Revolución #191, 7 de febrero de 2010


La verdad en medio de los escombros en Haití: Estados Unidos es el problema, y no la solución

Por todo el mundo al pueblo le duele el corazón por el pueblo haitiano. Tantas personas muertas y que se mueren. La mayoría de los edificios de Puerto Príncipe derrumbados. Los demás inhabitables. Cientos de miles viven en las calles, reuniéndose para ayudar a los enfermos y lesionados, compartiendo lo poco que tienen. Ciudades de carpas en medio del indescriptible hedor de la muerte.

Revolución envió a un corresponsal a Haití que me ha contado historias del increíble espíritu del pueblo: de luchar no solo por seguir con vida sino por mantener su dignidad y humanidad unos con otros. La gente trata de seguir con su vida, a pesar de tener que enterrar los muertos. Me cuenta: “Es impactante ver a la gente viviendo en condiciones increíblemente insoportables y al mismo tiempo escuchar el son de niñas y niños jugando en la calle… Es increíble ver qué tan generosas y cariñosas que las personas pueden ser en medio de condiciones de miseria absoluta.

Algunas gentes que ahora viven en las calles de Puerto Príncipe están encabronadas porque Estados Unidos ha enviado más soldados con fusiles que doctores con medicamentos. A la vez se dice que el país hoy vive una situación tan desesperada que la única manera de reconstruir el país es traer y apoyarse completamente en Estados Unidos.

De hecho, este momento en Haití, en que el futuro entero del país y de la población pende en la balanza, presenta agudas preguntas. ¿Cómo llegó a ser tan pobre el país de Haití? ¿Por qué no había infraestructura en el país? ¿Por qué vivían de dos a tres millones de personas en la capital de Puerto Príncipe, de una población de nueve millones? Y ¿en realidad la ayuda y desarrollo económico que Estados Unidos está ofreciendo ayudarán a la población y a reconstruir el país?

Imponiendo la dominación

Una forma de abordar estas preguntas es examinando la historia de Haití.

Aislamiento y subdesarrollo impuesto: El propio nacimiento de Haití puso en marcha un largo período en que estaba aislado por Estados Unidos, Francia y otros países imperialistas.

En 1791, Toussaint L’Ouverture encabezó una heroica rebelión de esclavos, que a lo largo de 13 años venció a los amos de los esclavos de Haití, los ejércitos de España e Inglaterra, y al final, los franceses. Ésta fue la única rebelión de esclavos triunfante en la historia y la clase dominante estadounidense temía la propagación de tal contagio, sobre todo hacia su propia población de esclavos. Estados Unidos y las potencias europeas se negaron a reconocer a la nueva República de Haití. La armada francesa puso un embargo sobre Haití que estuvo en vigor hasta 1825 y Estados Unidos se negó a tener relaciones comerciales con Haití. Los franceses exigieron que Haití pagara un enorme precio por su independencia, ¡una indemnización para compensar a Francia por la pérdida de sus esclavos! Por eso, de inmediato Haití se sumió en una deuda externa. A fines de los 1800, Haití pagaba el 80% de sus ingresos nacionales para amortiguar esta deuda.

En estas condiciones de aislamiento político y económico, Haití siguió siendo extremadamente pobre y subdesarrollado. Lo que surgió en este contexto fue un opresivo sistema de aparcería en que poderosas fuerzas en el campo con relaciones económicas con las clases de élite en las ciudades venían explotando cada vez más a los campesinos.

Invasión, ocupación y dominación estadounidense: Entrando al siglo 20, el imperialismo estadounidense siguió manteniendo a Haití en el aislamiento político, y en el atraso. El mundo estaba el borde del precipicio de la Primera Guerra Mundial y Estados Unidos tenía preocupaciones cada vez mayores por la amenaza de que el imperialismo alemán ganara influencia en Haití. Estados Unidos enfrentaba una situación cada día más instable en Haití, en que chocaban entre sí diferentes sectores de las clases dominantes y los empobrecidos libraban una creciente lucha de liberación. En este contexto, Estados Unidos invadió a Haití en 1915 y los marines ocuparon el país durante casi 20 años, hasta 1934.

