Entrevista a Joey Johnson:

A 25 años del fallo de la Suprema Corte sobre la quema de la bandera, sigue siendo "tóxica" la bandera estadounidense

10 de julio de 2014 | Periódico Revolución | revcom.us

 

Nota de la redacción: En junio de 2014 se cumplió el 25 aniversario de Texas v. Johnson, el fallo de la Suprema Corte de 1989 que dictaminó que quemar la bandera estadounidense en una protesta es una forma de expresión simbólica protegida por la Primera Enmienda de la Constitución de EE.UU. Gregory “Joey” Johnson era el acusado en el caso. El periódico Revolución tuvo la oportunidad de hablar con Joey.

 

Revolución: Joey, ¿puedes describir para nuestros lectores la historia del caso de la quema de la bandera, Texas v. Johnson, en particular para las y los lectores jóvenes que tal vez nacieran después del caso?

Joey Johnson: Comenzó en Dallas, Texas en 1984 durante la Convención Nacional del Partido Republicano que nombró a Ronald Reagan como candidato para su segundo mandato. Reagan fue el primer presidente quien, después de la guerra de Vietnam, reafirmó fuerte y crudamente y sin disculpas: “¡Estados Unidos #1!” Y el tema general de esa convención era “la renovación patriótica” pos-Vietnam y “reconstruir un Estados Unidos más orgulloso, fuerte y grande”.

El abogado William Kunstler (derecha) y Joey Johnson (segundo de la derecha) en frente de la Suprema Corte durante los argumentos presentados en una histórica batalla jurídica y política para defender el derecho de quemar la bandera estadounidense. Foto: AP

Durante los años sesenta, decenas de millones de personas en la sociedad estadounidense resultaron repugnados por aquellos valores. Aunque ocurrieron muchas cosas de maravilla en esos años, no logramos hacer concretamente una revolución, no arrebatamos el poder al sistema capitalista imperialista. Así que con el tiempo, el sistema obró para “rehabilitar” ante el público ese tonto patriotismo pro-imperialista. Eso ocurrió después de que Reagan mandó las fuerzas armadas a invadir a Granada y derrocar su gobierno, después del apoyo yanqui a los regímenes de los escuadrones de la muerte en El Salvador y Guatemala y su financiamiento a los mercenarios “Contras” dizque “combatientes por la libertad” que masacraban a los campesinos en Nicaragua. Estamos hablando de cientos de miles de personas asesinadas en esas guerras patrocinadas por Estados Unidos.

La convención republicana había arreglado a Dallas como un mitin nazi de hoy día, con filas de banderas estadounidenses por las calles y ese tema del chovinismo yanqui tóxico. Algunos de nosotros viajamos desde diferentes partes del país a Dallas — simpatizantes del PCR y muchos diferentes jóvenes, algunos anarquistas y otros que simplemente odiaban a Reagan. Fuimos para oponernos a toda esa mierda de USA #1 y tomar posición con el pueblo del mundo. A propósito, también habíamos protestado en la convención del otro partido imperialista, el Demócrata, anteriormente ese verano.

Quisiera decir a las y los lectores jóvenes de Revolución que en ese entonces, al igual que ahora, uno de los puntos más fuertes del PCR era el internacionalismo —el mundo entero ante todo— y que se llevó ese mensaje a las protestas en Dallas.

Nuestra protesta en Dallas era ruidosa y desafiante, se hizo una “Gira de Arcas de Guerra” que desfiló en frente de todas esas oficinas centrales de corporaciones y denunció los vínculos entre esas corporaciones y el saqueo imperialista yanqui en el tercer mundo, su apoyo al apartheid en Sudáfrica, los contratistas militares y toda la cosa. Y luego quemamos la bandera estadounidense en frente del centro de convenciones. Fue toda una yuxtaposición del chovinismo rojo, blanco y azul, y al desafiarlo, nuestra solidaridad con el pueblo del mundo. La policía arrestó como a cien personas. A algunas nos acusaron de cargos más pesados, como la quema de la bandera. Unos meses más tarde me llevaron al juicio, me declararon culpable y me sentenciaron a un año de cárcel y una multa de $2.000. Me acuerdo que el fiscal recomendó al jurado que me aventaran lo máximo para hacer de mí un escarmiento: Si vienen a Dallas y queman la bandera, van a pagar por ello.

