Revolución #169, 28 de junio de 2009


Obama en Cairo:

Un discurso lleno de mentiras para imponer un SISTEMA de opresión

Parte 2

Lo siguiente es el segundo pasaje de un artículo que está saliendo por partes en Revolución, acerca del discurso que dio Barack Obama el 5 de junio en la Universidad de Cairo, Egipto. El primer pasaje salió en el número 169 e incluye: “El mundo musulmán” y “¿Burdo estereotipo o caracterización acertada?” El artículo completo saldrá próximamente en línea en revcom.us.

Defender —y extender— guerras estadounidenses

Luego Obama defiende la agresión estadounidense en todas sus formas. Empieza por invocar los atentados del 11-S contra las Torres Gemelas y el Pentágono para justificar la agresión estadounidense en la región.

Para clarificar, los atentados del 11-S fueron completamente malos y no se debe defenderlos ni justificarlos de ninguna manera, y Al Qaeda mismo es una fuerza reaccionaria en el mundo cuya influencia se debe combatir. Pero invocar estos atentados no puede ni borrar los crímenes mucho más atroces llevados a cabo por Estados Unidos que los antecedieron ni justificar hoy el asesinato de muchísimas más personas por las fuerzas armadas estadounidenses. Pero Obama no puede invocar nada salvo el espectro del 11-S para justificar la agresión militar que ocurre en toda la región.

Después, Obama dice que mientras que la guerra contra Irak fue una “guerra de elección” —de hecho, fue una guerra ilegal y criminal, un crimen contra la humanidad según el derecho internacional—, el pueblo iraquí está “en última instancia en una situación mejor sin la tiranía de Saddam Hussein”. En pocas palabras, lejos de disculparse por la guerra, la justifica. Hagamos una pausa para contemplar el hecho de que más de un millón de personas han muerto como resultado de dos guerras estadounidenses contra Irak y la imposición de “sanciones” que han privado a los iraquíes de agua potable, instalaciones e insumos médicos muy necesarios, etc., a lo largo de más de diez años. Hagamos una pausa para reflexionar sobre la guerra entre Irak e Irán durante los años 80, en la cual Estados Unidos alentó a ambos bandos, a fin de hacer que cada uno debilitara al otro y viceversa. Esa guerra dejó aproximadamente un millón de muertos. Hagamos una pausa para pensar acerca de los más de cuatro millones de iraquíes desplazados por la guerra actual; el sinnúmero de mujeres y chicas obligadas a entrar en la prostitución y el número casi incomprensible de vidas arruinadas y destruidas. Hoy están imponiendo una nueva forma de gobierno, no menos servil a Estados Unidos y no menos explotadora y opresiva que la de Hussein. Entonar de manera insulsa que los iraquíes están en “una situación mejor” es obsceno.

Obama también hace lo que el Wall Street Journal llama una “vigorosa defensa de la guerra en Afganistán”. En particular, el Journal le dio la bienvenida a la promesa de Obama de que “la obligación de Estados Unidos no se debilitará”. Como hemos informado en este periódico, esta guerra tiene que ver con “mantener el respeto” para el poderío militar estadounidense en el mundo, el que es esencial para respaldar su saqueo y explotación, y, en el caso de Afganistán, también tiene que ver con intereses geopolíticos y económicos muy críticos (vea “Estados Unidos en Afganistán: Una guerra por imperio, y no una ‘guerra buena’ convertida en mala”, parte 1, Revolución #145, 19 de octubre de 2008; “Estados Unidos en Afganistán: Una guerra por imperio, y no una ‘guerra buena’ convertida en mala, parte 2, Aprovechar el 11-S para lanzar una guerra imperial”, Revolución #146, 26 de octubre de 2008; “Oleoducto de avaricia: El imperialismo yanqui y el petróleo del mar Caspio”, Obrero Revolucionario (ahora Revolución) #1035, 19 de diciembre de 1999, además de otros artículos que analizan los intereses de los imperialistas estadounidenses en Afganistán en línea en revcom.us). Y, como también hemos documentado, es una guerra en que el modo estadounidense de combatir necesariamente implica terrible sufrimiento y muerte para el pueblo.

Justificar la dominación israelí

Luego Obama habla de lo que llama “la situación entre israelíes, palestinos y el mundo árabe”. Se cerciora en primer lugar de que todos entiendan que son “irrompibles” “los vínculos fuertes de Estados Unidos con Israel”. Después, para darle legitimidad a Israel, invoca el asesinato nazi de seis millones de judíos en la Segunda Guerra Mundial.

Obama presenta esto como “un impasse: dos pueblos con aspiraciones legítimas, cada uno con una historia dolorosa que hace la acomodación difícil de alcanzar”. Pide no “ver este conflicto solo desde un lado u otro”. En cambio, “ambos lados” deberían “cumplir [sus] responsabilidades bajo la Hoja de Ruta “, es decir, el plan fraguado por George W. Bush para la “paz” entre Israel y el pueblo palestino (en esencia un plan de capitulación para los palestinos).

