Vivo para la revolución:
Entrevista a Clyde Young

Una entrevista reimpresa del Obrero Revolucionario (ahora Revolución)

6 de octubre de 2014 | Periódico Revolución | revcom.us

 

En esta entrevista, el Obrero Revolucionario habla con Clyde Young (anteriormente conocido como el “Camarada X”), un camarada dirigente del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos. Su vida —de joven negro en las calles a comienzos de los años 1960, dos rebeliones en la cárcel y el presente— es de mucho interés para las compañeras y los compañeros que buscan una salida de este sistema racista y opresor. La entrevista salió por primera vez en el OR Nos. 569-573.

 

Primera parte: Al principio: Con el pelo frito y planchado, teñido y con una raya al lado

Clyde Young

Mecanografiando en la cárcel, Michigan City, Indiana, a fines de los años 1960.

OR: Pasaste mucho tiempo en la cárcel de joven y ahí te metiste a revolucionario y llegaste a ser un líder revolucionario. Así que queremos conocer toda esa historia; sabemos que tu experiencia podría darles ideas a las y los jóvenes que las autoridades siempre están jodiendo, mostrarles por qué deben ser revolucionarios.

Unos versos del rap de Public Enemy “Don't Believe the Hype” describen la situación típica de la juventud negra de hoy:

“Sobre el revólver...
Yo no tenía licencia
Apenas me ven, tiemblan
Soy el epítome — un enemigo público
Usado, maltratado en las sombras
No me reventé
Salió en las noticias
No se traguen el cuento”.

Lo que dice esta canción, ¿se parece a lo que viviste de joven en los años 60?

Camarada X: Ah, sí. Ese verso habla de lo que es vivir en esta sociedad para los negros y para otros oprimidos, y cuando yo era joven era lo mismo. Una gran diferencia es que ahora la cosa se ve mucho más clara. En la portada de un disco de Public Enemy está un joven negro con un tiro al blanco en el pecho. Y lo que caracteriza la situación de hoy es que los meros meros están atesando su aparato estatal: con el pretexto de una guerra contra la droga en realidad están realizando una guerra contra el pueblo y contra la juventud. Eso es lo que pasa.

Malcolm X decía que había dos cárceles: una de seguridad mínima y otra de seguridad máxima. Cuando hablaba de que estuvo en la cárcel le decía a la gente: “No se sorprendan que Uds. también están en la cárcel, solo que en una cárcel de seguridad mínima”. Pero esa distinción se está borrando cada vez más. O sea, cuando se ponen a hostigar y encuerar a los jóvenes en público, como en Boston, a convertir los multifamiliares en cárceles y a hacer vilezas así, las diferencias entre la seguridad mínima y la seguridad máxima se empiezan a borrar.

Así que la cosa es más cortante, más tenaz. Y eso se ve en la reacción de la juventud de hoy y en muchas canciones de Public Enemy y otros grupos de rap; eso es distinto. Pero también tenemos mucho en común, como que no aceptábamos sus vilezas. Como lo que dijo Mao de que los oprimidos resistirán y al resistir buscarán una filosofía; yo creo que eso más bien es lo que me pasó a mí.

Recuerdo la primera vez que me arrestaron; tenía 9 años. Me robé algo de un almacén. No me acuerdo qué pero era una cosita. No importa, me llevaron a la cárcel. Me zamparon en una celda solo, en una cárcel para hombres y tenía 9 años. Y me dejaron ahí para intimidarme —y a esa edad no era difícil— hasta que me fueron a buscar mis padres. Eso pasa todo el tiempo cuando uno es negro en Estados Unidos. De ser blanco, me hubieran tratado muy diferente: a lo mejor me hubieran llevado a mi casa o advertido que no lo volviera a hacer. Pero en mi caso, desde el comienzo me trataron muy duro.

Desde antes de la adolescencia hasta casi los 30 años tuve una serie de contradicciones con el Estado y me metieron a la cárcel. Todos los crímenes que supuestamente precipitaron eso fueron muy, muy menores. Pero ya hablaré de eso.

La primera vez que me condenaron fue por un delito muy menor: me robé medio kilo de carne molida. Nosotros éramos muy pobres así que yo hacía esto: cuando mi mamá me mandaba a comprar algo con un par de dólares yo me lo robaba y me guardaba el dinero. Y un buen sábado —lo recuerdo vívidamente— me agarraron. Otra vez, directo a la policía. Pero esta vez mis papás no me podían sacar así no más. Me metieron en un centro de detención juvenil un par de meses y después me soltaron bajo libertad condicional. Esa vez tenía 12 años.

A los 13 años me volvieron a arrestar por robar y por andar en un carro robado, o por robar un carro, que era una violación de la libertad condicional. Pues me sentenciaron a una correccional por un tiempo. En realidad lo que hacían en esos tiempos era meternos ahí indefinidamente hasta los 18 años.

En esos tiempos no sabía bien qué pensar de todo eso. Más o menos me daba cuenta de que algo andaba mal, que era una injusticia; me daba una idea de la opresión de los negros. Pero no era nada que te pudiera decir así es la cosa. Así que ahí estuve casi un año y fui cayendo en la cuenta más y más.

OR: Muchas veces los jóvenes sienten la presión pero no se dan cuenta de que es el sistema que les cae encima.

Camarada X: Claro que yo lo puedo ver mucho más claro mirando para atrás. Cuando yo era chico los negros del Sur todavía tenían que sentarse en los asientos de atrás del autobús por las leyes Jim Crow. Y no era solo en el Sur; en el Norte pasaba lo mismo. Una vez Malcolm X dijo que el Sur comenzaba en la frontera de Canadá. O sea, era todo Estados Unidos, porque en el Norte ocurrían las mismas porquerías, solo que más disimuladas. Recuerdo que incluso donde yo vivía, en el Norte, algunos restaurantes y heladerías no permitían que los negros se sentaran, igual que en el Sur. Pero todo el sistema —todo el sistema penal y el aparato estatal— estaba diseñado de manera que los oprimidos siempre perdían. Y ese es el mismo problema que tienen los jóvenes de hoy.

Cuando uno iba a ver al oficial que lo vigilaba durante la libertad condicional, muchas veces preguntaba: “¿Te daban de comer tus padres? ¿Te pegaban?” Nosotros éramos muy pobres y muchas veces había que escoger entre comer o tener calefacción. Yo salía a buscar madera para calentarnos y teníamos que comer emparedados de azúcar y porquerías así. O sea, no teníamos nada. Eso fue antes de que se abrieran unos cuantos trabajos mejores en los años 60. Y en vez de ver que esa era la fuente del problema, las autoridades —los trabajadores sociales y demás— preguntaban: “¿Piensas que eres cleptómano?”

Y finalmente me di cuenta que el problema era mucho más grande: que la causa de todo eso era el capitalismo y el imperialismo, a eso se debía la opresión de los negros, desde que nos trajeron en cadenas y nos sometieron a la esclavitud hasta la esclavitud de después en el Sur. Todo eso se combinaba para crear las contradicciones con que yo chocaba de joven.

OR: ¿Cómo fue en la correccional?

Camarada X: En la correccional la vida estaba muy reglamentada. Vivíamos en cabañas, pero primero lo metían a uno en lo que llamaban “cuarentena”, donde nos enseñaban las reglas y básicamente comenzaban el proceso de quebrantarnos. Yo recuerdo la cuarentena. Los pisos estaban limpísimos. Esa era nuestra rutina: pasábamos la mayoría del tiempo lavando y encerando los pisos y caminando en trozos de tela para no rayarlos. No nos dejaban usar zapatos.

Además era muy segregado. Los negros y los blancos vivían en sus propias cabañas. Y si era posible, los blancos tenían más privilegios que los negros. Al salir de la cuarentena fui a la cabaña que me asignaron. Todo el mundo entraba a la cocina y yo era el último. Al pasar al lado del supervisor de la cabaña, me dijo algo y yo contesté: “No”. Eso lo enfureció: me echó al suelo, me tiró una silla encima, me pegó con la silla, me dio latigazos, todo porque no dije: “Sí SEÑOR”.

El pelo tenía que estar bien cortito. Para tenerlo largo nos poníamos medias de nylon en la cabeza. Así achatábamos el pelo para que no pareciera muy largo. Porque en cuanto crecía nos lo cortaban. El primer día en la correccional hacen como el ejército: lo rapan a uno. Es muy reglamentario, muy humillante. Obligan a marchar en formación, recitar el padrenuestro y el juramento a la bandera: todo es muy estricto. Había ciertas zonas de la cabaña donde estaba prohibido hablar y los lamesuelas se ocupaban de soplar todas las violaciones. El castigo era la correa. Tanto que se hacían los que les preocupaba sobre si le pegaban a uno en su casa, pues ahí nos azotaban con una correa como las que usan los peluqueros para afilar navajas. Nos hacían bajar los pantalones e inclinarnos sobre una silla. Por hablar en el comedor nos daban 10 latigazos, pero si soltábamos la silla empezaban de nuevo, así que eso podía seguir un buen tiempo. Era todo muy fascista. Esa era la atmósfera en general en Estados Unidos en los años 50 y principios de los 60. Cuando volví un poco más grande, me rebelé contra ese control rígido, hasta le hice frente al supervisor.

OR: ¿La mayoría de los muchachos de la correccional eran pobres?

Camarada X: La mayoría eran proletarios. Mucha gente que conocí ahí —y venían de todas partes del estado— la volví a ver en la cárcel. De joven uno como que engranaba en un carril y muchas veces en la cárcel se encontraba con compañeros de la correccional.

OR: Algunos hablan como si el crimen de los ghettos y las pandillas fuera algo nuevo, que antes no existía, cuando en realidad los oprimidos siempre han vivido en una situación en que está bien joderse y maltratarse entre sí, pero no cruzar la raya a combatir el sistema.

Camarada X: Tienes mucha razón. Eso es algo que señala el Presidente1 en la entrevista sobre el Partido Pantera Negra. En mi ciudad no había pandillas organizadas; era más una cuestión de territorio, que es prácticamente lo mismo. Era el lado Este contra el lado Oeste y el lado Norte contra el lado Sur. Ay del que cruzara a territorio ajeno. O supón que sin querer pisabas a alguien en una fiesta en territorio ajeno, pues un incidente menor así muchas veces terminaba en violencia. Y en otras ciudades como Chicago no solo tenían pandillas sino que eran como imperios. Tenían miles de miembros; reclutaban a la fuerza. Así que es verdad que ha existido mucho tiempo.

Y también es verdad eso de que en cierto sentido es “permitido” joderse entre sí. Lo que no se permite es cometer violencia y crímenes violentos contra los blancos, y ni hablar de volverse revolucionario y atacar el sistema. Eso es muy diferente.

OR: Volvamos a tu historia. En la correccional quisieron quebrantarte con un régimen disciplinario, pero por lo visto no pudieron. No tuvo el efecto que querían.

Camarada X: No, es verdad. Bueno, antes de comenzar a tener ideas revolucionarias, y especialmente antes de adoptar el marxismo-leninismo-maoísmo2 , nos podían confundir. Pero nunca lograron quebrantarnos ni a mí ni a muchos compañeros míos, aunque sí nos confundieron. Por ejemplo, yo me preguntaba: “¿Por qué siempre termino aquí? Me prometí que no me iba a meter más en líos, que no me iban a volver a arrestar, pero aquí estoy”. En otras palabras, nos hacían creer que el problema éramos nosotros y no el sistema y toda su sociedad. Como cuando era joven y jugaba a los dados; tenían dados cargados para hacerte trampa. Así es el sistema. Los dados están cargados contra nosotros.

