La entrevista del OR: Luis Talamantez

San Quintín:
Eslabones de la cadena

Del asesinato de George Jackson
a la criminalización de la juventud hoy

Obrero Revolucionario #969, 16 de agosto, 1998

El OR entrevistó a Luis Talamantez y a otros compañeros de los Seis de San Quintín. Luis habló del asesinato del preso político revolucionario George Jackson por las autoridades penales de California, así como del caso de los Seis de San Quintín, sus antecedentes e implicaciones para la lucha actual. Asimismo, habló de sus actividades a favor de los derechos de los presos con las organizaciones Pelican Bay Information Project y California Prison Focus.

OR: ¿Cuál es el origen del caso de los Seis de San Quintín?

LT: Me llamo Bato. George Jackson me puso ese nombre y lo uso, lo uso con todos mis camaradas, pues para mí todos son batos porque el legado del camarada George Jackson vive. Soy uno de los seis acusados de San Quintín, un caso de presos políticos que se remonta hasta los años 70, o sea, hace unos 25 años ya. Los otros acusados fueron mis camaradas Sundiata (Willie) Tate, David Johnson, Larry Spain, Hugo Penell y Fleeta Drumgo (ya fallecido).

Nuestro caso tiene su origen en el asesinato de George Jackson en la prisión de San Quintín. Estábamos presentes (aunque no alcanzamos a verlo) cuando los guardias fascistas lo mataron. No se puede hablar de los Seis de San Quintín sin hablar de George Jackson y los hermanos Soledad. Era una época de lucha en las prisiones, de resistencia por parte de los presos. El 7 de agosto de 1970, Jonathan Jackson, el hermano menor de George, murió en un tiroteo en el condado de Marin al intentar liberar a los hermanos Soledad. Nos identificamos con esas luchas y su contexto histórico. Tuve el privilegio de luchar hombro a hombro con muchos compañeros presos que llegaron a ser revolucionarios a través del proceso de conocer la doctrina del camarada George Jackson, Ho Chi Minh, Che Guevara y Malcolm X. Aprendimos muchísimo de George Jackson.

El camarada George Jackson nos dio dirección. Estábamos presos en lo que se llamaba el MAD Adjustment Center de San Quintín. Por cierto, fue la primera cárcel de máxima seguridad (SHU, Unidad de Vivienda de Seguridad, siglas en inglés) del país. Se estableció en California; empleó tácticas como deprivación sensorial, aislamiento total, vigilancia constante, represalias políticas y castigos por ideas políticas. Todo empezó aquí mismo en California en el tal centro MAD y posteriormente hicieron lo mismo en otros estados.

El 21 de agosto, los presos del primer piso de MAD nos rebelamos contra las inhumanas condiciones en que nos tenían. Después, George Jackson huyó para que no pudieran cercarlo, aislarlo y matarlo dentro del pabellón. Decidió jugársela por la libertad y cayó en una pista asfaltada llamada Utility Road. Lo mataron en esa pista negra aquel sábado por la tarde. Lo habrán encontrado vivo y lo remataron. Puede que algunos no estén de acuerdo conmigo, pero estoy convencido de que lo que dicen acerca de la trayectoria de la bala que mató a George Jackson es falso; la aerodinámica indica que esa trayectoria es imposible. Un guardia le disparó de espalda desde la pasarela del pabellón del norte, o sea, estaba a una altura de unos 10 metros cuando lo baleó. Dijo que la bala rebotó de la pista, le dio a George en el talón, luego en las nalgas, ¡y finalmente en la cabeza!.

Es decir, los expertos de la fiscalía sostienen que George Jackson cayó víctima de una bala que rebotó y después dio una vuelta de 90 grados para lograr la hazaña de matarlo. Pero a raíz de lo que recuerdo, de lo que he oído, de lo que he pensado sobre eso durante 25 años, digo que a George Jackson lo remataron donde cayó. Me queda grabada la imagen de su silueta trazada con tiza en la pista negra, grabada en mi mente durante todos los años transcurridos. Acepto que allí cayó, pero no acepto que estaba muerto; cayó herido y lo remataron. Posteriormente, uno de los camaradas que podía ver mejor los sucesos de aquel día me dijo que George no cayó ahí sino que lo arrastraron hasta allí.

George Jackson fue blanco del sistema penal y del programa de contrainsurgencia del gobierno, COINTELPRO, durante mucho tiempo. En esa época se asesinaba a luchadores y líderes revolucionarios en este país y en todo el mundo, dentro y fuera de las cárceles. El gobierno buscaba eliminar a la dirección. Así pasó con AIM [Movimiento Indígena Americano], con los Panteras, con los luchadores de liberación puertorriqueños. COINTELPRO jamás desapareció, sigue espiando hoy día.