Directamente del juicio me metieron al bote, pero mi condena indignó a otras personas también, y ayudaron a pagar la fianza para el recurso de apelación. De ahí lanzamos una campaña que al final duró casi cinco años para anular mi condena. Empezó en Texas como “¡Liberar a Joey!” y se hicieron unos mítines y protestas, y muchas personas de diferentes sectores firmaron una Declaración de Indignación. Me acuerdo que el gran artista Fela Kuti pasó por Texas y tocó un concierto en Austin, y ¡firmó la declaración que exigía la anulación de la condena!

Revolución: ¿Puedes hablarnos de lo que pasó cuando el caso llegó a la Suprema Corte de Estados Unidos?

Joey Johnson: Bueno, para empezar, para que quede en claro, yo no estaba en ese entonces, ni estoy ahora, impresionado por la Suprema Corte estadounidense. Creía en ese entonces y ahora que la Suprema Corte estadounidense es un ente político de la clase dominante estadounidense, donde esos supremacistas de la clase dominante estadounidense discuten y deciden cuestiones políticas y económicas grandes para el sistema capitalista imperialista. Por eso pueden considerar los mismísimos temas de derecho y decidirlos de una manera en cierto período de tiempo y de otra manera en otro período de tiempo, basándose fundamentalmente en las necesidades del sistema, como se ha demostrado en casos que van desde la esclavitud al aborto y la “libertad de expresión”. Total, lo importante es que no pedí ir a la Corte Suprema, me llevaron a fuerzas.

Podría haber otra sociedad completamente diferente, que está en la Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte (Proyecto de texto), que se basa en la nueva síntesis del comunismo de Bob Avakian. Y esa constitución renuncia a las guerras de saqueo e imperio, y valora y promueve el disentimiento como parte del proceso de revolucionar continuamente la sociedad y avanzar hacia el comunismo.

Pero esa batalla sobre mi caso la escogió ciertas fuerzas poderosas de la clase dominante estadounidense, en una situación en la que podían haberlo dejado tal como estaba. La Corte de Apelación de Texas falló a mi favor, pero en vez de dejarlo así la Corte Suprema quiso ver el caso, y en ese entonces analizamos que era muy probable que quisieran revocar la decisión del tribunal tejano. Yo tenía que denunciar la manera en que el estado de Texas y el gobierno en general estaba violando sus propias proclamaciones sobre la “libertad de expresión” al suprimir y criminalizar la expresión, o la que se llama la “expresión simbólica”, la que desafía todo el adoctrinamiento patriótico a todas las personas en este país.

Así que se dio toda una batalla en la esfera jurídica, y se tenía que elaborar escritos, y yo estaba muy afortunado porque el gran abogado radical de los años sesenta William Kunstler me representó, junto con el Centro por Derechos Constitucionales. Recientemente salió el documental, William Kunstler: Disturbing the Universe (William Kunstler: Perturbando el universo) el que recomiendo mucho que lo vean.

Revolución: ¿Así que fue tanto una batalla política como una batalla jurídica?

Joey Johnson: Correcto. Cuando uno se encuentra bajo ataque político, hay que pelear no solamente en los tribunales, hay que luchar ahí, pero lo más importante es salir a la sociedad y a las masas para explicar lo que está en juego y qué es lo que el gobierno quiere suprimir.

El PCR luchaba por hacer eso en el caso Texas v. Johnson. Implicaba estar muy en la vista pública y denunciar la bandera como símbolo del imperialismo estadounidense, planteando la necesidad de la revolución para eliminar este sistema, tomando una postura al lado de los pueblos del mundo en contra de ese imperio y señalando que el comunismo es el verdadero camino hacia adelante, y al mismo tiempo dejar en claro cuál era la verdadera línea divisora en el caso: el patriotismo obligatorio. Que permitir que el gobierno criminalizara las expresiones de desprecio hacia la bandera sería una forma de patriotismo obligatorio.

