Revolución #261, 26 de febrero de 2012


No dejen que siga la represión del Movimiento Ocupar
A actuar el 28 de febrero

Y ahora la descabellada acusación de terrorismo interno

El 28 de enero en Oakland, los manifestantes Ocupar salieron a la calle para ocupar un edificio propiedad del municipio que lleva seis años desocupado. Las autoridades respondieron con una de las más grandes olas de arrestos en masa en la historia de la ciudad. Por tercera vez en tres meses, con balas de goma, disparos de pólvora en bolsas, gas lacrimógeno y granadas aturdidoras, reprimieron el disentimiento legítimo y la ocupación de espacios públicos. Los periodistas establecidos que cubrían la situación resultaron arrestados. Aplicaron un nivel de fuerza y violencia estatal que provocó graves lesiones, hizo que al menos dos personas fueron a dar a unidades de cuidados intensivos y cientos más a hospitales y cárceles.

Estos ataques fueron parte del desencadenamiento sistemático, planeado y nacional de violencia y represión contra el Movimiento Ocupar, coordinado desde los más altos niveles del país. La repetida violencia estatal en ciudad tras ciudad tiene por objeto sacar al movimiento de los espacios públicos, y de esa forma, de la imaginación y participación del público.

Acorralaron a los manifestantes Ocupar: los metieron en corralones sin salida y sin forma de dispersarse, y luego los gasearon. Al día siguiente, el concejal del municipio Ignacio de la Fuente, entrevistado por el noticiero de la CBS, salió en defensa de las acciones del gobierno: “Las indicaciones para el departamento de policía y nuestra gente eran hacer lo que fuera necesario para cerciorarse de que esas personas captaran el mensaje de que nosotros no seguiremos tolerando esto”. ¡Incluso los acusó de ser terroristas internos! Dijo: “Creo que en lo esencial, a mi parecer, lo que constituye una versión de terrorismo interno, es cuando esas personas empiezan a tomar edificios y a costarle al municipio una increíble cantidad de recursos…”

La acusación de que la resistencia abrumadoramente no violenta del Movimiento Ocupar es terrorismo interno porque le cuesta al municipio una “increíble cantidad de recursos” sería risible si no fuera tan peligrosa. En un momento en que el gobierno aprueba proyectos de ley como el Acta de Autorización de Defensa Nacional de 2012 que le da poderes a las fuerzas armadas para que hagan cumplir las leyes en la sociedad civil y que suspende selectivamente el debido proceso legal y el habeas corpus, así como otros derechos para aquellos que el gobierno identifica como terroristas, tal clase de etiquetación es completamente inaceptable. Hay que tomarla muy en serio. Los esfuerzos de este tipo para satanizar a los manifestantes y marginar al Movimiento Ocupar tienen por objeto justificar el uso de la violencia contra los manifestantes e intimidar al pueblo. No es sino una contrainsurgencia oficial contra el disentimiento y para silenciar el movimiento, contenerlo y separarlo de su muy amplia base de apoyo público. Hay que desenmascarar esos esfuerzos y responderles con la movilización de un amplio apoyo público. Hay que responderles con poderosas expresiones en los espacios públicos de parte de las personas que tomen partido con Ocupar y en contra de la represión del Movimiento Ocupar.

También es peligroso y desmesurado que ciertas personas le hagan eco a las siniestras acusaciones de la alcaldesa de Oakland Jean Quan y De la Fuente porque identifican erróneamente los obstáculos muy reales que ha levantado la escalada de represión oficial, al decir que los problemas están en su mayor parte al interior de Ocupar. Cabe ponderar algunas lecciones de la historia. En Alemania, a instancias de los nazis, las autoridades locales y los líderes comunitarios judíos pidieron que la Judenrat entregara los “judíos menos deseables” a los nazis. En su mente, justificaron esta acción en nombre de proteger la comunidad judía mayor. Esa lógica letal terminó por ayudar y legitimar de manera incrementada cada medida que allanara el camino para los campos de exterminio, y cuando empezaron a gasearlos, nadie salió ileso, ni la Judenrat.

Una y otra vez los críticos por todo el país han pisoteado las formas de expresión y disentimiento protegidas bajo la Constitución. Una y otra vez han reprimido el disentimiento en la plaza pública. Utilizan la fuerza, la intimidación y la violencia estatal contra personas que simplemente protestan de manera no violenta. Eso es, según la declaración que llama a una acción de masas contra la represión del Movimiento Ocupar, pura vergüenza desde un punto de vista moral, y es profundamente ilegítima desde el punto de vista legal y político.

“Hay algo que ya está claro: si se permitiera que siguiera en pie esta ola ilegítima de represión… si las autoridades lograran reprimir o marginar a este nuevo movimiento… si la gente de nuevo resultara ‘acorralada’, en los sentidos literal y simbólico, la situación sería mucho peor”.

Como primer paso para plantarse contra la represión de Ocupar, en todas partes las personas deberían salir en manifestaciones y además enviar declaraciones de apoyo desde los cuatro rincones del país a la manifestación convocada para el 28 de febrero en Union Square, Ciudad de Nueva York, y en otras ciudades.

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