Los Guardias Rojos: Hong Wei Bing

En 1966, millones de jóvenes asaltaron los cielos durante la Revolución Cultural

Obrero Revolucionario #966, 19 de julio, 1998

Cuando Bill Clinton fue a China pidió "respetar los derechos humanos y abrazar la democracia", pero Estados Unidos ha apuntalado una larga serie de dictadores por todo el mundo y la CIA ha viciado montones de elecciones. Condenó al gobierno chino por "arrestar disidentes", pero en Estados Unidos hay muchos presos políticos, como Mumia Abu-Jamal, y hay un boom de construcción de cárceles para enterrar vivos a miles de jóvenes negros y latinos.

Clinton quiere que el pueblo chino se trague que el mercado libre capitalista llevará "libertad y democracia". Pura mentira. Para las masas, la penetración imperialista y los mercados libres han causado una mayor brecha entre los ricos y los pobres, y más inestabilidad económica.

Es el socialismo, no el capitalismo, lo que verdaderamente libera a las masas.

Cuando el gran líder revolucionario Mao Tsetung murió en 1976, los contrarrevolucionarios tomaron el poder político y restauraron el capitalismo. Pero durante 25 años China fue un país socialista.

Bajo la dirección de Mao, las masas participaron en la lucha revolucionaria para transformar la sociedad y deshacerse de las clases, las desigualdades y la opresión. Durante la Gran Revolución Cultural Proletaria de los años 60, millones de estudiantes, trabajadores y campesinos participaron en la lucha para denunciar y tumbar a autoridades de alto nivel y dirigentes del partido que querían embarcar el país por el camino capitalista.

Mao señaló que a pesar de las nuevas relaciones socialistas, persistían vestigios de la sociedad burguesa y la base material para las desigualdades. Señaló que en la sociedad socialista siguen existiendo divisiones básicas: entre el trabajo manual e intelectual, entre campo y ciudad, entre obreros y campesinos. Dijo que bajo el socialismo surge una nueva burguesía centrada en los niveles superiores del Partido Comunista mismo, y que la lucha de clases continúa hasta que todas las clases hayan sido eliminadas y se haya establecido el comunismo en todo el mundo.

Con la Revolución Cultural, Mao desarrolló la forma y el método básicos de revolucionar el partido e impulsar la transformación de la sociedad en todos sus aspectos: desencadenar la actividad consciente y revolucionaria de las masas para derrocar a la burguesía que surge en el seno del partido. La lucha para impedir la restauración capitalista fue un paso gigante para la lucha revolucionaria mundial.

El siguiente artículo sobre los Guardias Rojos muestra cómo movilizaron a millones de jóvenes durante la Revolución Cultural para prender y extender la lucha de clases. Es una historia de la democracia proletaria en la práctica.

El 18 de agosto de 1966, hace 32 años, más de un millón de Guardias Rojos hicieron su primera manifestación pública en la plaza Tiananmen de Pekín. Batallones juveniles, unidos a la Revolución Cultural, marchan coreando: "Navegar los mares depende del timonel". Mao Tsetung pasa revista con aprobación a los nuevos luchadores y se pone uno de sus brazaletes, con los tres caracteres "Hong Wei Bing" (Guardia Roja). De la madrugada al mediodía felicita a los Guardias Rojos, alienta su entusiasmo y cuestionamiento crítico, y los guía a continuar la revolución dentro de la revolución.

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El desenvolvimiento de una intensa lucha de clases llevó a la formación de los Guardias Rojos. En las paredes de la Universidad de Pekín aparecieron miles de cartelones de grandes caracteres (dazibaos) y se prendió un candente debate y lucha política. El 5 de agosto Mao publicó su propio dazibao: instó a la juventud a "¡Cañonear el cuartel general!", a criticar a los dirigentes que querían llevar a China por el camino capitalista. Además, el Comité Central del Partido Comunista de China adoptó la "Decisión de los 16 Puntos", un documento sumamente importante de la XI Sesión Plenaria del VIII Comité Central (celebrada el 1º de agosto), que serían los principios rectores de la Gran Revolución Cultural Proletaria. Destacaban la importancia del papel de la juventud e instaban a los más rebeldes a entrar a la refriega: "Un gran número de jóvenes revolucionarios, antes desconocidos, se han convertido en valientes desbrozadores de caminos. Actúan con firmeza, vigor e inteligencia. Por medio de cartelones de grandes caracteres y de grandes debates, exponen franca y plenamente sus opiniones, denuncian y critican a profundidad, y lanzan resueltos ataques contra los representantes abiertos u ocultos de la burguesía. En el curso de semejante gran movimiento revolucionario, es inevitable que ellos muestren tales o cuales defectos, pero su orientación revolucionaria fundamental ha sido siempre correcta. Esta es la corriente principal de la Gran Revolución Cultural Proletaria. Es la dirección principal en que la Gran Revolución Cultural Proletaria prosigue su avance".

