Escándalo de Washington:
Lucha intestina de la clase dominante

La inquisición: Grandes colisiones

Ala Roja

Obrero Revolucionario #993, 7 de febrero, 1999

La prensa da a entender que ya mero se acaba la inquisición, que falta poco para la "final". Nunca he sido muy buena para el ajedrez y siento mucha admiración por mis camaradas que aprendieron a jugarlo en la cárcel cuando eran presos políticos. Por cierto, me he fijado que se concentran mucho en la final del juego y que nunca se sabe cómo va a acabar una partida. El ajedrez me hace pensar en colisiones surrealistas: una vez un amigo y yo pedimos un aventón; íbamos por una carretera rural y nos pusimos a jugar ajedrez en el asiento de atrás. De repente chocamos con otro coche en un puentecito. Las piezas volaron por todos lados y, como eran imanes, quedaron pegadas en el techo, el interior, etc. Fue una final absurda. A veces el ajedrez es así.

La colisión de las fuerzas enfrascadas en la inquisición es mucho más surrealista y tiene consecuencias muy graves para el pueblo: para la enorme cantidad de chavos que el sistema ha zampado al bote, los presos políticos, los condenados a muerte. Cualquiera que sea el desenlace de las jugadas y contrajugadas en Washington, ¡tengo muchísimas ganas de volcar el pinche tablero!

Como se analiza en "La verdad sobre la conspiración derechista... y por qué Clinton y los demócratas no son la respuesta", la inquisición es producto de:

"... poderosas fuerzas de esta sociedad [que] están tratando de imponer a la brava un programa político y social reaccionario y represivo. A pesar de que critican al `gran gobierno', en realidad quieren meter al gobierno en nuestra vida diaria y darle a la policía carta blanca para pisotear presuntos derechos y protecciones constitucionales. La pantalla de todo esto es una cruzada de alto nivel a favor de los valores tradicionales y la rectitud moral de la religión de antaño".

Los lectores del OR sabrán que me gusta mucho el simbolismo. Cuando los fiscales de la Cámara, montados en sus caballos blancos con el gran inquisidor Ken Starr, le pidieron a la corte que obligara a Monica Lewinsky a hablar con ellos justo el día del aniversario del fallo Roe vs. Wade (que legalizó el aborto), se me hizo muy simbólico. O sea, esos jinetes del Apocalipsis, que buscan reforzar a la brava el patriarcado y la moral tradicional, nuevamente la amenazaban con echarla al bote si no platicaba con ellos. Esos momios, encabezados por el odioso Henry Hyde--autor de una ley que prohibió pagar abortos con fondos federales--siguen en su cacería de brujas. Y ahora, ¿habrá un juicio de brujas en el Senado?

Eso me hizo recordar la trayectoria de la inquisición, con intervención de teléfonos, intimidación de testigos, grabaciones ilegales, violaciones de los derechos del acusado, meses de declaraciones ante el gran jurado, fallos que violan la confidencialidad entre el defendido y su abogado. Todo empezó con otro caso de hostigamiento sexual (la demanda de Paula Jones); luego, unas relaciones sexuales de común acuerdo acabaron siendo un delito grave y un motivo para llevar al presidente a juicio. Todo el mundo se puso a pensar: "Si pueden hacerle eso al presidente, ¡ni hablar de la gente común!".

Antes de la entrevista a Lewinsky, los politiqueros hablaban de "urbanidad" y de "buscar una salida" aceptable a la mayoría republicana. Pat Robertson (¡un tipo que opina que Satanás mueve las palancas de varias ciudades importantes del país!) reconoció que Clinton "metió un gol" con su discurso del informe anual del gobierno. George Bush--responsable de la muerte de miles de personas de Chile, Centroamérica e Irak--abordó el tema de "urbanidad" ante el Senado. Y el senador Robert Byrd, pinche klanista, anunció que presentaría una moción para terminar el juicio. Esos genocidas--que construyen cárceles, recortan el welfare y bombardean otros países--buscan una salida "caballerosa" a la crisis política con el afán de parar el desprestigio de los organismos del gobierno.

En su informe anual, Clinton exhortó a la unidad y, como siempre, adoptó aspectos clave de las propuestas republicanas, a tal grado que el republicano conservador Trent Lott se salió diciendo: "¡Este tipo no tiene vergüenza!". Durante la presidencia de Clinton hemos sido testigos de este baile muy extraño: los demócratas están enfrascados en una lucha contra la conspiración derechista pero, a la vez, ponen en práctica muchos aspectos de su programa reaccionario; y la pista de baile se desliza continuamente hacia la derecha.

