Amarga batalla: La huelga periodística de Detroit

Obrero Revolucionario #916, 20 de julio, 1997

Para miles de trabajadores de Detroit, el verano de 1995 fue cuando su vida cambió radicalmente. Sus patrones, los dos principales periódicos de la ciudad, los empujaron y empujaron hasta que no tuvieron más remedio que contraatacar. Cuando 2000 trabajadores se declararon en huelga, los calumniaron, los reemplazaron y les cayó encima la policía de motín.

En los dos años siguientes, estos trabajadores y sus partidarios han librado una enconada lucha. Docenas han sufrido heridas de camiones que entran y salen a toda velocidad de las fábricas y de violentos ataques policiales; sus voceros han recorrido el país buscando apoyo y confrontando a los ejecutivos corporativos; y han buscado la manera de ganar ante las sucias maniobras de las compañías.

*****

Se sabe que desde 1989, las compañías Gannet y Knight-Ridder (los dueños de los dos periódicos, el Detroit News y el Detroit Free Press) se prepararon para violar los acuerdos firmados con los sindicatos de trabajadores de periódicos.

Ese mismo año, los dos periódicos se fusionaron en una sola compañía en todo, excepto redacción. Inmediatamente despidieron mil empleados de un total de 3500. Apenas fue el comienzo. Los nuevos directores de Gannet-Knight exigieron que los seis sindicatos aceptaran una congelación de salarios, más despidos y peores condiciones de trabajo. Los sindicatos cedieron ante cada demanda para evitar una confrontación. En 1994, las compañías sacaron ganancias de $56 millones de los periódicos, pero de todos modos exigieron más concesiones.

Seis meses antes de que comenzara la huelga, las compañías contrataron 1200 guardias de seguridad, muchos de Vance International Security, una notoria compañía que se especializa en romper huelgas y que contrata paramilitares.

Finalmente, el presidente del Detroit News, Robert Giles, se pasó por la faja el contrato con los sindicatos e impuso unilateralmente nuevas condiciones de trabajo. La compañía se negó a negociar con los representantes sindicales, y los trabajadores se declararon en huelga el 13 de julio de 1995.

En agosto, el Detroit Free Press anunció que iba a contratar rompehuelgas para reemplazar a los trabajadores si no regresaban al trabajo en tres días. Los huelgusitas no se doblegaron, así que la compañía contrató 1400 esquiroles.

Esto dejó a muchos trabajadores estupefactos. Llevaban muchos años en su trabajo; los operadores de prensa, los corresponsales y los fotógrafos ganaban de $35.000 a $50.000 al año.

Desde el comienzo hubo confrontaciones y violencia. Los trabajadores se pusieron a parar la producción e impedir que los camiones salieran de las imprentas. Recibieron apoyo de otros trabajadores y activistas. Unos clérigos progresistas formaron un grupo de apoyo llamado "Lectores Unidos".

Por su parte, los guardias de Vance Security (vestidos en uniformes negros) espiaban a los huelguistas y hacían chanchullos. Las compañías dieron grandes cantidades de dinero a la alcaldía de Detroit y de otras ciudades cercanas para compensar los gastos relacionados a la huelga, como el salario de los policías que trabajaban horas extra. La alcaldía de Sterling Heights recibió $1,3 millones; estos pagos comenzaron seis meses antes de la huelga, cuando las compañías financiaron en secreto la compra de equipo de motín. Policías fuera de servicio han sido guardaespaldas de los ejecutivos.

La resistencia más militante ocurrió dos sábados en septiembre de 1995, siete semanas después del comienzo de la huelga. Varios miles de trabajadores y partidarios se reunieron por la tarde frente a las imprentas para bloquear el paso a los camiones que llevaban la edición dominical. La policía de motín los atacó con cachiporras y gas lacrimógeno, pero no logró abrir paso a los camiones.

Varios trabajadores resultaron heridas de gravedad, uno de ellos atropellado por un camión frente al centro de distribución de la calle Clayton en octubre. En total, los camiones atropellaron a por lo menos 16 trabajadores. A uno, lo golpeó, pisoteó y roció de gas pimienta una bola de policías.

Durante la huelga, 61 huelguistas y partidarios sufrieron heridas, y centenares fueron a parar a la cárcel.

Con las acciones de los sábados, los huelguistas tomaron la ofensiva y muchos otros trabajadores de Detroit fueron a ayudarlos. Un electricista y lector del OR que participó en esas acciones nos dijo: "Nos dimos cuenta de la fuerza que teníamos y de que ellos tenían miedo".

La intensidad de la huelga sacudió a muchos huelguistas. ĄDe repente se encontraban peleando con la policía en la calle! Muchos trabajadores de los suburbios blancos de Detroit se dieron cuenta por primera vez de a quiénes verdaderamente "sirve y protege" la policía.

Encrucijada

Como los ataques policiales no pararon la huelga, las compañías recurrieron a los tribunales. En septiembre de 1995, un juez prohibió que más de 10 huelguistas se reunieran a la vez frente a la principal imprenta. O sea, prohibió parar los camiones.

Fue una encrucijada importante en la huelga y los trabajadores debatieron cómo responder.

Típicamente, los dirigentes sindicales se opusieron a violar la orden del juez porque temían multas contra el sindicato. Por su parte, los trabajadores estaban divididos: unos no querían correr el riesgo de violar una orden.

Los activistas exigieron que el sindicato movilizara al movimiento sindical nacional para ir a Detroit. Pero la dirección de la federación sindical AFL-CIO salió con evasivas, según se dice porque temía que una gran movilización popular trastornara la estrategia electoral de Clinton en 1996.

