¿Por qué Trump sigue mintiendo una y otra vez sobre las elecciones y el tamaño del público en su inauguración?

25 de enero de 2017 | Periódico Revolución | revcom.us

 

Parece que Trump se obsesiona con demostrar que más gente asistió a su toma de posesión que a la de Obama (lo que no es verdad) y que ganó el voto popular de las elecciones (lo que de hecho perdió por cerca de 3 millones de votos). Estos son hechos fáciles de comprobar — el primero por comparaciones de fotos, las estadísticas del número de pasajeros en el metro en los días de la inauguración, etc. — y el segundo por la insistencia de los gobiernos estatales principalmente republicanos en que los votos para Clinton que Trump asevera que fueron ilegales no lo fueron. Entonces, ¿por qué sigue haciéndolo?

La explicación más común es que está enfermo, un narcisista patológico que no puede tolerar la idea de que no es la persona más querida que jamás haya caminado por la Tierra.

que Trump es un sociópata. Sin embargo, hay un método en esta clase de locura. Y ese método es el fascismo.

Lo primero y principal punto para entender es que Trump se centra principalmente en dirigirse a su núcleo de creyentes de hueso colorado y apuntalar su voluntad. Les asegura que ellos —en verdad, él— representan a los “verdaderos estadounidenses”, a la gran mayoría, y que las “élites liberales” y los grupos que Trump sataniza y deslegitima constantemente (los inmigrantes, los musulmanes, los negros, etc.) mienten para frustrar e impedir que Trump y sus seguidores obtengan “lo que les es debido”. Él intenta hacerlos inmunes a la realidad concreta, a los hechos objetivos, y en lugar proveerles “hechos alternativos”, en las palabras de su consejera Kellyanne Conway, con los cuales pueden sostener su fe. Él los prepara como una fuerza de combate, si es necesario, para defenderlo.

El segundo propósito de esta locura es proporcionar más racionalización para impedir que los negros y latinos voten, mediante leyes cuyo único propósito es negarles el derecho a votar a los negros y latinos, como las leyes de identificación de votantes y el prohibir a votar a los que fueron condenados de delitos graves (lo que impacta de manera negativa y desproporcionada a los negros y latinos debido a la discriminación en todas las esferas de la vida estadounidense, especial pero no solamente el sistema de “justicia” penal).

Lindsey Graham, un senador republicano de Carolina del Sur, ha implorado a Trump que no haga esto porque deslegitimará el sistema electoral. Lo que me lleva a la tercera razón. Trump anunció de antemano que si perdiera, no reconocería los resultados porque su pérdida demostraría que se habían manipulado las elecciones. Hay poca duda de que habría librado una batalla sin cuartel para llegar al poder. Con el tiempo, Trump no tiene intención alguna de dejar que la cuestión de las elecciones lo disuada de su “misión”; y aún ahora está preparando la opinión pública para invalidar cualquier elección que no le favorezca a él, suponiendo que las elecciones continúen celebrándose.

El último punto: se dice que no debemos “normalizar” a Trump — lo que es correcto. Pero en lo principal, eso no debe referirse a su locura narcisista, sino al hecho de que es un FASCISTA.

 

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