Agradecimiento a Ornette Coleman: Visionario del jazz, rebelde cultural

1° de julio de 2015 | Periódico Revolución | revcom.us

 

De un lector:

Ornette Coleman
Ornette Coleman, 2007 (Foto: AP)

El mundo ha perdido uno de los gigantes innovadores artísticos del siglo 20. Ornette Colman, el alto saxofonista y compositor tenía 85 años cuando falleció de un ataque cardíaco el 11 de junio en la Ciudad de Nueva York.

Ornette Coleman será recordado como uno de los grandes maestros del jazz. Pero fue mucho más que eso. Reescribió el lenguaje del jazz. Cambió la manera de que la gente piensa, compone, y toca música; de cómo la escucha y cómo la vive. Fue un innovador trascendental que no solo tuvo un gran impacto en el mundo del jazz, sino en el arte y la cultura en general.

Ornette Coleman fue a la vez un artista de los tiempos que también estaba mucho más adelante de los tiempos, y fue un catalizador de la experimentación radical en las artes. Cuando estrenó en los años 1950 y principios de los 1960, su música fue, como dice el dicho chino, un “viento en la torre, heraldo de la tormenta que se acerca”. Su música fue denunciada y aplaudida al mismo tiempo. Fue polémica y polarizadora. Fue un manifiesto cultural, un reflejo del desenvolvimiento del conformismo de los años 50 y la creciente lucha del pueblo negro contra la opresión. Además, se entrelazaba con diferentes tendencias de lo no ortodoxo, de las sublevaciones y rebeliones sociales a las que a su vez influenciaba. Con los títulos de sus primeros discos, Ornette proclamó la importancia y la posición en la historia de su música: The Shape of Jazz to Come, Change of the Century, y This Is Our Music.

El choque de lo nuevo

Ornette Coleman nació en Fort Worth, Texas, y empezó a tocar el saxofón a los 14 años. Tocaba en grupos locales y grupos ambulantes en el sur, tocando swing, blues, y un poco de bebop. A principios de los 50 se fue a Los Ángeles, y más tarde agrupó un conjunto de grandes músicos que lo ayudaron a definir su música — los trompetistas Don Cherry y Bobby Bradford, los percusionistas Ed Blackwell y Billy Higgins y el contrabajista Charlie Haden.


Cuarteto Ornette Coleman 1960: Don Cherry (corneta), Ornette Coleman (alto saxofón), Charlie Haden (bajo), Billy Higgins (batería), tocando “Ramblin”.

Hubo un verdadero arranque cuando en 1959 el Cuarteto de Ornette Coleman (Cherry, Haden, Higgins y Coleman) viajó a Nueva York para lo que terminó siendo una actuación de dos meses en el café Five Spot. Ese paso por el Five Spot fue un punto de viraje en la historia del jazz — considerado por muchos como el principio de lo que vino a ser el free jazz.

Era un jazz libre de estructuras y convenciones tradicionales — formándose en un momento cuando el grito y la lucha por la libertad florecían en la sociedad estadounidense.

La música fue polémica instantáneamente. En las audiencias algunos estaban cautivados, otros repugnados. A un crítico del New York Times la música de Coleman le pareció “estridente, desorientado y repetitivo sin sentido”. Unos se levantaron de la mesa dejando atrás bebidas apenas saboreadas, mientras que otros estaban hipnotizados. Se volvió hip que no solamente otros músicos sino periodistas y artistas fueran a escuchar el cuarteto.

Un señor iba todas las noches, acercándose a la plataforma, arrimándose a los músicos. Una noche, Charlie Haden, el bajista, le dijo a Ornette: “¿Quién es este cabrón? ¿Qué está haciendo? Dile que se haga hacia atrás”. Y Coleman le contestó: “Óyeme, ¿no sabes quién es él? ¡Es Leonard Bernstein!” (el famoso conductor y compositor de música clásica). Así fue, esta música demandaba la atención de quienquiera que se consideraba parte de la vanguardia del arte — y noche tras noche músicos, autores, artistas y otros llenaban el club para escuchar, gústelo o no, música que nadie había escuchado antes.

