Miles desafían a las autoridades
en la Marcha de Un Millón de Jóvenes

Ataque fascista en Harlem

Obrero Revolucionario #973, 13 de septiembre, 1998

"Harlem le pertenece a la comunidad y el futuro le pertenece a la juventud".

Erika Ford, presidenta del Comité Organizador Poder Negro
de la Marcha de Un Millón de Jóvenes
y miembro del Movimiento 12 de Diciembre

"Esa gente tenía el derecho constitucional a la libertad de expresión. A las 4:01 de la tarde, ese derecho se venció. Estoy orgulloso de que la policía lo hizo cumplir".

Rudolph Giuliani, alcalde de Nueva York,
hablando por televisión del ataque policial
a la Marcha de Un Millón de Jóvenes

Harlem, Nueva York, 5 de septiembre de 1998:
Dos fuerzas se encontraron cara a cara en las calles del barrio negro de Harlem.

Miles de jóvenes negros, junto con gente de otras nacionalidades, marcharon resueltos a hacerse oír y a defender su futuro y los intereses de los oprimidos. Para hacer eso, tuvieron que carear a sus enemigos: la estructura de poder de Nueva York y los miles de policías que llenaron las calles para caerles encima.

Las autoridades despacharon más de 3000 policías a ocupar las calles de Harlem: parados en grupos a lo largo de la ruta de la marcha, listos con caballos, motos y un complicado laberinto de barricadas. La meta era crear una atmósfera de miedo y control oficial.

A pesar de las muchas restricciones oficiales, el mitin se celebró pacíficamente y con entusiasmo. Pero las autoridades no iban a permitir que terminara así. A las 4 de la tarde, la hora en que vencía el permiso de la marcha, la policía atacó, a pesar de que el mitin estaba a punto de terminar. Los policías de motín atacaron el podio desde atrás y cortaron los micrófonos. En el proceso, rociaron de gas mace a todos los que encontraron. Varios corresponsales que estaban al lado de la plataforma recibieron ese tratamiento.

Hubo escaramuzas frente al podio, cuando la multitud respondió con indignación al ataque. Tres helicópteros sobrevolaban y se abalanzaban hacia la multitud.

Fue un ataque premeditado y sin provocación, fascista, con total desdén por los derechos de los jóvenes y de la comunidad negra.

Después del ataque, el jefe de policía, Howard Safir, dijo que cree que Khallid Muhammad tiene la culpa de incitar a motín y urgió investigar sus declaraciones. Agregó que si lo acusan, la policía está listo a arrestarlo. El jefe de la gestapo neoyorquina, que acaba de atacar la marcha, ahora propone seguir atacándola.

Meses de hostigamiento y represión

Durante meses las autoridades de Nueva York maniobraron para prohibir la marcha. Como pretexto dijeron que trastornaría la ciudad (una afirmación ridícula en vista de los constantes desfiles y actividades en las calles de Nueva York). También y divisionistas aprovecharon los comentarios anti judíos del ministro musulman Khallid Muhammad. Desde el punto de vista revolucionario, los ataques a los judíos, asiáticos y árabes no contribuyen a la liberación de los negros. Pero los expertos hipócritas de la alcaldía, esos racistas que siembran divisiones entre el pueblo, tenían otro propósito: reprimir la marcha de la juventud oprimida que quería expresar su ira contra la desigualdad y la injustica que los negros sufren a diario.

A pesar de estos ataques de alto nivel, los organizadores y partidarios siguieron movilizándose, resueltos a marchar con o sin permiso oficial.

Incluso con todo el escándalo sobre una "marcha de odio", la alcaldía no pudo prohibirla. Los representantes de importantes sectores, especialmente en Harlem, ofrecieron apoyo a la marcha. Por ejemplo, el Dr. Calvin O. Butts III, de la iglesia bautista Abysinnian Baptist, apoyó la decisión de los organizadores de realizar la marcha. En una entrevista radial dijo: "Están pisoteando nuestros derechos con el pretexto de la seguridad civil. Primero que todo, creo que se debe apelar a un tribunal superior. Pero segundo, creo que los jóvenes deben presentarse en Harlem".