No. La opresión de los judíos por gobernantes europeos, una opresión que duró siglos y que alcanzó su culminación en el Holocausto nazi, por terrible que fuera, no puede legitimar mediante ninguna magia alquímica los esfuerzos de algunos judíos europeos de despojar y oprimir a otro pueblo en su conjunto.

Y tampoco es un “impasse” entre dos pueblos igualmente agraviados. Por un lado está Israel, un estado colono fundado por el movimiento sionista que surgió en Europa entre judíos europeos y que fue apoyado, financiado y por último respaldado con la fuerza por una variedad de potencias imperialistas, sobre todo Estados Unidos. Ese movimiento llevó a cabo una guerra colonizadora atroz, con masacres y el arrasamiento de cientos de aldeas. El estado que surgió de esa guerra no solo mató a miles y desterró a cientos de miles de palestinos mediante la guerra en sí, sino que desde entonces ha llevado a cabo una opresión implacable en su contra. Hace poco esto quedó en claro en el ataque israelí implacable y criminal contra Gaza, el que de nuevo se caracterizó por el asesinato de familias enteras y en un sentido nuevo y verdaderamente atroz, por obligar a niños a quedarse en casas con sus padres y hermanos asesinados, famélicos y traumatizados, para impedir que los israelíes los asesinaran como “posibles terroristas” (vea, por ejemplo, “Shelled family recounts Gaza horror”, de Al Jazira, 12 de enero de 2009, en YouTube). No se trata de cómo uno “elige” “ver el conflicto”; se trata de lo que es cierto y lo que es falso.

Una y otra vez, Obama demuestra su maestría del arte del eufemismo. Por ejemplo, esto queda claro en lo que los comentaristas burgueses han aceptado como la “gran concesión” de Obama en el discurso: “Estados Unidos no acepta la legitimidad de la continuación de los asentamientos israelíes. Esta construcción viola acuerdos previos y mina esfuerzos de lograr la paz. Ya es hora para poner fin a estos asentamientos”.

Otra vez no. Estos asentamientos —TODOS y no solamente los asentamientos futuros que Obama dice que se deba parar— son crímenes de guerra, prohibidos explícitamente por la Convención de Ginebra. Y son crímenes de guerra por encima de crímenes de guerra en el verdadero sentido de que la fundación de Israel fue totalmente injusta y criminal, como se explicó arriba.

Obama también llama a todas las partes para que se adhieran a la “Hoja de Ruta”, o sea, el plan estadounidense de parar el “conflicto” mediante el establecimiento de una red fragmentada de territorios ocupados y administrados por palestinos pero dominados de manera militar, política y económica por Israel. Insiste que “los palestinos deberían abandonar la violencia”. Pero este llamado a detener la violencia se aplica únicamente a los palestinos y no a los israelíes, aunque Israel lleva a cabo violencia en una escala casi infinitamente más grande.

Decirles esto a los palestinos es indignante. Es como si un ladrón entrara en tu casa, matara a una buena parte de tu familia, encadenara a ti y a los pocos familiares que sobrevivían en el sótano durante años mientras que el ladrón metiera a su familia en los pisos de arriba y tomara represalias contra la protesta más leve con aún más violencia, asesinato y abuso; y luego cuando trataras de escapar del sótano, el hermano mayor del ladrón te dijera que tu protesta y resistencia fueran muy violentas.

Traficar con la historia del pueblo negro en Estados Unidos y distorsionarla vilmente

Esta parte del discurso de Obama contiene una de las mentiras más increíbles de todo el discurso (aunque hay muchas mentiras aspirantes a ese título). Al insistir que los palestinos deberían renunciar a la violencia, dice lo siguiente: “Durante siglos, los negros en Estados Unidos sintieron los latigazos como esclavos y la humillación de la segregación. Pero no fue la violencia la que ganó los derechos plenos y de igualdad. Fue una insistencia pacífica y determinada en los ideales al centro de la fundación de Estados Unidos”.

A esto, puede haber una sola respuesta: ¿¿A quién crees que estás engañando??

En primer lugar, el pueblo negro hoy no tiene “derechos plenos y de igualdad”. Como documentamos y analizamos en nuestra declaración La opresión del pueblo negro, los crímenes de este sistema y la revolución que necesitamos (Revolución #144, 5 de octubre de 2008), la opresión del pueblo negro no se trata de algo del pasado sino de un pilar del sistema actual, con la omnipresencia de la desigualdad y la opresión en las esferas del empleo, la educación, la vivienda, las cárceles y la salud, además de la esfera de la cultura y la ideología en general. En ninguna otra parte están más manifiestas esta desigualdad y esta opresión que en la brutalidad policial omnipresente y el asesinato policial descarado dirigido contra la juventud negra, siendo la más reciente atrocidad infame el asesinato de Oscar Grant, Jr., el primero de enero de 2009, baleado a quemarropa por la espalda mientras que los policías lo tenían sometido en el suelo. Obama no se ha molestado en siquiera mencionar este asesinato, de hecho casi nunca menciona si es que menciona los asesinatos de este tipo salvo para justificarlos, tal como hizo en el caso de Sean Bell, cuando Obama aleccionó con el poder de su puesto que la gente “respetara” el veredicto de no culpable dado a los policías que mataron a Bell, un joven desarmado.