Ese día, 26 presos nos liberamos de las celdas. Las autoridades cayeron encima de seis de nosotros, nos decían la Media Docena, revolucionarios "bien horneados", decían, los instigadores, perpetradores, conspiradores de un complot para escaparnos y volar el mundo. Pues, en su mente exageraron mucho lo de George Jackson, o sea, quién era y cómo era el movimiento de vanguardia que representaba; tenían increíbles fantasías acerca de lo que George Jackson podía lograr si hubiera vivido.

Finalmente me declararon inocente, pero el proceso duró desde 1972 hasta 1976. El juicio en sí duró 18 meses, el más largo que se conocía hasta entonces. Declararon a tres compañeros culpables y a los otros tres inocentes. Salí en libertad ocho días después, el 20 de agosto de 1976. Me establecí aquí en San Francisco.

OR: ¿Por qué decidiste retomar la causa de los derechos de los presos?

LT: No fue cuestión de retomarla. El sistema penal no me dejó en libertad; todavía me controla, pues soy ex reo con dos strikes. Me pueden poner un tercer strike en cualquier momento. Así que estoy en este trabajo principalmente por la lucha de clases, pero también por la autopreservación. Muchos ex presos estamos conscientes de que la cosa está de mal en peor para los presos y para los jóvenes de nuestras comunidades, les dan tres strikes y los sentencian a cadena perpetua. Dirigimos un movimiento de vanguardia de familias contra los tres strikes, o sea, las familias se están organizando en forma independiente. Se llaman "Familias Contra la Ley de Tres Strikes". Es muy alentador que nazca ese movimiento de base ante esta cuestión crítica, decisiva, una cuestión de vida o muerte, de supervivencia para las comunidades del tercer mundo que están diezmadas precisamente porque zampan tanta gente a la cárcel. Actualmente, hay 163.000 presos en California y 100.000 de ellos son de color. Cada mes mil presos entran a las cárceles del estado. Muchos son víctimas del tercer strike o de la reincidencia, o sea, el 80% de los ex presos vuelven, es una especie de círculo vicioso perpetuado por la estructura de poder. Saca ganancias de eso. El complejo penal-industrial manipula las leyes con la ayuda de las autoridades y el público crédulo para seguir traficando en vidas humanas.

OR: ¿Cuál fue el proceso de transformación y lucha para llegar a ser un preso revolucionario en aquel entonces?

LT: Ser revolucionario implica elevar la conciencia y los valores a un plano superior al interés personal; oponerse a la explotación, la agresión y el egoísmo. Es un proceso lento, pero hay que acelerarlo porque actualmente hace mucha falta conciencia y actividad revolucionaria de los presos.

Por mi parte, desde los 12 años estuve bajo la tutela del estado. Tenía mi propio credo de dejar en paz a los demás y, posteriormente, de solidaridad, de ayuda mutua y de esfuerzo personal. La conciencia de uno se eleva a lo largo de los años y, en un momento dado, saca conclusiones en cuanto a ciertas cosas, por ejemplo, la ideología de la guerra de clases. Uno se da cuenta de que es parte de una clase oprimida, que tiene hermanos y hermanas de clase, que los opresores oprimen parejo a los oprimidos. Además, se da cuenta de que los miembros de nuestra clase tienen distintos tamaños, formas, colores, ideas. Entonces uno elabora sus propios valores y prioridades revolucionarios; brega por ser revolucionario y por mantener una perspectiva revolucionaria, por no caer víctima de luchas, guerras o genocidios internos ni de explotar u oprimir a los de nuestra propia clase. Entiende que nuestra clase tiene que forjarse contra la opresión que nos azota, que es la realidad cotidiana del oprimido. Llega a captar dichas cosas, a cuestionar todo, por medio de luchar contra la injusticia conforme realice más actividad y logre mayor conciencia revolucionaria.

OR: ¿Qué te anima a seguir luchando hoy?

LT: Me anima hoy lo que me animó en aquel entonces: los compañeros presos con quienes tengo lazos muy estrechos; por ejemplo, el camarada Louie López vive en mi corazón, un compañero muy firme durante 20 años, que superó las barreras culturales y a la vez estaba muy orgulloso de su propia raza mexicana. Sundiata y yo lo conocimos hace muchos años en la cárcel de menores, un compañero igual que muchos compañeros presos que están en lucha hoy día. Murió en el Día del Padre en 1996 y parte de mi alma murió con él. Louie López estuvo con nosotros en la rebelión del 21 de agosto de 1971 en San Quintín, fue uno de los 26 presos liberados de las celdas, luchó hombro a hombro con nosotros y fue testigo de la muerte de George Jackson.

