Escándalo de Washington:
Lucha intestina de
la clase dominante
Golpes bajos y sucios

Ala Roja

Obrero Revolucionario #972, 6 de septiembre, 1998

Sabiendo que tendría que informar a los lectores del OR sobre uno de los momentos más bajos en la historia de la tele, me senté atenta y disciplinada a ver las confesiones de Clinton. Pero mi cerebro se rebelaba; me venía a la mente el título de la crítica de Bob Avakian a la democracia: ¿Es lo mejor que podemos lograr? Me lo imaginaba en el letrero electrónico de Times Square, pintado en paredes de proyectos, flotando en pantallas de computadoras.

A través de la humedad de mi cuarto sin aire acondicionado, veo el rostro afligido y encabronado de Clinton. En eso, visiones post-revolucionarias se apoderan de mi cerebro y me transportan, como en la novela Mujeres al borde del tiempo (de Margie Piercy), a un lugar donde los líderes de la sociedad practican la igualdad sexual; donde los líderes políticos tratan a su compañera o compañero con respeto; donde serían impensables las despectivas palabras "jamás tuve relaciones sexuales con esa mujer"; y donde se pueda hacer una autocrítica de todo corazón sin someter al mundo entero a los detalles de cómo, dónde, cuándo y con qué frecuencia.

Razoné que ese nivel de comportamiento humano se podría alcanzar en cuanto el proletariado tomara el poder. Y cuando estaba pensando en cuántas revoluciones culturales serían necesarias para poder conversar en público sobre sexualidad sin que alguien terminara echándole la culpa a una "pecadora", me sacaron del ensueño las palabras: "Este asunto es entre mi familia y yo, y nuestro dios", o algo así.

La sofocante humedad no me dejaba dormir y me quedé pegada a la tele. Me puse a tratar de entender por qué la estructura de poder del país más poderoso del mundo considera entablar un juicio de destitución contra su presidente si Bill le dijo a Monica que le devolviera los regalos a Betty.

Porque los últimos siete meses han dejado en claro que este escándalo indica una enconada lucha intestina de la clase dominante. Y está claro que a la estructura de poder le importa un carajo que la mayoría de la gente esté cansada y asqueada de la inquisición de Starr (el procurador especial a cargo de la investigación) y del incesante parloteo a través de los medios de comunicación sobre una relación sexual de común acuerdo entre adultos.

Los informados en materia de política saben que fue una trampa de Starr, quien mandó a hacer grabaciones ilegales, conspiró con la prensa para tapar ciertos informes y secuestró a una joven de 24 años para arrancarle testimonio con amenazas. Además, los informados en asuntos judiciales saben que todo esto se está aprovechando para imponer decisiones negativas sin precedentes.

La investigación ha permitido que un gran jurado investigue más de seis meses acusaciones de perjurio en una demanda civil, ya rechazada por una corte inferior. Se ha convocado a muchos ante ese gran jurado, incluso a quienes no han hecho más que criticar al procurador Starr. Ha habido muchas decisiones judiciales negativas, como revocar el privilegio abogado-cliente, que dice que no se puede mandar a un abogado a dar testimonio contra un cliente. Ha habido decisiones sobre fallos de la Suprema Corte y otros tribunales, que terminarán perjudicando a la gente común y corriente. Muchos recuerdan los grandes jurados que montaron para perseguir al Partido Pantera Negra, a los activistas contra la guerra, a los independentistas puertorriqueños y otros radicales. Muchos se preguntan cómo la investigación del Gran Hermano por el Gran Hermano afectará a las masas.

Por otro lado, se ha creado toda una atmósfera puritana y de "castiguen a los pecadores". La prensa examina en detalle la vida sexual de una joven; en constantes entrevistas, voceros de la Coalición Cristiana repiten tonterías como, "¿qué tal si fuera tu hija?" y "¿cómo se lo explico a mi hija de seis años?".

Por esas razones, la mayoría de la gente ha seguido los sucesos de los últimos siete meses con la esperanza de que algo pare esta locura. Pero la clase dominante y la prensa están frustradas de no haber conseguido que el público respalde la investigación y ahora, los mayores mentirosos y machistas del mundo, acusan al pueblo de que tiene bajos criterios de moral.

*****

"Los medios de difusión masiva... malinforman y engañan sobre todas las cuestiones significativas de los acontecimientos políticos y mundiales actuales y de la historia universal, y adoctrinan e inculcan sistemáticamente una concepción del mundo patas arriba y una metodología errónea".

Bob Avakian, BALAS, página 256

A primera vista, el discurso de Clinton, con su airada crítica de Starr, buscaba movilizar opinión pública contra la investigación y dejó en claro que la lucha con Starr "es hasta la muerte". Starr no abandonaría la investigación por más que Clinton pidiera disculpas y Clinton, aparentemente, ha decidido que la mejor defensa es la ofensiva.

Pero pronto, a juzgar por la respuesta de la estructura de poder a sus confesiones, se vio que un sector muy amplio de la burguesía, e incluso muchos aliados de Clinton, ponía en tela de juicio su capacidad de dirigir.

En los días siguientes, consulté con mis camaradas y tratamos de entender cuáles son las fuerzas que impulsan esta debacle.

Parece que en esta crisis hay dos fuerzas y conflictos que se entrechocan: una agenda social reaccionaria de extrema derecha que lucha por ganar voz y espacio, y la consternación de sectores más amplios de la clase dominante por "el manejo de la presidencia". No se sabe a dónde llegará. El escándalo Irán/contra no llevó a una crisis de las proporciones de Watergate, aunque queda por verse si este escándalo desembocará en un juicio de destitución del presidente o en una crisis constitucional.

