Los valientes médicos que
defienden el derecho a escoger

Li Onesto

Obrero Revolucionario #949, 22 de marzo, 1998

Los médicos que practican el aborto están en las primeras líneas, arriesgando la vida para que las mujeres tengan el derecho a escoger. A diario enfrentan viles amenazas y acosos. Tienen que ponerse chalecos a prueba de balas. Los vilifican y los amenazan de muerte.

Cada día se arman de valor; saben que sin el derecho a escoger se destruye la vida de muchas mujeres y que la maternidad obligatoria significa sueños tronchados.

Recuerdan cuando el aborto era ilegal y las mujeres, solas y angustiadas, corrían el riesgo de un aborto chapucero y acababan lisiadas o muertas. La imagen de una mujer, agarrada de dolor, que muere desangrada fortalece su compromiso y juran: "¡No lo permitiremos nunca más!".

Cuando una mujer pobre viaja seis horas en autobús para verlos o una señora sin otras opciones les pide ayuda o una chava llega desesperada a la clínica, saben que su trabajo es necesario e importante y que vale la pena seguir adelante.

Desafortunadamente, esos grandes héroes muchas veces no reciben el aprecio que merecen ni el apoyo que necesitan. Sin clínicas y médicos, el derecho a escoger es una mentira. Por eso tenemos que solidarizarnos con ellos, acabar su aislamiento y defenderlos a como dé lugar.

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Esos médicos nos pueden enseñar mucho: tienen décadas de experiencia que valen mil libros de medicina, una gran compasión que viene de escuchar a sus pacientes y un compromiso nutrido ante las amenazas de muerte.

El libro de Carole Joffe Doctors of Conscience (Médicos de conciencia), contiene entrevistas valiosas con médicos que practicaron el aborto antes y después del fallo Roe vs. Wade (que legalizó el aborto). Cuando era ilegal, arriesgaban su licencia médica y cárcel. ¿Por qué lo hicieron? Y ahora que el aborto es legal, ¿cómo mantienen su compromiso frente al acoso, violencia y asesinato a manos de los fanáticos que se oponen al aborto?

Hoy día, muchos de los médicos que practicaron el aborto cuando era ilegal lo siguen haciendo y recuerdan muy bien por qué fue absolutamente necesario en ese entonces violar la ley.

Sus pacientes le enseñaron

En 1945, la Dra. Jane Hodgson abrió su consultorio y ahí fue cuando comenzó a aprender medicina real: "Como era obstetra y ginecóloga, miles de pacientes pobres, discapacitadas y de color me contaron de abuso sexual, y de problemas físicos y económicos. Vi las trágicas consecuencias de embarazos no planeados, discriminación y hostigamiento sexual, maltrato a los niños, incesto, las injustas leyes de divorcio. Me enseñaron la jovencita embarazada, la madre soltera que recibía welfare, la paciente de cáncer, la drogadicta, la embarazada menopáusica".

Durante los años 50 y 60, Hodgson trabajó en el tercer mundo y vio el alto porcentaje de mujeres pobres, analfabetas y desempleadas, y que su situación está estrechamente ligada a la falta de control de su propia reproducción.

Al regresar a Estados Unidos, vio las muertes por legrados clandestinos, la indiferencia de la administración de los hospitales y la tremenda carencia de servicios higiénicos de aborto. En 1971, escribió un editorial para una revista médica explicando por qué apoyaba la legalización del aborto: "A mí no me importa si la vida comienza con la división de una célula en dos, en cuatro o en ocho; lo que me preocupa es la calidad de vida de las jovencitas y mujeres, no el futuro de unas cuantas células embrionarias".

Le fue muy difícil negar el aborto a sus pacientes y todo eso la motivó a ser una defensora ardiente del aborto: "Me enseñaron a pensar que el aborto era inmoral, pero poco a poco cambié de opinión: decidí que la ley era inmoral. Estaba destruyendo la salud, la vida y el futuro de tantas mujeres. A mi modo de ver, no tenía caso ni para la medicina ni para la salud pública".

Rechazar el statu quo

La dura historia del Dr. Henry Morgentaler lo motivó a hacer abortos, aunque era ilegal en Canadá en 1968. Nació en Lodz, Polonia, en 1923; su familia era judía, secular y muy politizada. Desde niño sufrió discriminación por ser judío. Los nazis mataron a su padre y mandaron la familia a los campos de concentración. Henry y su hermano menor sobrevivieron seis años en Dachau y Auschwitz; su madre y su hermana murieron.

