Proveedores sitiados

La película del canal HBO "If the Walls Could Talk" (Si las paredes pudieran hablar) cuenta la historia de tres mujeres que vivieron en tres épocas en la misma casa. En 1952, una señora se encuentra embarazada y sola. Ahogada por los valores tradicionales que dictan que el propósito de su vida es ser esposa y madre, muere sola desangrada y con mucho dolor en su propia cocina. En 1974, otra señora mira al futuro con optimismo. Ya tiene cuatro hijos y quiere estudiar par a ser maestra. Pero cuando descubre que está embarazada, su marido le dice que "todos tenemos que hacer sacrificios". En 1996, una joven tiene que pasar por una barrera de reaccionarios gritones para entrar a una clínica de aborto. Adentro le dan información médica, una alternativa. Pero las amenazas de los de afuera se materializan y matan a la médica a sangre fría.

Estas historias captan lo que está en juego en la lucha de vida y muerte en defensa del derecho al aborto. Las historias de las miles de mujeres que murieron de legrados clandestinos antes de 1973, y las historias de los asesinatos de médicos y trabajadores de clínicas de hoy son historias que hay que contar.

¿Qué tan urgente es la situación?

1991:
Hieren a dos trabajadoras de una clínica de Springfield, Missouri. Una queda paralizada de la cintura para abajo y la otra fue herida en el estómago.
1993:
Matan a balazos al Dr. David Gunn, frente a una clínica de Pensacola, Florida.
Hieren a balazos al Dr. George Tiller, frente a su clínica en Wichita, Kansas.
Matan a balazos al Dr. Wayne Patterson en Mobile, Alabama.
1994:
Matan a balazos al Dr. John Bayard Britton y su escolta, James Barrett, en Pensacola, Florida. June Barrett, la esposa de James, sobrevive sus heridas.
Hieren a balazos al Dr. Garson Romalis en su casa en Vancouver, Canadá.
Matan a balazos a Shannon Lowery en la clínica de Planificación Familiar en Brookline, Massachusetts.
Matan a balazos a Leanne Nichols en la clínica PreTerm en Brookline, Massachusetts.
1995:
Hieren a balazos al Dr. Hugh Short en su casa en Ancaster, Ontario, Canadá.
1977-1996:
5 homicidios
12 tentativas de homicidio
41 bombas incendiarias
108 incendios
69 tentativas de incendio
351 allanamientos
616 incidentes de destrucción de propiedad
97 ataques físicos
268 amenazas de muerte
2 secuestros
37 robos
277 incidentes de seguimientos
3020 llamadas y cartas de odio y amenazadoras
354 amenazas de bombas
9366 protestas frente a clínicas
641 bloqueos

Según un estudio de 310 clínicas realizado por la The Feminist Majority Foundation, en 1995 más del 55% de las clínicas experimentaron uno o más incidentes de violencia. Entre ellos: amenazas de muerte, seguimiento, ataques con sustancias químicas, bombas incendiarias o amenazas de bombas, invasiones, incendios o amenazas de incendios, bloqueos, protestas frente a la casa de médicos, destrucción de propiedad y balazos; entre otros ataques figuran a taques contra su personal y pacientes, como robos, pegamento en las cerraduras, clavos en la entrada y el lote de estacionamiento, pintas en los muros, ventanas rotas, destrucción de propiedad, brea en el lote de estacionamiento, destrucción de los carros del personal y otros incidentes parecidos.

En los últimos años, los enemigos del aborto han dirigido más ataques a los médicos y dueños de clínicas. En 1993 el Dr. Pablo Rodríguez, director médico de Planificación Familiar de Rhode Island, dijo1: "Al comienzo, el hostigamiento eran básicamente cartas amenazadoras y fotos de fetos desmembrados. Pero poco a poco se volvieron más agresivos. Empecé a recibir paquetes muy extraños con muñecas, suscripcio nes a revistas de rifles y de caza, fotos de animales muertos colgados por las extremidades. Entonces aparecieron los cartelones de `Se busca', el primero colgado en la puerta de la clínica para que lo vieran las pacientes. También enviaron copias a mi esposa y a mi oficina. Luego cerraron las puertas y cerraduras de la clínica con pegamento varias veces, y tres veces bloquearon la entrada a la fuerza. Durante una de esas invasiones, la policía no arrestó a nadie; despu&e acute;s, cuando por fin arrestaron a unos, los multaron muy poco y ninguno fue a parar a la cárcel. El día que mataron a balazos al Dr. Gunn, me di cuenta de que mi vida había cambiado irrevocablemente.

