MES DE HISTORIA DE LOS NEGROS

TREN DE LA LIBERTAD:
La historia del Ferrocarril Subterráneo

Obrero Revolucionario #996, 28 de febrero, 1999

¡Volaré de aquí, gracias a dios!

"Nunca vi el día que no supiera que quería ser libre".
Anthony Bingey, esclavo
"Señor, le escribo estas líneas para informarle que seis de sus esclavos se fugaron; todos menos Jack. Me disgusté con el trabajo que hicieron y les di a unos de ellos latigazos, Tom castigó a los otros. El miércoles ya no estaban".
Carta de un capataz al esclavista
"Todos los blancos que ha conocido han sido enemigos suyos y de su gente. ¿Cómo va a ir a un lugar donde solo hay blancos?".
Lewis Clarke expresa sus sentimientos durante la fuga

Desde el primer día que desembarcaron en la costa de Norteamérica, los esclavos se escaparon. Eran valientes que no soportaban las palizas, las violaciones y el brutal trabajo forzado. Se escapaban cuando iban a vender a sus familiares o cuando no los dejaban casarse.

Muchos se esfumaron en los bosques alrededor de las fincas. Entre 1732 y 1790, los periódicos sureños sacaron avisos de captura de 7846 esclavos fugitivos, probablemente una pequeña cantidad del total de los que se fugaron. Un sastre de nombre General se escapó, según un relato de 1784, a pesar de que "tenía las piernas amputadas de las rodillas para abajo".

Los amos hacían todo lo posible para impedir que se escaparan los esclavos: procuraban que no conocieran el territorio; regaban cuentos de que los indígenas comían africanos y de que los ríos, como el Ohio, eran de miles de kilómetros de ancho e impasables.

Pero más que nada, recurrían a la violencia organizada, a cuadrillas armadas, a sabuesos adiestrados para cazar seres humanos y a patrullas que vigilaban las carreteras y controlaban el movimiento de los negros.

Cuando unos blancos reconocieron al esclavo fugitivo William Parker y a su hermano, que se habían escapado de una plantación de Meryland, dieron la alarma y se prendió la luz en todas las casas de los blancos. Parker dijo: "Escuchamos voces y el trote de caballos por aquí y por allá".

A los fugitivos capturados los castigaban brutalmente; les cortaban los pies; les marcaban la frente con una "R" ("runaway" en inglés). A otros los vendían río abajo. El primer presidente, George Washington, vendió un esclavo de nombre "Negro Tom" en las Antillas en 1766 por ser rebelde.

En una palabra, fugarse encerraba enormes peligrosos y la vida del esclavo fugitivo era muy penosa. Por lo general los esclavos se fugaban con muy poco y sin saber dónde encontrarían auxilio.

Unos decidían regresar después de pasar un tiempo en el bosque, a veces porque los esclavistas aceptaban ciertas demandas. Pero muchos seguían buscando las legendarias comunidades de cimarrones en las montañas y los pantanos o se quedaban a vivir con los indígenas.

Otros se escapaban del odiado Estados Unidos a territorios de la Florida controlados por los seminolas, al Caribe, México o Canadá.

También hubo fugas masivas con rebeliones armadas. En 1856, más de 200 esclavos prepararon una rebelión en tres condados del suroeste de Texas, que implicaba matar a los sabuesos y levantarse en acciones coordinadas, para lo cual, según un informe, contaban con el apoyo "de la clase baja de mexicanos".

