Después de Charleston:

¿De qué lado estás?

Actualizado 4 de julio de 2015 | Periódico Revolución | revcom.us

 

La masacre a sangre fría de nueve personas negras en la Iglesia Emanuel AME en Charleston, Carolina del Sur dejó atónita y enfureció a la gente en todo Estados Unidos, y en todo el mundo.

Aun según los sangrientos estándares de la historia de Estados Unidos —la que incluye el poste para los azotes, la chusma de linchamiento, las mangueras de bomberos y perros de policía, los bombardeos de iglesias, los aparentemente interminables pero siempre atroces asesinatos policiales— esta masacre fue un enorme crimen. El asesino hizo eco de un tema y queja comunes de los hombres blancos que sienten que están perdiendo sus “derechos y privilegios”. ¡Les dijo a sus víctimas que las mataba porque “ustedes (la gente negra) violan a nuestras mujeres y están apoderándose de nuestro país”!

El joven racista que abatió a tiros a las personas negras que le habían dado la bienvenida a su iglesia estaba inculcado de la ideología de la supremacía blanca la que ha sido durante mucho tiempo un pilar de “el estilo de vida estadounidense”. La esclavización de millones de africanos y sus descendientes y el genocidio de los pueblos indígenas de Norteamérica y el robo de sus tierras eran la base principal, con mucho, para la acumulación de la gran riqueza sobre que se fundó Estados Unidos. Un fuerte sentido de “los derechos y privilegios de los blancos” y la idea de que Estados Unidos es “un país del hombre blanco” se desarrollaron sobre esta base, y llegó a ser un elemento esencial e integral no sólo de la cultura y la moral del país, sino de sus códigos legales, incluida la Constitución de Estados Unidos. Se consideraron al pueblo negro, los pueblos indígenas y más tarde los mexicanos y asiáticos como “parias” — gente fuera de la protección de la ley, forasteros tratados con violencia y desprecio y con impunidad. Todo este sentido de “derechos y privilegios de los blancos”, y la realidad del privilegio blanco, han sido parte del aglutinador ideológico que ha mantenido íntegro a Estados Unidos, y continúa en el núcleo de la mentalidad estadounidense. (Para una comprensión más profunda de este punto crucial, consulte Communism and Jeffersonian Democracy / El comunismo y la democracia jeffersoniana, de Bob Avakian.)

La opresión del pueblo negro es un elemento integral de lo que hace funcionar el sistema estadounidense de capitalismo-imperialismo. Durante cientos de años, las formas de esta opresión han cambiado, pero la opresión y la brutalidad con la que se aplica, de hecho han profundizado y han llegado a ser más integral y entretejidas en todo el sistema. La masacre en Charleston es una concentración monstruosa de todo eso — no es una “aberración”, no es la obra de un “desquiciado lobo solitario”.

¿Qué tipo de sociedad comete semejantes horrores?

Dijo Carl Dix en una declaración reciente, “Las manos de los gobernantes de Estados Unidos están manchadas de la sangre de las nueve personas asesinadas en Charleston. El que este tipo actuara solo o no, actuó dentro de un ambiente agitado que ha sido fomentado deliberadamente”. Dicho ambiente ha exonerado repetidamente a policías que asesinan a negros desarmados, ha declarado inocente a un asesino racista como George Zimmerman; un ambiente que justifica la criminalización generalizada de generación tras generación de jóvenes negros y latinos.

Después de la masacre en Charleston la semana pasada —y 150 años después del fin oficial de la Guerra de Secesión estadounidense en 1865— líderes de ambos partidos políticos principales “de repente cayeron en la cuenta” de que la bandera de combate de la Confederación [de los estados esclavistas], que durante décadas ha sido izada sobre el capitolio de Carolina del Sur y muchos otros lugares, representa la esclavitud, la segregación Jim Crow, y la continuada supremacía blanca, y que es aborrecida por el pueblo negro (así como muchas personas blancas y de otras nacionalidades).

