“Algo como el genocidio”, dice la alcaldesa de San Juan:

La pesadilla continúa para el pueblo de Puerto Rico bajo las políticas racistas de Trump y Pence

22 de noviembre de 2017 | Periódico Revolución | revcom.us

 

La idea básica: Hace dos meses, un poderoso huracán azotó a la colonia estadounidense de Puerto Rico. La dominación estadounidense ya había hundido al pueblo puertorriqueño en la opresión y la pobreza. El huracán empeoró todo mucho más. Millones todavía no tienen electricidad. Cientos de miles no tienen agua potable, o no tienen techo, o ambas cosas. La población padece hambre y muchos ya no lo aguantan. Sin embargo, las políticas del régimen de Trump y Pence lo han agravado. Y los intentos de Trump de echarle la culpa al propio pueblo están enseñando a los estadounidenses blancos a aceptar y cooperar en el genocidio. ¡Hay que OPONERSE a esto!

El régimen de Trump y Pence sigue cometiendo un monstruoso crimen contra el pueblo de Puerto Rico — sin fin a la vista.

Hace dos meses, el 20 de septiembre, el huracán María, el décimo más destructivo en la historia registrada del Atlántico, azotó a Puerto Rico y sus 3.4 millones de habitantes. Destruyó casi todo el tendido eléctrico de la isla; destruyó casas en todas partes; la mitad de la población perdió el acceso al agua potable; las carreteras en toda la isla quedaron bloqueadas; y no había en absoluto ningún servicio para los teléfonos celulares.

Los huracanes que azotaron a Texas y a Florida justo antes de que María azotara a Puerto Rico también fueron devastadores. Pero María golpeó a una colonia de Estados Unidos, ya hundida en la pobreza y la vulnerabilidad debido a un siglo de dominación estadounidense — como la masiva deuda de 70 miles de millones de dólares que Puerto Rico le debe a las depredadoras instituciones financieras1 y un inminente cierre del gobierno y el colapso de la infraestructura.

En las secuelas del huracán María, el régimen de Trump y Pence, mediante sus deliberadas políticas de cruel negligencia y racismo, están causando que el pueblo puertorriqueño padezca una muerte lenta y condiciones tortuosas. Esto amenaza con imponer una devastación a largo plazo en la isla, lo que podría hacerla inhabitable para cientos de miles de sus habitantes.

Hoy mismo, millones están viviendo sin electricidad, y cientos de miles carecen de agua potable. Debido a la agobiante deuda financiera de Puerto Rico, la infraestructura que la sociedad requiere para funcionar ya estaba en condiciones peligrosas: la red de tendido eléctrico, la purificación del agua y su distribución, los servicios de comunicaciones y del transporte, la distribución de alimentos, los servicios médicos y la vivienda. A dos meses del huracán María, menos de la mitad de la red de tendido eléctrico está funcionando, lo que resulta en que 750.000 hogares y negocios todavía estén en tinieblas. Hace una semana, falló una de las principales líneas de alimentación eléctrica, lo que dejó el 80% de la población sin electricidad hasta que se pudiera restaurarla. En vista de que ni siquiera han llegado a la isla 50.000 postes para el servicio eléctrico y 10.500 k de cables, continuará indefinidamente la crisis que afecta a las familias y negocios de la manera muy fundamental.

La falta de energía para las bombas de agua potable sigue dejando a inmensas cantidades de personas sin agua potable, lo que las obliga a emprender largos viajes a pie para poder cargar el agua desde los centros de distribución. Mucha gente mayor y enfermos no pueden hacer eso a solas, lo que los deja con agua contaminada para beber, cocinar y bañarse. A raíz del huracán, las enfermedades transmitidas por el agua contaminada ya han cobrado vidas.

Cientos de miles de personas no tienen techo. El huracán María dañó 250.000 techos en Puerto Rico, y cada nueva tormenta de lluvia inunda más a la gente. Se necesitan con extrema y crítica urgencia lonas impermeables para cubrir los techos dañados de las casas, pero FEMA solo ha distribuido 42.000 lonas, una fracción de lo que se necesita. Mientras tanto, la gente se ve obligada a vivir en las condiciones más angustiantes.