No lo veía todo claro, pero como muchos jóvenes, tenía aspiraciones y pensaba por qué los de aquí éramos pobres y los de allá nacían ricos. Donde yo vivía, todo el barrio era negro y muy pobre. Pero muy cerca había un barrio blanco muy rico. Y uno se ponía a pensar: ¿Por qué tenía que ser así? ¿Por qué algunos tenían que vivir con hambre? ¿Por qué les faltaban cosas muy básicas de la vida mientras ahí no más otros vivían lujosamente? Eso me lo pregunté muchas veces cuando era chico, antes de comprender que era el sistema.

OR: ¿Quiénes eran tus héroes?

Camarada X: Quería chiripear y pasarla en la calle, ser un buscavidas. No le veía mucho futuro a trabajar como un esclavo 8 horas al día, como mis padres y los demás. Eso no prometía nada, no me atraía. Lo que me atraía era esa otra vida, la “mala vida”, andar en la calle, rebuscarme. Y eso fue lo que hice.

La gente que admiraba eran los “elementos valientes” que se paraban en las esquinas con los pantalones bien encaramados. Había una moda de ponerse los pantalones bien alto, hasta el pecho, con Kadies, y tenían navajas. Era una moda medio rebelde, no consciente, pero con espíritu de oposición. Era parte de la juventud de esa época. Esas eran las personas que yo admiraba y que luego me encontré con ellas en la cárcel, gente como el “Hermano Russell”.

El Hermano Russell, que ya se murió, era uno de mis héroes, era mi “modelo”, en vez de Martin Luther King, Jr. y gente así. Hace poco estaba leyendo una historia de Staggerlee y me acordé del Hermano Russell. Fue a dar a la cárcel porque una vez que estaba metido en un juego de apuestas alguien cometió el error de darle una bofetada y él acabó en la cárcel por homicidio. El Hermano Russell no era el tipo que se dejaba pegar; fue un error serio, un error fatal. Así que el Hermano Russell acabó en la cárcel donde yo estaba. Para ese entonces yo ya era revolucionario y yo fui el “modelo” para él, así que la cosa se volteó.

Así eran las personas que planchaban y freían el pelo, lo teñían, y se peinaban con una raya pero no muy ancha. En ese entonces, se llamaba procesar el pelo. Era un estilo especial con cierto dejo el que no era respetable, un estilo “en las narices de lo respetable”. Los negros que eran respetables y que se movían en el mundo de la farándula tal vez se procesaran el pelo, pero aquellos que se cubrían el pelo con pañuelo o llevaba tal pañuelo en el bolsillo y demás cosas manifestaban cierta falta de respeto que sacaba de quicio al otro lado.

Eran los malos. Se ponían su ropa locota y se paraban en la esquina a canturrear y a armar relajo. Esa era la gente que admiraba, que copiaba. Después, yo mismo fui uno de ellos.

OR: En oposición al tratamiento que recibiste le cogiste desprecio a la muerte, algo parecido a la actitud que describe la canción de NWA “Fuck tha Police” [Al carajo la policía]:

“...Tienen la autoridad para matar a las minorías.

Al carajo eso, pues yo no soy el tonto

que un maldito cabrón con revólver y placa

va a golpear y meter adentro”.

What Is a Pig? by Emory Douglas

Del periódico del Partido Pantera Negra: “¿Qué es un cerdo policía?: “Una bestia de baja naturaleza que no respeta la ley, la justicia ni los derechos del pueblo; una criatura que muerde la mano que le da de comer; un depravado y vil calumniador, que por lo común se hace pasar por víctima de un ataque sin provocación”.

Camarada X: Me parece que al principio, ese desdén por la muerte y todo lo que nos hacían lo dirigíamos contra los demás. Era una cosa de quién era el más fortachón, de no dejarse.

Pero también sentíamos desprecio por los cerdos policías. Cuando yo comencé a hacer robos, me metía a una casa a robar y por puro arrojo y falta de temor al Estado me ponía a prepararme una comida. O sea, pensaba que yo tenía lo mismo que ellos tenían, y probablemente era más bragado, así que si llegaban, pues nos veríamos las caras. Esa era mi actitud, era la actitud de muchos compañeros, y me parece que no es muy diferente a lo de hoy.

No hace mucho estaba releyendo un libro de Malcolm X donde habla de lo importante que era “quedar bien”, no dejarse humillar, cuando él era joven. Es algo muy importante en la calle y la cárcel. En su libro dice que para un buscavidas quedar bien y el honor eran lo más importante, a toda costa. Nadie les podía ganar o burlarse de ellos; y peor, nadie podía decir que se acobardaron o que se rajaron ante una amenaza o que les faltó coraje. Es básicamente machismo, no tolerar que nada ofenda su masculinidad. Y si algo los ofendía, o se portaban bien machotes o no eran nada.

Eso era una parte importante de la existencia de la calle; uno necesitaba nervios de acero, valor, no podía ceder en una confrontación. Eso es parte de la psicología de la vida de la calle, y hay gente de los años 60 que se olvida de eso y le cae encima a la juventud de hoy; y no empezó en los 60; Malcolm habla de que era así en los 40, eran las reglas de la calle y de la cárcel.

OR: Ahora, mirando atrás, tú dices que tiene algo positivo y algo negativo. ¿Cómo así?

Camarada X: Del lado negativo: tiene mucho individualismo, y ni hablar de machismo. Yo lo sé por experiencia propia. Tuve que romper con muchas cosas para cambiar esa mentalidad. Es la mentalidad del sistema. No es lo que decimos nosotros: “hombres y mujeres, alzándose, fuertes, orgullosos, y con igualdad: ese es el estilo nuestro: la única manera de emanciparnos todos”. Los jóvenes de hoy (y me refiero especialmente a los compañeros) tienen que luchar contra esa mentalidad, ese machismo. Los revolucionarios necesitan una orientación de ser líderes y poner en primer lugar la política revolucionaria, unirse con la furia del pueblo y dirigirla de la forma más poderosa contra esta letrina que ellos llaman “el mejor sistema de la tierra”. Y eso tiene que ser parte de los preparativos para derrocarlo. Como hemos dicho: “Este combate político nos preparará para cuando llegue La Hora —y puede llegar pronto— cuando la guerra revolucionaria habrá que lanzar”.

Del lado positivo: cuando esos jóvenes comienzan a tomar conciencia, cuando comienzan a apuntar contra el sistema ese mismo arrojo, furia y desdén a la muerte, la cosa cambia completamente. Todo eso es necesario para derrocar este sistema; ese espíritu es necesario. Se necesita mucho más que “valor”, pero eso es necesario. Esas son las dos caras. Por un lado, en la calle es machismo, gangsterismo y demás. Por otro lado, cuando esa actitud se transforma por medio de la dirección de un partido y cuando la gente comienza a abrazar la ciencia del marxismo-leninismo-maoísmo, ese arrojo y ese odio se templa.

Yo me acuerdo que sentía mucho odio, pero no tenía foco y muchas veces acababa mal dirigido. No lo he perdido, todavía tengo una furia y un odio monumental al imperialismo, y como dice la canción, “con todo corazón los aborrezco”. Y después de todos estos años, todavía no le tengo miedo. Así que la cuestión es cómo dirigir eso.

Cuando de joven, no había un partido, no había un partido basado en el marxismo-leninismo-maoísmo que pudiera orientarnos. Luego, cuando era adolescente, surgió el Partido Pantera Negra que desempeñó un papel de vanguardia, y la cosa cambió. Hoy hay un partido, nuestro partido, que se está preparando para hacer la revolución en Estados Unidos, como componente de la revolución mundial. Hay un partido con la línea, la dirección y el plan de batalla para dirigir una revolución de lleno esta vez.

En los años 60 surgió una generación que no se dejaba intimidar ni acogotar por el poder del Estado; necesitamos hacer surgir eso otra vez y, esta vez, llevarlo hasta el final.

Segunda parte: Tronando todo

OR: El rap “Acero negro en la hora del caos” cuenta la historia de un rebelde negro que no quiere meterse al ejército y termina en la cárcel. Tú casi te metiste al ejército una vez. ¿Qué pasó, por qué no lo hiciste? ¿Y qué opinas hoy?

Camarada X: En un momento dado la cosa se puso fea. Me di cuenta de que mi vida tenía que cambiar. Me habían metido varias veces a la cárcel y acababa de pasar un episodio con un carro robado en que me persiguieron a tiros y con perros por un bosque. Yo me figuraba que en muy poco tiempo iba a estar muerto o en la cárcel en serio. Esas eran las posibilidades. No veía más.

Muchos parientes me quisieron aconsejar. Especialmente unos tíos me dijeron que me calmara, que me “frenara” un poco porque estaba viviendo “una vida demasiado acelerada”. Se daban cuenta de que me iba a estrellar.

En esos tiempos no tenía conciencia política. Decidí que quería ser marine, “volverme hombre”, esas necedades que dicen. Estaba desesperado.

Un tío me convenció...no creo que luchó en la guerra de Corea pero estuvo en el ejército. Me encontró en una esquina, donde había que buscarme en esos días. Y yo, pues: “Sí, sí, sí, bueno, está bien, hasta luego”. Pero él insistió y me la peleó. Su orientación era: “Para qué ir a luchar y morir por esos cabrones, no es nuestra guerra”. Decía que “Cuando uno va para allá, es una lucha para volver. Uno no tiene razón para pelear por ellos”.

Así que aunque yo andaba muy acelerado y realmente no escuchaba a nadie, él me sacudió y me hizo cambiar de opinión.

OR: Eso fue en los primeros años de la guerra de Vietnam.

Camarada X: Tienes razón y es medio irónico porque yo chocaba constantemente con el Estado y pasé casi la vida entera en instituciones penales pero al mismo tiempo había caído en la trampa de su ideología: iba a ser un marine, luchar en el extranjero y “volverme hombre”. Esas ideas influenciaban a mi familia por la guerra de Corea y otras guerras. Así que yo lo veía como una oportunidad para ir por otro camino. Pero resulta que unos meses más tarde fui a parar a la cárcel, que a la larga fue una resolución mucho mejor de la contradicción.

OR: Eso debe sonarle muy raro a algunos: que la cárcel fue una resolución mejor que el ejército.

Camarada X: Mirando en retrospectiva, sí lo fue. El tío que me convenció de no entrar al ejército lo hizo desde una posición nacionalista negra. Pero más tarde en la cárcel, cuando tuve más experiencia con la teoría y práctica revolucionarias, llegué a ser INTERNACIONALISTA. En los años 60 uno como que se alineaba en cierta medida con el enemigo de su enemigo. Nos identificábamos con la guerra de Vietnam desde el punto de vista de los vietnamitas y nos identificábamos con la lucha de China y de Corea. Algo que realmente era emocionante y liberador para mí en la cárcel era leer sobre la guerra de Corea y ver que los coreanos le dieron una buena paliza a Estados Unidos y que los vietnamitas estaban haciendo lo mismo. Siempre hablan de lo poderosos que son, de que nadie puede con ellos, pero mira lo que les estaba pasando. Un país de campesinos podía derrotar a uno de los países más poderosos del mundo. Eso me inspiró tremendamente. Así que en cierto sentido la cárcel fue como una escuela para mí. Mi vida, mis experiencias fueron una escuela, pero ahí adentro me presentaron ideas revolucionarias. Y por eso digo que, mirando en retrospectiva, yo diría que fue una mejor resolución de la contradicción.

OR: Eso fue alrededor de los tiempos de la rebelión de Detroit cuando te sentenciaron a 20 años. ¿Qué pasó?

Camarada X: Me condenaron de robo a mano armada; hubo un tiroteo con la policía. No le di a nadie pero me enjuiciaron en una atmósfera muy cargada por la rebelión de Newark y por la rebelión de Detroit, que acababa de ocurrir. Yo sabía que habían ocurrido pero no me daba cuenta del impacto que tenían. Tuvieron un impacto incluso en mi juicio y en el jurado, que era todo blanco. No les gustó mi arrogancia; yo era demasiado levantisco. Eso solo lo supe más tarde, por mi abogado.

