Revolución #193, 21 de febrero de 2010


"En un país en que se ha legitimado la tortura..."

La golpiza y violación de Michael Mineo por la policía neoyorquina

Se espera que el 15 de febrero el jurado comience las deliberaciones en el proceso contra los tres policías neoyorquinos acusados en relación a la brutal golpiza y violación de Michael Mineo.

El proceso ha tenido mucha tensión. Mientras los defensores de los policías repetidamente intentaban calumniar e intimidar Mineo en las repreguntas y poner en entredicho su credibilidad, éste se negó a dar marcha atrás, al igual que se ha mantenido desafiante a lo largo de los 16 meses desde que lo violaron. Cuando un defensor le preguntó por qué había hablado con los medios si, como dijo en testimonio, el incidente lo había dejado avergonzado, Mineo respondió que lo hizo porque se negaba a dejar que “escondieran la violación debajo del tapete tal como los policías hacen en los demás casos”.

He aquí lo que la policía neoyorquina y sus defensores jurídicos han estado intentando ocultar debajo del tapete: el 15 de octubre de 2008, Michael Mineo, 24, estaba de camino al trabajo en un salón de tatuajes de Brooklyn, fumando un cigarro con mota. Cuando los oficiales se le acercaron, Mineo se tragó el “pucho” y, al intensificarse la situación y ante el arresto inminente, Mineo, en parte porque estaba bajo libertad condicional, se echó a correr y entró a una estación del metro. Ahí, los policías lo sometieron bocabajo, arrinconado, tacleado, apaleado y esposado. Y, tal como dijo en testimonio, un policía le sujetó los hombros y otro los pies, y el tercero le bajó los pantalones.

Mineo continúa: “Sentí algo duro entrar a mi raja. Sentí dolor. Me desorienté. Vi una luz blanca… Una, dos, tres veces, se detuvo un segundo, luego lo sentí entrar, penetrarme”. El objeto penetrante fue un tolete retráctil que blandí un oficial, Richard Kern, que es acusado de agresión mayor con agravantes y podría ir a dar a la cárcel hasta 30 años.

Unos momentos después del ataque, Mineo les preguntó a los policías si le habían metido algo en su recto. “Te gustó, pinche p*to”, dijo otro oficial bajo acusación, Alex Cruz. Cuando Mineo se metió las manos en los calzones, tocó sangre, la que mostró a los agentes. Poco después, le ofrecieron a Mineo un trato, junto con una amenaza: “Mira, tú me ayudas a mí, yo te ayudo a ti”, Mineo dijo que Kern lo dijera. “Te nosotros te dejamos ir, no puedes ir a la delegación ni a un hospital. Pero si lo haces, tenemos tu dirección. Te levantaremos un delito mayor”.

Pero Mineo no se dejó presionar para que se callara. Un amigo lo llevó al hospital Brookdale, donde pasó cuatro días con dolores insoportables y empezó a hacer denuncias. En el primer día ahí, el hospital llamó a la oficina del fiscal de Brooklyn para decir que aparentemente un paciente había sido víctima de sodomía por la policía.

Al salir la noticias en los medios, los mandos de la policía neoyorquina alegaron que los testigos civiles en el lugar de los hechos no apoyaban el argumento de Mineo de que había sido violado. Pero eso era mentira, tal que ha quedado claro en el proceso, en que los testigos dijeron que vieron a Mineo sometido, con los pantalones alrededor de los tobillos y lo escucharon gritar de que lo estaban violando.

Además, un agente en el lugar de los hechos ha testificado, rompiendo el infame “muro azul de silencio”, para corroborar el testimonio de los civiles. El agente del Buró de Tránsito Ken Maloney testificó que observaba mientras Richard Kern le metió un tolete entre las nalgas de Mineo y escuchó los gemidos y quejas de Mineo de que alguien le había penetrado con un radio portátil. Maloney también dijo que vio sangre en la mano de Mineo. En el momento del incidente, Maloney no intervino para detener la violación por los policías ni para ayudar a Mineo. Dijo que con el paso del tiempo, se presentó para testificar porque consideraba que la investigación de la policía singularizaba al policía equivocado, Cruz, y no al policía que blandió el tolete, Kern. Independientemente de los motivos de Maloney, es cierto que es muy perjudicial su testimonio, junto con el de los testigos civiles.

Ante esta evidencia y otras cosas, como el testimonio de un experto en ADN de que la sangre encontrada en el tolete de Kern bien podría ser la de Mineo, los defensores han procurado voltear la tortilla echando mano de los abundantes antecedentes criminales de Mineo y su participación en la pandilla Crips. Además, lo han presentado como un oportunista cuyo verdadero motivo es la demanda civil que ha entablado con el gobierno municipal, por cientos de millones de dólares en perjuicios y daños. “¿Éste es tu día de paga, no es cierto?”, le preguntó un defensor. Mineo contestó: “Incluso si me dieran mil millones de dólares, eso no me compensaría por lo que me hicieron”.

Pero las toneladas de evidencia contra los tres policías ni garantizan en absoluto que habrá justicia. En 2006, había toneladas de evidencia con los agentes que mataron a un Sean Bell indefenso en una ráfaga de 50 balas. Pero esos agentes salieron impunes. En 1999, un Amadou Diallo indefenso murió en una ráfaga de 41 disparos cuando le metió la mano en el bolsillo para sacar su cartera. Pero esos agentes salieron impunes. Como un lector de Revolución le escribió al periódico poco después de que salió a la luz la violación de Michael Mineo: “La rama en togas negras del estado capitalista ha tapado las huellas y ha puesto en libertad a los asesinos vestidos de azul que reconocen como los defensores de primera línea de sus sistema entero” (Revolución en línea, 29 de diciembre de 2008, en revcom.us, en inglés).

El lector agrega: “Sin duda, Kern y su equipo daban por sentado que en una ciudad como ésta, en un país en que se ha legitimado y legalizado la tortura de ‘los malos’ al grado de que casi ni se habla de eso ya, simplemente podría dejar de ocultarlos de plano y cometer sus crímenes en medio de una multitud.

“Lo que eso enseña no es un acto aberrante de un individuo demente sino la cultura cada vez más virulenta de brutalidad, violación y matanza que impera entre los agentes armados del orden capitalista y su lógica confianza de que los tribunales les apoyen sin importar lo que haga. En otras palabras, nos enseña la REALIDAD de la violencia del estado contra el pueblo y que es necesario arrancarles la máscara de legitimidad a estos agentes armados y al sistema que representan”.

Incluso bajo las propias leyes de este sistema, el castigo por posesión de mariguana y/o echarse a correr no es la VIOLACIÓN. Y nunca se puede aceptar esta brutalidad de parte de la policía. Como dice con tanto poder el mensaje y llamamiento del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, “La revolución que necesitamos… La dirección que tenemos” (Revolución #170, 19 de julio de 2009): “Los días en que este sistema simplemente puede seguir haciendo lo que le hace a la gente en este país y en todo el mundo... en que la gente no tiene la inspiración ni la organización para hacerle frente a estas barbaridades y acumular las fuerzas para poner fin a esta locura... esos días deben TERMINAR. Y esto SE PUEDE hacer”.

Envíenos sus comentarios.

Si le gusta este artículo, suscríbase, done y contribuya regularmente al periódico Revolución.

Basics
Revolución: por qué es necesaria, por qué es posible, qué es
From Ike to Mao and Beyond