Texaco:
Caso clásico de racismo corporativo

Obrero Revolucionario #884, Dec. 1, 1996

Los que quieren eliminar la acción afirmativa dicen que la "discriminación" es algo del pasado y que esos programas ya no se necesitan. Dicen que en las universidades y corporaciones hay "oportunidades por igual para todos". Mentira. El escándalo por racismo que estalló hace poco en Texaco es un ejemplo del racismo institucional sistemático que impera en este país.

Hay cintas grabadas de altos ejecutivos de Texaco haciendo comentarios racistas y confabulando la destrucción de documentos que les pidieron por una demanda por discriminación. Esas cintas dan un vistazo de lo que ocurre a diario en las altas oficinas de corporaciones por todo Estados Unidos.

En teoría, Texaco estaba "comprometida a la diversidad" y al reclutamiento de "empleados de las minorías". Tenía "programas de igualdad de oportunidad" y elegantes folletos que proclamaban: "Cada persona merece que se le trate con respeto y dignidad...sin importar su raza, religión, sexo, edad, origen nacional, discapacidad o posición en la compañía". Pero en la realidad, Texaco era una pesadilla para los negros, latinos y otras nacionalidades oprimidas.

En 1994, seis empleados afroamericanos, en nombre de otros 1500 empleados, le pusieron a Texaco (la corporación número 14 del país) una demanda por $520 millones. La demanda decía que Texaco "discrimina sistemáticamente en ascensos contra los empleados de las minorías y ha propiciado un ambiente de trabajo hostil y racista".

Docenas de empleados negros han dado testimonio sobre incidentes racistas en Texaco. Dicen que tenían miedo de perder el trabajo si se quejaban.

Han dicho que los llamaban "orangutanes", "changos" e "insolentes" por hacer preguntas. A un empleado le pintaron las letras KKK en el carro, le cortaron las llantas y escribían insultos contra él en las paredes del baño. Uno declaró: "A lo largo de mi empleo, tres supervisores comentaron abiertamente que los afroamericanos son ignorantes, incompetentes y, específicamente, que Thurgood Marshall [magistrado negro de la Suprema Corte] era la persona más incompetente que habían visto".

Luci J. Turner, amerindia, también le puso una demanda a Texaco. Hace dos años la echaron de su puesto de cajera en Kennesaw, Georgia. Dice que uno de sus supervisores blancos constantemente le hacía comentarios sobre "indios estúpidos" y que otro supervisor también hacía comentarios racistas.

En 1988, Sheryl Joseph trabajaba como secretaria en la oficina de Texaco de Harvey, Luisiana. Un día les contó a sus compañeros que estaba embarazada. Poco después, le hicieron una fiesta de cumpleaños. El jefe llegó con un pastel decorado con un dibujo en pastillaje de una mujer negra embarazada, de afro y piel muy oscura (Sheryl nunca se peinaba de afro y era de piel clara), y con la leyenda: "Feliz cumpleaños, Sheryl; seguro fueron todas esas semillas de sandía". [La caricatura de un negro bembón comiendo sandía es una imagen racista clásica.]

Sheryl dice: "Cuando vi la leyenda, la miré fijamente y solo atiné a decir `gracias'. Pensé que no debía mostrar enojo. Acababa de saber que estaba embarazada y necesitaba ese trabajo". Sheryl Joseph ya no trabaja en Texaco y dice que ese es apenas un ejemplo de una larga lista de incidentes racistas que experimentó en la compañía.

Cuando los empleados negros se atrevían a quejarse, no les hacían caso o los castigaban.

Mary Devorce, una contadora negra de la oficina de Denver de Texaco, entabló una queja de racismo ante el gobierno en 1991. Cuando su jefe, Michael Moccio, que es blanco, se enteró, le aseguró que su trabajo no sufriría y que la compañía la trataría con justicia. Inclusive ofreció cambiarla de trabajo. Moccio llamó a su supervisor, Jim Woolly, un subcontrolador blanco de Houston, y le dijo que se había encargado de la situación. Moccio dice que le contestó: "Yo hubiera echado a esa tonta negra". Cuando Moccio contestó que no podían echar a alguien porque se quejaba de discriminación, Woolly dijo: "Bueno, aquí tratamos a los n*ggers de otra manera".