"Una semana después de su muerte, llevaba a mi madre a la estación del bus cuando me di cuenta de que el carro no andaba bien. La dejé en la estación y examiné el carro; descubrí 45 clavos en las llantas, y yo había estado conduciendo a más de 50 millas en la autopista. Esa misma noche, cuando regresé a casa sin saber dónde había ocurrido el ataque, mi esposa descubrió de una manera muy dolorosa, con el pie, que habían tendido una trampa de clavos enterrados en la nieve frente a la casa. Me aterrorizó la imagen de mis hijos corriendo frente a la casa e hiriéndose en la rodilla con esos clavos. Esa es una imagen que sigue atormentándome hasta hoy".

En 1995, el Dr. James Armstrong describió la situación de un médico que hace abortos2: "La amenaza de violencia y hostigamiento me preocupa a mí, y le preocupa al personal de nuestra clínica, a mi familia y a nuestra comunidad constantemente. En octubre, se hizo realidad con un incendio en nuestro consultorio, que causó daños de aproximadamente $200.000; tuvimos que cerrar casi un mes. Y las amenazas siguen. Nos han piqueteado con estandartes y declaracio nes contra el aborto, no solo frente a la oficina sino también frente a nuestra casa y nuestra iglesia durante el servicio dominical... El incidente más violento ocurrió el 11 de octubre de 1994. A las 3 de la mañana, un incendio activó la alarma y nos causó muchos daños. No han arrestado al perpetrador de ese crimen y nos podría estar siguiendo los pasos a mí y al personal ahora mismo. No pudimos usar el consultorio durante más de cinco meses, y durante tres semanas no pudimos atender a las pacientes".

En muchas clínicas han habido repetidos ataques con ácido. Patricia Baird Windle informó que en 1992 y 1993, ocurrieron más de 100 ataques con ácido butírico y otros ácidos en sus clínicas de Melbourne y West Palm Beach, Florida. Un ataque le dañó gravemente los pulmones a una trabajadora de una clínica; a otras se les cayó el pelo.

Patricia describió los ataques a un médico de su clínica: "Tan pronto identificaron el médico, publicaron cartelones de `se busca' que decían: `Indeseable: el médico fulano de tal, abortista'. Volantearon en el hospital donde trabaja y los asustaron a él y a su esposa embarazada. Desde 1989 han logrado ahuyentar a 17 de mis médicos.... Para asustar a otro médico, siguieron a sus hijos a la escuela. Se paraban frente a la escuela. Un dí ;a entraron a la escuela y le dijeron a la maestra de esos niños que su padre es `abortista'".

Amenazas de muerte

Los enemigos del aborto han dicho sin pelos en la lengua que una meta de su movimiento es asesinar a los médicos y todos los que le dan a la mujer el derecho a escoger. Desde 1991 han matado a balazos a seis proveedores y herido a otros cinco. Después de los homicidios de Pensacola, 52 clínicas informaron que recibieron más amenazas de muerte.

Los proveedores viven con el temor constante de que los maten. Han tenido que gastar miles de dólares para protegerse a sí mismos con chalecos a prueba de bala y para proteger sus edificios. Sus familias también han recibido amenazas y han sido hostigadas. Poco después de la muerte del Dr. David Gunn en 1993, el Dr. Pablo Rodríguez describió cómo la situación afectó a su familia:

"Estamos en medio de una epidemia de violencia contra los proveedores y las pacientes de las clínicas de salud reproductiva, que amenaza la vida de muchas más personas.... Durante los últimos meses, lanzaron una campaña nacional llamada `No tendrán dónde esconderse' contra los proveedores de todo el país. Tienen manuales y campos de entrenamiento para los perpetradores de esa campaña, cuya principal arma es el temor. Como director médico de Planificación Familiar de Rhode Island, no me sorprendió que me atacaran a mí y a mi clínica....