Mao agregó, en una carta personal: "Es justo rebelarse contra los reaccionarios.... Os expreso mi cordial apoyo...". Mao llamaba a la juventud, con su espontaneidad y audacia, a ser un catalizador, a ser una fuerza que llevara a millones más, de otros sectores de la sociedad, a la crucial lucha para prevenir la restauración del capitalismo.

En gran escala en Pekín

En la universidad, la lucha cobró fuerza y atrajo gente de otras partes. Sus puertas se abrieron y entraron cientos de miles de personas: algunas por mera curiosidad, otras con un deseo de escuchar, muchas con un anhelo urgente de agregar sus propias experiencias a la lucha. Los campesinos llegaban de las comunas (el sistema de agricultura colectiva) con su mejor ropa. Muchos nunca habían soñado con atravesar el umbral de una universidad y ahora los estudiantes los recibían calurosamente. La muchedumbre crecía, formaba y volvía a formar nudos de debate por todos lados en la gran ciudad universitaria hasta entrada la noche. Había altoparlantes, pero donde no se podía oír, los estudiantes formaban equipos de relevos para explicar lo que pasaba. Como le dijo un estudiante a un visitante del Occidente: "Ahora que nos atrevemos a hablar, nos atrevemos a actuar, ¡es maravilloso! Jamás nos hemos sentido así". Siguieron colgando grandes dazibaos--críticas, denuncias y citas de Mao--en los corredores, aulas, paredes provisionales, del techo e incluso en las aceras.

Los Guardias Rojos tenían de 12 a 30 años de edad; la mayoría eran estudiantes de secundaria, de 12 a 17 años. Se organizaron en secciones y destacamentos, establecieron cuarteles generales a nivel provincial y municipal, y eligieron líderes a quienes, en cualquier momento, podían destituir.

Un joven estadounidense que estudiaba en una secundaria de Pekín en esa época participó en las actividades de los Guardias Rojos. En una entrevista de 1968, describió su experiencia y contó cómo lo atrajo la lucha en la Universidad de Pekín: "Igual que los estudiantes de mi secundaria iban a la Universidad de Pekín a ver lo que pasaba, en otras ciudades tenían el mismo deseo de venir a Pekín. Oían que había gente estupenda en las calles, haciendo la revolución, siguiendo al Presidente Mao, que se justifica la rebelión. Así que se vinieron. Nuestra escuela tenía 1800 estudiantes. De repente llegaron 7000 más de Tientsin; vivían por todos lados. Se nos ocurrió que podíamos extender la revolución saliendo de Pekín. El Comité Central decidió que era una buena idea que viajáramos. Comprendió que el sistema de educación solamente lo pueden cambiar los estudiantes y que los estudiantes no pueden hacer que el sistema de educación sirva al pueblo si no conocen a ese pueblo.... Algunos estudiantes debían quedarse en Pekín para continuar la lucha mientras el resto viajaba canjeando experiencias. Pero todo mundo quería irse y todos se fueron. Yo me quedé un tiempo a ayudar a organizar centros de distribución para proporcionar mantas y comida a los que llegaban. Pekín tiene cinco millones de habitantes. Llegaron tres millones y medio más. Había un caos total pero nadie pasó hambre. Todos tenían donde acostarse, si no en una escuela pues en una casa particular. Se quedaban de dos a tres meses".

A esas alturas, nada podía parar a la juventud de la Guardia Roja. Entre agosto y noviembre, Mao saludó ocho grandes mítines de un millón de Guardias Rojos cada uno. Durante todo el otoño la población de Pekín contó con dos millones de "visitantes": en total, unos trece millones de jóvenes invadieron la capital en esos meses, siguiendo el llamamiento de Mao: "Que el resto del país venga a Pekín, o que Pekín vaya al resto del país...". El Ejército Popular de Liberación (EPL) recibió órdenes de ayudar a la juventud y, con la ayuda de la población local, organizó comida, vivienda y transporte. Pusieron seis mil camiones a su disposición.