En el resumen, el fiscal le dijo al jurado que yo tenía mala actitud. Nunca mencionaron la rebelión de Detroit, pero la conexión estaba ahí cuando me juzgaban por ser levantisco, agresivo y, pues, rebelde en mi modo de ser en el juicio. Me sentenciaron a 20 años.

OR: Así que te sentenciaron por ser parte del pueblo oprimido que había osado a levantarse.

Camarada X: Exacto. En esos tiempos yo no tenía conciencia política pero así es como me miraban.

OR: ¿Como te agarraron? Debes recordar ese día...

Camarada X: Vívidamente. Es chistoso. Un día nos pillaron a dos amigos y a mí. Pero yo tenía una plata y pude salir bajo fianza, así que fui a conseguir más plata para sacarlos a ellos de la cárcel. En esos tiempos yo usaba un gran sombrero y un sobretodo largo y oscuro, como un gángster. Andaba mal de táctica, porque entré vestido así a un barrio blanco para asaltar una tienda. Resulta que unos puercos policías me vieron entrar y dieron vuelta y vieron el robo. Hubo un tiroteo y lograron agarrarme ahí mismo.

OR: Cuéntanos sobre los primeros incidentes que recuerdas cuando empezaste a tomar más conciencia revolucionaria.

Camarada X: Bueno, para darte una idea de la actitud levantisca que tenía, cuando me condenaron mi actitud fue: “Pasaré los primeros 10 años parado en la cabeza y los últimos 10 enderezándome”. Esa era mi actitud. Qué carajo, soy joven, que se jodan.

Yo empezaba a conectar varios episodios de mi vida y a comprender lo que pasaba; me di cuenta de que en la cárcel casi todos eran oprimidos, negros y blancos, que el que tenía dinero podía evitar todo eso, que la gran mayoría éramos proletarios.

Me sentenciaron a 20 años por un robo de 140 dólares. Los dados estaban cargados.

En la cárcel me encontré con un viejo compañero de cárcel que conocía desde muy joven. Cuando yo llegué a la cárcel esa última vez él le había entrado a la política nacionalista negra y quiso enseñarme, pero yo no me dejé, hasta que un día pasó algo que me afectó muchísimo y empecé a cambiar.

Llevaba como un año preso cuando los presos más conscientes —que en esos tiempos eran nacionalistas revolucionarios— realizaron una protesta. Ni me acuerdo de las demandas. Yo pude ver todo por la ventana de mi celda.

El grupo declaró que tenía unas demandas para el alcaide. Inmediatamente los guardias los rodearon con escopetas. Al único guardia negro no le quisieron dar escopeta; tenía una macana. Si me acuerdo bien, era como un teniente simbólico, y los presos se lo señalaron. Se pusieron a decirle: “Mira, ni siquiera te dan escopeta”. Esa experiencia me enseñó muchísimo. Muchas veces en la cárcel pasa eso; no toleran la protesta, sacan las armas y las usan.

Así que yo temía que iban a abrir fuego y cargárselos a todos. La cosa siguió un par de horas; era una situación muy tensa donde los presos no iban a ceder por nada aunque parecía que los iban a masacrar. Finalmente resolvieron la situación sin matar a nadie pero los transfirieron a la cárcel estatal. Pero me impactó mucho el valor de esos hombres que estaban dispuestos a morir por su causa. Empecé a interesarme en lo que decían.

Así que ahí fue cuando empecé a leer. Primero leí a Malcolm: la Autobiografía de Malcolm X, Malcolm X habla y otros escritos suyos. Y en un año muy intenso pasé por muchos cambios. Mi etapa de la Nación de Islam duró apenas unos meses, hasta que me empecé a interesar en el Partido Pantera Negra.

OR: ¿Cuál fue el momento decisivo en que comenzaste a considerarte revolucionario?

Camarada X: A los dos años de estar en la cárcel empecé a llamarme REVOLUCIONARIO. Me había familiarizado con los líderes e ideas revolucionarios más avanzados que había en Estados Unidos en esos tiempos. Había estudiado y me mantenía al tanto del Partido Pantera Negra. Hubiera hecho cualquier cosa para estar con Huey, Bobby y los demás cuando confrontaron a los puercos policías. Era duro estar en la cárcel mientras pasaba todo eso. Así que me metí al partido y mediante los Panteras conocí a Mao.

En esa etapa de mi desarrollo traté de leer el Manifiesto Comunista y cosas por el estilo, pero realmente estaban fuera de mi alcance. A Mao sí lo entendía. Seguí tratando de entender el Manifiesto Comunista y más tarde pude leer escritos más complejos también. Pero Mao me atraía como un imán. Me gustaba lo que oía de la Revolución Cultural y me gustaba cómo la popularizaban los Panteras. Desde donde estaba, no llegaba a comprender el significado global de la Revolución Cultural, pero todo lo que oía me inspiraba y me emocionaba tremendamente. Sabes, Mao y la Revolución Cultural atrajeron a muchísima gente por todo el mundo a la política revolucionaria. Inspiraron a muchos de nuestro movimiento internacional a adoptar la ciencia del marxismo-leninismo-maoísmo.

OR: ¿Había ciertos individuos que jugaban un papel más importante en el movimiento revolucionario en la cárcel o era un grupo? ¿Cómo era?

Camarada X: En esos tiempos los presos nos reuníamos en grupos y colectivos para estudiar. Unos cuantos que teníamos más conciencia revolucionaria nos reuníamos a estudiar y a hacer ejercicio. Teníamos la idea de que iba a haber una REVOLUCIÓN e íbamos a estar LISTOS. Así que estudiábamos y hacíamos adiestramiento físico para eso.

Un día llegaron unos Panteras Negras y entonces empecé a ver más directamente lo que pensaban y qué querían lograr. Recuerdo algo que pasó cuando llegaron. En la escuela había un mimeógrafo y esos Panteras no tardaron en hacerse cargo. Bajo su dirección escribimos un volante de varias páginas, ya casi se podía llamar un folleto de propaganda. Era buenísimo: tenía dibujos de puercos policías, del tipo que dibujaba Emory Douglas. Lo copiamos y lo distribuimos. Qué rabia les dio a los puercos policías, les dio un ataque al corazón.

Uno de esos compañeros había estado en el ejército, así que una de las cosas revolucionarias que hacíamos era marchar en formación en el patio de recreación. Eso no le gustó nada a las autoridades, no lo toleraban. La ironía es que antes nos obligaban a marchar de una parte de la cárcel a otra. Pero cuando lo empezamos a hacer por nuestra cuenta, por razones muy diferentes, no les gustó nada. Nos prohibieron marchar, ya no lo podíamos hacer. Otra cosa que nos gustaba hacer esa hora era estudiar. Muchas veces en vez de jugar al básquet nos sentábamos en el patio a estudiar. Eso también lo prohibieron. Respondían a todo con represión. Finalmente incomunicaron a los Panteras y a otros por sus actividades revolucionarias.

Eso fue en 1969. Para entonces yo ya era un líder revolucionario y cuando incomunicaron a los Panteras precipitaron una rebelión.

OR: Cuéntanos qué pasó.

Camarada X: Duró dos días. El primer día nos sentamos en el patio y presentamos unas demandas. Teníamos un plan si no los sacaban. Bueno, presentamos nuestras demandas y las autoridades dijeron que iban a sacarlos y a considerar otras demandas, así que paramos la protesta. Pero no les creíamos y esa noche trazamos otros planes. Si no los sacaban como prometieron, íbamos a hacer algo que les doliera mucho.

Al día siguiente dijeron que los iban a sacar. Era nuestra demanda principal. Teníamos otras más generales pero esa era la que más nos importaba. Escribí sobre eso unos años más tarde en la cárcel: “Cuando abrieron las celdas para la hora de recreación, la mayoría esperábamos una confrontación con los guardias pero pocos o ninguno previmos las trágicas consecuencias. Antes de salir al patio corrió la voz de que en vez de sacar a dos presos del pabellón de los incomunicados los habían metido al calabozo”. En el primer caso lo confinan a uno las 24 horas del día, separado de la población general de presos, pero le permiten ducharse y cosas así. En el calabozo uno no tiene ni cama ni cobijas. Tiene que dormir en un piso de cemento y siempre está oscuro. A los otros camaradas los transfirieron a la cárcel estatal como prometieron pero a esos dos los metieron al calabozo.

Escribí: “Frustrados y enojados por la traición de las autoridades, unos 30 presos decidimos incendiar la fábrica de muebles como habíamos planeado. Esa fábrica es una gran fuente de ingresos para el estado, pero los presos que trabajan ahí reciben 15 centavos por hora. Por eso queríamos incendiarla, para darle duro al estado burocrático y a las autoridades ‘correccionales’ que imponían las condiciones represivas que prevalecían en la cárcel”.

Así que esa era nuestra orientación.

OR: ¿Recuerdas ese día? ¿Lo puedes describir?

Camarada X: Lo recuerdo vívidamente. La tensión era increíble al salir de las celdas esa mañana: nadie sabía qué iba a pasar. Sabíamos que iba a pasar algo muy serio pero no sabíamos qué. Era muy posible que nos mataran; que muchos cayéramos ese día. Así era la cosa. Estábamos furiosos. Encerrar a los presos que nosotros considerábamos nuestros líderes era la culminación de una serie de atropellos. Estábamos hartos.

Así que cuando salimos al patio ese día el plan era que unos presos que trabajaban en la fábrica de muebles nos iban a suministrar los combustibles necesarios y otros estábamos encargados de entrar a la fábrica e incendiarla. Pero no pudimos. Nos repulsaron. Los guardias de la torre dispararon contra nosotros y no pudimos entrar. Entonces regresamos al patio. Los guardias lo rodearon con sus escopetas. Las autoridades dijeron que el que quisiera se podía marchar. Se fueron unos 450 presos y quedamos 212. Un teniente le ordenó a un guardia negro, que era sargento de nombre nada más, que se fuera. No estaba armado. Nos había prometido que no nos iba a pasar nada. El teniente le dijo: “Bueno, pues, vete y no lo verás”. Todos los guardias que quedaron eran blancos.

Los presos que quedamos éramos todos negros, salvo dos blancos y un chicano. En esa batalla aprendí algo sobre la tarea de unir a todos los que se pueda unir contra el enemigo, porque nosotros no lo habíamos hecho. O sea, hubiera sido posible ganar a los presos blancos —por lo menos algunos— a nuestra causa, pero no le dimos la debida importancia.

Recuerdo que pensé: “Aquí me muero” y estoy seguro de que muchos estaban pensando lo mismo. Era muy posible que nos mataran ese día, pero nos habíamos metido en una especie de continuo del que no se podía regresar. Les habíamos lanzado un desafío a las autoridades y estábamos resueltos a llevar esto a sus últimas consecuencias. No íbamos a dar media vuelta, ni siquiera si nos disparaban. Fue algo muy teso. Es difícil expresar en palabras la tensión que sentíamos; pero al mismo tiempo sentíamos una fuerza, sentíamos que nos estábamos plantando y no íbamos a dejar que esos cabrones de mierda nos asustaran, por más que tuvieran escopetas y demás.

Los guardias rodearon el campo de entrenamiento y, no recuerdo las palabras exactas, pero fue algo como “Niggers, tienen cinco minutos para largarse”. Así que contestamos: “Váyanse al carajo, hagan de cuenta que ya pasaron los cinco minutos, de aquí no nos vamos”. Y de lo que recuerdo, nuestra sensación era, era como lo que dice Lenin que en ciertos momentos los oprimidos sienten “desprecio por la muerte”. Eso era lo que sentíamos...un desprecio total por la muerte.