Después de la guerra, Morgentaler estudió medicina en Alemania y Bélgica; posteriormente se estableció en Canadá. Su decisión de practicar abortos fue consecuencia de su educación secular: "Me crié en un ambiente antirreligioso. La religión significaba aceptar el statu quo: la injusticia, una posición inferior, toda clase de humillaciones. Me crié en una familia que rompió con todo eso.... El movimiento judío socialista hizo una ruptura total con el pasado y defendía la dignidad humana. No aceptamos el statu quo. No creemos eso de que sea la voluntad de Dios. Al contrario, pensamos que hay que cambiar la sociedad para que sea más justa".

Morgentaler vio el aborto en el contexto de dos problemas muy importantes: la intolerancia religiosa y la injusticia. Dice: "Era una situación de discriminación y explotación de la mujer. Corrían peligro, podían perder la fertilidad, y no se hacía nada para ayudar. Una gran injusticia, pensé: `Bueno, los médicos escogemos esta profesión por razones humanitarias'. Entré a estudiar medicina por mis ideales. Muchos médicos van a Africa y Sudamérica donde corren el peligro de sufrir fiebre amarilla, cólera, etc.... hasta mueren. Corren grandes riesgos por la humanidad, pero aquí no se arriesgaban para ayudar a la mujer. No tenía sentido. Al investigarlo, me pareció que era un prejuicio religioso.... Tenía la imagen de una persona ahogándose en un lago. Todo el mundo le daría la mano, ¿verdad? ¿Lo harías si fuera prohibido?.... Pensé: `Pues sería muy humano dar la mano'".

Violar la ley

Se calcula que antes del fallo Roe vs. Wade cada año morían de 1000 a 5000 mujeres (y miles más sufrirán complicaciones) a consecuencia de abortos ilegales.

Someterse a las leyes que prohibían el aborto era ser cómplice de un sistema "que producía muertes y lesiones totalmente innecesarias". La Dra. Louise Thomas describió la situación en el hospital donde trabajaba a finales de los años 60: "Los viernes recibían su cheque e iban a hacerse un aborto clandestino. Para el sábado ya empezaban a sentirse mal. El domingo llegaban con hemorragias o sepsis [infección].... Los lunes siempre había una cola de mujeres en camillas frente al quirófano".

El Dr. David Bennett siempre recordará el día que llegó una mujer de América Latina a su consultorio: "Bueno, en ese tiempo yo no hablaba nada de español. Por señas me di cuenta de que... quería un aborto. La pregunté cómo iba a regresar a su tierra y me mostró un boleto de autobús. También sacó una vieja cartera y me la entregó; adentro había un billete de cinco dólares.... Me conmovió tanto el hecho de que llegara hasta aquí sin dinero, con fé nada más. Imagínate, hizo un viaje tan largo y solo tenía ese billete arrugado para pagar el aborto. Quería devolverle el dinero, pero no quería humillarla. Sabía que pasó la noche en el baño del hospital, no tenía nada de dinero. Miré en su bolsa y tenía unas cuantas tortillas: ¡nada más que esas tortillas tenía para comer! Pues entonces, de alguna manera le di a entender que me honraba tanto el gran esfuerzo que hizo de venir que quería hacerle el aborto gratis, siempre y cuando ella estuviera de acuerdo. De repente entendí que aceptó porque sonrió; le devolví los cinco dólares y los guardó".

Médicos como el Dr. Bennett violaron la ley para ofrecer abortos a mujeres como esa. Por otra parte, los médicos que no practicaban el aborto a veces se encontraron en situaciones donde sentían la obligación de violar la ley.

En el estado de Nueva York durante los años 50 y 60, se requería que los médicos reportaran "todo aborto ilegal o sospechoso". La Dra. Rosalind Greene dijo: "Las mujeres nunca admitían que un aborto no era espontáneo. Pero según la ley había que reportar a cualquiera si uno lo sospechaba. Al ver cómo las autoridades hostigaban a las mujeres, decidimos no reportarlo a menos que la mujer fuera a morir".

Ed Lever trabajaba en el Hospital University del centro del país en 1960; en una ocasión le exigieron averiguar el nombre del médico que hizo un aborto: "La joven estaba muriéndose de sepsis. Le pedí el nombre del médico; no quiso decirme, luego se murió. Eso motivó mi decisión [de defender el derecho al aborto].... Me daba cuenta de lo decididas que estaban las mujeres a terminar un embarazo no deseado, dispuestas a todo a pesar del peligro. Tenían mucho miedo pero también mucha firmeza.... En la facultad de medicina aprendimos que el médico aboga por su paciente, pero no lo hacía. Al contrario, era su adversario. Eso me inquietó muchísimo".

