El vice presidente Mike Pence: El “alternativo” fascista cristiano al fascista Donald Trump

17 de mayo de 2017 | Periódico Revolución | revcom.us

 

Al intensificarse la crisis provocada por el despido del director del FBI Comey por Trump, ahora se comenta abiertamente la posibilidad de obligar a Trump a dejar el poder, de parte de fuerzas al interior de la clase dominante capitalista-imperialista, así como entre las masas populares. Eso podría ser algo bueno, pero urge en este momento que un creciente número de personas —que lleguen a ser millones— se lancen a las calles y exijan que se larguen Trump y todo el régimen de Trump y Pence, y que permanezcan en las calles ¡hasta que lo logren! Si no, el Partido Demócrata, y los “procedimientos ordenados” de las audiencias legislativas, investigaciones del FBI y audiencias judiciales marginarán y sofocarán a las masas y en el mejor de los casos resultarán en un juicio político contra Trump o su renuncia, mientras dejarían intacto al resto del régimen, con el vice presidente Mike Pence al mando de una actualización fascista cristiana.

Si bien Trump funciona como el líder y testaferro de todo un régimen, Pence ha sido el mayor pilar y el principal agente tras bastidores. Pence está con Trump a cada paso, aplaudiendo sus órdenes ejecutivas, trabajando con el Congreso para arrebatarles la asistencia médica a millones, repitiendo las mentiras descabelladas de Trump con más compostura. Pence propuso una ley para negarles la ciudadanía a los niños nacidos en Estados Unidos con padres indocumentados; apoya la represión policial de las comunidades negras y de otras minorías de color por medio del programa “parar y registrar” y de la intensificación y militarización de la “Guerra contra las drogas”; condena a los manifestantes contra el asesinato policial y defiende a la policía como “lo mejor de nosotros”. Igual de belicoso como Trump, se jacta de que “llamaremos al enemigo por su nombre” y de ahí “movilizaremos los recursos de nuestra nación y de nuestros aliados para cazarlos y destruirlos”.

Pero Pence no es solamente un aspirante a clon de Trump — es un líder de un poderoso movimiento fascista cristiano que cuenta con el respaldo de un sector importante de la clase dominante estadounidense y que tiene por objeto nada menos que una sociedad teocrática cristiana regida por la ley y la moral bíblicas. Estas fuerzas creen que los problemas que el imperialismo estadounidense confronta en el mundo surgen de su salida del “camino de Dios”, y creen que la restauración de la “grandeza” de Estados Unidos significa reorganizar el gobierno, las escuelas, las cortes —todo— sobre la base del “plan de Dios” (según ellos lo interpreten, por supuesto).

De hecho, no existe ningún dios, y aunque lo existiera, sería escalofriante la idea de basar el orden político de una sociedad en el cruel y sanguinario dios de la Biblia. Esto lo muestra el programa actual que apoyan Pence y todo el movimiento fascista cristiano. Primero, su programa está imbuido del patriarcado medieval, según el cual el papel fundamental de la mujer es el de engendrar y criar hijos. Pence tiene una opinión tan mezquina de las mujeres, de que son “madres” o son “putas”, que ¡se niega a cenar con ninguna otra mujer que no sea su esposa! De más importancia, Pence se opone fuertemente al derecho al aborto, jurando que “Veremos que se relegue Roe contra Wade [o sea, el aborto legal] a la escombrera de la historia donde pertenece”.

Esta oposición se trata, de fondo, de la maternidad obligatoria, que es una forma de esclavización femenina. Por lo mismo Pence y su movimiento se oponen a toda forma de anticoncepción, y quieren cerrar Planned Parenthood, el principal proveedor de anticonceptivos y educación sexual para millones de mujeres. Pence una vez declaró (¡falsamente!) que los condones proporcionan “muy, muy poca protección contra las enfermedades sexualmente transmitidas”.

Los fascistas cristianos se aferran a la condena bíblica a toda expresión o identidad sexual no heterosexual. Pence apoyaba la “terapia de conversión” — la cruel práctica de tratar de “persuadir”, intimidar y lavarles el cerebro a los jóvenes gay para que “se conviertan” a la heterosexualidad. Se opone al matrimonio entre personas del mismo género y a la unión civil. Como gobernador de Indiana, llegó a la prominencia nacional firmando la Religious Freedom Restoration Act (Ley de restauración de la libertad religiosa) que permitía que las personas, empresas e instituciones discriminaran contra los gays si así mandaran sus “principios religiosos”.

Estos fascistas cristianos también citan la Biblia para justificar la crueldad de la encarcelación en masa y la pena de muerte, dos medidas que se han usado y se usan contra personas negras y latinas. Como Bob Avakian demuestra de manera convincente en “La verdad sobre la conspiración derechista…”, “la conclusión lógica de tal lógica” podría conducir a un genocidio total contra el pueblo negro en Estados Unidos. Creen y promueven la idea de que sea inevitable una guerra entre los países cristianos y los países con mayorías musulmanas, y pintan a todo musulmán en Estados Unidos con la brocha de sus reflejos contrarios, los yihadistas fundamentalistas islámicos. Todo lo anterior, según predican a sus seguidores fanáticos, se encuentra en la “profecía” bíblica.

Los fascistas cristianos llevan décadas cobrando fuerza. Su red de iglesias, escuelas y medios de comunicación adoctrina a millones con su perspectiva reaccionaria y anticientífica. Se han apoderado de cientos de consejos escolares locales y estatales, donde obran para reemplazar la enseñanza de la teoría científica de la evolución con las tonterías religiosas del creacionismo y el “diseño inteligente”. Controlan gubernaturas y legislaturas. Tienen una fuerte influencia en las fuerzas armadas estadounidenses, especialmente en el cuerpo de oficiales. Un fascista cristiano prominente, Erik Prince (hermano de la secretaria de Educación, Betsy DeVos), fundó Blackwater, un ejército mercenario privado que cometió crímenes de guerra desde Irak hasta Nueva Orleáns.

El mismo Pence jugó un papel clave en llenar el gabinete del régimen con teócratas afines que ahora ejercen su poder para potenciar más el fascismo cristiano. Estos fundamentalistas —que creen que la pastilla del “día siguiente” sea homicidio, que la homosexualidad sea una “abominación” y que las personas transexuales estén “trastornadas”— ahora están a cargo de la educación sobre la salud pública; esta mujer que se dedica a devastar las escuelas públicas y meter a los niños en academias cristianas para entrenarlos como fanáticos ciegos ahora está a cargo del Departamento de Educación… etcétera, etcétera.

Lo esencial que hay captar es lo siguiente: Pence encabeza una corriente fascista muy fuerte y altamente organizada al interior del régimen, una corriente atrincherada en las altas esferas del poder y conectada con una amplia base popular, una base financiera y una base en las fuerzas armadas. Si Trump se largara pero esta camarilla se mantuviera en la cima, estarían bien posicionados para reagruparse, movilizarse de nuevo y continuar —seguramente con un tono y un libro de jugadas un tanto diferentes— la transformación fascista básica de la sociedad estadounidense que se inició bajo la dirección de Trump, pero con una actualización fascista cristiana.

Es muy posible que esto pueda satisfacer a muchas de las fuerzas burguesas cuya queja principal de Trump no es que sea un fascista, sino que es un fascista volátil e inestable. Pero eso no es lo que la humanidad necesita, ni debe ser el objetivo de nuestra lucha. Por eso es necesario que millones de personas dejen de quedarse al margen y se lancen a las calles, decididas a permanecer ahí hasta que saquemos del poder a todo remanente de este régimen fascista.

 

 

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