Revolución #181, 1 de noviembre de 2009


El segundo asesinato del Dr. George Tiller

[Ojo: Esta carta revela algunos giros cruciales del episodio del 23 de octubre de La ley y el orden.]

A Revolución:

Generalmente no miro el programa La ley y el orden, pero cuando leí que se iba a presentar un episodio basado en el asesinato del Dr. George Tiller en mayo por un fanático antiaborto, decidí verlo. El artículo que anunció este episodio señaló que muy pocos programas que abordan el tema directamente logran salir en televisión.

Yo esperaba, tal vez estúpidamente, que el episodio arrojara alguna luz sobre lo que le pasó al Dr. George Tiller y por qué. Desde luego, el caso es que, con muy pocas excepciones, los artistas progresistas y hasta los radicales rehuyen del tema. Pero un drama que presentara algo sobre por qué Tiller había optado por esa vida muy arriesgada... o que demostrara el precio de sufrir amenazas constantes y ataques armados reales... o que arrojara luz sobre el entorno que genera a fanáticos antiaborto y los alienta a asesinar a médicos, incluidas las formas en que se les ha dado a personas como Bill O’Reilly una plataforma de televisión nacional para que hagan su agitación de turba linchadora contra ese médico: cualquiera de esas historias hubiera ofrecido una “entrada” impactante para un drama de televisión. Después de todo, las películas hechas para televisión como Si las paredes hablaran o el reciente artículo estimulante de la revista Esquire sobre el médico de Colorado George Hern (“The Last Abortion Doctor”, de John H. Richardson, 5 de agosto de 2009) demostraron que es posible crear un arte o un periodismo conmovedor y perspicaz sobre lo que ha llegado a ser, desafortunadamente, un tema lleno de drama real sobre decisiones morales y firmeza basada en principios frente a la posibilidad del asesinato. Además, oí de unos amigos en que confío que un episodio reciente de La ley y el orden había retratado con relativa franqueza la polémica sobre John Yoo y su complicidad en la tortura.

Desafortunadamente, el episodio de La ley y el orden basado en la muerte de George Tiller solo demuestra que es posible asesinar dos veces a una persona: primero físicamente y luego en términos de su reputación. Arroja luz solamente sobre el hecho de que es posible tergiversar dicho asesinato para que llegue a ser un argumento contra el derecho al aborto, y hacerlo de una forma muy, pero muy, liberal.

Se necesitarían muchísimas páginas del periódico para desentrañar y analizar todas las maneras en que este episodio distorsiona la realidad y manipula burdamente las emociones del televidente. Para empezar, solo permite que dos personajes de menor importancia expresen una posición que se aproxima a una defensa del aborto. Primero está la enfermera de la clínica del médico asesinado, aunque su argumento muy breve ocurre apenas comenzado el episodio y ella fundamenta su argumento solo en la afirmación de que “la mayoría de las mujeres que vienen aquí quieren ser madres” pero sus embarazos resultan desastrosos, y que las demás son niñas víctimas de la violación. El otro personaje secundario, que defiende claramente el derecho al aborto, es un médico a quien llaman a dar testimonio. Este médico dice que continuará practicándoles el aborto a las mujeres que lo necesiten “incluso si los imbéciles y los hipócritas” logran convertirlo en delito. El personaje representado por el actor Sam Waterston, que al parecer, a los ojos de este televidente muy ocasional, es el “eje moral” del programa, quien indica a los televidentes qué deben pensar o sentir sobre lo que están viendo, comenta inmediatamente después que tal declaración, basada en principios y verdaderamente valiente, demuestra que “hay extremistas en ambos bandos”.

En contraste, casi todos los personajes importantes recitan durante todo el programa que en un tiempo estaban a favor del derecho a decidir pero ahora como todo se ha vuelto más complejo ya no están seguros, o se oponen al aborto pero están dispuestos a seguir adelante y enjuiciar al asesino del médico. Ponen típicos e increíbles argumentos contra el aborto en la boca de personajes simpáticos pero las refutan a medias, si es que las refutan.

Pero la tergiversación más burda, un invento que es en realidad una vil calumnia, es el giro más importante de la historia. A mitad del episodio, nos presentan a una enfermera que antes trabajaba para el médico asesinado la cual dice que renunció porque lo vio matar a un bebé vivo. Dejemos por el momento que a) nadie cuestiona la afirmación de esa enfermera por la que ni siquiera insinúa la existencia de alguna evidencia física corroborativa (cualquier abogado medio competente de inmediato se pondría a determinar si la enfermera decía la verdad) y b) aun si la afirmación fuera verdad, no hay fundamentos legales para que ningún juez medio competente la llamara al estrado de los testigos para presentar una evidencia que carece totalmente de corroboración y de pertinencia al caso. Que yo sepa, ¡nadie, ni siquiera un mentiroso profesional probado como Bill O’Reilly, haya afirmado jamás que el Dr. George Tiller cometiera un delito semejante! Pero ahora, millones de personas que vieron el programa —cuya función social al parecer, por lo menos en parte, es darles cierto contexto o marco para comprender importantes noticias de actualidad— van a “saber” que los proveedores de aborto (y el Dr. Tiller en particular) ¡también matan a bebés vivos! Y si ustedes piensen que menosprecio la capacidad del llamado público estadounidense de distinguir entre la fantasía de la televisión y la verdad, pues lo siento, pero todavía hay millones y millones de personas que siguen convencidos de que Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva.

De acuerdo a lo que me dice un amigo que ve más televisión que yo, eso no tiene nada de inusual en los programas de televisión hoy. En un programa tras otro, el valor de la mujer se reduce a su capacidad de tener hijos... y su dignidad como ser humano se reduce a su aceptación de eso como su papel principal en la vida. De hecho, el giro central de este episodio solo sale a la luz debido a lo que debemos considerar, supuestamente, la “decisión ética” de la ayudante al fiscal (que antes apoyaba el derecho de la mujer al aborto, pero ahora está atormentada por la duda) de buscar a esa enfermera y de filtrar a los abogados defensores lo que la enfermera afirmó, una violación total de la confidencialidad entre un médico y su paciente.

Es cierto que al final del programa, se quiere que el televidente piense que el asesino del médico hizo mal y, en verdad, el jurado lo declara culpable. Sin embargo, eso ocurre solamente porque el fiscal recurre como baza decisiva al argumento de que solo el estado puede usar la violencia con legitimidad porque si no, reinaría el “caos”... y eso, a final de cuentas, es la norma moral más elevada que tiene la clase dominante.

He tratado aquí un ejemplo pequeño pero de ninguna manera insignificante de cómo se manipula y se distorsiona la moral de una sociedad para que acepte el asesinato de médicos... y también la prohibición del aborto y la subyugación de la mujer. Esto debe estimular a todos que capten el papel central del derecho al aborto para la emancipación de la mujer (¡un concepto que este programa ni siquiera menciona!) y que consideran una verdad lo que otra amiga mía llama “la idea muy nueva y frágil de que las mujeres son en realidad seres humanos”, a encontrar las formas de cuestionar y transformar el planteamiento de este debate.

— Toby O’Ryan

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