Los politiqueros de Harlem, que al comienzo se opusieron a la marcha, se quejaron de que las maniobras de la alcaldía atrajeron más apoyo del público. Unos incluso se declararon a favor de la marcha. A poderosas fuerzas de la clase dominante les preocupaba que atacar la marcha llevaría a confrontaciones difíciles de controlar y de justificar.

El 27 de agosto, un tribunal federal le ordenó a la alcaldía darle permiso a la marcha.

Fue una importante victoria, el fruto de la resolución de los jóvenes a marchar no importa qué dijeran las autoridades. Ganaron el apoyo de importantes fuerzas de Harlem que al principio no querían la marcha. Por eso poderosos sectores de la clase dominante decidieron que prohibirla era muy arriesgado.

En una segunda audiencia, celebrada cuatro días antes de la marcha, la alcaldía llegó a un acuerdo con el tribunal: permitiría la marcha el 5 de septiembre en Harlem, pero con un montón de restricciones. Solo abrirían las seis manzanas del bulevar Malcolm X, entre la calle 118 y la 124. En vez de todo el día, la marcha solo podría durar cuatro horas, de mediodía a las 4 de la tarde.

La alcaldía anunció otras restricciones: no se permitirían vendedores ambulantes de comida ni plataforma para música. Además, el Departamento de Transporte (MTA) anunció que iba a cerrar las cuatro estaciones del metro en Harlem el día de la marcha. Al comienzo dijo que era por obras, pero luego se supo que el Departamento de Policía lo pidió.

Las restricciones fueron una violación de los derechos más básicos y le dieron a la policía un pretexto legal para atacar la marcha, que era precisamente lo que quería. El día de la marcha, un "alto oficial de la policía de Nueva York" le dijo al New York Times: "La idea es darles la zona de seis manzanas del mediodía a las 4, como mandó el tribunal, y a las 4 decirles adiós. No queremos incitar a la multitud. Pero si se mantienen firmes y no se van a las 4, los comandantes anunciarán que van a quitar el podio. Una vez que quiten el podio, anunciarán que volverán a abrir la calle al tráfico y que la gente tiene que retirarse a la acera. Si no obedecen, pues formarán filas y los empujarán a la acera".

Despacharon 3000 policías a Harlem para atacar al pueblo. El Times informó que la policía calculó que "habría un agente por cada siete manifestantes, en comparación con un agente por cada 30 a 50, que es la costumbre para un mitin o desfile".

La cara del sistema

En el curso de la lucha por la Marcha de Un Millón de Jóvenes, el sistema y sus sabuesos se han desenmascarado.

Desde el comienzo, han tratado a la juventud negra y latina como si fuera un enemigo, que solo merece represión y mentiras oficiales, y que no disfruta de los derechos políticos más básicos de reunirse y de condenar la opresión.

La alcaldía dijo que los jóvenes son una amenaza al "orden público" y los medios hablaron sin cesar del peligro de que participaran "pandilleros".

Los medios pasaron por alto la posición política de la marcha y las preocupaciones y demandas de la juventud. Casi no dijeron nada sobre la demanda de libertad para los presos políticos o de parar la brutalidad policial, o a favor del derecho de autodeterminación para la nación negra.

El sistema se deslomó para criminalizar esta marcha, de la misma manera que ha estado criminalizando a toda una generación de negros y latinos.

Respondió a este movimiento político de jóvenes como si fuera un problema de delincuencia. Su respuesta--cachiporras, helicópteros, gas nervioso y una campaña de mentiras--plantea muchas preguntas sobre el futuro y lo que se necesitará para cambiar la situación.

¿Cómo se puede esperar justicia de un sistema que trata así a la juventud?

¿Cómo se puede esperar que una estructura de poder como esta oiga y responda a las necesidades del pueblo?

La lucha por el cambio y la liberación se está acelerando. La juventud está en el escenario y la revolución está al orden del día.

Miles de personas se tomaron las calles, a pesar de las amenazas y provocaciones, para hacerse oír y para defender su futuro y los intereses de los oprimidos.

Como dijo el Partido Comunista Revolucionario en su mensaje a la marcha: La revolución es la esperanza de los desesperados.


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