En ese entonces, otros músicos como John Coltrane, Miles Davis y Thelonious Monk también eran innovadores del jazz, y a esta mezcla Ornette trajo sonidos estremecedores y conceptos musicales que retaban el swing convencional y el bebop de décadas anteriores. Su música fue el epicentro de intensos debates sobre la propia validez del jazz de vanguardia. Reconocidos músicos de jazz atacaron la música de Ornette, alegando que ni siquiera era jazz. Pero otros se sintieron provocados e inspirados, y su música impactó profundamente a otros músicos. En 1961, John Coltrane dijo que los 12 minutos que estuvo en la plataforma con Ornette fue “el momento más intenso de mi vida”. (New York Times, obituario, 12 de junio, 2015)

Album cover, "The Shape of Jazz to Come"

La música de Ornette fue el producto de todo tipo de influencias musicales y culturales. Pero el eje eran el blues y el jazz, los cuales están indeleblemente estampados con la opresión del pueblo negro de Estados Unidos. Y la odisea de Ornette, como artista innovador y hombre negro en la racista Amérikkka, también fue parte de lo que moldeó su música. Hablando de las palizas que le habían dado — dice que no sabía si eran por ser negro o por la manera que tocaba, o por ambas cosas. Y dijo que una vez en Texas un hombre blanco se le acercó para decirle: “Óyeme, muchacho, tu sí que tocas bien el saxofón. Me imagino que vienes de donde te llaman señor, ¿no es así?... pero para mí sigues siendo un negro de mierda”. (Ornette Coleman, The Harmolodic Life) En Misisipí fue amenazado por sheriffs racistas y luego, cuando llegó a Los Ángeles a principios de los 1950, anotó: “La policía para y cachea a todos los negros que no han visto antes”.

Sonidos experimentales en tiempos radicales

Coleman retó a la tradición y a la convención, y al igual que los grandes innovadores en general, siempre estaba creando controversia, ganándose críticos y seguidores. Su música, al igual que las pinturas innovadoras del tiempo, fue calificada de abstracta — para unos una ráfaga de viento fresco y para otros una farsa y una patraña. Ornette dedicó muchos años de su vida a la lucha para que se le reconociera como artista serio y legítimo.

En las décadas de los 1960 y 1970, Ornette Coleman lanzó más de 30 álbumes, fue parte de la vanguardia de innovaciones en la música, el arte, el cine, el teatro en vivo y otras expresiones culturales; todo eso le influenció y él a la vez impactó a esa escena. Fueron tiempos de enormes sublevaciones y luchas políticas y de enormes cambios en el pensamiento de mucha gente, con la juventud especialmente cuestionando la tradición y contemplando nuevas maneras de hacer y de pensar sobre todo.

En 1972, Ornette Coleman lanzó un álbum de una pieza grande que tituló Skies of America que grabó con la Orquesta Sinfónica de Londres. Me acababa de graduar de la prepa Berkeley High School y me había dejado llevar por el emocionante tumulto de los tiempos — la lucha por el Parque Popular, el movimiento contra la guerra, los Panteras Negras. Pero también yo le entraba a la música — tocaba en la banda de la prepa, en la orquesta, y durante una representación de West Side Story.  Por lo general escuchaba la música que se llama “soul” y luego empecé a escuchar jazz porque a un compañero de cuarto le encantaba.

Un tiempo después, no recuerdo cuando exactamente, encontré en una tienda de discos el álbum Skies of America. No tenía la menor idea de quien era Ornette Coleman, pero la idea misma de una orquesta sinfónica tocando con un saxofón me llamó la atención. Y también la portada del álbum. Tenía las barras y estrellas rojas, blancas y azules de la bandera estadounidense; arriba, nubes y lo que a mi parecer eran buitres que revoloteaban y picaban a la bandera. No sabía qué fue la intención del artista pero unos pájaros eran blancos, otros azules y los rojos parecían estar sangrando. Los títulos de las piezas también me llamaron la atención: “Native Americans”, “Birthdays and Funerals”, “The Artist in America”, “Foreigners in a Free Land”, “The Men Who Live in the White House”, “The Military”.


