Es un hecho científico…
No puedes ser policía en Estados Unidos si no quieres ser un CERDO

6 de septiembre de 2016 | Periódico Revolución | revcom.us

 

La policía: Capataces de la opresión y la locura [de 18:24 a 00:30:10] – De Revolución: Por qué es necesaria, por qué es posible, qué es: una charla filmada de Bob Avakian

En una opinión en el diario New York Times, Joseph Crystal, un ex policía de Baltimore, describe lo que él caracteriza como “la actitud y la práctica” de la policía de Baltimore. (“When Police Are Poor Role Models for One Another” [Cuando los policías no son buenos ejemplos para ellos mismos], 15 de agosto, 2016). Este comentario y el informe del Departamento de Justicia (DOJ) sobre la policía de Baltimore al que se refiere Crystal, dejan ver algo de la realidad de una ciudad que vive bajo el terror de la policía que de manera sistemática e ilegal degrada y maltrata al pueblo negro. Y lo que dice el informe del DOJ es aplicable a todos los grandes departamentos de policía del país.

En esta breve opinión de Crystal se destaca la omnipresente insistencia y promoción de parte de los supervisores de policías del desenfrenado abuso policial. Crystal dice que le partió el corazón ver que un policía que vio que otros policías le estaban poniendo droga a una persona “temía tanto la retaliación que no lo informó”. Aunque se queda corto, a lo que Crystal se refiere con “retaliación” en el departamento de policía es a esto: “En cualquier lugar es difícil denunciar a los colegas de uno, pero en la policía hay inquietudes más graves, como la seguridad de uno”. La implicación está clara: cuando un policía pone drogas a una persona, cualquier policía al que se le ocurra la idea de denunciarlo tiene que temer por la vida, y se va a quedar callado. Piensen en cómo esta política policial de ponerles droga, implementada de manera violenta, cuadra con la realidad en la sociedad de que las prisiones están repletas de víctimas de la tal llamada “guerra contra la droga”.

Freddie Gray, asesinado por la policía de Baltimore en 2015.

Crystal recuenta de haberle dicho a un detective de Baltimore, que llevó a cabo un arresto ilegítimo e inconstitucional —porque no había razón fundada— que no tendría merito en la corte. Y escribió lo que pasó entonces: “Un sargento me hizo a un lado y me dijo que no me meta en lo que no me corresponde. ‘No nos importa lo que pase en la corte’, me dijo. ‘Solo nos interesa hacer el arresto’”.

Crystal invoca un incidente en el cual un policía le dispara en la ingle a un hombre que ya estaba sometido e indefenso. Una vez más, las amenazas de los otros policías le callaron al único policía que contempló quejarse.

Crystal describe un incidente mencionado en el informe del DOJ sobre un investigador del Departamento de Justicia que iba de patrulla con un sargento. El sargento vio a un grupo de jóvenes negros en una esquina y le dice a un policía que les ordene dispersarse. El policía le dijo que no tenía razón de hacerlo. “Invéntate algo”, le contesto el sargento. Y Crystal escribe: “El que el sargento haga eso en la presencia de un agente federal investigando el incumplimiento de derechos civiles podría ser asombroso, pero revela una cosmovisión. Para él, no hizo nada malo. Debe de haber tenido años en el departamento y así es como le capacitaron sus maestros, y los comandantes también. Es comportamiento aprendido, parte de la cultura arraigada en la mentalidad de ‘nosotros contra ellos’”.

En una demanda de Joseph Crystal contra el municipio de Baltimore explica que a él le corrieron del Departamento de Policía de Baltimore las amenazas de otros policías por querer denunciar el abuso de autoridad.

Uno “elige” de entre lo que manda el sistema criminal

Crystal pinta un cuadro de hostigamiento y violencia contra el pueblo negro que es omnipresente, atroz, descarado e ilegal, y de una cultura dentro del departamento que no solo aprueba eso, sino que lo hace cumplir.

