El Manifiesto Comunista hoy por hoy:
Vigente, peligroso,
la esperanza de los desesperados

Raymond Lotta

Obrero Revolucionario #958, 24 de mayo, 1998

El 1º de Mayo de 1998, el economista político maoísta Raymond Lotta dio una importante charla en Nueva York con motivo del 150 aniversario del Manifiesto Comunista. A continuación publicamos la primera parte:

Leí el Manifiesto Comunista por primera vez a finales de los años 60. Era un estudiante radical y mi generación estaba descubriendo a Marx y el marxismo. Confieso que no lo entendí del todo, pero dos cosas me impactaron mucho: el panorama histórico que presenta--su análisis del pasado y también del futuro, hacia donde va la sociedad--y su tono chingón, por ejemplo, cuando se burla de "las declamaciones burguesas sobre la familia y la educación", lo que me gustó muchísimo pues tenía 19 años. Marx tenía 29 cuando lo escribió.

Un documento que cambia la historia

A mediados de febrero de 1848, el joven agitador revolucionario Carlos Marx terminó el borrador final de un importante folleto. Un grupo revolucionario les había encargado a Marx y a su colega, Federico Engels, escribir un documento político que unificara y guiara el trabajo revolucionario, un toque de clarín que movilizara a las masas de distintos países.

Las décadas de 1830 y 1840 fueron muy tumultuosas. Las viejas monarquías y estados autócratas de Europa estaban dando patadas de ahogado. El descontento y la resistencia del pueblo crecía, al igual que el nuevo sistema del capitalismo con sus talleres de hambre y tugurios industriales. Se había afincado en Inglaterra, y ahora estaba implantándose en Francia y Alemania. Echaba a los campesinos de la tierra y una nueva clase--el proletariado--crecía... y comenzaba a alzarse.

Urgía publicar el nuevo documento. Marx y Engels rechazaron el primer borrador porque estaba escrito en formato religioso, como preguntas y respuestas, y Engels se ofreció con Marx para escribir otro borrador. "Creo que sería mejor abandonar la forma de catecismo--le escribió a Marx--y llamar la cosa así: Manifiesto Comunista".

¡Y vaya si escribieron un manifiesto! Fue un documento visionario que fundó el movimiento comunista internacional: una exposición concisa de las fuerzas motrices de la historia que puso en claro que ni la voluntad de dios ni las acciones de grandes hombres hacen la historia, y que tampoco es una serie de accidentes. Al contrario, aclaró, la historia avanza como resultado de la lucha entre distintas agrupaciones sociales, o clases, y dicha lucha se desprende de la base económica de la sociedad. El Manifiesto es la primera y más concisa formulación de las metas de la revolución proletaria; late con poesía y pasión.

Sin lugar a dudas, el Manifiesto Comunista ha cambiado el rumbo de la historia. Es el documento político de mayor influencia y millones de personas por todo el mundo lo han estudiado. Ha sido censurado y prohibido. Cuando fui a Filipinas hace tres años, dos campesinos revolucionarios me comentaron que tenían que esconder las obras de Marx en los campos.

El Manifiesto Comunista siempre ha tenido un aire de peligro, desde las primeras frases: "Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo". Ridiculiza y pulla a las clases dominantes, por ejemplo: "Oz horrorizáis de que queremos abolir la propiedad privada. Pero, en vuestra sociedad actual, la propiedad privada está abolida para las nueve décimas partes de sus miembros; existe precisamente porque no existe para esas nueve décimas partes.... En una palabra, nos acusáis de querer abolir vuestra propiedad. Efectivamente, eso es lo que queremos". Y termina con el célebre llamado: "Los proletarios no tienen nada que perder... más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo que ganar".

Aquí estamos a finales del siglo 20, un siglo que ha presenciado grandes luchas de los oprimidos. La revolución bolchevique y la revolución china triunfaron, y comenzaron a construir una nueva sociedad; pero las dos sufrieron una derrota a manos de nuevas fuerzas capitalistas. El capitalismo mundial indudablemente ha durado más de lo que Marx pensaba. La burguesía nos bombardea constantemente con su veredicto sobre el comunismo: es un fracaso, una utopía imposible que acaba en una espantosa pesadilla. Quiere que nos traguemos el cuento de que el capitalismo es lo máximo: "¡Que viva la avaricia y la injusticia!".

En cambio, nosotros afirmamos que el Manifiesto Comunista es plenamente vigente por su análisis de la sociedad capitalista y por su visión de un mundo sin clases. Nos sirve para entender la experiencia concreta de la revolución proletaria de este siglo, los logros y las lecciones acerca de cómo acabar con este sistema de una vez por todas. Es plenamente vigente porque, en el umbral del nuevo milenio, el avance de la sociedad exige ni más ni menos que la revolución.