Corazón, conciencia y confidencia

"La primera responsabilidad del abolicionista es ayudar a los fugitivos".
Theodore Parker, ministro negro abolicionista de Boston
"Los conducía por los bosques, por lo general de noche. A los varones los vestíamos de hembras y a las hembras de varones. Viajábamos a pie o a caballo, en carretas, coches, vagonetas, escondidos entre paja, muebles viejos, cajas y bolsas, en barcos y botecillos, balsas y troncos".
Calvin Fairbanks, ministro blanco sentenciado a 14 años de prisión
"Para nosotros, los abolicionistas son como hermanos y amigos; de lo único que nos quejamos es de que no haya más".
Convención de Esclavos Fugitivos, 1850
"Que los abolicionistas, esos ignorantes y obsesionados bárbaros, sepan que si por casualidad caen en nuestras manos, les espera la muerte de un criminal".
James Henry Hammond,
congresista de Carolina del Sur

Los esclavistas eran parte de la clase dominante; las leyes y las constituciones legalizaban la captura y el castigo de esclavos. Los Artículos de Confederación de Nueva Inglaterra, de 1643, requerían que los europeos ayudaran a capturar cimarrones. En 1740, Carolina del Norte promulgó una ley para castigar a los que los ayudaban. La Constitución nacional asimiló esas leyes, y después promulgó dos Leyes del Esclavo Fugitivo.

Eso indica que desde el principio los fugitivos tenían apoyo. Con los años, ese apoyo fue creciendo hasta transformarse en una red organizada e ilegal para ayudar a escapar a los esclavos. Esa red se llamaba el Ferrocarril Subterráneo.

Su núcleo eran los propios esclavos, quienes jamás dejaron de luchar por la libertad e incansablemente reclutaron negros libres y abolicionistas para que colaboraran con ellos. Con frecuencia, los ex esclavos volvían a las plantaciones para liberar a sus familias. De entre ellos surgieron cuadros que dedicaron la vida a la emancipación. Elizah Anderson y John Mason, dos cimarrones, ayudaron a más de dos mil esclavos a escaparse. A Mason lo capturaron y lo vendieron, pero volvió a escaparse y siguió ayudando a escapar a otros esclavos.

Las comunidades sumamente pobres de negros libres, tanto en el Norte como en el Sur, eran bases de apoyo del Ferrocarril Subterráneo. Con el tiempo el movimiento se ganó el apoyo de abolicionistas radicales blancos.

El movimiento abolicionista de los blancos tenía muchos matices. Unos creían que se debía "persuadir moralmente" a los esclavistas o compensarlos con dinero. Pero los más militantes estaban convencidos de que se necesitaba acción directa. Los blancos jugaban un papel muy importante en el movimiento, ya que podían trasladarse con mayor facilidad que incluso los negros libres y transportar fugitivos, y tenían más recursos financieros y de prensa.

En muchas partes, los blancos trabajaban con comunidades de negros libres para formar redes de apoyo. Por ejemplo, en North Elba, Nueva York, la familia de John Brown, un comerciante de lana, trabajó con los negros de la comunidad llamaba Timbuktu para ayudar a los fugitivos a escapar por las montañas Adirondack rumbo a Canadá.

El movimiento contaba con una división de trabajo para aprovechar las múltiples contribuciones de sus colaboradores. Los activistas más audaces, a quienes llamaban "agentes" o "conductores", ayudaban a los esclavos en el Sur. Les daban disfraces, mapas, instrucciones sobre dónde hospedarse y a veces los acompañaban en el viaje.

Otros se encargaban de establecer "estaciones" del ferrocarril, o sea lugares donde los fugitivos podían esconderse, descansar, comer, recibir asistencia médica e información sobre el siguiente tramo del viaje. Levi y Catherine Coffin, cuáqueros de Newport, Indiana, fueron magníficos "jefes de estación". Levi Coffin era un banquero de renombre. A partir de 1826 su caserón funcionó como una "Estación Central" del Ferrocarril Subterráneo. En más de 20 años, allí dieron de comer, curaron, vistieron y protegieron a más de 2000 esclavos fugitivos.

Frederick Douglass, el imponente líder negro que escapó de la esclavitud, era el jefe de la estación de Rochester, Nueva York, que fue escala para cientos de fugitivos.