Estaba claro que nos podían matar, pero no íbamos a dar marcha atrás, estábamos resueltos a llevar esto a las últimas consecuencias. No estábamos en lo de Martin Luther King, Jr. de “sentarse y poner la otra mejilla”. Estábamos furibundos, muy bravos, y pensábamos (ingenuamente desde un punto de vista táctico) que como no estábamos haciendo nada violento que se controlarían, que no nos matarían. Pero ese día fue como una introducción violenta que nos mostró cómo es esa gente.

Cuando pasaron los cinco minutos abrieron fuego. Estábamos en una cancha de voleibol. Era como un patio de recreación cercado y la cancha estaba a unos 2 metros de la cerca. Los guardias estaban ahí al pie de nosotros, al otro lado de la cerca. Cerraron la puerta y metieron sus escopetas por los huecos de la cerca. Algunos disparaban tan seguido y tan rápido que se les atascó.

Pero así y todo, un preso no se quiso sentar. Se quedó parado y alzó el puño en el símbolo de Poder Negro. No se sentó hasta que lo bajaron a bala.

Así que ese día aprendí más sobre la naturaleza del enemigo que lo que se puede aprender en muchos libros. Mataron a dos compañeros e hirieron a 45. El compañero que no se quiso sentar no murió pero quedó malherido.

Así que cuando entra en una situación así, es como algo que dijo Mao... de que uno tiene que morir de alguna forma pero que su muerte puede tener más peso que el monte Taishan o menos que una pluma. Eso era lo que sentíamos.

Y después de eso, lo que pasó después, nos mostró más cómo es el sistema. Muchas cárceles están en zonas rurales blancas y los hospitales cercanos no aceptan pacientes negros. Así que tuvieron que llevar a los heridos a otros hospitales a muchos kilómetros porque el hospital cercano no aceptó. Y nosotros decíamos: “Esto lo tendrán que pagarlos”. Era otro crimen del imperialismo y otra razón para derrocarlo. Pero no nos sentíamos asustados o intimidados, aunque habían hecho esa porquería, esa cobarde matanza. Estábamos furiosos.

OR: ¿Veían que esa batalla formaba parte de una guerra más amplia?

Camarada X: Cómo no, y recuerdo nuestro espíritu cuando nos incomunicaron. Nos metieron en una sección incomunicada. Tuvimos que cargar a los heridos del patio al edificio. Los pusimos en el suelo en frente del hospital de la cárcel. A los demás nos metieron de a 12 ó 15 en celdas de 2.5 x 3 metros, como sardinas, pero seguíamos gritando consignas y el ambiente era eléctrico.

OR: Nuestro Presidente ha dicho que si uno quiere ser de los pesos pesados, pues la revolución es lo que está más de los pesos pesados. Tú habías confrontado la muerte antes en la vida; ¿qué diferencia hay entre las dos situaciones?

Camarada X: En sus escritos, el Presidente habla de la diferencia entre el valor militar y el valor revolucionario. Yo todavía no he tenido la oportunidad de verlo en su sentido más profundo, o sea, en una guerra revolucionaria. Pero en un sentido como en miniatura, esto fue un ejemplo de eso. Por un lado, si uno confronta a otro tipo tan oprimido como uno, ya sea por “quedar bien” o por otras fintas de la vida de la calle, como hablamos antes (véase la Primera parte), eso es una cosa. Ese es un tipo de valor. O incluso plantársele al Estado —como cuando yo me metía a robar y me preparaba el desayuno— eso es una cosa. Pero confrontar al enemigo, con toda la fuerza del Estado, eso es otra cosa. Eso es algo completamente distinto y requiere un tipo de valor completamente distinto.

Lo que Mao decía sobre morir en el Libro rojo es esto: morir por el pueblo tiene más peso que una montaña, pero morir por los imperialistas tiene menos peso que una pluma. Y en esa época había una corriente, que nos atrajo a todos nosotros, a poner la vida en juego y darla luchando contra el imperialismo. Así nos sentíamos y no lo hemos olvidado; así nos sentimos ahora. Yo creo que la juventud tiene que entrarle a eso mismo. El valor que tienen en un contexto tiene que traducirse a confrontar todo el sistema y derrocarlo. Porque una de las cosas que entendimos en ese entonces, de una forma fundamental, es que salvo el Poder todo es ilusión: que el día que los tumbemos podremos hacer milagros.

OR: O sea, el poder estatal, confrontar todo el sistema, no solo tener un territorio.

Camarada X: El poder estatal, confrontar todo el sistema, no solo adueñarse de una cuadra o de una esquina o de una parte de la ciudad, sino hacer frente a los imperialistas y derrocarlos en una guerra revolucionaria, establecer el socialismo y empezar a avanzar hacia el comunismo. Esa es la meta que comencé a vislumbrar en esos años. Y eso es algo completamente distinto.

Tercera parte: Cambiando la situación

OR: ¿Te acuerdas de cuando te diste cuenta de que se necesita una revolución contra todo el sistema para lidiar con los problemas que sufren los negros y todos los otros problemas sociales?

Camarada X: Cuando mataron a Fred Hampton; eso fue parte de los hechos que me empujaron por esta trayectoria. Fue unos cuantos meses después de cuando nos balacearon en la rebelión de la cárcel de que hablamos. (Véase la Segunda parte, “Tronando todo”). Y para mí fue obvio, conociendo la naturaleza de esa gente, habiendo vivido en las entrañas de la bestia, dentro de las entrañas de la bestia, para mí fue obvio que lo asesinaron. Eso como que ató los cabos sueltos. Yo tenía ciertas ideas y entendía ciertas cosas, pero en esa época las integré a un nivel mucho más alto.

Antes de la masacre de la cárcel en 1969, a cierto nivel yo ya me consideraba revolucionario. Esos sucesos combinados con el asesinato de Fred Hampton fueron cruciales; me hicieron cruzar una línea, resolver que eso era lo que quería hacer con mi vida. Ese fue el punto de viraje más profundo, por así decirlo. No había vuelta atrás.

OR: Si alguien te hubiera dicho unos años antes que ibas a ser un líder revolucionario, ¿qué hubieras pensado?

Camarada X: No lo hubiera creído. Pero la lucha de liberación negra y el movimiento revolucionario de esa época nos impulsaron a muchos a ser lo que terminamos por ser. Antes, cuando era un joven bravo y andaba de buscavidas en la calle, jamás se me hubiera ocurrido. Pero en esos momentos había una gran cantidad de efervescencia por todo el mundo y en Estados Unidos que se sentía hasta en la cárcel. Y eso nos impulsó a tomar posición.

Cuando me metieron a la cárcel, mi plan era sencillamente cumplir mi condena y salir, y no pensaba meterme en nada que fuera un obstáculo para eso. Cómo será que cuando me sacaron de la cuarentena hubo una pelea entre razas muy violenta en mi pabellón, a botellazos y fierrazos. Yo conocía en cierto grado la opresión de los negros y las contradicciones que existían en ese campo pero no tomé partido con ningún lado. No más caí en medio.

No entendía qué hacían ni le veía motivo. Pero sí me impactó ver que tenían convicciones muy firmes y que estaban dispuestos a jugarse la vida por ellas. Eso me hizo pensar, tratar de entender por qué lo hacían. En ese tiempo ni siquiera vislumbraba que es posible derrocar a los imperialistas. Al nivel de rebelión individual o de confrontar a la policía de una forma individual o con unos cuantos compañeros, eso lo había hecho; pero en cuanto a movilizar masas y juntar un ejército para derrocarlos, uff, ni siquiera tenía idea de que era posible.

Mao dice que los oprimidos buscan una filosofía para luchar contra su opresión. Eso es lo que hice. No sabía leer muy bien, no le presté mucha atención a la escuela, especialmente a lo que nos enseñaban en historia: que los esclavos sembraban algodón y tal; era humillante. Pero cuando estaba en la cárcel, empecé a sentir la influencia de lo que estaba pasando en la sociedad y por todo el mundo y me puse a ver cómo entenderlo.

La cosa comenzó LUCHANDO contra las autoridades de la cárcel y por medio de eso comencé a tratar de entenderlo todo más a fondo. Me puse a estudiar la situación de los negros en Estados Unidos, sus raíces. Un libro que recuerdo fue Cargamento negro; describía cómo apiñaban a los africanos en los buques negreros y los transportaban en unas condiciones tan horribles que muchos saltaban al mar y se mataban. Empecé a entender mejor la opresión de los negros en Estados Unidos y cómo y por qué solo se le puede poner fin con medios violentos. No se le puede poner fin rezando o haciendo marchas; se necesita una lucha armada. Eso fue lo que llegué a entender a través de mis experiencias.

OR: O sea, fue como decía Mao, aprender a combatir en el curso mismo de la guerra.

Camarada X: Seguro, exactamente. Cuando me metí a luchar con el otro lado, me empecé a preguntar con qué íbamos a reemplazar esta sociedad. Y recuerdo la emoción de darme cuenta que es posible vencerlos y, especialmente, de empezar a vislumbrar —por lo que podía entender de la Revolución Cultural— la sociedad que se podría crear después de derrocar el sistema, qué clase de sociedad sería, que podríamos lidiar con muchos problemas como la opresión, la humillación que sufren las masas, como que los ricos dominan a los pobres, los hombres a las mujeres, los blancos a los negros y otras nacionalidades oprimidas, y demás. Y de que derrocarlos sería un gran paso para eliminar toda esa porquería, no solo en Estados Unidos sino en todo el mundo. Vislumbrar eso fue una gran fuente de inspiración para mí, cuando empecé a estudiar marxismo en serio, y se ha profundizado y enriquecido con el paso de los años.

OR: Esa es la actitud estratégica de que habla nuestro Presidente: desprecio por el enemigo y confianza en las masas.

Camarada X: O sea, tiene una base firme; se basa en un partido armado con la ciencia más revolucionaria que existe hoy. Y eso lo aprendí al crisol de la lucha con el enemigo. Yo exploré muchas filosofías, pero llegué a ver que esta era la filosofía más avanzada que existe. Eso fue muy polémico. Algunos me decían: “Eso es para los blancos” o “Esa es la filosofía del hombre blanco”. Y de hecho uno de mis mejores amigos dejó de hablarme porque no estaba de acuerdo en que teníamos que unir a todos los que pudiéramos unir para la lucha contra el enemigo, incluso los blancos. Eso fue muy duro porque habíamos pasado por mucho juntos. Después cambió y lo aceptó. Pero no me habló en varios meses. Yo no cedí porque esta ciencia es la filosofía revolucionaria, la filosofía más avanzada para la gente de todo el mundo porque es una FILOSOFÍA LIBERADORA.

OR: Después de la rebelión del 69 te trasladaron a otra cárcel.

Camarada X: Sí. Me mandaron a otra cárcel. Ahí no existía el mismo nivel de conciencia revolucionaria porque me pusieron con presos mucho mayores. Era una atmósfera mucho más asfixiante y nos mantenían en las celdas mucho más tiempo. Fue una época muy dura. Para serte franco, a cierto nivel, de ánimo, casi me muero el primer año.

Luego comenzaron a llegar presos jóvenes de otras cárceles y la atmósfera empezó a cambiar; en dos o tres años el nivel de lucha cambió, incluso ahí, pero durante unos dos años fue una transición muy dura.

OR: ¿Cómo le hiciste? ¿Fue eso una táctica del enemigo para calmar la situación?

Camarada X: La táctica era separar los líderes de los demás presos y la forma de lidiar con eso fue buscar fuerza en lo que pasaba en la sociedad en general. Y esos eran momentos muy emocionantes.