Y de hecho, el caso y nuestro trabajo respectivo, y también otros acontecimientos en la sociedad y en el mundo, desencadenaron un enorme debate que polarizó la sociedad. Me acuerdo que cuando el caso comenzó, el ayatolá Jomeini anunció una fatwa contra el autor Salman Rushdie por cometer una “blasfemia” contra el islam en su novela Los versos satánicos. Como la ley de Texas que presuntamente violé prohibía la “profanación de un objeto venerado”, al tratar la bandera así como un icono religioso, muchas personas observaron que el gobierno quería mandarme a la prisión por una blasfemia contra la bandera. Poco después, Dread Scott, un artista revolucionario que en ese tiempo vivía en Chicago, creó una increíble obra de instalación, “¿Cuál es la manera apropiada de exhibir una bandera estadounidense?”, en que una bandera estadounidense estaba puesta en el suelo y uno podía pisarla para escribir comentarios acerca de la bandera. Eso suscitó una gran polémica en Chicago, y unas organizaciones reaccionarias de ex-combatientes estadounidenses marcharon al museo de la exhibición y amenazaron a Dread. Pero también, nos dieron apoyo muchos ex-combatientes que odiaban al gobierno por los crímenes que éste les ordenó cometer en Vietnam y en otros lugares. Y muchos presos escribieron unas declaraciones de apoyo muy emocionantes. Así que fue muy importante ir a la sociedad, hablar en los mítines, en las universidades y facultades de derecho, en las secundarias de los barrios marginados urbanos y de las afueras de las ciudades, hacer entrevistas en los programas de televisión y radio. Todo se llevaba a otro nivel.

Revolución: Además, todo un abanico de organizaciones de libertades civiles y de derechos civiles dio su aporte, ¿verdad?

Joey Johnson: Sí, correcto. La ACLU [Unión Estadounidense de Libertades Civiles] y otros presentaron lo que se llaman memorandos amicus (memorandos jurídicos en que se presentaban argumentos acerca de por qué se debiera fallar a nuestro favor) a la Suprema Corte. Y varios artistas de renombre, entre ellos Jasper Johns, también presentaron un memorando amicus que incluía ilustraciones a todo color de sus obras de arte, junto con argumentos jurídicos que decían que si se decidiera en mi contra, también se podría someter sus obras a proceso. Así que todo el debate llegó a alcanzar un nivel más amplio en toda la sociedad y con voces de los dos lados.

Repito, estábamos luchando en la esfera jurídica y en la sociedad. Además, se dieron unos sucesos en el mundo que, en mi opinión, también tuvieron un impacto sobre el debate, entre ellos el colapso de los regímenes del falso comunismo en Europa Oriental, que estaba ocurriendo en 1989, y también la matanza de la plaza Tiananmen que se dio en la China revisionista del falso comunismo a principios de junio de 1989, solo un par de semanas antes del fallo en mi caso. Y creo que una situación surgió en la cual la élite gobernante en Estados Unidos se enfrentaba a un dilema político, y eso se reflejaba en las opiniones legales: ¿cómo seguir promoviendo a los “disidentes políticos” en esos países, al mismo tiempo que estaban tratando de encarcelar a un disidente político en Estados Unidos?

Fíjese, Bob Avakian hace hincapié en la estrategia de “acelerar mientras se aguarda” en términos de la revolución. Creo que eso se aplica a las batallas particulares. Porque no se sabe de antemano cómo todo va a resultar. No se sabe hasta qué medida “se pueda crear condiciones favorables mediante la lucha”.

El día en que la Suprema Corte vio nuestro caso, hicimos una protesta delante del edificio de la Suprema Corte, antes y después de la presentación de los argumentos orales. Toda una gama de personas habló y teníamos un montón de afiches que mostraban diferentes lugares en el mundo, como Panamá, Nicaragua, Corea del Sur, Perú, Irán, las Filipinas, Egipto, etc., donde las masas estaban quemando la bandera del imperio estadounidense para demostrar su indignación por cualquier golpe de estado o invasión más reciente del imperialismo yanqui a sus países. Y esa noche se celebró un debate apasionado con varios centenares de estudiantes en la Universidad American. Yo sabía que no se trataba simplemente de un caso jurídico, que estábamos representando a todas las personas en el mundo oprimidas por el imperio que esa bandera simboliza.