Las cintas de los ejecutivos de Texaco confirmaron lo que dicen los empleados negros que pusieron la demanda. (El artículo "Con las manos en la masa" tiene citas de las cintas.)

En agosto de 1994, Richard A. Lundwall era el coordinador de personal del departamento de finanzas. Estaba a cargo de tomar las actas de las reuniones de un grupo de ejecutivos. Lundwall dice que grabó las reuniones para que las actas fueran completas, pero no les informó a los ejecutivos. En agosto Lundwall, ya jubilado, le entregó esas cintas a los abogados a cargo de la demanda.

Cuando se conocieron las cintas, los altos ejecutivos de la corporación corrieron a frenar los daños. Se dieron golpes de pecho en público y anunciaron nuevas medidas de igualdad. El 15 de noviembre, Texaco anunció que iba a arreglar la demanda por más de $140 millones. La compañía dice que los comentarios de las cintas son una excepción aberrante. Pero los empleados negros dicen que ven racismo en la compañía a cada paso.

Beri-Ellin Roberts, un gerente negro que forma parte del grupo de demandantes, dijo que las cintas prueban sus acusaciones: "Parecía una reunión del Klan y nadie objetaba". Otro analista financiero negro dice que las cintas también le parecen muy familiares. Dijo que no le sorprendieron en absoluto y que era muy parecido a lo que oía en la oficina.

De hecho, las cintas son apenas la punta del iceberg. Hace poco el New York Times obtuvo miles de documentos de cortes, del gobierno, de la corporación y testimonios jurados que demuestran el racismo que predomina en Texaco.

Los afroamericanos son el 12% de la población nacional, pero de los 873 ejecutivos que ganan más de $106.000 al año, solo seis, o sea el 0.7%, son negros. Ni un solo negro gana la máxima categoría salarial.

La hostilidad de Texaco hacia los negros, latinos y otras nacionalidades oprimidas data de sus comienzos. Texaco fue fundado en 1901 por Joseph Cullinan, y por décadas se preció de ser el "niño terrible" de la industria. En sus primeras épocas, Texaco tenía una bandera de una calavera con huesos como símbolo de su agresividad; era una compañía de hombres blancos.

En 1990, cuando el Departamento del Trabajo le hizo una auditoría y encontró una negligencia total en la contratación y ascenso de minorías, Texaco empezó a buscar empleados de minorías. Como resultado, para 1994 el porcentaje de ejecutivos mujeres y minorías subió un poco: las mujeres, de 24 a 30% y los negros y otras minorías de 15 a 19%.

Pero a esos cambios no los acompañó una mayor tolerancia; por el contrario, predominaba un racismo hostil.

La corporación Mobil hizo una investigación de toda la industria en 1993 y encontró que Texaco tenía menos empleados negros en todas las categorías salariales por encima de $50.000. Una auditoría del Departamento del Trabajo este año encontró que los negros y otras minorías tenían que esperar más que los blancos para recibir un ascenso y que tenían menos probabilidad de recibir evaluaciones positivas.

Otros documentos muestran que el programa de ascensos de Texaco excluía conscientemente a las minorías. Por ejemplo, Texaco empezó a anunciar internamente los empleos disponibles, pero no los empleos de altos ejecutivos. Esos empleos solo se conocen de boca en boca, y esa información se transmite entre amigos.

Texaco también tiene un programa secreto de ascensos, que se llama "listas de alto potencial", donde están los empleados seleccionados por la administración para puestos superiores. Para escogerlos, no hay criterios objetivos; la decisión se deja al criterio subjetivo (y muchas veces racista) de los gerentes. De los 178 empleados de las listas de alto potencial en 1994, solo seis eran negros.

La realidad es que, mientras Texaco distribuye folletos sobre la "igualdad de oportunidad" y tiene reglas contra la discriminación, los negros y otras minorías que trabajan en Texaco constantemente sufren racismo. Y esta es la misma situación que impera en miles de corporaciones.


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