Al parecer, una oleada de rechazo al símbolo más odiado y descarado de la supremacía blanca arrastra el país, y en particular el Sur. Legisladores profundamente racistas, fascistas del Partido de Té, y defensores de hueso colorado de las “tradiciones sureñas” (en realidad, supremacistas blancos) se han juntado con muchos miles de personas sinceras que odian esa bandera y la esclavización y el linchamiento que representa.

Sería, sin duda, un acontecimiento positivo si la sociedad purgara esa bandera odiada. También es positivo que miles de personas se hayan manifestado para que quiten esa bandera del capitolio de Carolina del Sur en Columbia. Han reclamado que varíen de nombre o eliminen a símbolos repugnantes de la supremacía blanca en docenas de otros lugares: desde muy al norte en Minnesota exigen variar el nombre de un lago bautizado con el nombre de un notorio supremacista blanco del Sur; en el plantel de la Universidad de Texas, una estatua de Jefferson Davis, un líder de la Confederación, ha sido pintada repetidamente con “La Vida de los Negros Importa” durante la semana pasada.

Todo eso debe continuar — pero, aún más, el pueblo necesita luchar para arrancar la raíz del problema del racismo, la supremacía blanca y la opresión continuada del pueblo negro en esta sociedad.

¿Qué tipo de sociedad no sólo se ha negado eliminar la bandera de la esclavitud, sino durante 150 años ha consagrado los amos esclavistas y sus símbolos en lugares de “honor”? Y en lo fundamental — ¿qué tipo de sociedad no puede acabar con el tipo de terror como lo que perpetró el asesino de Charleston, y aún más, lo que perpetran todos los días los cerdos uniformados que descargan la brutalidad y el asesinato rutinarios sobre el pueblo?

Este es un sistema que se ha cebado —desde los días de la esclavitud y cada día desde ese entonces— de la profunda opresión, impuesta por la brutalidad, del pueblo negro. La riqueza exprimida del trabajo del pueblo negro a través de siglos —como esclavos, como aparceros, como obreros de fábricas manufactureras, talleres y tiendas— ha sido un pillar del imperio yanqui. Pero ahora —debido a cambios en la economía capitalista globalizada— este sistema no tiene lugar para millones de jóvenes negros y latinos. No tiene empleos para ellos, ningún futuro. Los educa en escuelas derruidas que más bien parecen centros de detención mínima; carece de recursos sociales que asignar para entrenar a los jóvenes para empleos o para desarrollar sus comunidades. ¿Por qué? Porque los capitalistas no sacarían ganancias de nada de eso.

Lo que el sistema sí tiene son policías abusivos y asesinos; tiene prisiones atiborradas donde siempre pueden apiñar a otros más; tiene campos de trabajos forzados y centros de detención, tiene otros rincones apiñados en cárceles de condado en cada región del país, donde cientos de miles de personas gastan la vida “en espera del juicio”. Tiene asesinos racistas con o sin uniforme — entre ellos Dylann Roof, George Zimmerman, Michael Dunn (el asesino de Jordan Davis en Jacksonville, Florida), los vigilantes armados que patrullan la frontera entre Texas y México, y otros al estilo. Son personas engendradas por una sociedad impregnada de una historia y una realidad actual de odio y temor hacia el pueblo negro y desprecio por la vida de los negros. Son un producto de este sistema, y frecuentemente un producto directo de unas fuerzas racistas poderosas dentro del sistema.

Se ha dado casi un año de protesta generalizada contra el asesinato y la brutalidad por la policía, que empezó en Ferguson, se extendió por el país y estalló en Nueva York, Cleveland, Oakland, Baltimore, y cientos de ciudades grandes y pequeños de costa a costa. La frase y la almohadilla “La Vida de los Negros Importa” se han repetido como protesta por millones de personas desde muchas esferas de la sociedad — un llamado a la acción que ha reverberado ampliamente. Por su parte el sistema ha contraatacado: mítines de policías y sus defensores, represión generalizada contra manifestantes y la implacable repetición de asesinatos y brutalidad por la policía.