George Jackson

George Jackson

Algo que tuvo mucho impacto en mí fue George Jackson y sus libros; lo leí para entender mejor al Partido Pantera Negra y tuvo un enorme efecto positivo en mí. Una de las cosas que más me impresionó de George fue cómo llegó a ser un líder revolucionario en medio de circunstancias muy difíciles y superando enormes obstáculos. Su posición del lado del pueblo; la determinación que tenía a pesar de las amenazas; y el hecho de que no claudicó y no capituló sus principios revolucionarios: todo eso tuvo un impacto muy poderoso en los presos y en mucha gente más.

La rebelión de Attica fue otra cosa que tuvo mucho impacto para mí, por su valor, determinación e intrepidez ante el enemigo; y por su conciencia revolucionaria. Una de sus demandas fue transporte a un país no imperialista. Eso tuvo un gran impacto en mí y en miles y miles más, dentro y fuera de las cárceles.

Así que yo estaba empezando a abrazar la ciencia de la revolución —el marxismo-leninismo-maoísmo— de una manera más profunda. Y, con la pantalla de una clase de historia de los negros, el pequeño núcleo de revolucionarios comenzó a conectarse con otros presos. Sí discutíamos temas de la historia de los negros, pero también tratábamos de concientizar a los presos y conectarnos con gente interesada en política revolucionaria. Así sobrevivimos y nos nutrimos en esa época; después, en esa cárcel hubo varios estallidos de protesta y la cosa cambió.

OR: ¿Qué obstáculos tenían que vencer para hacer ese trabajo revolucionario en la cárcel? Por una parte están las autoridades y por otra parte en la cárcel hay una atmósfera muy salvaje, de “muerde o te muerden, jode o te joden”. ¿Cómo lidiaron los revolucionarios con eso?

Camarada X: Creo que ante todo debemos recordar el clima que existía por todo Estados Unidos y por todo el mundo en ese entonces. Existía una unidad especial entre los negros; por ejemplo, fue cuando se puso de moda llamarse “hermano” y “hermana”. Pero tengo que admitir que incluso con esa atmósfera, en la cárcel había que IR CONTRA LA CORRIENTE en todo. Pero precisamente por el contexto del movimiento revolucionario que existía en el mundo y en Estados Unidos, era posible cortar con esa atmósfera de “muerde o te muerden, jode o te joden” que fomentan en la cárcel. Y hubo muchas luchas sobre eso.

Tú sabes cómo es. A los tipos jóvenes que llegan les caen encima los tipos mayores y los explotan. Cuando nosotros comenzamos a organizar y a hacer nuestro trabajo, pusimos en claro que no íbamos a tolerar esa mentalidad, especialmente cuando empezaban a abrazar la política revolucionaria, que no toleraríamos la violación de los jóvenes ni esa mentalidad de jode o te joden.

OR: Yo he notado que los revolucionarios que han estado presos como que no tratan a la mujer como objeto sexual y propiedad. ¿Será porque en la cárcel los hombres sufren en parte el mismo maltrato que las mujeres —las relaciones de poder se expresan como explotación sexual— y porque sufren en carne propia lo que es ser tratado como un objeto sexual? Hablando de ir contra la corriente, esto debe haber sido un fuerte tópico de lucha.

Camarada X: Es una idea interesante. Yo creo que en el caso mío y de muchos otros, más bien tuvimos que confrontar que si éramos partidarios serios de la revolución no podíamos ser partidarios de la opresión de la mujer. Había una analogía; no queríamos que nos llamaran “boy” ni “nigger”, no queríamos dejarnos...

OR: No querían que los violaran...

Camarada X: Sí, nada de eso, así que cómo iba a hacerle uno lo mismo a una mujer. No sé si lo que tú dices fue algo que ocurrió de modo consciente, pero a mí me parece que es como una combinación de varias cosas; una de ellas era que muchas mujeres estaban luchando en las calles por la liberación de la mujer, y por no decir nada de las mujeres que participaban en la lucha armada en Vietnam y en otras partes del mundo. Eso tuvo su impacto. Pero como dice el Presidente en su libro Un fin al horror..., hay que “probarlo toda la noche”. Creo que en lo que respecta a la cuestión de la mujer, hay que “probarlo toda la noche”. No es que un día uno “se ilumine” y de ahí en adelante no tenga que luchar más para tomar una posición correcta, y hablo especialmente de los hombres.

Para mí, fue algo que tuve que confrontar y resolver; tuve que romper con muchas cosas. Antes de volverme revolucionario, cuando era joven, uno se oponía a que lo llamaran “boy”, “nigger” o “colored” y mucha gente se rompía el alma por eso; pero no me molestaban todos los insultos y formas degradantes de tratar a la mujer. Hoy la cosa está fea, pero antes también era un problema — un problema entre los oprimidos. Eso se ve hasta en expresiones comunes como “me la almorcé”, que sencillamente quería decir la violé. Una mujer tenía interés en un hombre y se acostaba con él, y detrás había un montón más esperando su turno. Cuando uno recapacita, es algo totalmente antimujer. No era por las relaciones sexuales, era por poder, por usar a la mujer. Pero los hombres pensaban que eso era algo positivo. O uno salía con una muchacha y le daba un par de tragos o un poco de marihuana y cuando ella ya estaba en el alucine, uno la forzaba. Eso era violación, pero los hombres no lo consideraban así. Lo veían como algo positivo. Había mil cosas más de esas y todavía las hay. Así que está muy bien que haya controversia sobre eso hoy y que se le llame por su nombre.

Cuando yo era chico, admirábamos a los alcahuetes, los chulos, los coimes. Uno de ellos, un tipo llamado Iceburg Slim, escribió una serie de libros sobre el tema que fueron muy populares (el otro día vi uno en una librería); los jóvenes admiraban su estilo y su oficio. Pensando en eso, en realidad algunos compañeros han cambiado mucho desde esos días. En la vida de la calle, ser chulo era algo muy bien visto, admirado. Tener un Cadillac y varias mujeres trabajando para uno, eso era el colmo de la buena vida. Y esos mismos hombres que admiraban a los alcahuetes y que en algunos casos acabaron siendo lo mismo, si hubieran sido ellos, no hubieran aguantado esa clase de servidumbre. Pero en este caso estaba bien visto porque las víctimas eran mujeres; tratar así a las mujeres y acabar siendo un esclavista de ese estilo se consideraba “elegante”. Esas son las porquerías que alimenta el imperialismo.

Los hombres no pueden decir que se oponen al imperialismo y poner en práctica la mentalidad imperialista en su relación con las mujeres. Así nunca se podrá hacer una verdadera revolución, ni de peligro.

OR: Tienes razón. Y es genial ver que luchando y abrazando la ciencia de la revolución, la gente puede cambiar; eso es motivo de esperanzas para el pueblo y las mujeres.

Camarada X: Y hoy hay muchas más bases para hacerlo. El partido ha sacado esto a la luz del sol con mucha claridad. Está popularizando la consigna: Hermanos, ¡no sean dominadores! ¡Hombres y mujeres, álcense fuertes, orgullosos y con igualdad! ¡Combatir el sistema, enterrar el sistema! Y me parece que esto es una base para ir más allá que en los años 60, porque en ese entonces no se entendía bien este problema.

OR: ¿Así que te parece que esto va a ser un tema más cargado ahora?

Camarada X: Ya es un tema más cargado y creo que se resolverá de una forma más profunda que en los años 60. Ahora hay una guerra contra la mujer, desde la cima del gobierno. Y creo que todo mundo tiene que tomar posición: va a ser PARTE DEL PROBLEMA O PARTE DE LA SOLUCIÓN. No lo digo con pesimismo. Creo que hay una profunda base para resolverlo a un nivel mucho más alto y mucho más completo que antes. Esto es un aspecto muy importante de hacer una revolución cabal.

OR: Así que tú crees que se le está planteando de una forma muy clara a los jóvenes: van a seguir con sus actitudes machistas o unirse con las mujeres que se están alzando contra el sistema.

Camarada X: Sí, creo que lo van a tener que confrontar; pero por todo lo que veo y todo lo que oigo, hay muchas compañeras resueltas a hacer que lo confronten.

OR: Volvamos al trabajo revolucionario que hacían en la cárcel; tú decías que el núcleo revolucionario comenzó a cambiar la situación luchando sobre esas cosas.

Camarada X: Sí, en cierto sentido fue algo como las semillas del poder dual, aunque nos tenían encerrados. Cuando comenzamos a hacer nuestro trabajo y a crear una atmósfera diferente —no es que nos separáramos de los demás presos, sino que éramos conscientes y éramos revolucionarios y tratábamos de reclutar a otros— cuando otros comenzaron a aliarse con nosotros, los demás no los molestaban, no los violaban y cosas así. Así que tratamos de crear una atmósfera distinta —no que fuéramos misioneros o cristianos o algo así— de imponer un comportamiento distinto para los revolucionarios.

A veces eso era arriesgado, claro. Recuerdo un incidente de una pandilla que robaba y extorsionaba en la cárcel; varios presos que no eran muy políticos fueron a donde nosotros y nos dijeron que iban a lidiar con eso y nos preguntaron qué íbamos a hacer nosotros. Así que fuimos y confrontamos a los líderes y les dijimos que eso estaba causando divisiones, que lo que hacía era dividirnos y logramos cambiar esa situación sin recurrir a la violencia. Hablando con ellos logramos cambiar la situación.

OR: ¿Les sirvió para eso la atmósfera que habían creado y tener cierto grado de iniciativa?

Camarada X: Sí; incluso las pandillas tenían, por fuerza, que respetarnos porque se decía: “esos tipos no se meten con nadie, pero cuando hay que confrontar a los guardias y a las autoridades, son bragados”. En la cárcel había una expresión: “son bragados”.

Cuando comenzamos a volvernos revolucionarios, nos decían: “Tú antes no le entrabas a eso”. Pero a medida que nos veían confrontar al otro lado, sin miedo, sin ceder, sin vendernos, hasta los elementos más lumpen tuvieron que tenernos cierto respeto.

Así que había que aprender todo tipo de tácticas para lidiar con diferentes contradicciones y para trabajar en las narices de las autoridades. Siempre tratábamos de aplicar las enseñanzas de Mao de quiénes son los amigos y quiénes son los enemigos, y de conocer bien al enemigo.

Por ejemplo, hubo un paro de trabajo y yo fui uno de los organizadores. Haciendo un balance de otras experiencias, vimos que una táctica de las autoridades era agarrar a los líderes; ahí se acababa la protesta en un dos por tres. Así que esa vez nos organizamos en muchos niveles, para que cuando agarraran a alguien otro estuviera listo para seguir. Pero a pesar de todos los planes yo cometí un error y acabé con varios volantes en mi celda.

No se me olvidará cuando llegaron tres guardias a buscarme, llamándome “sir” y “mister” y esto y lo otro. Al instante vi que tenían miedo de que yo armara una confrontación y de tener que pelear conmigo porque pensaban que la cosa podía estallar y no querían eso. Así que llegaron muy delicados, tratándome de “sir” y demás. Ahí mismo pensé qué hacer con los volantes.

Los tenía en un sobre. Así que comencé a montar un show y a decir que qué querían conmigo. Me dijeron: “Bueno, el alcaide nos mandó venir a buscarlo para llevarlo al calabozo”. Y yo: “¿Por qué? Yo no he hecho nada”, jugando con ellos. Por fin dije: “Bueno, qué carajo. Miren, estoy trabajando en mi apelación y tengo unos documentos aquí. ¿Sería posible que Uds. se los llevaran a un amigo de aquella celda para que me los guarde?” “Cómo no, mister”. Y tomaron los volantes y se los dieron a otro y se esfumaron. Así desapareció la prueba de que yo estaba metido en el paro de trabajo.

Fue chistoso; tiene que ver con lo que hablábamos de desprecio estratégico y de conocer los puntos fuertes y flacos del enemigo y saber cómo aprovecharlos. Para ellos fue un alivio no tener que atacarme, porque se hubiera prendido una rebelión; yo era un líder en la cárcel y si me hubieran tenido que sacar arrastrado a patadas, las consecuencias hubieran sido serias y ellos no querían eso. Así que yo capté la situación y le saqué provecho a nivel táctico.