Arrestados y encarcelados

En 1970 Jane Hodgson violó la ley de Minnesota al hacer un aborto a una joven con rubéola. Antes, pidió que la corte anulara la ley, pero esta rechazó su petición. Su arresto prendió una intensa batalla en las cortes que duró tres años. Fue la primera vez en Estados Unidos que se condenara a un médico por practicar un aborto en un hospital. Hodgson apeló a la Suprema Corte de Minnesota. En esas, la Suprema Corte federal falló en el caso Roe vs. Wade, lo cual automáticamente revocó su condena.

Hodgson estuvo presa y arriesgó su licencia de practicar medicina, pero se considera "afortunada" por haber participado en la lucha para legalizar el aborto. Dijo: "Estuve ahí en el momento oportuno. No pude evitarlo. Me tocaba hacerlo, era una obligación".

En 1970 las autoridades allanaron la clínica de Morgentaler en Montreal y lo juzgó un jurado. Recuerda: "Lo único que teníamos en común era nuestra humanidad. Yo era judío, ateo, no puse la mano en la Biblia para el juramento [en la corte] y el presidente del jurado le preguntó al juez sobre eso...". Morgentaler habló de su "deber moral" de ayudar a los que necesitaban sus servicios y lo declararon inocente. El gobierno apeló y posteriormente la corte lo condenó a 18 meses de prisión. Estuvo preso 10 meses: "Sabía que era injusto; anularon el veredicto del jurado. ¡Qué barbaridad! Sabía que prestaba un servicio importante y que me merecía un premio y ¡no la cárcel!".

Estar en prisión le hizo recordar los campos de concentración de los nazis; decidió rebelarse: "Tenía que mantener mi dignidad.... Para superar la humillación, tenía que luchar contra la administración. No faltaban motivos". Organizó protestas contra las restricciones a visitas y la mala atención médica. Llegó a ser "confesor y consejero médico" para muchos presos. Las autoridades lo consideraron un alborotador y lo pusieron en aislamiento total.

Cuando salió de la cárcel en 1976, reanudó su trabajo. En 1983, abrió clínicas en Winnipeg y Toronto. En seguida la policía las allanó. En 1988 se invalidó la ley canadiense contra el aborto; sin embargo, hoy todavía no existe una ley federal que autorice el aborto y el derecho al aborto se pelea estado por estado. Después de 1988, Morgentaler abrió clínicas en Terranova, Nueva Escocia y Alberta, que han sufrido el hostigamiento de las autoridades, además de bloqueos humanos, ataques incendiarios y un bombazo.

Clínicas bajo sitio

Aunque el fallo Roe vs. Wade legalizó el aborto en Estados Unidos en 1973, los valientes médicos que practican el aborto están bajo sitio.

1993: Asesinan al Dr. David Gunn frente a una clínica de Pensacola, Florida. Balean al Dr. George Tiller frente a su clínica en Wichita, Kansas. Asesinan al Dr. Wayne Patterson en Mobile, Alabama.

1994: Asesinan al Dr. John Bayard Britton y su escolta James Barrett en Pensacola, Florida. La esposa de Barrett, June Barrett, recibe heridas de bala pero sobrevive. Balean en su casa al Dr. Garson Romalis de Vancouver, Canadá. Mueren baleadas dos trabajadoras de clínicas de Brookline, Massachusetts: Shannon Lowney y Leanne Nichols.

1995: Balean al Dr. Hugh Short en su casa en Ancaster, Ontario, Canadá.

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En 1993, el Dr. Pablo Rodríguez, director de Planificación Familiar de Rhode Island, declaró: "Al principio recibimos cartas hostiles y fotos de fetos desmembrados. Poco a poco se pusieron más agresivos: recibí extraños paquetes que contenían muñecas, suscripciones a revistas de armas de fuego y propaganda de caza con fotos de animales muertos colgados. Aparecieron cartelones con mi foto que decían `Se busca'; los pegaron en la puerta de la clínica para que las pacientes los vieran y los mandaron a mi esposa y a mi consultorio. Después pusieron pegamento en las puertas de la clínica y, para colmo, bloquearon la clínica en tres ocasiones. La policía no arrestó a nadie y cuando finalmente lo hizo, recibían una pequeña multa nada más. El día que mataron al Dr. Gunn, mi vida cambió para siempre".

El Dr. James Armstrong habló del constante acoso, vandalismo y amenazas de muerte: "Hay incendios y asesinatos; pero las amenazas también son una forma de violencia. Aunque no se lleven a cabo, le pesan a uno. Hace menos de tres semanas, nos amenazaron con una bomba para el 5 de mayo.... Nos amenazan también con cartas hostiles en los periódicos y los viles cartelones de los piquetes. Nos hacen piquete frente a la casa, la iglesia y el consultorio. A mi modo de pensar, todo eso incita a más violencia".