El escándalo viene gestándose desde hace algún tiempo y por varias razones. Primero, una red derechista ha querido "agarrar a Clinton" durante casi toda su presidencia. Arremeten contra él de varias formas y a diversos niveles: por medio de las cortes, la prensa, canales del Partido Republicano, el sistema judicial, hasta la Suprema Corte. Esas fuerzas incluyen destacadas figuras de la estructura de poder, como el magistrado William Rehnquist, William Bennett (ministro de Educación de Reagan), el procurador especial Kenneth Starr, Pat Buchanan (candidato derechista a la presidencia en el 96) y la Coalición Cristiana.

Los sabuesos de Starr son Linda Tripp, que grabó en secreto conversaciones con Monica Lewinsky; el derechista Instituto Rutherford; y la siniestra Lucienne Goldberg, del equipo de incondicionales de Nixon y ahora representante literaria del chota racista Mark Fuhrman. Sin embargo, la investigación también cuenta con apoyo en círculos de la corriente principal de la clase dominante.

Senadores fascistas, como Phil Gramm por el estado de Texas, han declarado públicamente que el escándalo es una oportunidad para derrotar ciertos programas de Clinton. Sin embargo, este ataque derechista contra la moral de Clinton va mucho más de discrepancias sobre programas. Es una manera de atacar lo que queda de la moral de los años 60 e imponer la moral y los valores familiares de los fascistas cristianos. Muchos piensan que la investigación "no tiene que ver con relaciones sexuales", pero no es por casualidad que el procurador ha decidido atacar a Clinton por ese ángulo. Y los fascistas cristianos están explotando el ambiente puritano y "contra el pecado" creado por la investigación.

Sin embargo, el asunto no termina con los derechistas; desde hace algún tiempo está claro que la prensa grande liberal lo atiza. Cuando Ted Koppel, del programa Nightline, dijo: "Hoy vamos a hablar de sexo oral", se vio que sectores más amplios de la clase dominante tienen discrepancias serias con el presidente.

Clinton y su barra no se han quedado de brazos cruzados. En cierto momento pareció que iban a dejarlo sobrellevar el escándalo y hasta permitirle recuperarse. Se empezó a cuestionar a Starr. Pero en los últimos meses le volvieron a dar más poderes y legitimidad. La Suprema Corte le abrió el camino para que siguiera adelante y Starr aumentó la presión.

A raíz de su "confesión", un sector de los liberales del sistema empezó a abandonar a Clinton. Criticaron el comportamiento de Starr, pero dejaron de rechazar de plano la investigación. Los editoriales de los periódicos New York Times, Washington Post y Los Angeles Times dijeron que hay grandes problemas con la presidencia; no a nivel de programas y medidas, sino de responsabilidad, integridad y cumplimiento. Parece que esto tiene que ver con cierta pérdida de confianza entre el presidente y la clase dominante: incumplimiento del "contrato presidencial". Un editorial del New York Times dijo que el problema es "obstruccionismo", una palabra asociada con el escándalo de Nixon.

La clase dominante ha expresado preocupación de que es muy peligroso andar con una presidencia que cojea, y tiene ira porque por el mundo entero se están burlando del imperialismo yanqui por culpa de Clinton.

Pero también existe la opinión en la clase dominante de que Clinton ha violado ciertas reglas: que no se ha comportado como debe el mejor jugador del equipo y ha terminado causándole problemas a toda la clase dominante. Eso lo expresó fuertemente un editorial del New York Times que habló de una "sensación abrumadora de traición y vergüenza". "El presidente es quien tiene que pedir a los ciudadanos morir por el país. Y, a cambio, lo único que se espera de él es confianza, lealtad y criterio.... El presidente Clinton ha fracasado en esa prueba miserablemente".

No es cuestión de mentiras, pues el presidente tiene la obligación de mentir y desinformar en gran escala. Su trabajo es movilizar apoyo a favor de guerras y medidas imperialistas, y engañar al pueblo para que piense que sus intereses y los de la clase dominante son idénticos. Y Clinton ha sido muy bueno en esa clase de mentiras.

Más bien es a quién le ha mentido y qué problemas le han creado esas mentiras a la clase dominante. Como comentó Raymond Lotta acerca de la rama ejecutiva del gobierno en una entrevista sobre el escándalo Irán/contra: "La rama ejecutiva es el centro de las decisiones importantes y críticas; ese es el equipo central de la clase dominante". (OR, No. 504, 2 de mayo de 1986) Y desde el escándalo de Nixon, a la rama ejecutiva, con todo y su poder centralizado, la clase dominante la ha sometido a varios niveles de vigilancia y ajustes. Una cosa es mentirles a las masas y otra muy distinta mentirles a representantes de la clase dominante y hacerlos quedar mal. Por lo visto, algunos círculos creen que la "credibilidad de la presidencia" sufre de un grave problema que hay que corregir.

Hasta ahí llegó nuestra discusión sobre el escándalo de la presidencia y, como soy revolucionaria y sé que las luchas intestinas de la clase dominante abren oportunidades para la lucha revolucionaria de nuestra clase, me puse a pensar: "Que se rasguen, arañen y se descuarticen", nosotros definitivamente podemos lograr algo mucho mejor.


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