De todas partes llegaron jóvenes. Todos los días serpenteaban largas procesiones las calles y resonaban altoparlantes en toda dirección. Enarbolaban banderas, pegaban afiches, distribuían volantes y vendían periódicos en cada esquina, donde se formaban nudos de debate. Jean Daubier, en su libro Historia de la Revolución Cultural Proletaria de China, describe la animada atmósfera de las calles de Pekín: "Las calles de la ciudad adquirieron un aspecto poco habitual: jóvenes mongoles con botas y largas túnicas pasaban al lado de uiguros con sus trajes multicolores típicos de la lejana provincia de Sinkiang. Entre los Guardias Rojos provenientes del oeste de China, que durante muchos siglos fue el puente de diversas corrientes migratorias, se distinguían, al lado de tipos locales bastante puros, cercanos a la etnia turca, algunos con cabellera rubia y ojos azules. También vinieron jóvenes tibetanos, de pequeña estatura, el rostro curtido por el viento de las altas cimas, envueltos en grandes y gruesos abrigos de vivos colores y ataviados con sombreros de fieltro de ala ancha parecidos a los de los indígenas de Perú. En las tiendas, camiones jardines y restaurantes se escuchaban los más diversos dialectos y acentos".

Una de las primeras cosas que hicieron los Guardias Rojos fue denunciar y atacar los vestigios feudales y capitalistas. Arrancaron los nombres de calles y letreros de tiendas que evocaban recuerdos de la China imperial: una declaración política de que persistían las influencias feudales y que se tenían que combatir conscientemente. La juventud revolucionaria estampaba su sello rojo dondequiera que iba. Cuando pasaron por la ciudad de Shenyang (que antes era Mukden), le cambiaron el nombre al letrero de la estación del tren. Escribir Shenyang con el carácter abreviado en la primera sílaba quería decir "sol puesto"; los Guardias Rojos cambiaron el nombre a "Hungyang", o sea, "sol rojo". Confiscaron pistolas escondidas, barras de oro, monedas de plata, banderas del Kuomintang (el viejo gobierno reaccionario) y viejos títulos de propiedad (señales de que ciertos elementos de la sociedad suspiraban por los "días de la antaño" y "esperaban tras bambalinas" la restauración del capitalismo).

En las escuelas se pusieron a revolucionar el sistema de educación. Criticaron fuertemente el contenido y los viejos métodos de enseñanza, con sus lecciones abstractas divorciadas de la práctica. Atacaron a los administradores responsables de convertir las escuelas en incubadoras de tecnócratas selectos y académicos privilegiados. Por ejemplo, la siguiente es una propuesta de un grupo de estudiantes que salió en el Diario del Pueblo:

"Tan pronto como acabe la gran Revolución Cultural, todos los estudiantes que han estudiado por lo menos dos años de humanidades se graduarán antes de tiempo y serán enviados a participar en los tres grandes movimientos revolucionarios--la lucha de clases, la lucha por la producción y la experimentación científica--y se integrarán sin reserva durante un largo tiempo con los trabajadores, los campesinos y los soldados.

"Los profesores de humanidades deben usar las obras de Mao Tsetung en sus clases y organizar estudios profundos de la lucha de clases.

"De ahora en adelante, las facultades de humanidades deben cambiar su programa de estudios a uno, dos o tres años, de acuerdo con las instrucciones del Presidente Mao y las necesidades del país. Además, cada año hay que dedicar cierto tiempo a trabajar en una fábrica y en el campo, a prácticas militares y a la lucha de clases en la sociedad.

"Por lo que respecta a los métodos de enseñanza, lo importante es la autoeducación y discusión. Los profesores deben ofrecer información individual adecuada, practicar el método democrático de enseñanza, seguir la línea de masas y abolir resueltamente el método de atiborrar la cabeza de información.

"De ahora en adelante, las universidades deben admitir a los jóvenes que se han templado en los tres grandes movimientos revolucionarios, cuya ideología es progresista y que han alcanzado cierto nivel de educación, y no exclusivamente a los que han asistido a la escuela media superior. Este sistema permitirá la admisión de grandes cantidades de trabajadores modelos, campesinos pobres y medio inferiores y ex soldados" (de "Propuestas al Comité Central del Partido y al Presidente Mao concernientes a la introducción de un sistema académico completamente nuevo de facultades de Humanidades en las universidades").

Llevar a Pekín al resto del país

La dirección revolucionaria del Partido Comunista instó a los Guardias Rojos a "llevar a Pekín al resto del país": a viajar por todo el vasto campo chino, difundir su fervor revolucionario y atraer a millones más a la lucha de clases. Especialmente después de que Mao recibió a los Guardias Rojos en la plaza Tiananmen en agosto, las provincias se enteraron de la lucha en la Universidad de Pekín por radio y teléfono. Pero ahora la juventud fue despachada a diversos puntos para llevar y extender la lucha de una manera concreta y práctica: a canjear experiencias revolucionarias. Se tomaron medidas especiales para facilitar esos "grandes canjes". El EPL recibió órdenes de seguir ayudando a viajar a los Guardias Rojos y los sistemas de transporte recibieron órdenes de dejarlos viajar gratis. Millones y millones de jóvenes comenzaron a atravesar el vasto campo de China por todos los medios posibles: vagones, locomotoras, barcos, etc.; en algunos casos, cambiaron el itinerario de los trenes.