"Tengo hijos pequeños y puedo decir que el día más difícil de mi vida fue cuando tuvo que explicarle a mi hijo Kiko, que ahora tiene 4 años, por qué pusieron clavos en la entrada de nuestra casa para herir a su mamá y su papá. También tuve que explicarle que un día gente mala le dirá cosas terribles acerca de su padre, y que no estamos seguros en nuestra casa porque a esa gente no les gusta la manera en que su padre ayuda a sus pacientes.... Para nosotros, los proveedores de aborto, el debate en torno al aborto impregna todo momento de la vida simplemente porque, como dice la campaña, no tenemos `dónde escondernos'. No tenemos dónde escondernos de los criminales que destruyen nuestra propiedad. No tenemos dónde escondernos de las amenazas a nuestra vida ni del miedo que crece en nuestro interior y que llega a dominarnos día y noche".

El Dr. James Armstrong habló del miedo constante: "La violencia no solo son incendios y homicidios, sino también muchas amenazas. Esas amenazas, incluso si no las cumplen, son una carga. Hace menos de tres semanas, por ejemplo, recibimos una carta con una amenaza de que nos pondrían una bomba incendiaria el 5 de mayo.... También recibimos amenazas verbales en cartas a la redacción y en los asquerosos estandartes de los manifestantes. Protestan frente a mi casa y mi igl esia tanto como la oficina. A mi juicio, la retórica de todas esas manifestaciones provoca más violencia.... Tanto para mí como para el personal y mi familia, no se puede exagerar el estrés de estas experiencias. Siempre sentimos ansiedad y miedo de un ataque u otro incidente parecido. Los asesinatos de mis colegas de la NAF, el Dr. David Gunn, Shannon Lowery, Leanne Nichols, el Dr. John Bayard Britton y su escolta James Barrett, refuerzan nuestra cautela. Nos preocupa durante n uestra vida social y en la oficina. En casa, todos tenemos sistemas de alarmas....

"Después del incendio, todas las familias pasamos medio día con un consejero hablando de nuestros sentimientos sobre los peligros que encaramos. Cada uno responde de una manera distinta. Unos siguen yendo al consejero; mi asistente médica arregló que lleven a su hijo a la escuela en carro para que no tenga que caminar.... Para todos, el aspecto más difícil de la violencia y las amenazas es el daño emocional. Cansa tener que preocuparnos constantemente de ataques, de francotiradores.... Para mí y mi familia, las consecuencias son muy graves. Por su propia cuenta, mi esposa e hija tomaron clases de manejo de armas y de autodefensa.

"En mi trabajo hay un elemento muy significativo de salud mental. Como médico familiar, cada día veo la relación entre la emoción y las enfermedades. Este es un aspecto muy importante de la atención médica, quizás lo deberíamos llamar el arte de la medicina. En mi consultorio, no nos vestimos de blanco, sino informalmente; no es una situación rígida. Esta es la relación que queremos forjar con todos los pacientes. En pocas palabras, las medidas de seguridad son intimidadoras e incongruas; no concuerdan con nuestra filosofía médica central. Todas esas medidas perjudican la atención a los pacientes".

Estado de sitio

El estado de sitio en que viven las clínicas ha limitado enormemente el acceso al aborto y otros servicios médicos. La mayoría de las clínicas donde se hacen abortos también ofrecen otros servicios, como exámenes ginecológicos, control de la natalidad, exámenes de cáncer, atención prenatal, tratamiento de enfermedades de transmisión sexual y pruebas del SIDA. Muchas veces, todas las pacientes tienen que pasar por un piquete de manifestantes gritones. Eso causa ansiedad y estrés, que lleva a un más alto riesgo de complicaciones médicas. Muchas mujeres aplazan un aborto por evitar las amenazas y el hostigamiento, lo que también aumenta el riesgo, y a veces no se hacen un aborto que necesitan. Esto afecta especialmente a las mujeres pobres.

