Por qué solo la revolución proletaria puede liberar a la mujer

Pregunta: ¨Qué política tiene tu Partido con respecto a la mujer?

El Presidente Responde: La política de nuestro Partido con respecto a la mujer la puedo resumir con las consignas: "LAS MUJERES SOSTIENEN LA MITAD DEL CIELO" y "¡ROMPER LAS CADENAS, DESENCADENAR LA FURIA DE LA MUJER COMO UNA FUERZA PODEROSA PARA LA REVOLUCION!". Estas consignas y la política que expresan se basan en que reconocemos que la mujer tiene enormes contribuciones que hacer--plenamente comparables a las del hombre, en todo apecto--para revolucionar la sociedad en todas sus esferas y sentar las bases para crear un nuevo mundo de libertad para todos los seres humanos.

En este sistema, la mujer vive bajo una opresión a gran escala, hasta en los detalles más personales e íntimos. Diariamente, en las relaciones personales o familiares, y en la sociedad en general, la mujer recibe insultos, amenazas, maltrato, degradación y violencia de manos de los hombres. Ni las mujeres de las clases altas escapan a eso. Se considera y se trata a todas las mujeres, de todas las clases, como si fueran propiedad: como mercancías para comprar y vender, o para vender otras mercancías. La dominación y opresión que ejerce el hombre sobre la mujer es un elemento de la vida cotidiana: es una piedra angular del capitalismo y de todos los sistemas en que un sector de la sociedad domina y explota a otros. Es fibra fundamental del tejido de la sociedad y la cultura dominantes. Tanto la "moralidad tradicional" basada en la religión como el botín flagrante de la pornografía y la prostitución son su fruto.

Al mismo tiempo, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo, la mujer, cada vez más, está participando en la fuerza de trabajo y en muchas otras esferas de la sociedad, y se está oponiendo a su esclavización "tradicional" y a los ataques que se le están lanzando. Todo esto está entrando más abiertamente en conflicto con el hecho de que las clases dominantes necesitan imponer agresivamente esa esclavitud "tradicional" y la "moralidad tradicional" que la acompaña. Esa es una explosiva contradicción: una fuerza de mucho potencial latente para la revolución más radical de la historia de la humanidad: la revolución proletaria.

La opresión de la mujer no es algo que haya existido siempre. Durante miles de años los hombres y las mujeres compartieron la vida sin dominación o explotación. La opresión de la mujer empezó cuando la sociedad comunal primitiva se dividió en clases antagónicas. Eso ocurrió debido a que cambios en la producción minaron la forma de producción comunal (que era esencialmente de caza y recolección) y la repartición entre todos de lo que se obtenía. Se debió a cambios técnicos y de herramientas y no a una inevitable "imperfección de la naturaleza humana". La acumulación privada de riqueza produjo las nuevas formas de producción, que se basaban en la propiedad privada de los medios de producción (la tierra, las herramientas y hasta esclavos). De ese modo se creó una nueva situación en la que un grupo monopolizaba el control de los medios de producción y dominaba la totalidad de la vida social, obligando a los demás a trabajar para ellos. Y de concierto con estos cambios, la división del trabajo más o menos "espontánea" o "natural" entre los hombres y las mujeres, en la cual las mujeres tenían la responsabilidad de criar a los niños, se transformó en una relación opresiva.

Así que la familia tal y como la conocemos hoy en día (la "familia nuclear"), en la que el hombre es el "amo" de la casa y ejerce su dominio sobre la mujer y los hijos, ese tipo de familia emergió con la transformación que llevó a la acumulación de la riqueza como propiedad privada. El hombre controlaba esa propiedad y a su mujer (inclusive su actividad sexual y su reproducción) para asegurarse de que su propiedad pasara a sus hijos, no a los de otro, y particularmente a los varones. Como indicó Federico Engels, hasta la palabra "familia" se deriva de una antigua palabra romana que se refiere a una institución en la cual el hombre tenía el poder total, de vida o muerte, sobre su mujer, sus hijos y sus esclavos.

En mis escritos recientes sobre la moral recalqué el siguiente punto fundamental: durante todo el proceso revolucionario que brega por crear las condiciones para el comunismo, hay que luchar continuamente y cada vez más cabalmente para superar y arrancar de raíz las relaciones de desigualdad y de opresión que encadenan a la mujer; para promover relaciones personales, familiares y sexuales que se basen en mutuo amor y respeto e igualdad entre el hombre y la mujer; y para desarrollar métodos por medio de los cuales las masas populares, mediante esfuerzos cooperativos en que participen igualmente hombres y mujeres, puedan desempeñar las funciones que hoy día realiza la familia y que son una carga para la mujer en particular. A través de ese profundo proceso revolucionario, se logrará finalmente abolir la "familia nuclear" y forjar en su lugar nuevas relaciones sociales en la sociedad comunista: una sociedad basada en la cooperación consciente y voluntaria de todos los seres humanos, sin dominación ni desigualdad económica, política o social.

Al discutir la relación entre la familia y la acumulación de riqueza como propiedad privada en el desarrollo histórico de la humanidad, Engels también subrayó algo aún más importante y profundo: en el pasado, los cambios en la producción minaron la base de la sociedad comunal y trajeron consigo relaciones de explotación y opresión (entre ellas, de manera muy central, la opresión de la mujer); pero ahora la humanidad ha llegado al punto en que la explotación y la opresión son innecesarias y son una barrera al desarrollo de los seres humanos y de su sociedad. La única cosa que impide un gran salto hacia adelante en el desarrollo humano es el sistema capitalista-imperialista de explotación que domina el mundo, las relaciones opresivas que produce este sistema, y la división de la sociedad en clases explotadoras y explotadas.

