Nuevas leyes fascistas penalizan protestas pacíficas en docenas de estados:
El caso de Oklahoma

14 de mayo de 2017 | Periódico Revolución | revcom.us

 

100 días de fascismo. Basta ya! Enough!

Mientras los funcionarios del Partido Demócrata y emisarios de la prensa normalizan el fascismo difundiendo la despreocupación por el régimen de Trump y Pence —riéndose de sus tropiezos, alegando que en los primeros 100 días “no han logrado nada”— en realidad lo que se está divulgando es la reorganización fascista de la sociedad, lo que es espantosamente obvio con la oleada de leyes estatales que criminalizan muchas de las formas de protestas audaces y pacíficas —marchas en la calle, plantones, desobediencia civil, campamentos de protesta— que cientos de miles de manifestantes han efectuado en los últimos años.

Justo después de la inauguración de Trump, activistas identificaron 8 estados que las han introducido. Desde el 2 de abril, apenas dos meses después, ya son por lo menos 19, más del doble, según Common Dreams.

Hace poco, el portal The Intercept comentó sobre dos nuevas leyes en Oklahoma —una ya  en efecto, la otra por aprobarse pronto— que elevan leyes represivas a nuevas alturas imponiendo castigos draconianos contra manifestantes que cometen infracciones muy leves de la ley.

En Oklahoma, castigan a una persona por estar en propiedad ajena por razones no políticas con una multa de $250. Si durante esa infracción causa daños a la propiedad o se roba algo, corre el riesgo de ser encarcelado por una máxima sentencia de seis meses.

Pero bajo la nueva ley, estar en propiedad ajena durante una protesta en una llamada “instalación de infraestructura crítica” (como una instalación de gas o petróleo) es ahora un delito grave, por lo cual puede ir a la cárcel por un año y ser multado $10.000. Y si hay daños a propiedad o si se “impide” operaciones, las sentencias pasan a 10 años en la cárcel y $100.000 de multas.

Además de castigar a los manifestantes, cualquier organización que “se considere conspiradora” con los manifestantes —por ejemplo, un grupo que convoque una protesta donde ocurre la desobediencia civil o hay entrada a propiedad ajena— ¡encararía multas desastrosas de hasta $1,000.000! El segundo proyecto de ley (todavía no es ley) somete a quienquiera que “recompensa” a un manifestante (¡por ejemplo, hospedar a alguien en su hogar que después es arrestado!) a cargos de responsabilidad civil (o sea, se le podría demandar a la persona que “recompensó” al manifestante por los daños de los que acusan al manifestante.)

El propósito explícito de estas leyes es aplastar la protesta política. El autor del segundo proyecto de ley, el representante Mark McBride, dijo a la prensa que lo que le motivó era el acampamento y protestas masivas en Standing Rock, Dakota del Norte en contra del oleoducto Dakota Access, protestas que sacudieron al país y al mundo, inspirando mayor y feroz resistencia entre muchos sectores del pueblo, y ganándose la ira de los defensores del presente sistema injusto.

Los fascistas de Oklahoma temen que este tipo de resistencia se divulgue. Oklahoma es un importante centro de la industria petrolífera y de gas. La peforación generalizada con “fracking” (la extracción de productos petrolíferos “fracturando” con violencia las rocas subterráneas) ha desestabilizado la tierra a tal punto que hoy Oklahoma es considerada la capital mundial de los terremotos, con 881 solo en el 2015. Los frecuentes terremotos ponen en aún mayor riesgo a los lagos y ríos, las granjas, y los sitios sagrados de los pueblos indígenas cerca de las enormes fábricas y refinerías de gas y petróleo, o atrevesados por los oleoductos que entrecruzan el estado. Esto ya ha suscitado una lucha importante.

Oklahoma es donde viven por lo menos 300.000 personas indígenas de 39 naciones tribales — muchos descendientes de las tribus que fueron forzadas a emprender el tristemente célebre “Sendero de las lágrimas”, durante el cual muchos miles de ellos murieron. Al igual que en Standing Rock, muchos indígenas se oponen a la destrucción y profanación de sus sitios culturales y religiosos, así como la destrucción de la tierra y el agua. Y han forjado una lucha en común con otros sectores de la población —ambientalistas, granjeros, gente de las ciudades y de las áreas rurales— para oponerse a oleoductos nuevos.

En enero, una coalición de estas fuerzas anunció que se establecería un acampamento de protesta contra el oleoducto Diamond que trasladará petróleo crudo desde Oklahoma hacia Tennessee. Ahora, los proyectos de ley pretenden hacerle al pueblo pagar un costo altísimo por oponer resistencia.

La respuesta inicial ha sido una de desafío inspirador. Mekasi Camp Horinek, miembro de la nación Ponca y uno de los líderes de Bold Oklahoma [Oklahoma Audaz], le dijo al periódico The Oklahoman que su movimiento no será despistado; haciendo referencia al movimiento de derechos civiles de los años 1960, dijo: “Sin esas personas que estaban dispuestas a sacrificarse y de ponerse en una situación de romper la ley pacíficamente”, no se hubiera podido superar muchas de las leyes opresivas de esos días. Y agregó: “Yo voy a ponerme de pie y hacer lo que considero justo para mi familia, para mi pueblo y la gente de este estado”.

Esta orientación es completamente justa y todos deben acatarla. Al mismo tiempo, está claro que esta oleada de leyes estatales represivas —siendo las de Oklahoma una punta de lanza— constituye un paso grande hacia la completa supresión fascista de todo disentimiento y protesta serios en Estados Unidos. Así se dibuja lo que está por venir —¡y no en el muy lejano!— si no logramos expulsar a este régimen fascista del poder, y luchar por llevar a cabo una transformación completamente diferente y libertadora de la sociedad a través de la revolución.

 

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