El surgimiento y la misión de la burguesía

Como he mencionado, el Manifiesto Comunista tiene dos aspectos clave. Por una parte analiza la sociedad dividida en clases, la lucha de clases y en particular la sociedad capitalista desde una perspectiva histórica. Por otra, da una visión de lo que ha de reemplazarla.

Primero, quisiera abordar su análisis materialista-histórico del capitalismo. La primera conclusión de dicho análisis es que el capitalismo no es eterno. Al contrario, es una forma histórica de producción social. Tuvo un comienzo. En el siglo 16, se crearon las condiciones que permitieron el desarrollo del capitalismo. De igual modo, llegará a su fin. Es decir, el capitalismo surgió en un momento dado del desarrollo de la sociedad humana debido a avances en las fuerzas productivas dentro de la sociedad feudal, acompañados por el surgimiento de una nueva clase, la burguesía. Por fuerzas productivas se entienden las herramientas, instrumentos, tierra, materias primas y los mismos seres humanos. La burguesía planteó nuevas formas de utilizar las fuerzas productivas y de organizar la producción, pero a las nuevas relaciones de producción les ponían trabas las viejas relaciones de producción feudales.

Por relaciones de producción se entiende la relación de distintos sectores de la sociedad con los medios de producción, es decir, ¿quién es el dueño de los medios de producción?, ¿quién los controla?, ¿cómo participa la gente en la producción?, ¿cómo se distribuye la riqueza a los diferentes sectores? En una sociedad de clases, los distintos sectores sociales son clases y las relaciones son relaciones de clase.

El sistema feudal del latifundio agrícola y la producción artesanal limitaban las posibilidades de la nueva clase burguesa para crear mercados y utilizar nuevos métodos e instrumentos de producción. La burguesía tenía que tumbar los gobiernos feudales para establecer su propio poder estatal y sistema social.

Carlos Marx odiaba al capitalismo. Escribió:

"El capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies a la cabeza". Sin embargo, al hacer un análisis materialista-histórico, sacó la conclusión de que la burguesía cumple una misión histórica objetiva de desarrollar cualitativamente las fuerzas productivas.

La burguesía transforma los medios de producción individuales, como las herramientas de los artesanos, en medios de producción sociales, como maquinaria pesada, líneas de montaje, etc., que solo se mueven a través del trabajo colectivo de grandes cantidades de gente. Ya no es cuestión de que una persona o varias elaboren un producto, porque la burguesía crea grandes sistemas de producción socializada que requieren la actividad interdependiente de muchísima gente. Consideremos el ejemplo de un auto y todo lo que su producción implica. A diferencia del artesano o del pequeño agricultor, el obrero de la industria automotriz no puede decir de su producto "lo hice yo", porque es el producto colectivo de miles de obreros.

Pero, ¿para qué es la producción en el capitalismo?, y ¿para quién? Para sacar ganancias y mayores ganancias. Beneficia a los intereses de clase de la burguesía, la clase dueña de los medios de producción. Y ¿de dónde provienen dichas ganancias? De la explotación del proletariado, la clase que no tiene nada que vender salvo su fuerza de trabajo.

El Manifiesto Comunista recalca que el capitalismo es dinámico; la fuerza de la competencia exige que se expanda e invente: "La burguesía, a lo largo de su dominio de clase, que cuenta apenas con un siglo de existencia, ha creado fuerzas productivas más abundantes y más grandiosas que todas las generaciones pasadas juntas".

El capitalismo es sumamente activo y lo transforma todo. Marx dice: "Una revolución continua en la producción, una incesante conmoción de todas las condiciones sociales, una inquietud y un movimiento constantes distinguen la época burguesa de todas las anteriores". El capitalismo arroja a la gente a las fábricas, a las ciudades. Convierte las relaciones humanas en cuestión de dinero, de egoísmo desnudo; lo importante es la propiedad, así se determina el valor de cada uno.

El capitalismo pasa por encima de las fronteras y destruye toda traba que se interponga en su camino. En palabras de Marx: "Espoleada por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus productos, la burguesía recorre el mundo entero". Cuando escribió eso, Inglaterra estaba saqueando y colonizando a India, y obligando a China a cañonazos a entrar a su sistema de comercio. La producción de mercancías (en que casi todos los productos se destinan al mercado) se establece en el mundo entero y, a través del mismo proceso, el capitalismo transforma vastas poblaciones en proletarios y los explota despiadadamente.