Se han planteado y debatido preguntas básicas sobre la naturaleza e historia de este sistema. ¿Por qué ocurre una y otra y otra vez el asesinato policial de negros y latinos? ¿Por qué las zonas urbanas populares están en ruinas, las escuelas están destartaladas, y los proyectos de vivienda pública están siendo demolidos? ¿En qué tipo de sociedad y sistema vivimos, y en qué tipo de sociedad y sistema debemos vivir, qué tipo de sociedad y sistema es posible? Estas preguntas se están planteando de una manera amplia y generalizada que no se ha visto desde hace décadas. La situación le “sale de las manos” a la clase dominante de manera peligrosa.

Un punto nodal crítico

Banner carried at protest Columbia, South Carolina June 23, 2015.
Pancarta llevada en una protesta en Columbia, Carolina del Sur el 23 de junio de 2015. Foto: especial para revcom.us

La clase dominante de capitalistas imperialistas captan ese peligro a su modo, y se mueven a enfrentarlo. Por medio de todos sus portavoces y representantes, están trabajando duro para tratar de limitar los términos de la lucha ahora al luto, a “cicatrizar”, a reformar este sistema.

Todos los representantes de la clase dominante están de acuerdo sobre el fundamento de su enfoque hacia el levantamiento actual de protesta y resistencia que se ha extendido por este país, y hacia las masas de jóvenes negros y latinos en particular. Es un programa de encarcelación en masa, policías brutales y asesinos, respaldados por un sistema judicial que apoya casi todas las atrocidades que cometen esos policías, por más ultrajantes y crueles. Sin embargo, las diferencias entre la clase dominante sobre cómo imponer ese programa son verdaderas, y son profundas. No se van a resolver por medio de “negociaciones bipartidistas”. Se arraigan en un problema intrincado imposible de resolver dentro de los confines de este sistema.

Obama y las personas asociadas con el Partido Demócrata en particular han estado trabajando duro para suprimir y canalizar la rebelión y resistencia creciente, especialmente entre los sectores populares. Los demócratas ofrecen inclusión en el “proceso político” a un sector del pueblo negro, pero no ofrecen nada más que una beneficencia de miseria a las masas populares a las cuales el sistema ha empobrecido y las ha dejado sin empleo de manera sistemática. Su programa pretende encerrar a la gente dentro de la política electoral y alejarla de toda protesta con sentido.

Obama y otros líderes del Partido Demócrata ofrecen ciertas la promesa de reformas menores ante la lucha creciente contra la brutalidad policial — al mismo tiempo que defienden a muerte a aquellos cerdos. De hecho, Obama ha hecho un gran alarde de hablar a reuniones numerosas de policías para  decirles lo mucho que los apoya, aunque dicho romance es unilateral ahora. Más relevante, la administración de Obama ha apoyado de lleno los policías asesinos y brutales, y su Departamento de Justicia ha apoyado a un asesinato policial tras otro (enlace en inglés).

Como escribimos recientemente en Revolución, el programa  de Obama para la gente “tiene tres frentes. Uno, el fraude. Promueve programas que afirma que ayudarán a solucionar el problema de los policías brutales y asesinos, pero en realidad no hacen nada semejante. Dos, la represión. Obama no sólo da el respaldo moral a los policías, sino que propone programas para aumentar el poder de la policía SOBRE y CONTRA las masas populares. Tres: el veneno meloso. Obama pronuncia palabras de preocupación y promesas de dinero con el fin de engañar, confundir y desviar la lucha popular”.

El panegírico que pronunció Obama en Carolina del Sur se ha descrito como uno de los más apasionados y poderosos que ha pronunciado nunca. Incluso mencionó algo de la historia y el legado de opresión que el pueblo negro ha sufrido. Pero no ofreció ninguna respuesta en absoluto, aparte de confiar en dios, esperar la gracia, reconciliarse, y, lo más importante, confiar en el sistema estadounidense, y “esforzarse por formar una unión más perfecta”. Es la respuesta que da alguien que quiere mantener a flote este sistema — el mismo sistema que ha infligido tantos horrores y tanto dolor, los que sólo mencionó de paso Obama en su panegírico.