La humanidad y sus fuerzas productivas--no solo la tecnología, sino la gente y su conocimiento y habilidad, que son lo más importante--hace mucho que llegaron al punto de poder abolir completamente la pobreza, el analfabetismo, la desnutrición y el hambre. Sin embargo, todo eso sigue existiendo en enormes proporciones por todo el mundo. La humanidad ha alcanzado el punto en que todas las necesidades humanas (entre ellas criar los niños y sostener a las futuras generaciones) se pueden satisfacer con el esfuerzo cooperativo de todos los miembros de la sociedad, hombres y mujeres, en pie de igualdad y de forma tal que se continúe profundizando el conocimiento y la transformación de la sociedad y del mundo entero conforme a los intereses de la humanidad. Pero lo que lo impide es el hecho de que un puñado de explotadores controla y organiza las fuerzas productivas de la humanidad, así como su vida política, cultural e intelectual.

Por eso, lo que se necesita con urgencia es la revolución--una revolución proletaria--una revolución que tenga como objetivo final el comunismo, una revolución que barra para siempre la sociedad dividida en clases, la explotación y todas las relaciones opresivas sociales, como las "cadenas tradicionales" que amarran a la mujer. A su vez, la lucha para acabar con la opresión de la mujer desempeñará un papel importante en la revolución proletaria y en la creación de un mundo comunista.

Cualquier otra clase de lucha contra el sistema imperante, guiada por la concepción del mundo de otras fuerzas de clase, como por ejemplo los movimientos religiosos, tarde o temprano reforzará las cadenas que atan a la mujer y, con ello, las cadenas que atan al pueblo entero.

Comparemos la experiencia de la China revolucionaria bajo la dirección de Mao Tsetung y la mal llamada "revolución islámica" de Irán y otras partes: una de las cosas que más se destaca es la marcada diferencia con respecto al papel de la mujer y su relación de esto con el carácter de la sociedad. En la China socialista, donde imperaba la ideología marxista-leninista-maoísta, la consigna era: "Las mujeres sostienen la mitad del cielo". Esa consigna se popularizó, se convirtió en grito de guerra a nivel social y llevó a avances históricos para transformar la opresión de la mujer. Por el contrario, hoy en Irán, y donde sea que rija el fundamentalismo religioso, a la mujer se le trata abiertamente como si fuera inferior al hombre, como seres inferiores que necesitan la "protección", mejor dicho, la dominación del hombre.

Para decirlo en una palabra: la liberación de los pobres y explotados del mundo está completamente ligada a la liberación de la mujer de toda dominación y opresión machista, y viceversa; no puede haber el uno sin el otro.

Porque son constantemente sometidas a la dominación y opresión machista--contra las que se rebelan una y otra vez--y porque son la mitad de la humanidad y la mitad de la población mundial de los explotados y oprimidos, las mujeres, sin duda alguna, serán una fuerza poderosa para la revolución, la revolución proletaria. Eso vale tanto en la lucha para tumbar el sistema imperante como para continuar la revolución después de que el proletariado haya conquistado el poder y haya establecido su gobierno en la sociedad. Por otro lado, ninguna otra fuerza, aparte del proletariado revolucionario, se atreve a emprender completamente la lucha para abolir la opresión de la mujer y desencadenar plenamente su furia como una fuerza revolucionaria. Eso se debe a que, a diferencia de otras clases, al proletariado no le conviene preservar nada de la vieja sociedad con sus opresivas relaciones producto de la sociedad dividida en clases.

Como dice claramente el Programa de nuestro Partido: "tal como Lenin lo indicó, una medida de lo cabal (y así de lo exitosa) que es una revolución, es el grado en que se moviliza y emancipa a la mujer". La lucha contra la opresión de la mujer es indispensable para los preparativos y para llevar a cabo el derrocamiento del imperante sistema capitalista opresivo. Y como recalca el Programa, con el derrocamiento del sistema y el establecimiento del socialismo bajo la dirección del proletariado, la lucha para arrancar de raíz la opresión de la mujer debe continuar, continuará y, es más, habrá que ampliarla y profundizarla:

"La lucha tocante a la cuestión de la mujer no se limitará a una esfera en particular, sino que se extenderá a través de toda la sociedad. La revolución es imposible sin el quebrantamiento de todas las ideas e instituciones viejas, y la práctica y valores que promueven la opresión de la mujer son un soporte clave de lo viejo; deben ser un blanco clave para el proletariado en destruir lo viejo y crear lo nuevo. En toda esfera, desde el empleo hasta la literatura y el arte, esta cuestión surgirá y será la fuente de lucha continua por asegurar la plena participación de la mujer en la sociedad socialista y en la continua revolución proletaria y de esta manera reforzará inmensamente esa revolución".

Todo lo anterior es el contenido y significado histórico-mundial de la política del Partido hacia la mujer y de las consignas: "Las mujeres sostienen la mitad del cielo" y "¡Romper las cadenas, desencadenar la furia de la mujer como una fuerza poderosa para la revolución".

* En los números 833-836 del Obrero Revolucionario se han publicado otras preguntas al Presidente.