Louie López me anima a seguir luchando. Así como él, pudiera haber muerto yo. No es justo que muriera así, humillado y degradado; no le dieron atención médica a pesar de muchas peticiones. Nuestro grupo, el Pelican Bay Information Project, lo visitaba y estaba al tanto de su situación durante varios años cuando estaba en la prisión de Pelican Bay. Siempre me saludaba con el puño en alto. Nos conocíamos muy bien, éramos compañeros de alma que transitamos el camino de la revolución juntos como presos resueltos a luchar y a morir juntos.

Louie López era un luchador ejemplar aun cuando los guardias le caían encima. Jamás se callaba, siempre luchaba contra las presiones y castigos. Aunque estaba encadenado, nos brindó muchísima fuerza a los demás. Nos solidarizamos, nos abrazamos, nos apoyamos. Por eso, quisiera rendir homenaje a mi camarada, mi amigo, quien murió después de trasladarlo de la prisión de Pelican Bay a la de Corcoran. Hasta el último mes le avisaron que tenía cáncer de los huesos. Padecía muchos dolores de los huesos--así como muchos presos hoy día--,le dolían los huesos, se sentía muy débil; pues lo tenían en una situación degradante, sin ejercicio, sin salir al sol, en la tumba de Pelican Bay. Los presos nunca salen al aire libre, tienen que quedarse en las celdas donde la temperatura llega a 33 grados centígrados en el verano. Un mes después de su muerte, recibí una carta suya por medio de otro preso. Escrita con mano temblorosa, decía: "Esta es la última información que tengo para ti. Ha habido varias extracciones de presos [cuando los sacan de la celda a la fuerza] este mes. He escuchado el timbre tantas veces, o sea el timbre para activar el equipo de extracción, y acostado aquí he contado la cantidad de extracciones y aquí te mando el informe". Muestra de su dedicación a la causa, pues estaba agonizando, pero quería informarme de lo que pasaba en las mazmorras.

OR: Cuéntanos más de la labor que haces con el Pelican Bay Information Project (PBIP) y California Prison Focus (CPF).

LT: En 1989, abrieron Pelican Bay, una prisión de supermáxima seguridad. En seguida trasladaron a Ruchell McGee y Hugo Penell. Nos han contado que en esa prisión los guardias usan la violencia contra los presos rutinariamente como método de control.

Pelican Bay Information Project fue fundado por familiares de presos. Vinieron a hablar con nosotros para ver cómo luchar por el derecho de visitar a sus seres queridos. Prisoner's Rights Union y, posteriormente, Legal Services for Prisoners with Children, el Gremio Nacional de Abogados, Prison Law Office, Criminal Justice Consortium Elements, ACLU y más organizaciones se unieron porque reconocieron la urgencia de formar un grupo que respondiera a la brutalidad que sufren los presos en Pelican Bay. O sea, la organización se estableció para luchar contra la injusticia que sufre nuestra comunidad y nuestros seres queridos.

Hugo sigue en aislamiento total en la infame prisión de Pelican Bay. Es uno de los pocos que queda de nuestra lucha de aquel sábado 21 de agosto de 1971. En esa época no había tanta violencia y caos dentro de los penales como hoy. Nuestra situación era distinta: habíamos experimentado la opresión; teníamos cierta conciencia política y adoctrinamiento dentro de las prisiones; participábamos en luchas donde forjamos mucha solidaridad y superamos las barreras raciales. Hoy, los líderes de los presos están en aislamiento; no pueden adoctrinar a los demás ni reunirse con ellos ni comunicarse ni formar movimientos solidarios duraderos. Las autoridades penales se dedican a destruir la unidad e impedir la comunicación entre los presos.