Revolución: ¿Y cómo era la situación unos meses más tarde cuando ganaste el caso?

Joey Johnson: Estaba muy alocada. Definitivamente había motivos por celebrar el hecho de que el gobierno no logró criminalizar las expresiones públicas de desprecio por su símbolo. Tuvo que dar marcha atrás, carajo, en el patriotismo obligatorio. Sin embargo, unas fuerzas poderosas de la élite gobernante no aceptaron el fallo, hasta el presidente en ese entonces, George Bush, Sr., quien pidió una enmienda constitucional para cambiar a la Primera Enmienda para que prohibiera la quema de la bandera, y después el Congreso trató de aprobar una nueva ley federal, la cual impugnamos también, y eso resultó en toda una segunda ronda en la Suprema Corte, con más acusados, incluyendo a Dread Scott y a un ex combatiente de Vietnam que había desafiado la ley.

Revolución: Así que ¿qué piensas ahora, después de 25 años?

Joey Johnson: Creo que Texas v. Johnson fue una victoria importante para el pueblo. Y, por esa misma razón, es algo sobre el cual los de arriba quieren que las masas tengan amnesia política. Para ellos es una historia incómoda. Lo único que quieren que se vea en Estados Unidos y por todo el mundo es un anuncio sano (en realidad, venenoso) de patriotismo rojo, blanco y azul. Este sistema imperialista, este imperio que la bandera estadounidense representa, es horrible.

Fíjate, todos los países que las fuerzas armadas estadounidenses han invadido, ocupado, desestabilizado, en donde han fraguado golpes de estado, todo eso, solo en los últimos 25 años. La lista es muy larga. Y últimamente en Irak tenemos la propaganda de Obama y de la máquina mediática, que no asumen la responsabilidad del sufrimiento del pueblo iraquí y al contrario le echan la culpa a ese pueblo mismo, diciendo: “Hemos hecho tanto por ellos”, después de que este sistema trastornó al país entero, llevó a cabo múltiples invasiones relámpago contra Irak, de conmoción y pavor, torturó a los iraquíes en Abu Ghraib, impuso sanciones económicas, todo eso, con más de un millón de iraquíes muertos, y millones más lisiados y refugiados. Y, otra vez, quieren más amnesia y adoctrinan a las personas en Estados Unidos para que miren al mundo por un lente chovinista de “Estados Unidos ante todo”. Sin mencionar lo que el imperialismo estadounidense les ha hecho a otros países de esa región y toda la sangre que Estados Unidos tiene en las manos.

Mientras tanto, están tratando de adoctrinar a las personas en Estados Unidos para que no vean todo eso. O que estén a la defensiva, sin palabra en contra de todo eso para no “perjudicar a las tropas”. Así que el imperio está escondiéndose detrás de las tropas. Nosotros tenemos que denunciar eso, además de retarles a las tropas acerca del propósito para el cual los están usando.

Así que en realidad tenemos que hacerle frente a todo eso como una parte importante de luchar contra el poder, y transformar al pueblo, para la revolución. Porque, en serio, ¿no están hartos de mirar al mundo por el lente de “nuestros intereses nacionales”? Eso es asqueroso. ¡Es arcaico! Fíjate en qué tan interconectado e interdependiente lo es el mundo hoy. Y aún así, existe esa mentalidad estrecha capitalista. Bueno, el PCR dice: “¡Dejen de pensar como estadounidenses, empiecen a pensar acerca de la humanidad!” Y en realidad hay miles de millones de personas en todo el planeta que odian el imperialismo estadounidense y hay decenas de millones de personas en Estados Unidos que se avergüenzan por los ultrajes y los crímenes que Estados Unidos comete en el mundo y no quieren tener asociación alguna con eso, y ¡existe la base para convencer a otras decenas de millones de personas en Estados Unidos a que tomen esa postura! Porque en realidad no tenemos que vivir en un mundo tal como es hoy. En realidad existe una base para vivir en un mundo en que la humanidad y la conservación del planeta son la máxima prioridad.

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