En los años 50 y 60, Estados Unidos expandía e integraba su imperio y tenía grandes preocupaciones por la propagación de la revolución en el mundo, incluyendo en América Latina y el Caribe, lo que Estados Unidos considera su “patio trasero”.

En este contexto, Estados Unidos apuntalaba desde 1957 el gobierno dictatorial de Papa Doc (François) Duvalier, un régimen totalmente corrupto y brutal que se valió de sus fuerzas armadas, junto con las pandillas Tonton Macoutes, para aterrorizar y asesinar a la gente.

Durante todo ese período, Estados Unidos continuó su política de mantener políticamente aislado y subdesarrollado a Haití, colaborando tanto con las élites de tez clara en las ciudades como nacionalistas negros reaccionarios y utilizándolos. Intentó —pero en gran parte no logró— penetrar la producción agrícola y la pequeña industria en las ciudades y sacar ganancias de su desarrollo.

De destrucción y distorsión de la economía haitiana al sueño de talleres de superexplotación: Tras la muerte de Papa Doc en 1971, su hijo Baby Doc (Jean Claude) Duvalier siguió las huellas sangrientas del padre, todavía con el apoyo y respaldo de Estados Unidos. El imperialismo estadounidense siguió sacando ganancias de Haití. Pero ya para los comienzos de los años ochenta sólo hubo 200 compañías, la mayoría de propiedad estadounidense o sus empresas filiales, que empleaban a sólo 60.000 obreros haitianos.

El gobierno de Baby Doc servía bien a los intereses estadounidenses, pero el pueblo lo odiaba en grande y él fue obligado a huir del país tras continuas rebeliones generalizadas. De ahí surgió una serie de gobiernos militares conocida en Haití como el “duvalierismo sin Duvalier”. Luego, en 1991, Jean-Bertrand Aristide, un cura radical y líder del movimiento anti-duvalierista, fue elegido como presidente. Aristide no pretendía romper con el imperialismo estadounidense pero sí trataba de instituir ciertas reformas económicas y sociales que chocaban con los planes estadounidenses para Haití. También el movimiento popular de masas que surgió para apoyarlo fue una amenaza a la estabilidad política. Los reaccionarios haitianos lo aborrecían y Estados Unidos, desde el punto de vista de proteger sus intereses, lo consideraba un indeseado y de poca confianza. Después de sólo nueve meses de su presidencia, la CIA colaboró con las fuerzas armadas locales para efectuar un cruento golpe de estado que tumbó a Aristide y asesinó a miles de sus simpatizantes.

Pero eso no sofocó la resistencia ni logró el “ambiente estable” que quería Estados Unidos. Por eso en 1994 Estados Unidos orquestó un arreglo para que Aristide regresara al país y a la presidencia, acompañado de 20.000 tropas estadounidense que permanecían en Haití más de un año. En cambio Estados Unidos exigió que Aristide dejara su oposición al Ejército Haitiano, las clases dominantes haitianas y el plan estadounidense para el país. Sin embargo, continuó la lucha popular contra la brutalidad del ejército haitiano y los matones Tonton Macoutes. En 2004 las fuerzas armadas estadounidenses literalmente secuestraron a Aristide y su familia, lo subieron a un avión y lo llevaron a la República Centroafricana mientras se consolidó un nuevo régimen en Haití y cientos de infantes de marina de Estados Unidos controlaron la capital de nuevo.

Durante los últimos años, Estados Unidos ha estado promoviendo nuevos planes para lograr lo que no ha podido hasta la fecha: desarrollar Haití como una base para talleres de ensamblaje que aprovechan la mano de obra muy barata y rinden altas ganancias. Ahora eso es un factor importante en el discurso estadounidense sobre sus planes para “reconstruir” Haití a partir del terremoto.

¿Qué decide lo que es posible?