En Delaware, el viejo cuáquero Thomas Garret y el joven militante negro Samuel Burris formaron un equipo que trabajó con la comunidad de negros libres de Wilmington. En 40 años, ayudaron a 2700 ex esclavos. Cuando capturaron a Samuel Burris y lo subastaron, Garret mandó un socio a comprar a su viejo camarada.

Arnold Craston, ex esclavo, transportó en su bote a cientos de esclavos fugitivos por el río Ohio en Kentucky. George Burroughs, un camarero negro de Cairo, Illinois, organizó una red que los llevaba a Chicago en el ferrocarril Illinois Central. Otros contribuyeron dándoles medios de vida.

En agosto de 1848, 75 esclavos armados de Kentucky y el universitario blanco Patrick Doyle se dirigieron hacia el río Ohio. Libraron dos fuertes combates, pero los capturaron. A los líderes los ejecutaron, a Doyle lo metieron preso, y a los demás los castigaron brutalmente y los devolvieron a la esclavitud.

Es difícil expresar lo polémico y perseguido que fue el movimiento abolicionista. A principios del siglo 19, el movimiento era muy pequeño. Sus pilares más sólidos eran las comunidades estigmatizadas de negros libres y los cuáqueros pacifistas. Como los esclavos eran propiedad, a los miembros del Ferrocarril Subterráneo los consideraban cuatreros, "roba-negros" y subversivos. Con frecuencia quemaban las casas de los abolicionistas y destruían sus imprentas. A los colaboradores del Ferrocarril Subterráneo les esperaba la prisión y, de ser capturados en territorio esclavista, la muerte. Esos combatientes, profundamente convencidos de la justicia de su causa, razonaban: si la ley del gobierno defiende la esclavitud, entonces tanto la ley como el gobierno son ilegítimos; si la opinión pública está contra nosotros, entonces hay que cambiarla y, si es necesario, desafiarla.

Por todo eso el Ferrocarril Subterráneo adoptó tácticas ilegales. Por ejemplo, la mayoría de los activistas trabajaba en la clandestinidad y solo unos cuantos se destacaban como voceros. Por lo general se conocían entre sí solo por seudónimos y hacían jurar a sus "pasajeros" que guardarían el secreto. Todos aprendieron a hablar en clave. Cada parte de la organización tenía un nombre relacionado con el ferrocarril: los organizadores eran "conductores" y los fugitivos eran "pasajeros" o "maletas"; las casas particulares eran "estaciones"; la jefatura era la "Estación Central"; las rutas de escape eran "carriles", y los estados norteños y Canadá eran "el destino".

A lo largo de las rutas, las señoras colaboradoras colgaban colchas con señales secretas para que los caminantes supieran en qué dirección seguir.

En las plantaciones, los esclavos adoptaron el lenguaje de las parábolas religiosas de los esclavistas: el amo era "el faraón", el río Ohio era el "río Jordán" y los territorios libres del norte eran "la tierra prometida".

Las canciones en clave expresaban la esperanza de escaparse y de la emancipación. Ciertas estrofas tenían instrucciones en clave. Por ejemplo, "Sigue el cucharón" quería decir que uno podía guiarse por la Osa Mayor para llegar al norte.

Se acerca la tormenta

En el siglo 19, la situación de los esclavos experimentó enormes cambios. La mano de obra esclava abrió enormes plantaciones de algodón en los bosques de Alabama y Misisipí. El crecimiento de las fábricas capitalistas de textiles de Inglaterra y de Nueva Inglaterra así lo exigía.

Entre 1790 y 1860, la población de esclavos creció de 500.000 a cuatro millones y sus condiciones de vida empeoraron. Muchas fincas pequeñas vendieron sus esclavos a las grandes plantaciones de algodón y azúcar, donde los mataba el exceso de trabajo. El aparato de represión del esclavo se reforzó. Los estados sureños eran como una gigantesca red de prisiones, con guardias armados y cazadores de esclavos. Los esclavistas aceleraron su propia carrera armamentista para intensificar la represión de los esclavos.

