Después de bombardear un hospital en Afganistán en el 2015: Los criminales de guerra estadounidenses se juzgan "no culpables" a ellos mismos de crímenes de guerra

13 de mayo de 2016 | Periódico Revolución | revcom.us

 

A las 2:15 de la madrugada del 3 de octubre de 2015, Estados Unidos llevó a cabo un bombardeo masivo y sostenido contra un hospital de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Kunduz, Afganistán. El bombardeo mató a 42 personas, entre ellas valientes personal del hospital que atendían a pacientes en circunstancias extremas, y pacientes indefensos.

Un artículo en The Intercept describió el impacto del ataque: “Para cuando terminó el ataque, la unidad de tratamientos intensivos, la sala de urgencia y las salas de operación estaban totalmente incineradas. El techo corrugado de aluminio se había levantado, solo permanecían los muros, y estos acribillados por disparos de cañones. Los aviones habían lanzado 211 proyectiles, matando a 42 pacientes y personal que se habían confiado en el estatus neutral y protegido del hospital. Unos pacientes quedaron calcinados en las camas. A los investigadores forenses les esperaban seis cadáveres irreconocibles por ser incinerados”.

Los directores de Médicos Sin Fronteras les habían dado a Estados Unidos las precisas coordenadas de su posición, por lo cual el ataque en lo mínimo demuestra imprudencia temeraria por la vida de las personas en el hospital — la cual se califica como un crimen de guerra. El ataque duró por lo menos media hora mientras funcionarios de Médicos Sin Fronteras hablaban por teléfono con los comandantes estadounidenses exigiendo que se cesara el bombardeo.

Inmediatamente, Médicos Sin Fronteras pidió que una tercera parte, un organismo internacional, hiciera una investigación a partir de la suposición de que se había cometido un crimen de guerra. En vez, los militares estadounidenses anunciaron que ellos mismos investigarían a sí mismos. El 29 de abril anunciaron que se habían encontrado no culpables a sí mismos.

Al absolverse de crímenes de guerra, Estados Unidos divulgó un informe de 3000 páginas. Un vocero del Pentágono dijo que los que ordenaron y llevaron a cabo la masacre “intentaban hacer lo justo”. Y que el bombardeo sostenido fue simplemente “una combinación de error humano, agravado por fracasos de proceso y equipo”. El Pentágono anunció que no se levantaría ningún cargo contra los comandantes y perpetradores, y que no se divulgaría la identidad de los asesinos, y que la llamada “disciplina” para las 16 personas implicadas no sería sino un leve castigo como “cartas de reprimenda y amonestación” o “la recapacitación”.

Primero, el argumento estadounidense de que fue un accidente es, francamente, irrelevante. La imprudencia temeraria por la vida humana que la propia investigación estadounidense revela (y eso sí se cree la versión de los militares) es por definición un crimen de guerra. Además, sean cuales sean las circunstancias precisas, es parte de un patrón y política de larga data de ataques estadounidenses contra trabajadores médicos y pacientes en Afganistán.

Desde hace años, Médicos Sin Fronteras viene entablando quejas contra Estados Unidos y la OTAN por una serie de ataques asesinos contra hospitales con helicópteros blindados, soldados estadounidenses y por sembrar terror entre los pacientes y el personal. Además, Médicos Sin Fronteras ha hecho constar que no coordinará su trabajo en Afganistán según el horario de Estados Unidos (o quien sea). Y en cambio han insistido que su misión es acudir al socorro de personas desesperadas que necesitan atención médica. (“Afghanistan: A Return to Humanitarian Action“). La masacre del 3 de octubre contra su hospital en Kunduz fue un mensaje sangriento de parte de los militares estadounidenses de que es temporada de caza contra Médicos Sin Fronteras.

La declaración del Pentágono que acompaña el informe del 29 de abril es un encubrimiento total. Estados Unidos redactó su propia definición de lo que es un crimen de guerra y se declaró “inocente”. Los militares estadounidenses están encubriendo los hechos esenciales de lo que pasó: que todo indica que Estados Unidos siguió bombardeando mucho después de que Médicos Sin Fronteras se comunicó por teléfono con comandantes estadounidenses para exigir que se cesara el bombardeo. Y de ninguna manera el informe reconoce que este crimen es parte de todo un patrón y política de Estados Unidos y sus aliados en Afganistán.

Es indignante que Estados Unidos se negara a cooperar con una investigación independiente como había exigido Médicos Sin Fronteras. Negarse a castigar en serio a ninguno de los responsables es una ofensa insultante contra los heroicos trabajadores médicos, el personal del hospital, y los pacientes asesinados y sus seres queridos. Y, como tal, el informe del Pentágono y toda la respuesta estadounidense ante los cargos de crimen de guerra es una luz verde para que Estados Unidos cometa más crímenes de guerra.

 

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