Pero luego Crystal identifica la raíz del problema de esta manera:

El narcotráfico es tan artero en las comunidades de Baltimore que cuando era detective hubo veces que tuve que arrestar a niños por vender droga. Por triste que era, un consejero de drogas me dijo que lo aprenden de la gente con que está a su alrededor.

Cuando leí el informe del Departamento de Justicia, que salió el miércoles pasado, sobre el abuso sistemático de ciudadanos negros y de negarles derechos, pensé, los policías también aprenden el atroz comportamiento de quienes están a su alrededor.

Eso es completamente equivocado. Es tergiversar la realidad para, sea cual sea la intención, legitimar y justificar los mismos ultrajes que él mismo denuncia, y muchos más que no.

Puede ser que los niños en los barrios oprimidos aprendan medidas desesperadas para sobrevivir de quienes están a su alrededor. ¿Pero por qué tienen que enfrentar semejante necesidad de tener que recurrir a medidas desesperadas para sobrevivir en primer lugar? Las alternativas de las que tienen que “elegir” son productos de este sistema, son las que el sistema pone, y son las que la policía del sistema hace cumplir.

Vayan al multifamiliar Gilmor Homes de Baltimore, donde los policías mataron a Freddie Gray. Ahí encontrarán vecinos que solo tienen la ropa que llevan puesta, no tienen celulares, sin ninguna posibilidad de ir a una tienda para hacer compras. Esa mortífera desigualdad y opresión se ve en el hecho de que la expectativa de vida en los barrios alrededor de Gilmor Homes es de 20 años menos que en el suburbio de Roland Park, a menos de ocho kilómetros de distancia.

Y bajo estas circunstancias, al buscar una manera de sobrevivir —y al menos que no se conecten con modelos revolucionarios que de veras quieren tumbar todo eso lo más pronto posible, y emancipar a la humanidad— la cosmovisión de la gente va a ser, por lo general, moldeado por la mentalidad de sálvese quien pueda y la “moral” que el capitalismo engendra y consagra.

Si la juventud de esas comunidades recurre a medidas desesperadas para sobrevivir, no se debe principalmente a malas influencias o a elegir mal. Es el producto de un sistema que no les ofrece algo decente de que “elegir”. (Lo anterior sobre “elegir” se apoya en “Sobre lo que uno elige... y cambios radicales” y en “Más sobre lo que uno elige... y cambios radicales” de Bob Avakian. Recomendamos enérgicamente que los estudien a fondo y que los compartan).

       

Los gobernantes del presente sistema recuerdan que en los años 1960, las rebeliones, y la influencia del movimiento revolucionario entre el pueblo negro sacudieron a la sociedad hasta sus cimientos. Las rebeliones y el espíritu de revolución inspiraron a millones de personas de todas las capas sociales que se rebelaban contra las autoridades. La respuesta del sistema fue una feroz represión. Pero a la vez, les abrieron un poco las puertas para que unos negros pudieran seguir varias profesiones y carreras. Y desde entonces esas aperturas están bajo ataque. Y sigue siendo el caso que cualquier persona negra, a pesar de lo que haya logrado según las propias medidas del sistema, sigue siendo víctima del racismo, de que le paren por “manejar siendo negro” y cosas peores.

Pero hoy en día, como resultado de la naturaleza traumática y anárquica del capitalismo-imperialismo, los trabajos de las fábricas que eran indispensables para sobrevivir en ciudades desde Baltimore a Oakland, de Detroit a Atlanta, ya no existen ahí. Fueron trasladados a lugares donde los capitalistas podían explotar con mayor ferocidad en la feroz competencia a muerte entre los capitalistas por ganancias. Otros trabajos fueron trasladados a los suburbios, efectivamente prohibidos para los negros. Hoy las condiciones para millones de los negros, latinos y otros de color son peores que en los años 1960.