En Detroit, los líderes del sindicato cancelaron las protestas frente a las imprentas y criticaron a los trabajadores que no les obedecieron.

Anunciaron una nueva estrategia: movilizar la opinión pública en Detroit y boicotear los periódicos. Exhortaron al público a comprar un periódico semanal producido por los huelguistas, el Sunday Journal. Propusieron una campaña de persuadir a las tiendas y negocios de no poner anuncios en el News y Free Press, y a figuras de la clase dominante asociadas con otros periódicos, como la ex primera dama Rosalyn Carter, de presionar a sus colegas en Detroit a negociar.

Estas tácticas "respetables" son muy populares en la dirección del movimiento sindical, que no quiere correr los riesgos asociados con confrontaciones o violaciones de órdenes judiciales. Así canalizan las actividades de los huelguistas y sus partidarios hacia un terreno donde tienen poca iniciativa y pocas oportunidades de ganar.

Se ha informado que unos líderes del AFL-CIO (como el presidente del sindicato de mineros) sugirieron una estrategia de "si no hay contrato, no habrá paz", con combinaciones de "equipos voladores" de huelguistas y movilizaciones populares para trastornar la distribución de periódicos. Pero los líderes sindicales de Detroit rechazaron esa estrategia y recomendaron evitar actividades militantes que pudieran llevar a arrestos.

En pocas palabras, la huelga continuó, pero para muchos la lucha se había acabado. Una trabajadora automotriz negra nos dijo que un grupo de trabajadores de su fábrica iba todas las semanas a apoyar a los huelguistas, "pero las protestas pararon sin explicación".

El sindicato mandó a los huelguistas a protestar frente a reuniones de la compañía y en la casa de ejecutivos.

En la primavera de 1996, hubo otra racha de protestas frente a las imprentas y oficinas corporativas. Unos 300 huelguistas, ministros, funcionarios sindicales y activistas fueron a parar a la cárcel.

Los huelguistas contaban con mucho apoyo popular en Detroit. Más de 300.000 personas cancelaron su suscripción a los periódicos (el 35% de los suscriptores). Además, unas 1400 tiendas y compañías cancelaron sus anuncios.

Detroit tiene una población predominantemente negra, mucha pobreza y centenares de miles de personas pisoteadas. El movimiento sindical tiene fuertes raíces y una larga historia. Mucha gente está dispuesta a apoyar con entusiasmo una auténtica lucha. Pero los líderes sindicales se opusieron a movilizar un militante movimiento de apoyo.

Abandonar la huelga

En febrero de 1997, los líderes del sindicato pararon la huelga y anunciaron que los trabajadores aceptarían las condiciones impuestas por las compañías. Su única demanda fue el reintegro. Las compañías dijeron que no.

Gannet-Knight dijo que los volvería a contratar (como requieren las leyes), pero solo de uno en uno, cuando se abrieran plazas, sin echar a los rompehuelgas. Además, se negó a reintegrar a los centenares despedidos expresamente durante la huelga.

Para abril, solo habían contratado a 200 de 2000. Un fotógrafo del Free Press dijo: "El sueño americano se ha convertido en una pesadilla". Más y más huelguistas buscaron otro trabajo y se resignaron a no volver a trabajar en el News o Free Press.

En ese momento, después de desanimar y desorganizar a los huelguistas y de empujar su lucha al borde de la derrota, los dirigentes de la AFL-CIO organizaron una marcha nacional de solidaridad.

La decisión federal

Muchas de las acciones de Gannet-Knight (de violar los contratos a no reintegrar a los huelguistas) son ilegales. Pero en los tribunales no hay justicia: durante la huelga, la única decisión judicial rápida e importante fue prohibir protestas frente a las imprentas.

El 21 de junio, la víspera de la marcha nacional, un juez de la Junta Nacional de Relaciones Laborales (NLRB) dijo que las compañías habían violado las leyes laborales y les ordenó reintegrar a los huelguistas.

Pero el presidente de los dos periódicos anunció que la compañía entablará una y otra apelación "hasta que todos los huelguistas se vayan o se mueran".

Los dirigentes del sindicato corrieron a pedirle al juez que obligue a Gannet-Knight a reintegrar a los trabajadores inmediatamente. La disputa podría permanecer mucho tiempo estancada en los tribunales o algunos huelguistas podrían regresar al trabajo al lado de los esquiroles y en las condiciones que imponga la compañía.

*****

Lo que les pasó a los huelguistas de Detroit es típico de la situación de muchos trabajadores sindicalizados, pues la estructura de poder se está preparando para el siglo 21 con despidos, reducciones laborales y ataques contra los sindicatos. También es típica la frustración de los trabajadores ante las debilidades y fracasos de sus organizaciones. Pero lo que se destaca en Detroit es el potencial que existe para librar una poderosa lucha contra los capitalistas monopolistas. Se puede ver en la resolución de los huelguistas y en el apoyo que recibieron en Detroit y por todo el país. La cara del enemigo también se vio en las tácticas de las compañías, la brutalidad de la policía y los prejuicios de los tribunales. Como dijo Federico Engels, las huelgas son una escuela de guerra.


This article is posted in English and Spanish on Revolutionary Worker Online
http://rwor.org
Write: Box 3486, Merchandise Mart, Chicago, IL 60654
Phone: 773-227-4066 Fax: 773-227-4497
(The RW Online does not currently communicate via email.)

??