También es cierto que la esclavitud abierta ya no existe legalmente en Estados Unidos y que muchos derechos legales han sido ganados en los últimos 50 años. Pero estos no fueron ganados renunciando a la resistencia, la que en muchos casos incluyó la violencia revolucionaria de cara a la violencia contrarrevolucionaria.

Empecemos con la esclavitud. Primero, ocurrieron más de 200 rebeliones de esclavos en la historia estadounidense. Por ejemplo, Nat Turner tuvo mucha determinación pero para nada se le podría llamar pacífico. O, veamos a Frederick Douglass. Douglass, tales como muchos participantes en el movimiento para abolir la esclavitud, en un principio se adhirió al pacifismo. Pero, aunque por un lado la fuerza de la supremacía blanca siguió manifestándose de manera aún más obstinada, por otro, Douglass, junto con una buena parte del resto del movimiento abolicionista, llegó a tener otra idea. Con la aprobación de la Ley de Esclavos Prófugos en 1850, Douglass escribió que “los esclavistas…, los tíranos y los déspotas no tienen ningún derecho a vivir. La única manera de convertir la ley de esclavos prófugos en letra muerta es hacer morir a media docena o más de secuestradores de esclavos”. La década siguiente se caracterizó por una lucha cada vez más violenta, la que abarcó una guerra civil en lo que hoy llamamos el estado de Kansas y luego el asalto de John Brown contra un arsenal federal en Harper’s Ferry, Virginia, en una iniciativa de Brown de empezar una amplia insurrección de esclavos. Brown fue juzgado por traición y ahorcado, aunque una buena parte del movimiento abolicionista, que incluyó a muchos importantes autores e intelectuales de esa época, lo apoyaron.

Y este punto nos lleva a la Guerra de Secesión Estadounidense. Señor Obama: díganos, ¿fue violenta la Guerra de Secesión Estadounidense? ¿No tuvo un papel decisivo en acabar con la esclavitud? En esa guerra jugaron un papel decisivo los soldados negros en el Ejército de la Unión; éstos murieron con dos veces más frecuencia que sus compatriotas blancos. Lincoln se resistió a permitir el alistamiento de los negros y aun después de hacerlo, al inicio impedía que entraran a los batallones de combate. No obstante, durante año y medio con tenacidad Lincoln se negó a conceder a los soldados negros un salario igual al de los blancos, dándoles solo la mitad del salario de los rangos más bajos de los soldados blancos. Como un conocido defensor de Lincoln escribió hace poco: “Solo después de una amenaza de motín de los negros (y después del ahorcamiento de algunos de ellos por protestar contra el salario desigual) es que los negros en uniforme recibieron su sueldo merecido” (“Lincoln’s Black History”, Garry Wills, New York Review of Books, 11 de junio de 2009).

Y ni siquiera es cierta esta versión extraña de la historia en la época reciente. Durante los años 60 se dieron literalmente cientos de rebeliones en ciudades importantes de Estados Unidos, en las cuales miles y miles de personas se enfrentaron a las fuerzas de la policía, la Guardia Nacional e incluso los soldados regulares del ejército estadounidense. Cuando llegó el año 1966, ya habían perdido vigencia la estrategia y la orientación no violenta de Martin Luther King, las que al contrario de la mitología nunca fueron adoptadas de manera universal en el movimiento pro derechos civiles ni siquiera en sus primeros días. Las concesiones que se dieron en el empleo, la educación y en otras esferas se obtuvieron fundamentalmente como resultado de la heroica resistencia y lucha sostenidas en las calles de las ciudades y la amenaza de que el movimiento revolucionario embrionario de la época se convirtiera en uno que pudiera disputar en realidad el poder.

Por varias razones, y recomendamos que nuestras/os lectoras/es lean en La opresión del pueblo negro, los crímenes de este sistema, y la revolución que necesitamos (Revolución #144, 5 de octubre de 2008) una explicación más completa, esta lucha no “fue hasta el final”. Hoy, si bien la situación para un pequeño sector del pueblo negro ha mejorado, para muchos negros la situación es peor. Al contrario de lo que dice el profesor Obama, la lección que los palestinos y los demás deben de sacar de esta lucha que hizo época NO es que el sistema funciona ni que todos los movimientos deberían adherirse a la no violencia sino que la resistencia es esencial para impedir que se pulverice a las masas en lo que Marx llamó una “masa uniforme de hombres desgraciados y quebrantados” y se debe librar esta resistencia como parte de un movimiento por la revolución si las masas van a lograr la emancipación VERDADERA.

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