Recién recibí una grabación de Hugo Penell, el único de los Seis de San Quintín que sigue preso. Es de Nicaragua y lleva 35 años preso en California: San Quintín, Folsom, Tehachapi, Corcoran, Pelican Bay. Como siempre manda saludos revolucionarios, pero pregunta: ¿Dónde está la revolución? ¿Dónde están los revolucionarios? ¿Por qué no claman por mi libertad? Quisiera seguir pensando que el pueblo me liberará porque jamás me sujetaré al poder del estado o del sistema de injusticia criminal que me enjuició, me declaró culpable y me ha tenido preso ilegalmente durante 35 años. Jamás me atendré al proceso judicial, a un fallo judicial, para ganar mi libertad. Solo el pueblo me puede liberar. Eso ha sido el mensaje de Hugo Penell durante muchos años. Su voz nos alcanza desde las entrañas de una terrible bestia que se está tragando a nuestros hijos, nuestras familias, nuestros barrios, nuestras comunidades, nuestra clase trabajadora; nos está tragando aquí en California a un ritmo espantoso. Hugo es la voz de esos centenares de miles que están zampando a las prisiones, donde todavía no existe un movimiento revolucionario. Por eso, luchamos por ser la voz de Hugo y de muchos camaradas más presos: Luis Rodríguez, Paul Red, Fati Carter (hermano menor del conocido Pantera asesinado Bunchie Carter) y Steve Castillo, uno de los mejores "abogados" (preso que es experto en derecho) que ha luchado por años en las entrañas del infierno. Mantienen a los luchadores y presos de conciencia política en las Unidades de Vivienda de Seguridad (SHU) para que no puedan organizar y dar la dirección que tanto hace falta en las prisiones hoy.

California Prison Focus, una organización hermana de PBIP, recibe correspondencia de miles de presos. Solo unos cuantos han logrado librar una lucha de solidaridad, organización e ideología en las entrañas del monstruo que los ha devorado. Una de mis tareas como co fundador y co director de PBIP es ser una voz, un puente, facilitar la comunicación. Hemos sacado a la luz abusos de derechos humanos en varias prisiones.

Por ejemplo, está el caso de Madrid vs. Gómez que comprobó que el estado aprobó tortura, técnicas muy avanzadas, como forma de castigo. En 1993, golpearon sistemáticamente a varios presos latinos de la SHU de Pelican Bay; los obligaron a caminar desnudos y encadenados a la enfermería, donde los sometieron a rayos X contra su voluntad, dizque porque sospechaban que tenían de escondidos objetos de metal o armas dentro del cuerpo. Al trasladarlos, los golpearon sistemáticamente; era de noche, bajo la lluvia, desnudos. Un grupo de 24 prisioneros encadenados que las autoridades acusaron de ser una pandilla que tenía un plan de violencia colectiva, un complot para luchar contra la intimidación y el terror del penal. Pues, ¡órale! Los presos deben unirse y luchar contra el terror que se emplea para quebrarlos. Por otra parte, contribuimos a la denuncia de las luchas de gladiadores en la prisión de Corcoran: los guardias sádicos, corruptos y degenerados organizaban peleas entre los presos. Eso recién salió en el programa de televisión "60 Minutos".

Hace poco fui a la prisión de mujeres en Chowchilla, California, la más grande del país. Se dice que la SHU allí es la Pelican Bay para mujeres. Tiene mucho material aislante, celdas de concreto y vidrios muy gruesos que separan a los visitantes de las presas encadenadas de manos y pies. Al entrar, vimos algo espantoso. Trajeron a una presa esposada y encapuchada. La pusieron en un cuarto y cerraron la puerta. Luego abrieron una puertita para quitarle las esposas; la obligaron a arrodillarse, le desamarraron la capucha y así la dejaron. Cayó al suelo, llorando de dolor y pena. Era una joven blanca, muy flaca; tenía una bata como las de los hospitales de enfermos mentales. Temblaba constantemente, movía la cabeza, estaba totalmente desorientada. Cuando nos íbamos a ir, dijo: "Por favor, no se vayan porque me van a poner la capucha. No la aguanto. Me da ganas da morir, me asfixia. Dicen que ataqué a un guardia porque le escupí la cara por vejarme". Las capuchas son una nueva táctica de terror que se emplea en las prisiones con el pretexto de proteger a los guardias del SIDA, dizque para que los presos no puedan escupirlos.

Por todo eso, la labor nuestra y de otros grupos es de suma importancia. Me afecta personalmente porque viví la esclavitud absoluta cuando estuve preso junto con mis camaradas, los Seis de San Quintín. Nos tuvieron en cadenas seis años. He vivido en carne propia esa terrible degradación, de sufrir todos los días sin posibilidad alguna de cambiar la situación. Eso lo puede quebrar a uno, matar el alma.

Es preciso brindar información sobre esa situación. Urge organizarnos y frenar el deterioro de la sociedad, la violencia totalitaria. Alcemos nuevamente la ideología de lucha revolucionaria porque solo una lucha revolucionaria puede parar la expansión de la industria penal. Solo el pensar y el actuar revolucionario puede abolir las prisiones para siempre. La lucha continúa.


This article is posted in English and Spanish on Revolutionary Worker Online
http://rwor.org
Write: Box 3486, Merchandise Mart, Chicago, IL 60654
Phone: 773-227-4066 Fax: 773-227-4497
(The RW Online does not currently communicate via email.)