Algunas personas han de pensar: Ahora sí que hay una verdadera oportunidad para Estados Unidos y sus fuerzas armadas de hacer algo bueno, para variar. En vez de merodear por el mundo tirando balazos a la gente y echando bombas, quizá pueda ayudar de verdad a la gente de Haití. Tomando en cuenta la historia de todo el daño que ha hecho Estados Unidos en Haití (incluyendo invasiones militares y “cambios de régimen”), ciertamente se podría argumentar, con base en la moral, que ya es muy hora que Estados Unidos compense al pueblo haitiano ayudándole a reconstruir su país tras este enorme desastre.

Pero, para captar si eso es posible o no es necesario ir más allá de las buenas intenciones de los individuos, sean médicos compasivos, o incluso un infante de marina estadounidense que se siente complacido al repartir comida a las personas hambrientas u Obama que dice interesarse por Haití.

Cosas más grandes determinan lo que Estados Unidos hará y puede hacer en Haití. Cosas más grandes establecen los términos respecto para la asistencia que se distribuirá al pueblo haitiano y cómo Estados Unidos “reconstruirá” a Haití.

Lo cierto es: Lo que Estados Unidos puede hacer en Haití no tiene nada que ver con deseos ni intenciones pero sí tiene que ver con el sistema de imperialismo en que Estados Unidos es la potencia imperialista más poderosa y Haití existe como un país oprimido del tercer mundo.

Este sistema tiene reglas y como en un partido, cada jugador que es parte de este sistema tiene que jugar según esas reglas. Y si alguien trabajara fuera de las reglas, eso pondría de cabeza el partido entero.

Así que ¿cuáles son las reglas del sistema de imperialismo, que rigen la relación entre Haití y Estados Unidos?

Ganancias y explotación

La Primera Regla es que el propósito fundamental de todo es para que alguien obtenga ganancias. ¿Y de dónde vienen esas ganancias? La clase capitalista, ese puñado relativo de personas que controlan o son los dueños de los medios de producción (la tierra, los recursos, las fábricas, etc.), saca esas ganancias del proletariado, esa clase mundial de personas que no es dueña de nada salvo su capacidad de trabajar y que por eso, para sobrevivir, tiene que trabajar para otras personas.

¿Qué implica esta regla en Haití?

Quiere decir que pagan a los obreros de 3 a 5 dólares al día, que no tienen derechos de organizarse. Que las obreras experimentan constantemente el acoso sexual. Que los obreros de repente se encuentran sin empleo cuando las fábricas cierren y se trasladen a otro país del tercer mundo donde la paga es aún menos. Que cuando azotó el terremoto, 500 obreros, quizás mil, en la zona pobre de Carrefour murieron aplastados al lado de las máquinas de coser.

De hecho, para el imperialismo el mayor “atractivo” de Haití es el hecho de que a los pobres y desesperados es posible obligarlos a trabajar por el peor salario y en las peores condiciones laborales e incluso tiene mayores posibilidades de hacer esto después del terremoto.

Bill Clinton, que junto con George W. Bush tiene la encomienda de organizar la ayuda de Estados Unidos a Haití, ha sido la punta de lanza de un amplio plan para expandir la economía de Haití promoviendo medidas que le darán más acceso al capital estadounidense en varios sectores de la economía haitiana y generando “zonas de libre comercio” para las maquiladoras de prendas de vestir y el turismo. Este plan vino de un informe redactado para la ONU en 2009 que abiertamente se refirió a la pobreza de Haití como su atractivo número uno en la economía capitalista global. Haití tiene cierto lugar en la división imperialista global de trabajo. Las inversiones están orientadas hacia las maquiladoras de montaje ligero y a la producción de productos agrícolas para la exportación y no al desarrollo de la gran industria.

Paul Collier, profesor de economía de la Universidad de Oxford, que redactó el informe, escribió: “Por su pobreza y su mercado de trabajo relativamente desregulado, Haití tiene costos de labor que pueden competir muy bien con China, el estándar global”. O sea: Haití puede ofrecer el mismo salario bajo o el salario más bajo y las condiciones laborales más horrorosas en el mundo, y generar ganancias muy altas para el capital de otros países.