La invasión de colonos europeos incursionó en muchos de los lugares donde se habían refugiado los cimarrones. Luego vino la derrota de los indígenas que vivían entre los montes Apalaches y el río Misisipí tras una serie de campañas militares que empezó en 1812. En 1832, un año después de la rebelión de Nat Turner, empezó el operativo militar conocido como el Sendero de las Lágrimas: el traslado a punta de fusil de los cherokee y creek a las secas y áridas planicies de Oklahoma.

Como nunca antes, se necesitaba el Ferrocarril Subterráneo. En el norte crecía la oposición popular contra la expansión de la esclavitud. El movimiento abolicionista se ganó partidarios y colaboradores. Entre sus ejes importantes estaban universidades como Antioch y Oberlin, en Ohio. Por los años 1830 y 1840, niños negros vendían en la calle periódicos abolicionistas como Liberator (Libertador), publicado por William Lloyd Garrison, y Northern Star (Estrella del Norte), publicado por Frederick Douglass.

El Ferrocarril Subterráneo operaba dentro del movimiento abolicionista y ahí buscaba colaboradores para extender su red clandestina y sus actividades ilegales.

Hacia 1850, el movimiento, que seguía siendo muy polémico, ilegal y perseguido, empezó a influenciar a la opinión pública. El historiador Howard Zinn calcula que en esa década escapaban a Canadá y México por lo menos 1000 esclavos al año; otros calculan el doble. La fuga de esclavos creció tanto que, cuando el río Ohio se congelaba, había congestión en los puntos de cruce.

La Moisés de los esclavos

Harriet Tubman fue una heroica conductora que nació esclava en Maryland. Su dueño casi la mata de golpes a la cabeza cuando la joven de 15 años ayudó a un esclavo a escaparse. El efecto del golpe le hacía perder el sentido, y eso la afectó el resto de la vida. En 1848 se escapó sin su esposo, quien no quiso acompañarla. Sus dos hermanos se regresaron, pero ella siguió sola, "como extraña en una tierra extraña", como ella mismo dijo.

Harriet se incorporó inmediatamente en el Ferrocarril Subterráneo y durante 10 años regresó 19 veces al Sur para ayudar a la fuga de 300 hombres, mujeres y niños. Los esclavistas ofrecieron $40.000 por ella, viva o muerta. Llevaba medicinas naturales para callar el llanto de los bebés, y una pistola para enfrentar a los enemigos e imponer la disciplina. Con orgullo decía: "jamás perdí un solo pasajero".

A veces los esclavos se sorprendían al ver que la legendaria "Moisés" era una modesta mujer de apenas metro y medio de estatura. Las apariencias engañan y en el trabajo clandestino las apariencias engañosas son muy útiles.

Frederick Douglass le rindió este homenaje a Harriet: "Casi todo lo que yo he hecho ha sido en público y he tenido mucho apoyo.... Pero casi todo lo que tú has hecho solo lo han visto unos pocos hombres temblorosos, asustados, de pies hinchados.... El cielo y las estrellas han sido testigos de tu compromiso con la libertad y de tu heroísmo".

Desafío abierto

"No respeto esta ley; tampoco la temo, ¡y no la obedeceré! ¡Me prohíbe a mí y yo la prohíbo a ella!"
Jarmain W. Loguen, ex esclavo, Syracuse, Nueva York

En 1850 el gobierno federal lanzó un feroz ataque contra los negros libres y los abolicionistas: una nueva Ley del Esclavo Fugitivo que mandaba a los ciudadanos blancos y a las autoridades locales capturar y devolver ex esclavos, aun en los estados del Norte donde se abolió la esclavitud. La ley prohibía a los negros defenderse en las cortes, y eso hacía muy fácil capturar negros libres en los estados del Norte y arrastrarlos a la esclavitud.