Marx analiza que el desarrollo capitalista lleva a la concentración cada vez mayor de los medios de producción. La sociedad se polariza: en un polo, riqueza; en el otro, trabajo, pobreza y degradación. La revolución industrial de Inglaterra se alimentó con la bárbara explotación de los obreros: jornadas de 18 horas, trabajo de menores, etc. Creó tugurios donde cundían las enfermedades y la desnutrición. En el capitalismo, el obrero se subordina a la máquina y solo trabaja si contribuye a la expansión del capital.

En 1825, el mundo capitalista experimentó su primera gran crisis económica. Por vez primera, millones de personas padecían hambre debido a la sobreproducción, es decir, no porque faltaran productos sino porque había muchos productos que no podían venderse y grandes medios de producción que de repente no eran rentables. Esta fue la primera rebelión de las nuevas y masivas fuerzas productivas contra las relaciones de producción capitalistas, es decir, contra la propiedad privada de los medios de producción.

El capitalismo es un sistema de producción anárquico, pues no existe ninguna coordinación de la producción. No se elabora un plan racional acerca de cuánto acero se necesita, cuántos edificios, etc. En el Manifiesto Comunista, Marx nos brinda una clara comparación: "Toda esta sociedad burguesa moderna, que ha hecho surgir como por encanto tan potentes medios de producción y de cambio, se asemeja al mago que ya no es capaz de dominar las potencias infernales que ha desencadenado con sus conjuros". Asimismo, Marx aplica el materialismo histórico para concluir que el capitalismo ya es obsoleto y la burguesía no es apta para gobernar.

El capitalismo hoy

Pues, aquí estamos en el año 1998. ¿Este análisis nos ayuda a entender el mundo de hoy?

Han transcurrido 150 años; el capitalismo se ha extendido y concentrado más. Sus nuevas técnicas e industrias han transformado el mundo. La acumulación capitalista ha producido el mayor crecimiento de la productividad del trabajo en la historia de la humanidad. Las técnicas de producción han progresado desde la época de los telares de vapor hasta los robots industriales. Tomó 100.000 años inventar el barco de vela, 5000 años el buque de vapor, pero solo 100 años inventar una nave espacial. El capitalismo se ha globalizado en forma cabal, creando nuevas divisiones mundiales de trabajo. Veamos lo que pasa con un par de tenis Nike: el cuero se produce en Brasil y Australia, la suela de hule en Tailandia, y se cosen en China.

Pero, ¿cuál es la dinámica y la realidad social de todo eso? Pues, mayor explotación de la humanidad y más saqueo del planeta. Hemos visto un siglo y medio de crecimiento inaudito, y de destrucción y sufrimiento sin precedentes: una Gran Depresión, dos guerras mundiales, la opresión despiadada del tercer mundo.

Le tocó a Lenin analizar el desarrollo del capitalismo a una etapa superior, el imperialismo: los cambios en la organización y estructura de capital, particularmente el crecimiento del capital financiero y de monopolio, y la integración cualitativamente mayor del mundo. Lenin también recalcó que la globalización del capitalismo ocurre a un ritmo desigual porque se da en un mundo dividido entre un puñado de naciones y estados imperialistas opresores y dominantes, por un lado, y, por el otro, las naciones oprimidas del tercer mundo. Reconoció que la lucha de liberación de las naciones oprimidas--dirigida por el proletariado, aliado con el campesinado radicalizado, con su sed de tierra--sería una fuerza motriz de la revolución proletaria mundial.

Pero el imperialismo surgió del capitalismo y conforme a las leyes fundamentales analizadas por Marx. Desde esa perspectiva, quisiera examinar algunos rasgos del mundo de hoy.

Primero: 300 corporaciones trasnacionales son dueñas de la cuarta parte de los bienes productivos del mundo. El 20% de la población recibe el 85% de los ingresos. En Estados Unidos, las mayores 200 corporaciones tienen el 60% de la planta productiva.

Segundo: El proletariado internacional ha crecido muchísimo desde la época del Manifiesto. Cada año en el tercer mundo, se expulsa del campo a docenas de millones de campesinos. Hace 20 años, no existía industria textil en Bangladesh; hoy día, hay un millón de trabajadores textiles, en su mayoría mujeres, concentrados en la capital, Dacca. La economía manufacturera global de mano de obra barata es clave para la dinámica del capitalismo mundial. Los nuevos proletarios trabajan en maquiladoras, donde muchos mueren y se lesionan en accidentes, y donde sufren explotación sexual; viven en tugurios con agua envenenada y en cuarteles industriales bajo guardia militar; ¡200 millones son niños!