Distorsión y dependencia

La Regla Número Uno, aplicada por un país imperialista como Estados Unidos a un país pobre como Haití, tiene expresiones específicas, extremas y grotescas. Subordina la economía del país entero a las necesidades del imperialismo.

Un ejemplo muy contundente es la manera en que Haití pasó de ser un país fundamentalmente autosuficiente en alimentos a uno que depende completamente de las importaciones. Debido al funcionamiento del imperialismo y las medidas deliberadas de Estados Unidos y de los organismos financieros dominados por Estados Unidos como el Fondo Monetarios Internacional y el Banco Mundial, la producción agrícola nacional de Haití ha resultado arruinada en lo fundamental y destruida la manera de ganar la vida de miles de campesinos.

Hace 30 años, se cultivaba en Haití la mayoría de los alimentos que consumía la población. En 1986, el FMI le prestó a Haití 24.6 millones de dólares. Una de las condiciones del préstamo era que Haití redujera las protecciones arancelarias sobre el arroz, otros productos agrícolas y algunas industrias de producción nacional. Por eso, otros países podían competir en los mercados de Haití, especialmente Estados Unidos. Pero los campesinos haitianos no podían competir con los arroceros estadounidenses que recibían subvenciones de su gobierno. Una parte del arroz barato que inundó a Haití vino en la forma de “ayuda alimentaria”. En poco tiempo en Haití el mercado interno de arroz se vino abajo y miles de campesinos tuvieron que emigrar a las ciudades en busca de trabajo. Como resultado, Haití es el cuatro mercado más grande para la exportación de arroz estadounidense.

Subordinada a las necesidades del imperialismo estadounidense, se cambió dramáticamente la economía agrícola haitiana, de manera que profundizó la dependencia y desarticulación de Haití y miseria del pueblo. En 1970 la producción agrícola aún constituía la mitad del producido interno bruto de Haití. A inicios de los años 90, había caído a menos de un tercio. Hoy Haití depende de la importación de más de la mitad de los alimentos que consume.

Por esos años, Estados Unidos insistía que el campesinado haitiano se deshiciera de su enorme y valiosa población de cerdos de producción nacional, supuestamente debido a temores de que la gripe porcina contagiara a la población de cerdos de Estados Unidos. Eso tuvo un impacto devastador sobre muchos campesinos.

Rivalidad, intereses geoestratégicos y regímenes brutales

La Regla Número Dos estipula que los capitalistas individuales (o “bloques de capitales”) tienen que pelearse entre sí para sobrevivir. Esos capitalistas que no se expanden constantemente corren el peligro de ser aplastados por los demás.

Esto se expresa, entre otras maneras, en que todo lo que hace Estados Unidos en Haití tiene que tomar en cuenta los intereses geoestratégicos de Estados unidos en la región entera y en el mundo. Estados Unidos, si bien es el perro número uno, tiene a rivales en esta región, tales como Francia y China. Eso significa un GRAN interés de Estados Unidos es su necesidad de mantener a Haití bajo control y mantener la estabilidad. Eso se debe a que la inestabilidad en Haití o en la región podría dejar oportunidades para que otros países saquen o obtengan ventajas económicas y/o políticas.

La Regla Número Tres estipula que es necesario hacer que obedezca o es necesario aplastar todo lo que impide que Estados Unidos sea el imperio número uno en el mundo.

Vuelva al comienzo de este artículo y vea cómo se ha aplicado la Regla Número 3 a lo largo de la historia de Haití. La larga historia de brutales regímenes con aval estadounidense e invasiones y ocupaciones estadounidenses ha facilitado toda la dominación, explotación y dependencia estadounidenses en Haití. Específicamente, la represión de la resistencia del pueblo haitiana ha sido un elemento central del mantenimiento y administración de esta relación de opresión.

Los sentimientos anti-estadounidenses han prendido una larga historia de resistencia y rebelión del pueblo haitiana. Por esa gran razón, entre otras, el imperialismo estadounidense ha tenido una necesidad de desarrollar y apuntalar una clase de colaboradores que hacen cumplir y sirven a la dominación estadounidense, y a la vez que tiene sus propios intereses explotadores de clase.