Los que detentan el poder se dan cuenta que la ira en los ghettos es un posible polvorín que amenaza a su sistema entero. Y la única respuesta que tienen es la feroz represión.

Los vecinos de Gilmor Homes escucharon los gritos que pegaba Freddie Gray desde hace unas cuadras a medida que le retorcían como un pretzel antes de matarlo. El mensaje a los oprimidos es que quienquiera que desobedezca, en cualquier momento, o haga cualquier cosa, tiene un blanco en las espaldas. Ese es el trabajo de la policía en Estados Unidos.

No se puede ser policía en Estados Unidos sin ser un CERDO

A pesar de todo lo que él mismo denuncia sobre “la actitud y la práctica” de una de las fuerzas policiales más grandes del país, Crystal alega que “la mayoría de los policías son buenos”.

No. La mayoría de los policías son CERDOS, a sabiendas.

He aquí un pasaje de cómo el Partido Pantera Negra una vez definió lo que es un cerdo policía:

¿Qué es un cerdo policía?: Una bestia de baja naturaleza que no respeta la ley, la justicia ni los derechos del pueblo… un depravado y vil calumniador, que por lo común se hace pasar por víctima de un ataque sin provocación.

Si eres policía en Estados Unidos, eres un CERDO. Eso no es solamente una palabrota. Y no es algo que uno “elige” —o no elige— una vez que te has hecho policía. Es un hecho científico. Y, a pesar de sus intenciones, el artículo de Crystal mismo deja en claro que quien no está de acuerdo con participar, promover y encubrir fechorías policiales está, por lo menos, amenazado.

Ser un cerdo, portarse como un cerdo y ansiar la “oportunidad” de ser un cerdo son requisitos para pertenecer a las fuerzas policiales que siembran terror en los ghettos de Estados Unidos como una fuerza de ocupación, para someter al pueblo. Los policías hacen eso como parte de su trabajo en su capacidad de verdugos de un sistema: el capitalismo-imperialismo, un sistema global de explotación y opresión. Adoptar la mentalidad de un asesino sádico y depravado cuadra perfectamente con el trabajo. ¿Si no fuera así, entonces porqué es que promueven esa “cultura” y la hacen cumplir, y la premian en todo departamento de policía?

¿Cómo vas a cambiar esa “cultura” cuando se trata de un ejército de ocupación opresivo cuya tarea es reprimir, sembrar terror, y tratar de aplastar el espíritu de los oprimidos?

¿Y por qué vas a querer intentarlo?

¿…Y qué deberían hacer ellos?

Esto es algo que Bob Avakian dijo en el 2002, sobre el asesinato policial en Riverside, California de Tyisha Miller, una joven que no estaba armada y en realidad estaba inconsciente:

Si esa es su manera de manejar la situación, ¡que se vayan al carajo! Que se larguen, que se vayan al carajo, que se quiten de la faz de la tierra y dejen en paz a las masas, porque es obvio que hay mil maneras de manejar esa situación que hubieran sido mucho mejores. Y francamente, si nosotros tuviéramos el poder del estado y ocurriera algo así, habríamos preferido que un policía del pueblo diera la vida primero, antes de matar sin sentido a uno de las masas. Así actúan los verdaderos servidores del pueblo, o sea, se juegan la vida por defender al pueblo. ¡Al carajo con su maldito lema de “servir y proteger”! Si esa fuera su intención, habrían encontrado otra manera mil veces mejor de solucionar el problema. ¿Cómo lo manejaría el proletariado? La historia demuestra que cuando el proletariado tiene el poder, pone por encima de todo la vida de las masas, pero cuando la burguesía tiene el poder, el papel de su policía es sembrar terror y matar a las masas a sangre fría sin ninguna provocación, matarlas sin necesidad, precisamente porque cuanto más arbitrario sea el terror, más asusta. Precisamente por eso lo hacen y es una parte importante de su oficio.
Lo BAsico 2:16

 

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