Patricia Baird Windle estableció una clínica en Port St. Lucie, Florida, cuando se dio cuenta de que a las mujeres de esa zona les era muy difícil ir a sus clínicas en Melbourne y West Palm Beach. Muchos habitantes de Port St. Lucie son trabajadores migratorios, trabajadores del campo que viven en la ciudad y trabajadores de los hoteles y zonas turísticas. Necesitaban mucho una clínica en su comunidad. Pero los enemigos del aborto la obligaron a cerrarla. Patric ia dijo:

"Los oponentes del aborto colocaron unos manifestantes a sueldo ahí. Creo que por lo menos dos estaban a sueldo de tiempo completo y tengo pruebas de que a otros cuatro o cinco les pagaban para hostigar a los dueños de nuestro edificio, a sus esposas, a sus hijos y a los demás inquilinos. Era un pequeño complejo médico de tres edificios con 12 ó 14 oficinas. A los pacientes de todos los médicos les mentían y les metían miedo. Había un centro infantil en uno de los edificios, y anotaron el número de placa de todos los padres que llevaban a sus hijos; les escribieron cartas que decían: `A nuestro juicio, su hijo no está seguro en ese lugar'. Cuando llegó la fecha de renovar nuestro contrato de arrendamiento, el dueño no quiso. Hay muy pocas edificios adecuados en Port St. Lucie, así que tuvimos que cerrar la clínica.... Pienso que para las mujeres la pérdida es enorme y muy dif&iacu te;cil de cuantificar. Ahora, muchas tienen que gastar el dinero de la renta para pagar el transporte a nuestra clínica de West Palm, o a veces de Melbourne. Y muchas no se hacen un aborto que necesitan".

Valentía y compromiso en las líneas del frente

A pesar de las amenazas de muerte, el hostigamiento constante y el miedo diario, muchos proveedores se han mantenido firmes y comprometidos. Lo hacen porque saben lo que pasa si la mujer no tiene derecho al aborto. Saben que muchas mujeres murieron o quedaron heridas cuando el aborto era ilegal. Y saben que sin el derecho a escoger la vida de muchas mujeres estará arruinada.

En algunos casos, los médicos y el personal de las clínicas han abandonado su trabajo ante los rastreros ataques de los oponentes del aborto. Pero a otros, los ataques los han fortalecido y les han hecho reafirmar su compromiso. Esa valentía se ve en el testimonio del Dr. James Armstrong:

"El personal de mi oficina es muy fuerte y compasivo. Llevan muchos años aquí: el médico asistente, 18 años; la asistente médica, 14 años; mi secretaria, 12 años; y mi recepcionista, más de 4 años.... Tengo 65 años y he decidido que quiero trabajar por lo menos cinco años más. Me gusta mi trabajo, hay muchas recompensas. Creo que los servicios que damos a todas nuestras pacientes, entre ellas las que deciden hacerse un a borto, son muy importantes.... Estamos comprometidos a continuar nuestro trabajo. El reconocimiento de nuestras pacientes es nuestra recompensa. La retórica y la violencia contra el aborto son una contracorriente constante que limita nuestra capacidad de responder espontánea y directamente a las necesidades de nuestras pacientes. Pero no nos van a desalentar ni a mí ni al personal de nuestra oficina porque estamos comprometidos a nuestras pacientes. Pero quizás la pregunta m&aac ute;s importante es....¿quién va a ofrecer estos servicios cuando yo y mis colegas de la NAF nos jubilemos? ¿Habrá otros proveedores dispuestos a aguantar el hostigamiento, las amenazas de violencia, las molestias, y proveer los servicios necesarios para la mujer?"

Notas:

1.12 de mayo de 1993. Testimonio a favor de la ley FACE.

2. Audiencias del 11 de mayo de 1995 sobre la violencia en las clínicas, Subcomité de Trabajo, Salud, Servicios Humanos y Educación del Senado