Cuarta parte: El espíritu de Attica

Attica Prison Rebellion, 1971

La Rebelión de Attica, 1971, Foto: AP

OR: ¿Cómo hicieron los revolucionarios para unir a los presos contra las autoridades?                

Camarada X: En muchas luchas de masas que dirigimos, la cosa había llegado al punto de explosión y la mayoría estaba de acuerdo con nuestras acciones. Otras veces, algo que resultó siendo muy importante comenzó de un modo descabellado. Me acuerdo de otro incidente en que estuve metido; los que comenzaron la cosa fueron unos gángsteres que estaban bravos con las autoridades de la cárcel y armaron una protesta. Una de las cosas que iban a hacer era algo similar a lo que nosotros habíamos hecho antes, o sea, protestar en el patio, al alcance de las torres de guardias y demás. Así que fuimos a hablar con ellos y les dijimos que esa táctica no era correcta, que ya se había probado, que ya teníamos esa experiencia y que no debían hacer eso.

OR: ¿Por qué protestaban?

Camarada X: Eso fue varios años después de la rebelión de que hablamos antes, y para esa época yo me consideraba comunista. Las condiciones de vida se habían vuelto intolerables —lo que pasa periódicamente— pero encima de eso había cosas como muertes misteriosas. Por ejemplo, un joven que era como de mi edad, un joven teso de la calle, llegó y se metió en líos con otro preso y se pelearon. Resulta que después ese preso le echó encima un líquido combustible y le prendió candela. Bueno, lo trataron y después lo metieron al calabozo más de un año y medio. Poco a poco se fue deteriorando y un día amaneció colgado de su celda. Se especuló mucho si fue asesinato, porque parece que tenía las manos amarradas a la espalda. Bueno, no importa si lo mataron los guardias directamente o no, todos pensábamos que lo mataron.

OR: ¿Cómo respondieron los revolucionarios?

Camarada X: En ese entonces a mí me tenían aislado. Me aislaron por cuatro meses porque no me quise cerrar la chaqueta... una de esas cosas.

Habíamos logrado conseguir un mimeógrafo. No recuerdo en detalle cómo lo conseguimos. Creo que lo compramos con cigarrillos, que son la moneda de la cárcel. El hecho es que se lo compramos a un preso que trabajaba en un departamento. Por esa época estábamos leyendo ¿Qué hacer? de Lenin y nos tenía fascinados; pensábamos mucho en lo que decía sobre trabajar en circunstancias difíciles, y especialmente en la cuestión del trabajo clandestino. Le echamos mucha cabeza a ver cómo aplicar las ideas de Lenin ahí.

En la cárcel es difícil aplicar la teoría revolucionaria, pero en la medida que podíamos combinábamos teoría y práctica y esto es un ejemplo. Adquirimos el mimeógrafo. Cuando apareció muerto ese sujeto, hicimos un volante acusando a las autoridades de su asesinato y logramos distribuirlo en secreto por toda la cárcel. A las autoridades les sacó de quicio que existiera esa nivel de organización. Antes de hacerlo discutimos mucho cómo esconder la máquina, desmantelarla y perderla. Bueno, no dejaron salir a nadie de sus celdas y pasaron celda por celda a ver en qué máquina de escribir estaba escrito el volante, pero no la encontraron. Desbarataron la cárcel buscando el mimeógrafo; no sé si lo enterramos pero el hecho es que no lo encontraron. A los otros presos los sacudió, los alegró, que se pudiera hacer eso y que no lo descubrieran. Así que ese es un buen ejemplo de desarrollar tácticas y aplicar la teoría.

Hubo una serie de cosas así. Y creo que algo desbordó la copa; creo que hubo una pelea entre pandillas y los zamparon al calabazo; y sus compañeros estaban tratando de sacarlos. Eso fue lo que llevó a esos pandilleros a organizar una protesta. Así que los revolucionarios fuimos y luchamos con ellos para que no usaran esa táctica de hacer una protesta en el patio frente a la torre de los guardias, porque ya habíamos hecho eso antes y sabíamos. Bueno, el caso es que los convencimos. Después de hablar con nosotros se fueron para su pabellón y se lo tomaron.

Los revolucionarios estábamos en otro pabellón y cuando pasamos por el de ellos vimos que un tipo tenía las llaves y pensamos, ay carajo, porque el tipo era medio loco. Nos gritó: “apúrense, vengan”. Así que no tuvimos más alternativa. ¿Qué íbamos a hacer? No íbamos a tomar la posición de “jefe, yo no estoy metido en eso”. De todas formas nos iban a atacar. Ya nos conocían, nos habíamos puesto en cierta posición de desafío con respecto a las autoridades y no podíamos simplemente decir “nosotros organizamos la última, pero no esta”. Así que entramos al pabellón y tratamos de ver qué podíamos hacer para darle dirección a la cosa. Acabamos tomándonos toda la cárcel y tomando varios rehenes, en vez de repetir los sucesos de 1969.

The warden is lying

“El alcaide está mintiendo”.

También oímos por la radio las mentiras del alcaide que decía que la rebelión era solo por el calor y otras ridiculeces, así que escribimos en una sábana “El alcaide es un mentiroso” y la colgamos por las ventanas para que la vieran desde la calle. Y después montamos un altoparlante.

Unos presos tenían tocadiscos y parlantes y alguien se inventó la manera de armar un altoparlante. Ese pabellón daba a la calle así que podíamos comunicarnos con la gente de afuera que iba a apoyarnos, familiares y amigos. Explicábamos qué queríamos. Así que había un nivel de organización y ciertas formas de “poder popular” que no había en otras partes. Y estábamos dispuestos a morir por lo que hacíamos.

Esa fue otra situación en que no estaba claro si saldríamos con vida. Nos organizamos y dividimos las funciones: afuera había unos encargados de hacer un balance de la situación, si nos mataban. Y nos dijimos adiós. Eso fue después de Attica y después del asesinato de George Jackson, así que no era descabellado pensar que nos mataran.

Lo que pasó fue que después de 36 horas retrocedieron y aceptaron nuestras demandas, inclusive una demanda de amnistía para todos los que participaron en la rebelión. No me he puesto a analizarlo todo, pero creo que eso se debió al clima general que imperaba en Estados Unidos en esos momentos, a lo que habían hecho en Attica y la furia que eso prendió; probablemente esos factores los hicieron retroceder.

OR: Mencionaste ciertas formas de “poder popular” en esa rebelión. ¿Cómo fue eso y qué te enseñó acerca de la posibilidad de cambiar el mundo?

Camarada X: Primero que todo, lo que provocó eso fue la experiencia de Attica. Yo estaba muy enterado de la experiencia de Attica. Fue una experiencia que nos dio enorme inspiración, pero también sumamente dolorosa al ver a los imperialistas balacear a los presos y hasta a los rehenes. La serie de televisión Eye on the Prize [El premio en la mira] que acaba de pasar mostró eso de una manera muy vívida, incluso las mentiras de los imperialistas de que los presos mataron a los rehenes, cuando resultó ser que el Estado mismo los mató y ejecutó a varios líderes de la rebelión después. Toda esa experiencia tuvo un enorme impacto en mí y en otros revolucionarios.

Cuando nos tomamos la cárcel, como te explicaba, no fue algo pensado y planeado. Fue algo que pasó espontáneamente y en que nos metimos los revolucionarios conscientes y los comunistas para dirigirlo. Una de las cosas que hicimos fue llamar a una reunión a todos los presos del pabellón y discutir las demandas de los presos de Attica. No discutimos toda la situación de Attica, pero discutimos las demandas y nos pusimos a ver cuáles se aplicaban a nuestra situación y a las condiciones de esa cárcel; de esa discusión salieron nuestras demandas.

Además, organizamos una especie de milicia popular, así la llamamos, es decir gente con la responsabilidad de combatir a los guardias si lanzaban un asalto. Y pensamos en las tácticas para eso. También teníamos un tribunal popular. Incluso en situaciones como esa, en que todos se unen para pelear con las autoridades, existían contradicciones internas. Todo mundo no estaba al mismo nivel de conciencia política. Y efectivamente, en otro pabellón unos tipos aprovecharon la situación para cometer una violación. Y en nuestro pabellón, otros aprovecharon para robar.

Así que había ciertas contradicciones entre los presos aunque todo mundo estaba muy unido contra los guardias. Algunos querían aprovechar la rebelión y que nosotros teníamos la autoridad para robar y violar, y tuvimos que ponernos firmes y decir que no, que eso no se permitía. Y creo que hasta detuvimos a un par de tipos que siguieron en esas.

Así que dio una vislumbre de qué pasaría si el pueblo manejara toda la sociedad. En cierto modo captábamos que nosotros manejaríamos la situación de una forma distinta que las autoridades. Incluso en nuestra manera de lidiar con los rehenes nuestra orientación era diferente. No aprovechamos para desquitarnos de ellos, para vengarnos. Luchábamos por unas demandas y estábamos resueltos a obtenerlas, así que si nos asaltaban lo que le pasara a los rehenes ya no estaba en nuestras manos, pero si no nos asaltaban, no los íbamos a joder por venganza. Nuestra meta era más alta. Así que esos tribunales populares, la milicia popular y demás eran una forma de ejercer autoridad en esa situación, así la ejercimos. Y nos dio un vislumbre de lo que se podría hacer en toda la sociedad.

OR: En el metraje que pasó el programa Eye on the Prize sobre la rebelión de Attica, una cosa muy llamativa es que se ve que esos compañeros revolucionarios que tenían encerrados, apuntándoles todos los cañones del Estado, ellos eran los que deberían participar en el manejo de la sociedad y los puercos policías que estaban afuera apuntándoles eran los que deberían estar encerrados.

Camarada X: Muy cierto.

OR: Y esa noción de prepararse para tomar el Poder es un hilo conductor de todo lo que nos has contado.

Camarada X: En esa época, en las cárceles había una actitud, una idea de que iba a haber una revolución. Lo que pasó en Attica, George Jackson, los hermanos Soledad, todo eso representó una corriente muy avanzada que existía por todo Estados Unidos. Pensábamos que iba a haber una revolución y nos estábamos preparando; cuando se abrieran los portones de la cárcel, íbamos a estar listos para salir a tronar todo este sistema. Eso era parte del clima y la atmósfera de ese entonces, lo que me hace pensar una vez más en lo que dice el Presidente Avakian sobre la importancia de un movimiento revolucionario y de una atmósfera politizada, lo que eso puede hacer, no como una meta en sí sino como parte de preparar el terreno para la revolución y de prepararse para tronar todo esto. Cómo puede hacer que la gente muestre su mejor lado, que se inspire. Yo creo que en esa época mucha gente mostró su mejor lado. Bueno, pero no se trata de mirar al pasado con nostalgia y pensar en lo general que era la situación cuando éramos jóvenes, sino de examinarlo con vistas a avanzar, porque tenemos que avanzar y tronarlo todo esta vez. Por eso trabajamos, para eso nos estamos preparando y esas oportunidades podrían presentarse pronto.

Quinta parte: Listo para el mejor momento de la vida

OR: ¿Cuándo decidiste entrar al PCR?

Camarada X: Cuando yo estaba preso a principios de los años 70 había un grupo llamado SLA. Era un grupo de ex convictos y su línea política era la guerrilla urbana. Secuestraron a Patty Hearst y eso llegó a ser un gran incidente nacional e internacional. Así que los revolucionarios de la cárcel andábamos estudiando qué decían acerca de eso todos los grupos radicales. Bueno, todos los presuntos revolucionarios lo condenaban, decían que era horrible haber secuestrado a Patty Hearst y criticaban al SLA.