Ornette Coleman, Skies of America, 1972

Compré el álbum, lo llevé a la casa, lo puse en el tocadiscos. Yo llevaba años tocando y escuchando música sinfónica, desde la primaria. Pero cómo decíamos en ese entonces, esto “hizo estallar mi mente”. Música sinfónica que jamás habían escuchado. Para empezar, la orquesta entera tocando fuerte, chocando, notas discordantes, luego después de un rato Ornette empieza a tocar el alto saxofón —creo que ahí está tocando un saxofón plástico— ¡y es una locura total! suena como un saxofón de plástico, si suena desafinado, los ritmos son una locura. Y cuadra, o mejor dicho choca con la orquesta que parece estar tocando de manera caótica y fuera de tono. Ornette está lamentando, gimiendo, pitando. Y cuánto más toca, cuanto más parece que la disonancia de la orquesta entera le complementa. ¡Es magnífico! Iba al compás de los tiempos — cuando la gente no solo se rebelaba contra el status quo, sino que también exploraba y creaba cosas nuevas y emancipadoras en diferentes esferas de la vida.

El free jazz y el sonido de Ornette

Ornette fue un pionero, y líder del free jazz, el jazz libre— tanto como conceptualista, compositor así como instrumentalista. Y organizó muchos conjuntos y colaboraciones.

Retó y sacudió los principios fundamentales de la música occidental con raíces en la música clásica de Bach allá por los años 1700s, y desarrolló un principio rector para su música que llamó “harmolodics”.  Fue una nueva definición de las relaciones en la música/jazz entre la harmonía, el tempo (o ritmo), y la melodía. Ninguno sería subordinado al otro y cada músico tenía la libertad de improvisar lo que se le antoje. En las notas a su álbum Change of the Century (1960), Ornette dice: “Quizás el elemento más nuevo de nuestra música es el concepto de improvisación de grupo libre… Cuando toca nuestro grupo, antes de empezar no tenemos ni idea de qué será el resultado final. Cada músico está libre de aportar lo que sea que sienta en la música en cualquier momento. No empezamos con una idea preconcebida sobre qué efecto lograremos”.

Esto abrió nuevas posibilidades para que los músicos expandan las fronteras anteriores del jazz, una punta de lanza del movimiento del free jazz e influenció e inspiró a otros músicos, artistas, y oyentes del jazz y otros géneros de música también. Ornette escribió: “Toda la música está compuesta de las mismas notas; no debería de tener un sistema de castas que lo divide”. (Gene Santoro, Stir It Up: Musical Mixes from Roots to Jazz)

Coleman describía a músicos tocando en harmonía, aunque estuvieran tocando en diferentes claves. Si bien nunca perdía la melodía básica, la exploraba y replicaba de diferentes maneras, haciéndolas más complejas. Y descartó por completo la idea de tocar ritmos fijos dentro de bares de música. Por ejemplo la banda podría estar tocando un tempo triple, un tempo bastante lento como una marcha fúnebre, o nada de tempo, ¡todo al mismo tiempo!

Uno pensaría que sería difícil escuchar eso, ¡pero en realidad buena parte de su música tiene ritmo estupendo y contagioso!

Algunos de sus críticos decían que lo que tocaba ni siquiera es música, que es puramente abstracta, caos sin forma que les daba ganas de salir corriendo. Pero la verdad es que sus jamás antes realizadas creaciones no eran sesiones de todos contra todos. Hay un cierto marco que contiene la tensión entre la disonancia y la harmonía, entre el caos y el orden, entre ritmo y no ritmo, con melodías sencillas que se hacen más complejas. La improvisación colectiva, el eje de su música, fue parte del espíritu de los años 1960 de “expresión libre”. Pero los miembros de la banda no tocaban en aislamiento — improvisaban, se escuchaban, respondían con gran empatía, buscando las maneras de conectarse con todos los elementos del sonido.


Ornette tocando “Lonely Woman”, Jazz a Vienne 2008

Y en medio de todo eso se encontraba el inconfundible sonido del cuerno de Ornette. Tergiversaba notas de tal manera que ponía a la prueba a un afinador. Pero no era solo eso de tocar sin tono, el rechazo de las cuerdas y los múltiples tempos. También tenía que ver con las emociones ferozmente humanas que salían del saxofón de Ornette, expresando una amplia gama de emociones humanas. Lamentos crudos, chillidos y pitos que alcanzaban con frecuencia la estratosfera. Tonos hermosos de júbilo y alegría. Gemidos y llantos de angustia. Era su propia humanidad transpuesta a sonidos. Solo basta escuchar la evocativa, hermosa y más famosa composición de Ornette “Lonely Woman”.