Esto suscitó un nuevo comercio de esclavos altamente lucrativo y un ejército de caza-esclavos empezó a secuestrar negros libres en el Norte. Los negros libres se dieron cuenta de la peligrosa situación y se escondieron. Un periódico de Pittsburgh informó que todos los meseros negros desaparecieron de la noche a la mañana.

Los radicales del movimiento abolicionista respondieron con nuevos y audaces métodos de organización. Llamaron a la defensa de los esclavos fugitivos y de los negros libres por todos los medios necesarios. Surgieron nuevas y militantes organizaciones. En Boston, los negros formaron la Liga de la Libertad y en Chicago la Asociación Libertad. En Filadelfia, Albany, Syracuse y Nueva York, las organizaciones tenían negros y blancos. El núcleo de esos movimientos eran los activistas experimentados del Ferrocarril Subterráneo.

La nueva ley también creó nuevos aliados de los abolicionistas, indignados por los secuestros de negros en ciudades del Norte. También se vio que la esclavitud en una parte del país afectaba las relaciones sociales, económicas y políticas de todo el país.

El comité de Cleveland, de cuatro mujeres y cinco hombres, ayudó a 275 ex esclavos en ocho meses. Con la ayuda del intrépido John Brown, se organizó en Springfield, Massachusetts, la Liga de Gileadites, que contaba con 44 hombres y mujeres, negros y blancos, que juraron armarse para luchar contra la esclavitud "firme, resuelta y audazmente" y "morir en la horca si fuera necesario".

En 1854, el movimiento de Boston movilizó a mucha gente contra la detención de Anthony Burns. En la escaramuza murió un alguacil. El gobierno mandó 22 unidades del ejército para impedir que liberaran a Burns.

En 1859, en Troy, Nueva York, Harriet Tubman movilizó a miles de negros y blancos para sacar de la corte a Charles Nalle, a quien querían devolver a la esclavitud. Cuando las autoridades abrieron fuego contra los hombres que iban a la cabeza de la protesta, Harriet Tubman y otras mujeres pasaron por encima de los caídos para rescatar a Nalle. Durante la escaramuza, que duró media hora, Harriet Tubman fue ferozmente golpeada, pero sacaron a Nalle de la corte.

La Rebelión de Christiana

En septiembre de 1851, Edward Gorsuch, un prominente esclavista de Maryland, juró capturar a dos de sus esclavos escapados "o desayunar en el infierno". Consiguió enterarse de que estaban escondidos en una estación del Ferrocarril Subterráneo de Christiana, Pensilvania, dirigida por el ex esclavo William Parker. Gorsuch llegó a la casa de Parker con un pelotón de alguaciles, pensando que las armas y la autoridad bastarían. Pero Parker había movilizado y armado a sus vecinos.

Kline, que comandaba la operación, se metió a la casa y anunció: "Soy alguacil federal". Parker contestó que no le importaban ni su título ni el gobierno. Kline respondió: "A muchos negros que me han hablado de esa manera los he sometido, como te voy a someter a ti". Parker le advirtió: "Si te atreves, la historia lo sabrá".

Por todos lados se asomaron negros armados. Uno de los fugitivos agarró una escopeta y le dio en la cabeza a Gorsuch. Hubo un tiroteo y, cuando regresó la calma, Gorsuch estaba muerto, desayunando en el infierno. El gobierno mandó marines a ocupar Christiana, pero no encontró fugitivos ni un jurado para juzgar a los rebeldes. Parker, mientras tanto, se escapó a Canadá vestido de cuáquera.

Las abejas se multiplicarán

Muchos abolicionistas empezaron a pensar en soluciones radicales para acabar con la esclavitud. En Boston, el reverendo Higginson, que fue herido durante el rescate de Anthony Burns, dijo: "Por la forma que nos hemos criado, basta una sola experiencia como esa para educar nuestra mente sobre la revolución". Dijo que era extraño "encontrarse apartado de las instituciones establecidas", hablar en voz baja y ocultar los propósitos, "ver que el orden público, la policía y las fuerzas armadas estaban del lado de la injusticia, que la buena conducta era considerada pecado y la mala conducta era un deber".