Lamentablemente, mucha gente que quiere oponerse a la inquisición se encuentra paralizada ante la estrategia de los demócratas de llegar a un acuerdo que permita volver a las "gestiones del gobierno necesarias para el bienestar popular". ¿Cuáles "gestiones"? ¿Una escalada armamentista, más cárceles, más policías que golpean y asesinan a nuestra juventud, más recortes al welfare, la eliminación de vivienda pública, mayor militarización de la frontera y ataques contra inmigrantes? ¿Nuevos bombardeos contra el pueblo de Irak y ataques relámpagos a fábricas farmacéuticas en Sudán? ¿Más leyes represivas, más condenas a muerte y mayor espionaje del FBI? ¡No me digan que esa clase de política beneficia al pueblo!

Sueño con un camino totalmente distinto, es decir, una posición política que corresponda a los intereses fundamentales del pueblo; que se oponga a la inquisición precisamente porque es veneno para el pueblo; y que forje resistencia popular a la política de crueldad.

En este momento, los ultraconservadores desfilan como abanderados de la Constitución, exhortando a destituir al presidente y, por el otro lado, se busca un consenso reaccionario que le permita a Clinton seguir como presidente pero tras una censura que legitime la inquisición. Pero está por verse si pueden concluir el juicio así de rápido. Ahora van a oír a varios testigos porque piensan que tal circo reaccionario en el Senado favorecerá su programa de "limpieza moral".

Según me cuentan mis camaradas, circula la opinión de que a los republicanos "les va a salir el tiro por la culata, que van a caer por su propio peso, o sea, que los republicanos sufrirán un derrota en los comicios del año 2000". Prendí la tele la otra noche y me encontré con tres prominentes conservadores en el programa Nightline de ABC: Ralph Reed, Robert Bork y William Bennett. Los tres estaban en pantalla, cada uno en su cuadrito. Dejaron muy en claro que están totalmente empeñados en su programa y que no les importa la opinión pública ni el hecho de que los republicanos perdieran escaños en los últimos comicios. Representan a fuerzas poderosas que buscan consolidar su poder a través de la actual inquisición y están decididas a aprovecharla al máximo. Es decir, buscan aumentar su considerable influencia en las filas de la clase dominante.

Como señala "La verdad": "Para ellos, América hoy--no solo el gobierno sino la sociedad en general--está en declive cultural y moral. Es más, corre el peligro de desintegración y destrucción". Su misión es "enderezar" el país; se ofrecen como modelos de rectitud y paladines de la moral tradicional e inequívoca. Odian y temen la creciente diversidad de culturas y pueblos. Están librando una guerra cultural contra los valores rebeldes de los años 60. Como lograron avances importantes en los últimos 20 años, han podido moldear la actual "crisis presidencial" e, independientemente de su desenlace, tienen una visión siniestra que va mucho más allá de los próximos comicios. Estos jinetes tienen una misión y están dispuestos a sufrir algunas bajas por la causa.

Los inquisidores han inquietado a millones de personas; pero pensar que "van a caer por su propio peso" es tan erróneo como pensar que los estados confederados del Sur "iban a caer por su propio peso" y abolir la esclavitud. Para poderosas fuerzas reaccionarias, así como para la clase dominante en general, esta inquisición es parte de la batalla por el futuro, una lucha en el seno de la estructura de poder sobre cómo lidiar con grandes cambios económicos y sociales, y sobre cuál programa conviene más a los intereses del imperialismo yanqui. Con la presidencia de Clinton se buscaba manejar dichas contradicciones explosivas ofreciendo cierto "espacio político", a la vez que se fortalecían las relaciones de supremacía blanca y el machismo (imprescindibles para el capitalismo-imperialismo estadounidense). Si bien Clinton ha sido el blanco de la inquisición, su visión y programa perpetúan la política de crueldad.

La verdad es que cualquier resolución de la inquisición que se desprenda de la misión y visión de las fuerzas rivales de la clase dominante no entrañará nada bueno para el pueblo. Así que les invito a sumarse a la resistencia que busca desenmascarar la inquisición, elevar la conciencia del pueblo y volcar el tablero de su juego reaccionario.

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