Algunos Guardias Rojos viajaron considerables distancias. Emprendieron "largas marchas" de 900 kilómetros o más y pararon en fábricas y comunas para diseminar la rebelión. Más tarde, cuando se les pidió no usar más los trenes debido al caos que causaba en el sistema de transporte, viajaron cientos de kilómetros a pie hasta Manchuria y Tibet.

Querían compartir su experiencia en la lucha de clases en las universidades, pero también instaron a las masas a escrutar a los dirigentes del partido, a hacer dazibaos y a organizar resistencia contra los burócratas revisionistas que trataban de sabotear la lucha para proteger su propio pellejo. A todas partes llegaban con sus armas: el "Libro rojo" (Citas del Presidente Mao Tsetung) y el documento de los "Dieciséis Puntos". Además, sacaban propaganda en pequeñas prensas portátiles, que llegaron a ser una de sus características.

De tal manera, millones de personas jugaron un papel crucial en la realización de la Revolución Cultural. En una escala amplísima, la actividad consciente del pueblo fue movilizada para hallar y singularizar a los seguidores del camino capitalista. En el proceso, todos captaron más a fondo la necesidad de librar la lucha de clases bajo el socialismo y cómo hacerlo.

Un relato del libro de Jan Myrdal y Gun Kessle, China: La revolución continúa, capta el efecto de las visitas de los Guardias Rojos a las comunas. Los autores entrevistaron a Fu Hai-tsao, de la aldea de Liu Ling, sobre su experiencia con los Guardias Rojos: "Los Guardias Rojos vinieron en el otoño de 1966. La primera vez, eran siete. La segunda vez, diez. De septiembre a diciembre de 1966 vinieron varios Guardias Rojos. Cada grupo se quedó un semana o diez días. Así comenzó la revolución cultural aquí.

"Los Guardias Rojos vinieron con el libro de citas. Leyeron en voz alta citas que jamás habíamos oído. Dieron discursos y organizaron discusiones. Los recibimos tocando tambores. Nos visitaron en nuestras cuevas. Les calentamos el kang [una cama con un compartimiento que se puede calentar] para que no se resfriaran. Nos pagaron por la comida y todo. Todos.... Los Guardias Rojos estaban bien organizados. Se dividieron en grupos y visitaron todas las casas de la aldea. Leyeron citas y nos contaron sobre la revolución cultural en Pekín y Shanghai. Jamás habíamos visto tantos desconocidos en el pueblo. Nos hicieron preguntas sobre nuestra vida. Querían aprender de nosotros. Nos preguntaron cómo nos iba en la brigada [grandes unidades de trabajo]. Participaron en discusiones con los cuadros dirigentes de la brigada y, en reuniones públicas, les hicieron preguntas sobre el sistema de puntos de trabajo [que determinaba el ingreso] y cosas por el estilo.

"Me dieron un libro de citas. Lo distribuyeron a varias familias. Finalmente todos lo recibieron. Los Guardias Rojos fueron muy importantes para nosotros. Seguimos leyendo las citas cuando se fueron. Leímos y comparamos las citas con lo que hacíamos en Liu Ling y sacamos la conclusión de que era necesario cambiar muchas cosas. Para los que no sabían leer, leíamos las citas en voz alta".

Otro campesino, Mau Pei-hsin, relató: "Bueno, la primera vez que vi a los Guardias Rojos no los entendí mucho. Me preguntaba por qué habrían venido. Pensaba quién los mandaba a meterse con nosotros. Pero hablé con ellos. Discutimos el asunto. Y vi que habían venido como la voz del Presidente Mao y el Comité Central.

"Antes de la llegada de los Guardias Rojos no había leído las citas. Solamente había oído hablar de las obras del Presidente Mao. Pero era difícil conseguirlas y no eran baratas. Tampoco eran fáciles de leer. Por eso para mí fue muy importante conseguir las Citas del Presidente Mao. Las estudié concienzudamente. Después de leerlas, me animé y escribí mi primer cartelón de grandes caracteres. Y lo pegué afuera, en la pared".