Hace poco, un reportero del Guardian visitó a un pueblo de 80.000 habitantes a 30 minutos de la capital, San Juan, y descubrió que el techo había volado en una de cada dos casas. Ahí habló con una anciana en su casa, con las paredes cubiertas de lodo y la planta alta sin techo, quedando completamente a la intemperie. Ella le dijo al reportero: “Me preocupo porque estoy sola y cuando llueve entra toda el agua”. Duerme sobre un colchón inflable en un rincón de la cocina, vestida de la única ropa que le sirve. Al otro lado de la calle, un hombre que tiene que hacerse diálisis está en la misma situación.

Una crisis de salud mental sin precedentes. Los profesionales de salud mental informan que una buena parte de la población de Puerto Rico muestra síntomas de stress post traumático. Un doctor le dijo al New York Times que, en sus 20 años de trabajar como psicólogo, jamás había hospitalizado a tanta gente con pensamientos suicidas y homicidas en tan corto tiempo. Unos padres informan que desde el huracán María sus hijos no han hablado o lloran incontrolablemente cada vez que llueve.

Niegan el acceso a la ayuda alimentaria de emergencia. Si bien la ayuda alimentaria llegó relativamente rápido para la mayoría de los damnificados de las tormentas en Texas y Florida, no sucedió lo mismo con Puerto Rico. Por 35 años, el Congreso ha tenido fondos limitados para la ayuda alimentaria que recibe Puerto Rico, reemplazando el programa de estampillas para alimentos con una erogación fija, dando solamente cierta cantidad de dinero a pesar de lo que sea el nivel de necesidad. Cuando el huracán María azotó, la mitad de la población de Puerto Rico ya estaba viviendo en la pobreza, y después del huracán, no había fondos para programas de ayuda alimenticia, y prohibieron que Puerto Rico se acogiera a la sección sobre ayuda en casos de desastres del programa de estampillas para alimentos. Si bien por fin se ha autorizado girar los fondos para estampillas de comida de emergencia, estos aún no han llegado, y además el daño ya está hecho.

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La dominación estadounidense de más de un siglo ha sido un desastre y un horror para el pueblo oprimido de Puerto Rico. La Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte deja en claro que la radicalmente nueva, liberadora sociedad que se creará mediante una revolución que derroque al sistema capitalista-imperialista de Estados Unidos pondría fin al yugo asesino que Estados Unido ejerce sobre Puerto Rico y reconocería la independencia y el derecho a la autodeterminación de la nación de Puerto Rico.

Con el ascenso del régimen fascista de Trump y Pence, y especialmente desde el huracán María, la dominación estadounidense de Puerto Rico se ha intensificado de formas genocidas. Desde el principio, la respuesta de Trump ante el desastre ha sido una de desprecio y desdén asesinos. Trump le echó la culpa al pueblo puertorriqueño por el infierno que está viviendo, al decir: “Quieren que se les hagan de todo”. Dijo que la isla “ya era un desastre”, y se quejó de que el costo de la ayuda estaba “desequilibrando” su presupuesto. Estos intentos de culpar al propio pueblo puertorriqueño por su opresión y sufrimiento están enseñando a los estadounidenses blancos a aceptar y ser cómplices en las acciones criminales del régimen fascista.

Ante esto la alcaldesa de San Juan, Carmen Yulín Cruz, dijo: “Si hay alguien que nos esté escuchando, estamos muriendo y nos está matando la ineficiencia y la burocracia… Si no hacemos llegar la comida y el agua a las manos de la gente que lo necesita, lo que vamos a ver es algo como un genocidio [énfasis agregado]… el mundo va a ver cómo nos trataron, no como ciudadanos de segunda clase, sino como animales que pueden ser descartados”.

Estas medidas deliberadamente asesinas contra el pueblo de Puerto Rico apestan al franco racismo y al asqueroso chovinismo pro Estados Unidos del régimen de Trump y Pence. El propio futuro del pueblo puertorriqueño está en peligro.

 


1. Un aspecto de esto es la Ley Jones que data de hace 100 años (o el Acta de la Marina Mercante de 1920) que permite que solo empresas de fletes marítimos estadounidenses lleven carga entre Puerto Rico y otros puertos de Estados Unidos. Al 2010, esto le ha costado a Puerto Rico casi un mil millón de dólares al año durante 30 años. Unos economistas han analizado que, si no hubiera sido por la Ley Jones, Puerto Rico no tuviera la deuda pública que tiene. [regresa]

 

 

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