Bueno, en la cárcel muchas veces no se podían conseguir periódicos revolucionarios por la censura, pero por casualidad cayó en mis manos un ejemplar de Revolución —el periódico de la Unión Revolucionaria, la organización que después formó el PCR— que le dedicó todo un artículo a ese tema. A esas alturas yo estaba hasta la coronilla con todo lo que decía la gente de la izquierda, con su análisis. Pero la forma de analizar el problema [de] la Unión Revolucionaria me llamó mucho la atención porque era completamente distinta, no se me olvidará nunca. La UR tenía fuertes diferencias con la orientación estratégica y las tácticas del SLA, pero lejos de condenarlo, la UR apuntaba primero que todo contra los imperialistas y apoyaba el afán de querer encontrar la forma de hacer caer el imperialismo lo más pronto posible. Sacaron a flote mucha información sobre los Hearst, toda su historia; eso fue excelente. Y por otra parte expresaba la crítica de que esa no era la estrategia correcta para hacer la revolución en Estados Unidos.

En esa época, la idea de la guerrilla urbana era muy popular. Mucha gente revolucionaria pensaba que en Estados Unidos la revolución se debía hacer igual que en el tercer mundo, adoptando el mismo camino de liberar territorios, pero aquí serían urbanos. Bueno, ese artículo de la UR fue la primera vez que vi una tentativa de expresar cuál sería la estrategia correcta para la revolución y la lucha armada en un país imperialista avanzado como Estados Unidos.

Clyde Young, July 2009

El lanzamiento de la campaña de promoción de la dirección de Bob Avakian, 2009. Foto: Li Onesto, Revolución/revcom.us

Así que no la conocía mucho, pero lo que sabía me prendió mucho interés sobre la UR y la línea política de Bob Avakian, su líder. Cuando uno o dos años después salí de la cárcel, ya se había formado el PCR, me puse en contacto con él y después entré.

OR: Para ti la estrategia para la revolución era tan importante que te hizo acercarte al partido. En esa época había una opinión generalizada, a nivel de masas, de que “tenemos que encontrar esa estrategia porque vamos a hacer la guerra revolucionaria”, ¿no? Eso era un elemento importante.

Camarada X: Sí, ese era el estado de ánimo. Y había mucha gente, yo diría miles y miles, que se pusieron a pensar seriamente, a luchar por ver cómo se podría librar la lucha armada en un país como Estados Unidos. Ese es un legado positivo que tenemos para la década del 90 y para prepararnos para TRONARLO TODO EN BABILONIA, como decía Huey. Pero también había una frustración de que no entendíamos bien cómo hacer caer este sistema.

Había la determinación de hacerlo. Era como lo que Malcolm decía del esclavo doméstico y el esclavo del campo: cuando ardía la casa del esclavista, el esclavo doméstico decía “se nos está quemando la casa”. Y si se iban a escapar, el esclavo doméstico preguntaba “¿y para dónde nos vamos a ir?” y el esclavo del campo decía “bueno, no importa mucho porque de todas formas nos tenemos que ir”. No es que no necesitemos saber para dónde vamos, pero en los 60 la opinión era que de todas formas, de una forma o de otra, teníamos que hacer caer este sistema. Pero no habíamos pensado bien a fondo cómo se hace eso en la práctica.

OR: Bueno, necesitamos una nueva generación que haga la revolución, así que ahora le toca a la juventud.

Camarada X: Eso es algo que aprendí muy temprano en mi experiencia: en toda lucha revolucionaria la juventud juega un papel muy importante. Así que es crucial que la juventud piense en estas cosas que estamos platicando. En el Manifiesto del 1º de Mayo de este año [1990] hay un punto muy profundo de Mao: “Cuando la revolución se cuaja, el pueblo mira hacia un nuevo mañana”. Y en la revolución china que dirigió Mao, cuando la situación llegó a la lucha armada y el pueblo comenzó a librar la lucha armada, muchos jóvenes medio perdidos hasta ese momento se transformaron y desempeñaron un papel muy importante en esa lucha revolucionaria.

Taking out BAsics, by Bob Avakian

Difundiendo Lo BAsico, de Bob Avakian, 2012. Foto: Especial para Revolución/revcom.us

OR: Formidable. Hablemos ahora de los problemas que angustian a la juventud, las cosas que los hacen dudar de entrarle a la REVOLUCIÓN PROLETARIA. Por ejemplo, muchos jóvenes negros piensan que los blancos están perdidos, que no hay esperanza con ellos. No creen que puedan tomar partido con los oprimidos. ¿Qué te enseñó en tus experiencias que sí puede haber aliados?

Camarada X: Primero que todo, yo pasé por una etapa de nacionalismo y de rechazo a los blancos, cuando empecé a captar conscientemente la supremacía blanca y toda la historia de esclavitud y opresión de los negros en Estados Unidos. Así que al principio no pensaba que pudiera haber unión, que los blancos y negros pudieran combatir juntos el sistema. Pero el movimiento revolucionario de esos tiempos me hizo cambiar de idea, porque no se podía decir que todos los blancos estaban perdidos cuando había miles en la calle peleando, como por ejemplo en la Convención Demócrata. Por la televisión se veía cómo la policía les daba duro. Recuerdo cuando vi eso en la cárcel; tuvo un efecto muy profundo en mí. También recuerdo el impacto de la matanza de Kent State y muchos otros ejemplos más en que los jóvenes blancos estaban arriesgándose y arriesgando la vida, por ejemplo para defender las oficinas del Partido Pantera Negra. Así que eso me hizo ver las cosas de otra manera y luego yo les mostraba eso mismo a otros para que vieran que sí podía haber unidad.

OR: Cuando ponían la vida en juego por sus convicciones políticas...

Camarada X: Sí, verlos dispuestos a pelear...

OR: Le daba ánimo a los oprimidos...

Camarada X: Sí. La cosa tenía dos caras. La lucha de liberación negra tuvo un profundo impacto en mucha gente, incluso en muchos jóvenes blancos. Y a su vez, verlos pelear a ellos en las calles contra la guerra de Vietnam y el servicio militar, todas esas cosas tuvieron mucho impacto pues mostraron que hay mucho potencial para hacer alianzas.

Y también, cuando empecé a estudiar más la historia, vi que había gente dispuesta a defender sus convicciones políticas, a pelear y a morir por ellas. Me acuerdo cuando leí sobre John Brown y Harpers Ferry, eso me afectó de una forma positiva. Pero en general, lo más importante fue el clima que había en Estados Unidos, lo que pasaba. Mucha gente se la jugaba y se le medía al sistema; muchos jóvenes blancos le entraron a la política radical —por ejemplo, cargaban la bandera del FLN, la bandera de los combatientes vietnamitas— y hacían fuertes declaraciones contra la opresión nacional.

Buena parte de la lucha —por todo Estados Unidos— era para entender quiénes eran los amigos y quiénes eran los enemigos. Para hacer caer a los imperialistas primero había que ver quiénes eran nuestros amigos y nuestros enemigos, esto es algo que menciona Mao. Él también habló de UNIR A TODOS LOS QUE ES POSIBLE UNIR CONTRA EL ENEMIGO. Eso lo aprendimos de Mao y tratamos de aplicarlo y entenderlo; eso también llevó a mucha gente a romper con la noción de que la cosa es apenas de una nacionalidad contra otra.

Cuando comencé a ver un poco más allá, comprendí que no se trata solo de mi raza; comencé a conocer y odiar la opresión del pueblo en China, en la India y en otras partes del mundo tanto como odiaba la opresión de los negros. Me di cuenta de que la lucha contra la opresión nacional —el dominio de las naciones oprimidas por las naciones imperialistas y de los pueblos oprimidos por los pueblos imperialistas— era parte de la lucha para hacer caer el imperialismo y TODAS las formas de opresión. Y por eso no se podía hacer raza por raza, sino entendiendo que todos somos PROLETARIOS, gente sin propiedad, sin nada que perder más que las cadenas. Cuando yo hablo de NUESTRA GENTE, hablo de ellos. Eso fue lo que definió la lucha para mí.

OR: ¿Causó controversia entre tus amigos que Bob Avakian, el Presidente del PCR, no sea negro?

Camarada X: ¡Uff! ¡Cómo no! Pero me acuerdo cuando toqué para mi familia y a otros amigos una cinta del discurso del 1º de Mayo que él dio en 1979. Y lo que recuerdo es que los dejó boquiabiertos, que hablara tan claro de cosas que han sentido toda la vida, pero que lo decía de una forma que no lo habían oído nunca. Y he oído de gente que lee Balas, el libro plateado de citas del Presidente, y queda muy impresionada por lo que dice y luego mira la foto y ve que no es negro y no entienden cómo puede decir cosas tan poderosas. Hace años oí algo gracioso, que un negro que oyó una cinta del Presidente o leyó algo de él preguntó si no lo “había criado una familia negra pobre”.

Bueno, eso pasa y tenemos que luchar con los revolucionarios que se dejan llevar por el nacionalismo en cosas así. Por una parte no es raro que los oprimidos tengan preguntas como esas. Después de todo, la opresión de naciones y pueblos enteros es un soporte fundamental de este sistema imperialista. H. Rap Brown decía que “la violencia es tan estadounidense como el pastel de manzana” y yo agregaría que el “racismo y la supremacía blanca también son tan amerikkkanos como el pastel de manzana”.

Pero déjame decirte una cosa: a lo largo de los años he luchado con mucha gente sobre esta cuestión y nunca he estado a la defensiva porque nuestro Presidente sea blanco. No hay la menor razón de ponerse a la defensiva por eso. Ha sido una desventaja que no haya podido trabajar abiertamente, para que lo vean, aunque su voz y su dirección se sienten constantemente. Pero el hecho de no verlo públicamente porque está exiliado demuestra lo serios que somos: lo serios que somos sobre meter nuestro gol y ganar en serio.

En uno de sus artículos recientes —“Algunas ideas” y “Más ideas” [la revista Revolución #57, 1988]— el Presidente comenta, parafraseando a Mao, que lo más significativo de Lenin no fue “su perspicacia política ni su juicio táctico y estratégico, ni siquiera sus importantes avances a la ciencia revolucionaria...[sino] que Lenin TRABAJABA DE TODO CORAZÓN POR LAS MASAS, por los oprimidos”. A nivel personal, yo he tenido la oportunidad de trabajar con el Presidente en varias ocasiones, por ejemplo en multifamiliares cuando él podía hacer cosas así más libremente, y puedo decir sin exageración —y estoy seguro de que otros camaradas harían lo mismo— de que nuestro Presidente también trabaja de todo corazón por las masas, por los oprimidos, y no solo de Estados Unidos sino de todo el mundo. Y este camarada está completamente embriagado con la revolución. Su dirección ha sido decisiva en varios puntos de viraje importantes en el movimiento revolucionario en Estados Unidos —desde los años 60— y es crucial hoy y para el futuro. Como hemos dicho, nuestra ideología es el marxismo-leninismo-maoísmo, nuestra vanguardia es el PCR y nuestro líder es el Presidente Avakian.

Sé que hoy muchos jóvenes, en especial jóvenes negros, están buscando dirección en Malcolm X, el Partido Pantera Negra, etc., y no es sorprendente; no es negativo que muchos que están empezando a entrar a la política traten de aprender del legado revolucionario de los 60. También me parece que mucha gente piensa que necesitamos otro Partido Pantera Negra u otro Malcolm X. Bueno, hoy hay líderes nacionalistas revolucionarios y a medida que se agudice la situación seguramente surgirán nuevos líderes revolucionarios de la lucha de los negros, y sería muy bueno. Pero lo que NUESTRA gente, los oprimidos de TODAS las nacionalidades realmente necesitan —lo que ya tenemos en nuestro Presidente y en nuestro Partido— es una DIRECCIÓN COMUNISTA REVOLUCIONARIA/INTERNACIONALISTA PROLETARIA. Mao dijo que sin un partido, sin un partido basado en el marxismo-leninismo-maoísmo, ¡las masas no tienen nada! Bueno, esa clase de partido ya existe y los proletarios de todas las nacionalidades tienen que entrar a él, ayudar a construirlo y ayudar a preparar la revolución total. ¡Y eso no es pantalla!