Entre los líderes abolicionistas se hablaba de una guerra revolucionaria para tumbar la esclavitud. John Brown, a partir de las escaramuzas contra la esclavitud conocidas como "Kansas sangrienta", concluyó que había llegado la hora de lanzar una guerra de esclavos. Quería organizar un ejército guerrillero de esclavos en el sur de los montes Apalaches. Desde ahí podrían invadir las plantaciones y liberar a los esclavos. Los que pudieran luchar se incorporarían al ejército; el resto escaparía al Norte por el Ferrocarril Subterráneo. Dentro de su concepción, el Subterráneo correría en ambas direcciones y abastecería al ejército revolucionario. Un siglo después, los vietnamitas hicieron lo mismo con el Sendero Ho Chi Minh.

Brown y sus partidarios estudiaron las experiencias de las rebeliones de Haití y de la guerra de guerrillas de los españoles contra Napoleón. Estudiaron la topografía; ubicaron los fuertes, arsenales y los valles lejanos. A Harriet Tubman le encantó el plan revolucionario y le presentó a Brown militantes negros para que ayudaran con fondos y reclutas.

En enero de 1858 John Brown tuvo extensas conversaciones con Frederick Douglass. De esas conversaciones surgió una constitución para el nuevo estado negro que se forjaría a través de las armas. Brown le pidió a Douglass que le ayudara a capacitar el ejército de esclavos. "Cuando ataque, las abejas se multiplicarán y tú deberás organizar una buena colmena", le dijo a Douglass.

Brown quiso iniciar la guerra tomando por asalto el arsenal federal de Harpers Ferry en las montañas de Virginia, que estaba cerca de donde quería establecer una base de apoyo. Las armas serían para las primeras unidades revolucionarias. Douglass pensaba que sería mejor concentrar esfuerzos en el corazón de los estados esclavistas y no atacar instancias federales.

John Brown siguió adelante con su plan y el 16 de octubre de 1959 atacó el arsenal de Harpers Ferry con 22 combatientes, negros y blancos. Sin embargo, fueron derrotados y capturados por Robert E. Lee, futuro general de la Confederación.

Desde la horca, el capitán John Brown proclamó estas memorables palabras: "Yo, John Brown, estoy convencido de que solo con sangre se purgarán los crímenes de esta tierra culpable".

*****

Los combatientes instruidos por su colaboración en el Ferrocarril Subterráneo jugaron un papel importante en la guerra civil que estalló en 1861 y que, como guerra revolucionaria de la burguesía, ganó la emancipación de los esclavos. Pero la clase capitalista que controlaba el gobierno federal y el ejército de la Unión traicionó a los negros una década después.

Harriet Tubman trabajó de guía para una unidad del ejército de la Unión y realizó innumerables misiones peligrosas detrás de líneas enemigas en Carolina. En una de sus misiones, dirigió a soldados negros y blancos para invadir una plantación y liberar a 750 esclavos.

En el contexto de una guerra civil, los esclavos negros pudieron escaparse en grandes cantidades. Medio millón se guiaron por el "cucharón" y llegaron al Norte.

La militante resistencia del Ferrocarril Subterráneo creó condiciones favorables. La red secreta liberó a miles de esclavos y ganó justicia para ellos. Este movimiento libró una fuerte lucha para moldear la opinión pública y preparar las condiciones para una guerra revolucionaria contra la esclavitud.

Fuentes:

Breaking the Chains--African-American Slave Resistance, William Loren Katz

The Underground Railroad, Charles L. Blockson

To Purge This Land with Blood--A Biography of John Brown, Stephen B. Oates

Eyewitness--A Living Documentary of the African American Contribution to American History, William Loren Katz

Crusade Against Slavery--Friend, Foes and Reforms 1820-1860, Louis Filler

A People's History of the United States, 1492-Present, Howard Zinn


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