Coleman quería expresarse y conectarse con sentimientos humanos a través de su música. Una vez dijo: “Algunas palabras hacen que las personas se maten, algunas palabras hacen que sean racistas, algunas palabras hacen que se enamoren. Yo quiero crear sonidos que le hacen al individuo apreciarse a sí mismo y también apreciar a otros, a pesar de su color, su raza, o religión. Eso es lo que yo he buscado”. (De 1996, citado en: Stir It Up: Musical Mixes from Roots of Jazz, Gene Santoro, 1997)

Siempre explorando—“Emancipó a muchas personas”

Vernon Reid, el guitarrista de Living Color, dijo al enterarse de la muerte de Ornette Coleman que lo que primero se le ocurrió fueron las palabras de Frederick Douglass: “La libertad es un sendero pocas veces travesado por las multitudes”. Agregó: “Ornette fue el blanco de los ataques por ser independiente, por tener sus propias ideas. Aun en un género como el jazz, que se enorgullece de su libertad, existen normas para entablar combate — Ornette estremeció esa ortodoxia. Y muchos no lo entendieron…. Ornette estaba conectado a tantas personas y objetos — pintores, autores, poetas, los marginados e innovadores culturales del siglo, todos esos gigantes conectados a ese personaje icónico. Emancipó a muchas personas”. (Rolling Stone, 12 de Junio de 2015)

Ornette Coleman siempre estaba explorando, inventando, colaborando e incluyendo nuevos elementos en su música. En 1962, estudió la música de los indígenas hopi. En los años 1970 viajó a las montañas Rif en Marruecos para grabar con los músicos de Joujouka. Tuvo composiciones sinfónicas que estrenó en los años 1970. Prime Time, su primer conjunto con instrumentos eléctricos, fue un “doble cuarteto” con su saxofón respaldado por dos guitarristas, dos bajos eléctricos, y dos baterías. Incorporaba elementos de rock e influencias de post punk.

Durante toda su vida Ornette colaboró con muchos otros músicos y otros artistas de todas partes del mundo — haciendo películas, pintando, arte en vivo, la palabra hablada y la danza. Dijo: “Pero sí creo que he encontrado una manera de compartir lo que hago, de inspirar a la gente para que me supere en conocimiento, que llegue a lugares que yo todavía no conozco. No llevo nada en el corazón que quiero ocultar ni pienso que si lo comparto alguien lo va a mejorar”. (Guardián, 29 de junio de 2007)

La última presentación de Ornette fue tanto una celebración de su vida y obra como un testamento de lo profundamente que ha inspirado e influenciado a muchos músicos de diferentes géneros. El concierto, al que asistieron 4000 personas, se realizó en Brooklyn el 12 de junio del 2014, y fue un tributo organizado por su hijo Denardo, quien empezó a tocar con Ornette cuando tenía 10 años.

El núcleo del conjunto para la noche incluyó a regulares de los múltiples conjuntos de Ornette desde los años 1970s, pero lo honraron también otros músicos que tocaron esa noche. Entre ellos: estuvo Flea, el bajista de los Red Hot Chili Peppers; los músicos de jazz David Murray, Ravi Coltrane y Bradford Marsalis; el bailarín de tap Savion Glover; la roquera Patti Smith; la compositora y artista experimental Laurie Anderson; Bruce Hornsby; Nels Cline de Wilco; y Thurston Moore de Sonic Youth. También tocaron dos músicos de Marruecos que grabaron con Ornette en 1973.


El último concierto de Ornette Coleman, Brooklyn, 12 de junio de 2014, con el conjunto de su hijo Denardo Coleman e invitados David Murray, Henry Threadgill y Savion Glover.

Yo estuve ahí. La noche, como Ornette, fue sumamente extraordinario. Una noche calurosa con amenazas de lluvia, pera nada pudo apagar el tremendo auge de emoción esa noche — las poderosas piezas que rendían homenaje a Ornette y la audiencia saboreando toda nota, deseando que la noche no terminara. Palpitaba el amor y el agradecimiento de los miles en la audiencia y en la plataforma para un hombre que nos dio tantas horas de música que nutrieron el cuerpo y el alma con tanta alegría, sorpresa, desafío y, por qué no, ¡una hermosa disonancia! Fue emocionante y penoso verle a Ornette sentado en la plataforma esa noche. Todos sabíamos que no iba a vivir eternamente, pero sí muy seguros de que su música perdurará.

 

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