Asimismo, existe un auténtico proletariado aquí en Estados Unidos: en la costura, en los mataderos de pollo; están los trabajadores del campo, los camilleros, los chavos que andan en el South Bronx (Nueva York) y Sur Centro (Los Angeles).

Tercero: Más de la mitad de los habitantes del planeta subsisten con ingresos de menos de dos dólares al día. Mañana, en el tercer mundo 40.000 niños habrán muerto de desnutrición y enfermedades curables. El 30% de la fuerza laboral del mundo está desempleado o subempleado. Uno de cada nueve obreros en Europa no tiene trabajo. Cada año, 75 millones de personas salen de su país en busca de trabajo.

Cuarto: En Estados Unidos, el país más rico del mundo, el 40% de los niños negros y latinos vive en la pobreza; hay siete millones de personas en la calle; 33 millones de personas carecen de seguro de salud; la tercera parte de los jóvenes negros está en la cárcel o bajo libertad condicional. El 30% de la fuerza laboral tiene un empleo mal pagado. Entre 1992 y 1995, el 15% de los que tuvieron el mismo empleo durante más de 10 años lo perdieron y consiguieron otro trabajo que pagaba en promedio 14% menos.

Quinto: El colapso económico de Asia. Acuérdense que Marx habló del mago que no podía dominar las fuerzas que desencadenó. Pues, la crisis financiera de Asia es un ejemplo muy claro de eso. Durante esta década, entró una avalancha de capital financiero a la bolsa de valores y al mercado monetario de Asia, facilitada por las nuevas tecnologías de electrónica e informática. Se invirtieron enormes cantidades de capital manufacturero para expandir la producción de autos, chips de computadora, etc. Se construyeron los dos edificios más altos del mundo en Malasia. Pero la cosa tronó. Las economías asiáticas están por los suelos. Se cerraron fábricas, y millones perdieron su empleo, sus ingresos y sus ahorros.

Por último: La Tierra está ante una crisis ambiental sin precedentes. La mitad de los bosques tropicales ha desaparecido. Cada día, 74 especies se extinguen. La lógica del capitalismo--las ganancias ante todo--ha provocado la destrucción de la capa de ozono, el calentamiento global, el agotamiento de los recursos marítimos, el uso del tercer mundo como un basurero tóxico.

Los capitalistas dicen que el mercado libre es la gran esperanza de la humanidad, pero su sistema es un fracaso rotundo. Es una barbaridad, es obsoleto y ya no es necesario porque es posible crear algo totalmente distinto.

Un mundo totalmente distinto

La verdad es que las fuerzas productivas del mundo pueden producir alimentos, ropa, vivienda, servicios médicos y satisfacer las demás necesidades básicas de todos los habitantes del planeta. Es más, pueden crear un gran excedente para el desarrollo y progreso global de la sociedad y los seres humanos.

Obviamente, no es así. ¿Qué pasa? ¿Cuál es el problema? En una palabra: las relaciones de propiedad del capitalismo y el control político de la clase capitalista.

Es que todo lo que he descrito expresa la contradicción fundamental de la época burguesa: la contradicción entre la producción social y la apropiación (o propiedad) privada. El proletariado es la clase que representa el trabajo colectivo y la cooperación general, que corresponden al carácter altamente socializado de las fuerzas productivas; por eso, es capaz de desencadenar su potencial.

En una frase muy célebre del Manifiesto Comunista, Marx, al hablar de la industria que crea la burguesía, dice: "La burguesía produce, ante todo, sus propios sepultureros". Se refiere, desde luego, al proletariado. Se acuerdan que dije que la burguesía cumplió una misión objetiva. Pues, el proletariado también tiene una misión objetiva: hacer una revolución que socialice la propiedad de los medios de producción y organice al pueblo para trabajar colectivamente y distribuir el producto según las necesidades de cada quien.

El proletariado dirige una revolución totalmente diferente. Por vez primera, existe la posibilidad de hacer una revolución que beneficie a la mayoría de la humanidad, cuya meta es acabar con la opresión y la explotación, y no substituir una explotación y opresión por otra. Como he recalcado, hoy día las fuerzas productivas del mundo están altamente interconectadas; de hecho, solo se pueden utilizar de manera racional a escala internacional. Así que la revolución proletaria es, a fin de cuentas, una revolución internacional. Se propone abolir las clases y construir una sociedad totalmente nueva en el mundo entero. Esa es la visión y misión que describe Marx en el Manifiesto Comunista, y es un tema que quisiera profundizar.

La próxima semana: La visión comunista


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