Otros de la clase dominante difieren con uno u otro componente del programa de Obama. Por ejemplo, exigen que se defienda 100 por ciento a la policía haga lo que haga, y se quejan, absurda y falsamente, que Obama y otros demócratas prominentes debilitan la policía. Entre otras cosas, esa gente ha estado trabajando para limitar la participación de la población negra en el proceso electoral, y se han empeñado en suprimir el derecho a votar del pueblo negro y otros oprimidos.

Para algunas fuerzas de la clase dominante, no se tolera ni la más mínima concesión ni nada menos que la defensa ciega de toda atrocidad que cometa la policía contra las personas de raza negra. Rudy Giuliani, un ex alcalde de Nueva York y un republicano prominente, dijo a un noticiero a finales del año pasado, “Hemos tenido cuatro meses de propaganda, con el presidente al frente, de que todo mundo debe odiar la policía”. El candidato presidencial Ted Cruz dijo que Obama ha “inflamado tensiones raciales” y que su supuesta “denigración de las fuerzas de seguridad pública ha sido mala en lo fundamental y ha hecho daño a la comunidad minoritaria”.

Cuando alguien de la calaña de Cruza habla de “inflamar tensiones raciales”, definitivamente no se refiere a los cerdos blancos que hacen cosas como la de brincar al capó de un carro y disparar más de una docena de balazos por la ventana delantera a dos personas negras sentadas adentro. No se refiere a cerdos blancos que estrangulan a un negro en la banqueta a plena luz del día. Nada de eso. Para Cruz y otros de la índole, “inflamar tensiones raciales” entraña el plantear, por más tímidamente, que en esta sociedad tratan al pueblo negro de manera tantito injusta, que persisten las desigualdades. Eso se considera “incendiario” o “jugar la carta de la raza”. Cruz recibió contribuciones a su campaña de parte del líder del grupo supremacista blanco Council of Conservative Citizens; Cruz después devolvió el dinero pero claramente a aquel cerdo racista le gustaron las opiniones de Cruz.

Esa gente representa un núcleo sólido dentro de la clase dominante estadounidense, en el Partido Republicano en particular, que es una fuerza fascista, lo que Revolución ha señalado anteriormente. No los llamamos así por disgusto nada más. No es una exageración. Es una evaluación científica de ellos, y más que nada de su programa.

Un pilar importante de su punto de vista y programa en conjunto es una férrea supremacía blanca, aunque hablarían de ella en código a veces para que esa ideología odiosa suene más “aceptable” ante la sociedad amplia. No van a abandonarla, ni transigir sobre ella, aunque pueda que hagan concesiones temporarias sobre la bandera de la Confederación. Este símbolo de la esclavitud y la opresión les caía rete bien hace apenas unos días, como bien sabe cualquier persona que cuente con un banco de memoria funcional.

Una expresión clave de ese punto de vista supremacista es la defensa aferrada de todo acto asesino o brutal contra el pueblo negro, especialmente lo cometido por la policía (y en muchos casos vigilantes racistas, como George Zimmerman, asesino de Trayvon Martin). Exigen y amenazan que todo mundo debe hacerlo igualmente.

¿De qué lado estás?

Revolution Club at the Unity Chain, where thousands formed a human chain across the Arthur Ravenel Bridge, Charleston.
Miles de personas formaron una cadena humana a través del Puente Arthur Ravenel que separa el centro de Charleston (donde se encuentra la Iglesia AME) del suburbio casi totalmente blanco de Mount Pleasant.  Arriba: El Club Revolución a la Cadena de Unidad. Foto: especial para revcom.us

En una sociedad dividida en clases, todos los puntos de vista políticos tienen su origen en última instancia en cómo una clase u otra ve sus intereses. Se determinan las clases según su posición en las relaciones de producción de la sociedad  — en especial (aunque no solamente) la posesión y control sobre los medios de producción: la tierra, las herramientas, las máquinas, etc., mediante los cuales se producen las cosas. En la sociedad capitalista, esto significa que los capitalistas-imperialistas controlan enormes acumulaciones de la riqueza producida socialmente, las capas medias tienen mucho menos, y las masas de proletarios no tienen nada.

