo imposible, al llegar a la futura sociedad comunista, a nivel mundial.

No es la intención ni el propósito de este artículo ponerse a examinar toda la relación entre la línea oportunista desarrollada en el documento del CRC sobre la dictadura del proletariado y otras tendencias erróneas que han caracterizado al CRC. Nuestra atención se ha centrado en desenmascarar esta línea oportunista, la cual es una concentración de esta concepción, método y línea política incorrectos. Como expresamos al principio de esta crítica del documento, esperamos que contribuya a que los mismos camaradas del CRC se comprometan a hacerse una buena autocrítica y repudien ese documento, y que en el proceso analicen y vuelvan a examinar las otras posiciones tomadas por el CRC para ver en dónde y en qué momentos estas posiciones han tolerado, al menos, ciertos aspectos de esta concepción, método y línea política incorrectos.

Notas

1. De las derrotas sufridas por los partidos socialistas y comunistas que han caído en el parlamentarismo burgués y/o enfocado su trabajo en gobiernos de “coalición” con varias fuerzas burguesas, tal vez el caso más dramático y trágico es la experiencia del Partido Comunista de Indonesia a mediados de los años 60: la masacre de cientos de miles de comunistas (y otros indonesios) y la destrucción de un partido comunista poderoso, a manos de los reaccionarios. Antes de esto, el partido se había enfocado más y más en el trabajo parlamentario y otras formas de lucha legal; se había confiado más y más en sus logros parlamentarios y sus posiciones en un gobierno de coalición (encabezado por el nacionalista burgués Sukarno); y por ende lo agarró desprevenido el golpe de Estado contrarrevolucionario de las fuerzas armadas (encabezadas por Suharto) con el respaldo, dirección tras bambalinas y la participación activa de la CIA. (Ver “Historical Document: Self-Criticism by the Indonesian Communist Party, 1966”, en la revista Revolution, No. 55, invierno/primavera 1987. Una versión abreviada de este documento salió en el periódico Obrero Revolucionario (ahora Revolución), #396, 9 de marzo de 1987).

Aunque es claro que el gobierno de Sukarno no era una dictadura del proletariado, existe una analogía entre la situación del Partido Comunista de Indonesia en ese gobierno “nacionalista” y la posición que un partido comunista tendría si tratara de apegarse a la línea del CRC en cuanto a la forma en que debería operar bajo la dictadura del proletariado. Como quedó anotado, tal partido se encontraría en un gobierno de “coalición” en el cual el partido no podría dirigir en absoluto. El partido, y las masas revolucionarias en general, serían muy vulnerables a un golpe de Estado reaccionario (y las masacres que lo acompañarían). Aquí, una vez más, es crucial reconocer que, aun dejando a un lado a la clase dominante derrocada, “todo el pueblo”, en las condiciones de la sociedad socialista, quiere decir muchas clases diferentes, entre ellos fuerzas burguesas recién nacidas, y “armar a todo el pueblo” en realidad implicaría el desarrollo de muchos bandos armados en la sociedad, entre ellos fuerzas armadas bajo el mando de fuerzas contrarrevolucionarias burguesas. [regresa]

2. Además, se debería subrayar que el gran desencadenamiento de las masas en la Gran Revolución Cultural Proletaria fue posible, también, porque tuvo lugar bajo la dictadura del proletariado, mientras que un Estado burgués, una dictadura burguesa, reprimió las manifestaciones de 1989. [regresa]

Envíenos sus comentarios.

Si le gusta este artículo, suscríbase, done y contribuya regularmente al periódico Revolución.

Basics
Revolución: por qué es necesaria, por qué es posible, qué es
From Ike to Mao and Beyond