OR: Hablemos de los cambios que uno experimenta cuando empieza a ser revolucionario; por ejemplo, nosotros tenemos una actitud diferente hacia la crítica/autocrítica y uno de nuestros puntos de disciplina tiene que ver con eso. Es una forma diferente de considerar la crítica y cuando uno es joven es medio difícil.

Camarada X: Sí, cómo no, es muy difícil. Eso me pasó a mí personalmente. Esa fue una de las cosas que aprendimos en los primeros días en el Libro rojo, que pudimos poner en perspectiva. Porque la regla de la vida de la calle y de la cárcel es no criticar a nadie. Muchas veces, uno dice algo que cae mal u ofende y la cosa puede acabar en pelea y muerte. Era lo que hablábamos de “quedar bien” y “machismo”; no más cuestionar lo que sabe una persona puede resultar en pelea.

Así que la crítica/autocrítica fue algo muy duro. Pero yo creo que lo que nos ayudó a superar esas barreras y captar esto mucho más a fondo fue el Libro rojo. Mao explica la importancia de la crítica/autocrítica en la lucha revolucionaria y el efecto corrosivo que tiene su ausencia. Recuerdo cuando entendimos eso y su importancia. Así y todo, después de entenderlo, no era fácil, pero al menos entendíamos por qué era necesario. Mejor dicho, Mao nos enseñó ciertas cosas, como que si uno tiene la cara sucia alguien se lo tiene que decir para lavársela. O que donde no alcanza la escoba, el polvo no desaparecerá solo. Así que esas cosas —dichas con ese estilo tan práctico y aterrizado de Mao— nos ayudaron a entender por qué esta es un arma muy poderosa en las manos del pueblo y que es algo completamente distinto a lo que hace el enemigo. Es parte de PELEAR A NUESTRA MANERA, que es muy distinta a la del enemigo. Esto para nosotros es un arma poderosa en la lucha revolucionaria, para fortalecer las filas, no para atacar a la gente. Y cuando comenzamos a entender eso, tratamos de aprendernos de memoria esas ideas y ponerlas en práctica.

OR: También hay una diferencia entre la manera de manejar las contradicciones con el enemigo y las contradicciones en el seno del pueblo. Pero en la vida de la calle y del hampa esas cosas se revuelven.

Camarada X: Esa fue una lección muy importante, porque en la mentalidad gángster, uno no puede permitir que nadie se le atraviese, nada le puede salir adelante. No se puede permitir una afrenta ni nada por el estilo. Y eso se resuelve por medio de violencia. Yo me acuerdo cuando era joven de que nos sentábamos a burlarnos de fulano o mengano y muchas veces eso acababa en pelea. Porque si alguien se sentía ofendido o insultado, la cosa pasaba a los puños. Pero, te repito, nosotros aprendimos de Mao la necesidad de hacer crítica y autocrítica en el movimiento revolucionario; y aprendimos cómo debe hacerse: por cuestiones políticas y no con ataques personales. Esas lecciones básicas que aprendimos de Mao creo que todavía hoy son muy válidas; y son muy útiles para que la juventud pueda DAR UN SALTO, y creo que eso se debe recalcar; entrarle a la política revolucionaria es dar un salto.

Quizás algunos lo piensan y creen que ellos jamás podrán dar ese salto. Pero hablemos por un momento de un artículo que escribió el Presidente hace unos años y que ahora está en su nuevo libro Reflections, Sketches and Provocations [Reflexiones, notas y reos]. Se titula “Sobre los dos aspectos del internacionalismo proletario, o si alguna vez te han maltratado, sabes de lo que hablo” [OR #184, 10 de diciembre de 1982]. Ese artículo fue muy importante en el partido y yo creo que todavía es muy importante. Una de las cosas que dice es que volverse comunista es dar un salto; un salto a partir de las experiencias y de la situación que uno ha vivido, pero no es un salto de la nada. Eso es importante. La experiencia de la vida de nuestra gente, las condiciones en que ha vivido, son una base firme para dar ese salto y llegar a entender de una forma mucho más profunda muchas cosas de este sistema. Pero eso se tiene que combinar con la ciencia de la revolución.

OR: O sea que los oprimidos, que son parte de las masas básicas, de todas formas tienen que aprender a aplicar la línea de masas.

Camarada X: Aquí hay dos cosas: el hecho de que uno sea de las masas básicas no implica que “lo tenga todo”. Abrazar el marxismo-leninismo-maoísmo requiere dar un salto. Llevarle esta ideología a las masas es llevarla a su fuente, pero tienen que dar un salto para captarla y llevarla a un nivel superior. Esa fue mi experiencia, por ejemplo. Es una lucha para entender que las masas hacen la historia, para aprender de las masas y para dirigirlas.

Y no basta con odiar esta porquería. Eso es esencial pero no basta, hay que llevarlo a otro nivel con la ciencia de la revolución, el marxismo-leninismo-maoísmo. El partido y las masas son lo que nos da fuerzas para enfrentar todo lo que el enemigo nos eche encima, y no solo para enfrentarlo sino para avanzar a través de eso y derrotarlo.

OR: A veces un joven o una joven le tiene temor a ser el primero de su grupo que se lanza.

Camarada X: He recalcado mucho que se necesita un movimiento revolucionario y una atmósfera politizada. Yo creo que como vanguardia tenemos una enorme responsabilidad de ayudar a crear eso, y la juventud tiene que estar en las primeras filas, llevando las masas a luchar y a confrontar el otro lado y las porquerías que están tratando de hacer hoy — como parte de preparar el terreno para la revolución y para crear en el futuro un ejército revolucionario del proletariado. Tenemos cierta responsabilidad, que no es completamente diferente a la de los Panteras en los años 60. En cierto sentido, estamos parados sobre sus hombros y los hombros de todo el movimiento anterior, pero CON TODO LO QUE TENEMOS A NUESTRO FAVOR.

Y creo que incluso un grupo pequeño que desempeñe ese papel puede hacer algo sumamente importante. Pensemos por un momento en las rebeliones que hicimos en la cárcel (véase la segunda y cuarta partes): tuvieron un profundo impacto por toda la cárcel y más allá. El hecho de que una minoría tomó posición y cumplió con su papel tuvo un impacto tremendo: hizo que muchos otros se irguieran, se fijaran y se adentraran en la cosa con toda seriedad. Así que es como una dialéctica, un va y viene, que tiene que suceder.

Así que cuando hablamos de las dudas, de los temores de pasar a otro nivel que los compañeros de uno tienen, hay que pensar en todo eso. No se trata de dar un salto uno y dejar a los demás atrás. No, es dar un salto y, precisamente por todas esas conexiones y lazos, ver que existe una base para conquistarlos luchando con ellos. Hay que querer la revolución y querer al pueblo. Ese es un principio fundamental.

El Presidente ha tratado esto hablando de la experiencia del Partido Pantera Negra: que cuando Huey y Bobby se lanzaron por su cuenta, atrajeron a otra gente y pudieron llevar la lucha a otro nivel, más allá que Malcolm. Eso se ha visto en muchos otros países y lo vemos hoy. Por ejemplo, ahí tenemos la situación del Perú, donde la guerra popular que dirige el Partido Comunista del Perú está conquistando grandes victorias; ese es un ejemplo de esta dialéctica.

OR: Confrontar al enemigo y trabarlo en combate moviliza al pueblo.

Camarada X: Seguro. La situación de Estados Unidos no es la misma; el camino al Poder es diferente, no se puede lanzar la lucha armada hasta que maduren las condiciones. Pero yo creo que podemos sacar varias lecciones de ese ejemplo, especialmente respecto a las luchas políticas donde el pueblo está trabando lucha con el enemigo, y eso es absolutamente crucial ahora en vista de lo que está pasando, de lo que están lanzando contra la juventud y contra el pueblo.

OR: ¿Cómo saliste de la cárcel?

Camarada X: Eso es cuento aparte. En realidad me sorprende, no solo haber salido sino estar con vida todavía, porque en mi vida hubo muchas cosas que hubieran podido ser el punto final. Primero, antes de salir yo participé en una rebelión en que nos tomamos tres pabellones y tres guardias de rehenes. Una de nuestras demandas fue amnistía y la logramos. No acusaron ni mataron a nadie, tuvieron que aceptar nuestras demandas. Como te dije, yo creo que eso se debió a la atmósfera que imperaba en Estados Unidos en esos momentos; lo que pasó en Attica sin duda tuvo una gran influencia en su respuesta.

Pero antes de esa rebelión ocurrió una coincidencia simpática. Cuando me metieron preso por primera vez conocí a un tipo que era maestro en la cárcel. Con el tiempo él se graduó de abogado y un día volvió a la cárcel y me vio. Lo impresionó que yo todavía estuviera preso. Así que decidió volver a llevar mi caso ante un tribunal; bueno, para acortar la historia, logró que anularan mi condena y me soltaron. Fue una serie de coincidencias muy afortunadas. Por otra parte, las autoridades de la cárcel, como parte de su táctica de “cortar la cabeza para que el cuerpo se muera” querían sacarnos a unos cuantos. Así que me trasladaron a una cárcel menos estricta. Para mí fue una decisión muy difícil, porque veíamos lo que querían hacer: aminorar el nivel de resistencia que existía en las cárceles. Así que lo hablamos entre los camaradas, porque las autoridades de la cárcel me habían dicho que o me iba calladito o..., mejor dicho, era una amenaza de que me matarían. Así que decidimos que lo mejor era que me fuera. Nuestro Presidente habla de que el enemigo nos ataca con balas almibaradas y balas de verdad; yo creo que los sicarios de la cárcel pensaron que si me soltaban se me pasaría la ventolera de la revolución, que era nada más porque estaba bravo, que afuera se me olvidaría. Bueno, se equivocaron.

OR: Cómo no, para bien del proletariado. Antes mencionaste la consigna del Presidente “No temas nada, mantente firme hasta el fin”; así que para terminar, ¿qué le dirías a la juventud sobre esta consigna, por qué es importante para ellos?

Camarada X: Yo creo que se puede hacer caer este sistema, en serio, y que la oportunidad de hacerlo podría presentarse pronto, pero tenemos mucho que hacer para prepararnos para el momento en que podamos pasar a la lucha armada para hacerlo caer; y eso es lo que se necesita.

Hace poco tiempo estuvo de moda una canción; no creo que los artistas fueran revolucionarios pero tenía buen ritmo y decía algo como “¿estás listo para el mejor momento de tu vida? Es hora de levantarse y pelear”. Así que si están listos para el mejor momento de su vida, es hora de prepararse para la revolución, es hora de combatir el sistema y de prepararse para enterrarlo. Podemos no solo acabar con toda la porquería que existe en Estados Unidos —todas las relaciones opresivas— sino también acabar con esta mierda por todo el mundo, en unión con nuestra gente por todo el mundo. Por eso es por lo que vale la pena vivir; por eso es por lo que vale la pena pelear y morir. Eso es lo que encierra la consigna “NO TEMAS NADA, MANTENTE FIRME HASTA EL FIN”.

 


1. Bob Avakian, el presidente del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos. [back]

2. El marxismo-leninismo-maoísmo (MLM) es la expresión que se usaba en los tiempos de la entrevista, para lo que hoy es la ciencia del comunismo. Esta ciencia ha seguido desarrollándose. [back]

 

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