A pesar de esos ataques, estos médicos valientes siguen comprometidos a proveer servicios de aborto con compasión y a un costo razonable. El Dr. Paul Temple dice: "Hay que preguntar: ¿cuál es la paciente? ¿La mujer o el feto? Jamás me ha hablado un feto, pero miles de mujeres me han contado su dolor, angustia y desmoralización.... Hay que ver que las chavitas de 12 ó 14 años que vienen a la clínica ¡pueden vivir hasta tener 84 años!.... No se trata de vivir 5 ó 10 años más ni de una remisión de cáncer... se trata de la posibilidad de ayudarlas a cambiar su vida".

Elizabeth Karlin dice que no se le hubiera ocurrido practicar abortos si no fuera por el crecimiento de las protestas violentas. Cuando le pidieron trabajar de suplente, aceptó porque sabía que no había muchos especialistas disponibles. Aprendió a enfrentar el peligro con valentía y sentido del humor. Dice: "¿Qué hacemos cuando tenemos miedo, cuando nos amenazan de muerte o nos asustan con la bulla de protestas escandalosas? ¿Cuando tenemos pacientes tan delicadas que tememos por ellas? Sabemos que en esas situaciones existe mayor peligro de complicaciones, porque la paciente al igual que el médico estamos muy nerviosos. Primero, reconocemos nuestro coraje y miedo. Segundo, tomamos más tiempo para platicar y reírnos juntos, el personal y las pacientes. Nos reímos mucho. Tercero, comemos mucho chocolate".

Karlin dice que muchas veces le preguntan: "¿Cómo puedes trabajar con tanto odio?". Contesta: "Es fácil. Las pacientes vienen a darme un abrazo antes de ir a casa. En el supermercado me agradecen, llorando, por lo que hago. La semana pasada en el salón de belleza una señora se levantó de repente, desparramando cabello recién cortado por todos lados cuando corrió a darme las gracias. Muchas pacientes ahora vienen a verme para medicina general, pues se sienten más cómodas en nuestro consultorio".

El reto de la nueva generación

De los médicos que practican el aborto hoy, casi el 60% tiene por lo menos 65 años; están ya en la edad legal para jubilarse.

La mayoría de esos médicos son especialistas en obstetricia y ginecología; en su carrera les enseñaron a hacer abortos. Sin embargo, en 1991 una investigación reveló que hoy apenas el 12% de esos programas enseñaban a practicar abortos. El porcentaje de especialistas que practican el aborto disminuyó de 43% en 1983 a 33% en 1995.

El reto actual es asegurar que una nueva generación de médicos se comprometa a preservar el derecho a escoger.

Antes del fallo Roe los médicos eran testigos de la muerte y mutilación de mujeres por abortos ilegales. Se armaron de valor, violaron la ley y arriesgaron su carrera para salvar vidas.

Hoy se necesita una nueva generación de médicos que, a pesar del acoso, la violencia y el asesinato, se comprometan a defender el derecho a escoger.

Ya se están echando buenas raíces. Después de la muerte del Dr. Gunn en 1993, se formó una nueva organización, "Estudiantes de Medicina pro el Derecho a Escoger", con contactos en más de 100 escuelas de medicina. Recolectó 3000 firmas de estudiantes de medicina de todo el país que exigen que se enseñe el aborto en la carrera de obstetricia y ginecología.

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Si bien algunos médicos y trabajadores de clínicas han dejado la profesión debido a las viles campañas del movimiento antiaborto, los demás se han fortalecido. El Dr. James Armstrong habla de eso y del reto de vida o muerte para los estudiantes de medicina, médicos jóvenes, trabajadores médicos y todos los que apoyamos el derecho a escoger:

"Mis colegas y yo estamos comprometidos. El profundo agradecimiento de las pacientes nos da una gran satisfacción. El odio y la violencia no nos detendrán porque estamos totalmente comprometidos con nuestras pacientes. La cuestión candente es cuando nos jubilemos, ¿quiénes serán nuestros sucesores? ¿Habrá proveedores dispuestos a enfrentar el acoso, las amenazas y los problemas para brindar esos servicios tan necesarios a la mujer?"

Fuentes para este artículo:
Doctors of Conscience--The Struggle to Provide Abortion Before and After Roe v. Wade, Carole Joffe, Beacon Press, 1995.
Abortion Wars--A Half Century of Struggle, 1950-2000, compilado por Rickie Solinger, University of California Press, 1998.


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