Efectivamente, las armas de propaganda de los Guardias Rojos eran indispensables. Desde agosto de 1966, después de la decisión de la XI Plenaria del Comité Central de reimprimir el Libro Rojo de Mao, se sacaron y distribuyeron cientos de millones por todo el país. En reuniones de masas o en pequeños grupos, los Guardias Rojos estudiaban y debatían las obras de Mao, Marx, Engels, Lenin y Stalin. Las cifras de publicación de 1967 indican el enorme papel que desempeñó dicha propaganda en la lucha: Obras escogidas de Mao Tsetung: 86 millones de ejemplares; Citas del Presidente Mao Tsetung: 350 millones; Textos escogidos: 48 millones; Poemas: 57 millones.

Los Guardias Rojos también invadieron las fábricas. Muchas veces interrumpían la producción: llegaban en cualquier momento sin anunciarse, entraban directamente a las unidades de producción y organizaban discusiones en el momento. Los trabajadores comenzaron a seguir su ejemplo y organizaron varios tipos de organizaciones revolucionarias. En las unidades de trabajo proporcionaban gratis papel y tinta para los cartelones de grandes caracteres, y asignaban vehículos y oficinas para los "rebeldes". El costo de sacar volantes, instalar altoparlantes y arreglar reuniones lo pagaban las oficinas y fábricas.

Mao señaló que las actividades de los estudiantes en sí no podían ser lo decisivo. La juventud podía jugar el papel de catalizador, pero solamente los trabajadores y los campesinos, movilizados políticamente, estaban en condiciones de cambiar el balance del poder y recuperar los puestos de poder de manos de los que querían restaurar el capitalismo. Así que fue un gran paso cuando el proletariado comenzó a formar organizaciones revolucionarias y a desempeñar un papel dirigente en la Revolución Cultural.

Es justo rebelarse
contra los reaccionarios

Los Guardias Rojos emprendieron con entusiasmo la tarea de desenmascarar a los reaccionarios. Criticaban a los revisionistas locales, pero atacaban en particular a los altos cuadros del partido seguidores del camino capitalista. No se contentaron con denunciarlos y destituirlos. Realizaron lucha y estudio para que lasas masas entendieran profundamente las líneas ideológicas y políticas.

Los muros, las vitrinas e inclusive las aceras estaban cubiertos de carteles, consignas y caricaturas. Adornaban las calles y marchaban al son de batintines y tambores. Celebraban las victorias revolucionarias--el traslado del poder en una escuela, comuna o fábrica--y pegaban pancartas en puertas para anunciar la formación de un comité revolucionario y una victoria ante los seguidores del camino capitalista.

Hacia comienzos de septiembre, los Guardias Rojos tropezaron con resistencia. A algunos los atacaron, en nombre de Mao, grupos de trabajadores y campesinos movilizados por dirigentes del partido seguidores del camino capitalista. Los reaccionarios se organizaron. Formaron grupos, viajaron, establecieron puestos de avanzada para bloquear el trabajo de los Guardias Rojos y mandaron representantes a Pekín a presentar sus quejas al Comité Central. Al enterarse de los ataques contra los Guardias Rojos, Mao dijo: "No se permite la represión", y recomendó a los Guardias Rojos no permitir que tales ataques apagaran su rebelión: "En un gran país como el nuestro los disturbios de un puñado no deben ser motivo de preocupación... tiemplan a los jóvenes... los ayudan a entender que el camino revolucionario no avanza sin tropiezos".

Los Guardias Rojos finalmente regresaron a sus escuelas y continuaron la lucha en ellas. Pero durante sus viajes movilizaron a millones a discutir y abordar cuestiones clave de la lucha de clases bajo el socialismo. Muchas veces, naturalmente, al comienzo la situación no se veía con claridad: por ejemplo, los oponentes de Mao decían ser sus defensores y auténticos revolucionarios. Así que las masas tuvieron que aprender a distinguir entre lo revolucionario y lo no revolucionario, analizando profundamente lo que decían y, lo que es más decisivo, lo que hacían en la práctica. Lo importante era ir más allá de los fenómenos superficiales y llegar al contenido, la sustancia, ver si iba en la dirección del comunismo o en otra dirección, de vuelta al capitalismo.

La Gran Revolución Cultural Proletaria, un acontecimiento sin precedentes en la historia, movilizó a las masas en una escala verdaderamente grandiosa. Su grito de batalla fue la declaración de Mao "es justo rebelarse contra los reaccionarios". Los osados e impetuosos Guardias Rojos echaron por la borda lo convencional y, defendiendo con valor la línea revolucionaria de Mao Tsetung, llevaron el espíritu y el contenido esencial de la Revolución Cultural a todos rincones del país.


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