Nuestro corresponsal en Haití me cuenta que existe mucha furia, odio y desconfianza contra el gobierno, Y la gente señala la brutalidad, la corrupción y la larga historia de una pequeña clase de élites privilegiadas que han saqueado la economía y la tesorería del gobierno y que viven de lujos mientras las masas sufren.

A la vez a veces se da esto como razón de por qué ahora, después del terremoto, es solamente Estados Unidos y no el gobierno haitiano el que puede reconstruir el país. Pero este argumento no capta una verdad importantísima: que el gobierno haitiano ha sido y sigue siendo totalmente subordinado a Estados Unidos, y también debe y tiene que marchar y actuar al latido del imperialismo. La corrupción, la brutalidad y el elitismo son muy reales, pero esto no va al meollo del problema: que la clase dominante en Haití mantiene el poder a fin de servir y mantener las relaciones económicas y sociales que sirven el imperialismo norteamericano, y solo en la medida que podrá hacerlo.

Una salida de los largos años de tinieblas

No basta ver la situación en Haití y llegar a la conclusión que lo que Haití necesita es la infraestructura, comida, medicina, médicos, escuelas, etc. Claro que Haití necesita todas esas cosas, pero el imperialismo debe observar las reglas. Pero esto no solamente es la razón de por qué Haití es tan pobre sino también por qué Estados Unidos no puede hacer nada bueno en Haití.

Claro, Bill Clinton puede llegar y construir unas escuelas y orfanatos junto con las fábricas explotadoras, y tal vez Haití podrá recibir préstamos extranjeros para reconstruir su infraestructura. Pero nada de esto cambiará en lo fundamental el sistema que mantiene a Haití empobrecido, ni siquiera empezará a solucionar los problemas económicos y sociales profundos que vive el pueblo haitiano. Para que ESO suceda, se necesitará una REVOLUCIÓN, una revolución que expulsa al imperialismo y derroca a las clases dominantes haitianas ligadas al imperialismo y que le sirven; una revolución que se pone a construir una sociedad socialista con el objetivo de un mundo comunista (sobre lo que escribiré más en la segunda parte).

La situación en Haití ahora subraya con una urgencia tan grande y una verdad tan profunda el primer párrafo del Manifiesto del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, El comunismo: El comienzo de una nueva etapa:

“A pesar de lo que se nos predica constantemente, este sistema capitalista bajo el cual vivimos, este modo de vida que constantemente agota —o en un instante destruye— la vida para la gran mayoría de la humanidad, no representa el mejor mundo posible — ni el único mundo posible. Las formas en que la vida cotidiana, por siglos y milenios, ha hecho que la gran mayoría de la humanidad estuviera abrumada, quebrada en cuerpo y espíritu, por la opresión, agonía, degradación, violencia y destrucción y el oscuro velo de la ignorancia y la superstición, no es la culpa de esta humanidad sufrida — ni es la ‘voluntad’ de algún dios o dioses que no existen, ni el resultado de alguna ‘naturaleza humana’ que no se cambia y no se puede cambiar. Todo eso es la expresión, y el resultado, de cómo la sociedad humana se ha desarrollado hasta este momento bajo la dominación de explotadores y opresores... pero ese mismo desarrollo ha traído a la humanidad a un momento en que lo que por miles de años ha existido, ya no tiene que ser así — en que un modo de vida completamente diferente es posible, en que los seres humanos, como individuos y sobre todo en su interacción mutua entre sí, en todas partes del mundo, pueden quitarse las cadenas pesadas de la tradición y ponerse a su máxima altura y florecer de formas nunca antes vividas o siquiera imaginadas en toda su extensión”.

Cada una de estas frases habla tan profundamente de toda la historia de Haití como neocolonia de Estados Unidos y de la terrible situación que el pueblo haitiano vive ahora mismo. Habla del hecho de que el pueblo haitiano necesita una revolución que rompa las cadenas de la dominación imperialista y NO necesita más del mismo sistema bajo el cual ha sufrido por tantos años.

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