Buscar una forma de “término medio” o reconciliación con las autoridades y sus partidarios que defienden la avalancha sin fin de atrocidades contra el pueblo es el punto de vista y expresa los intereses de las personas en el medio — las personas que se oponen a algunos de los abusos del sistema pero al mismo tiempo creen que tienen algo que perder; personas atrapadas entre las masas básicas y el puñado de capitalistas-imperialistas en cuyo interés se gobierna este sistema. Esta perspectiva sólo puede conducir a perdonar y acomodarse con esas mismas atrocidades — y dejarlas continuar. Estas ideas pueden cambiar, las de individuos y las de grandes bloques de personas, pero nunca pueden dirigir a un movimiento para efectuar el cambio fundamental y eliminar las injusticias de la sociedad.

La lucha que ha estado estallando en esta sociedad en el último año es algo que no surge muy a menudo. La situación en Estados Unidos ha cambiado radicalmente en el último año, en formas favorables para fomentar el movimiento para la revolución. La gente ha entrado en lucha repetidamente para detener los abusos de este sistema. Han mantenido muchos prejuicios, ideas falsas, ilusiones y falsas esperanzas. Muchas personas tienen modos de pensar que les agobian y les impiden llegar a la verdad de forma sistemática. Muchos buscan activamente formas de mantener todo dentro de los límites del mismísimo sistema por el cual protestan. Pero con regularidad chocan con el funcionamiento del propio sistema.

Muchas fuerzas diferentes operan en esta situación. La clase dominante, sobre todo, lleva a cabo la represión agresivamente, y hasta cierto punto en algunos casos ofrece “zanahorias” para tratar de apaciguar y contener la ira de la gente. Pero una oleada tras otra de efusiones de masas se ha extendido por todo el país cuando la gente se enfrenta con la realidad de asesinatos policiales, tribunales que exoneran policías, y masacres de gente negra a manos de odiosos justicieros racistas.

Hace falta aún más resistencia y lucha feroz, así como convocar a muchos otros —a millones de personas— a tomar partido ellos mismos y entrar en la lucha. Esta lucha tiene que subir a un nuevo nivel y tener la meta de concr etamente ¡DETENER estos asesinatos! Al mismo tiempo, la gente tiene que seguir forcejeando con los siguientes interrogantes, y preguntándoselos a ellos mismos y a otros: ¿Qué es la naturaleza de este sistema que no puede funcionar sin maltratar y asesinar a las personas negras? ¿Por qué está el punto de vista de la supremacía blanca tan profundamente arraigada en esta sociedad y en lo que la mantiene funcionando? ¿Qué es lo que realmente se necesitará para PONER FIN a estos ultrajes de una vez por todas?

Las respuestas a estas preguntas existen. Se puede encontrarlas en: la película REVOLUCION Y RELIGION: La lucha por la emancipación y el papel de la religión; Un diálogo entre Cornel West y Bob Avakian (en inglés); Lo que la humanidad necesita: La revolución, y la nueva síntesis del comunismo, Una entrevista a Bob Avakian, por A. Brooks, la película Habla BA: REVOLUCION — ¡NADA MENOS! (en inglés); la obra de Bob Avakian El comunismo y la democracia jeffersoniana; y el número especial de Revolución, La opresión del pueblo negro, los crímenes de este sistema y la revolución que necesitamos.

Carl Dix preguntó en una reciente declaración, “Todo esto nos plantea a todos nosotros un interrogante urgente: ¿De qué lado estás? ¿Estás del lado de la opresión y brutalidad salvaje que este sistema impone sobre el pueblo negro? ¿O te opones a esa clase de horrores?” Lo que se necesita concretamente ahora es que las personas —masas de personas— tomen partido, y entren en la lucha. Lo que más se necesita es lucha feroz contra toda la campaña de brutalidad contra el pueblo negro de parte de las autoridades y los justicieros racistas.

 

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