Escándalo de Washington:
Lucha intestina de la clase dominante

Se fue el circo

Ala Roja

Obrero Revolucionario #996, 28 de febrero, 1999

Por fin, el Senado levantó las carpas de su reaccionario circo de tres pistas: al final, Clinton quedó en la presidencia... pero la inquisición dejó basura por todos lados. Mejor dicho, se acabó... pero no del todo.

En los últimos momentos del juicio en el Senado, algo raro pasó con mi televisor. Oía a los comentaristas hablar sobre el gran decoro del Senado y a los senadores expresar cuánto se aprecian todos... bla, bla, bla. Pero las imágenes en pantalla eran diferentes. Veía al senador Trent Lott con las sábanas y capucha del KKK al lado de James Byrd, un negro linchado por racistas en Jasper, Texas, y al lado de Mathew Shepherd, asesinado a golpes en el desierto por ser gay. Oía la voz abatida del congresista Henry Hyde hablar del "imperio de la ley", pero veía al Dr. Slepian, muerto a manos de un francotirador contra el aborto, y a montones de mujeres muertas en los "felices días de antaño" cuando el aborto era ilegal... Hyde quiere que volvamos a ese terrible pasado. En fin, vi las bajas de la inquisición, es decir, lo que la retrógrada moral de esta lucha intestina de la clase dominante le depara al pueblo.

Justo al concluir el juicio, un desfile de politiqueros pasó al micrófono a alabar al sistema. "Siempre pasa así en este país", comentó un camarada. "Cometen un terrible atropello: por ejemplo, un hombre pasa 25 años preso por una condena falsa, le roban tantos años y después sale en libertad; en seguida nos aseguran que `todo salió bien gracias al sistema'". Ahora que todos los senadores estaban repitiendo la misma canción, me puse a pensar en el año de la inquisición: las barbaridades constantes de los fiscales que obligaron a describir ante un gran jurado relaciones sexuales de común acuerdo; la imposición de la moral religiosa en asuntos políticos y jurídicos; entrampamiento, nuevos y horribles precedentes jurídicos, coacción de testigos; intervención de teléfonos; demonización de relaciones sexuales de común acuerdo fuera del matrimonio y de la "mentira", que ahora son grandes pecados y delitos. "¡Muchísimas gracias al sistema!" Habrá que seguir dándole las gracias por todo eso hasta que logremos tumbarlo.

En palabras de Bob Avakian: "En el mundo actual los crímenes más horrorosos se cometen en nombre de la democracia". En la tele, el presidente y los demás funcionarios chacharean que hay que volver a las "gestiones del gobierno en beneficio al pueblo". De repente la prensa se interesa mucho en la opinión pública, sobre todo de los que dicen que "es hora de volver a las gestiones del gobierno". ¿Cuáles gestiones? Sus "gestiones" sangrientas de siempre: el bombardeo al pueblo iraquí, la ingerencia militar en Kosovo, la política de crueldad, la eliminación del welfare a las mujeres pobres, la criminalización de toda una generación para zamparla al bote, más asesinatos policiales como el de Amadou Diallo, más condenados a muerte.

En el fondo, esta lucha intestina de la clase dominante se debe a discrepancias sobre cómo cumplir el mandamiento número uno del sistema: la explotación. La derecha religiosa permitió a Clinton volver a su labor, que en realidad ha sido poner en práctica la política de crueldad con justificaciones religiosas y moralistas. Cuando Clinton y los demócratas han tenido desacuerdos y conflictos--inclusive muy agudos--con la derecha, han cedido ante sus presiones y le han permitido llevar la voz cantante. Es un baile muy extraño, donde Clinton y los conservadores están agarrados del cuello y la pista del baile se desliza continuamente hacia la derecha. Y siguen bailando....

Ahora más que nunca es preciso perseverar en la tarea de forjar una nueva resistencia que rompa las barreras y límites que impone el sistema.

Durante el año pasado hemos aprendido mucho sobre el enemigo. Hemos vivido una crisis de destitución espoleada por el proyecto social y moral de la extrema derecha. Ha corrido sangre de los rivales. Pero lo central es que esta lucha intestina ha tenido consecuencias muy negativas para el pueblo: en los tribunales, en las comunidades y en las clínicas de aborto.

A fin de cuentas, los inquisidores no tumbaron a Clinton pero sí lo desprestigiaron y lo pusieron en el banquillo de los acusados. La extrema derecha pudo llegar tan lejos porque tiene mucha influencia en el seno de la clase dominante y porque esa vil inquisición le convenía a fuerzas más amplias de la estructura de poder. Inclusive mostraron cierta actitud de "arrogancia imperial", es decir, que podían darse el lujo de agarrarse por las mechas porque ahorita Estados Unidos es la única superpotencia mundial.

Hace nueve meses, cuando Clinton apareció en pantalla en la primera de una serie de confesiones, un comentarista conservador del Wall Street Journal escribió: "El proceso de destitución obligará al país a tener un debate muy necesario sobre normas políticas y morales. La discusión sobre la mala conducta de Bill Clinton no será muy elegante, pero sentará los parámetros de la conducta aceptable de los políticos en el futuro".

En un artículo anterior mencioné la carta de un camarada dirigente del PCR que señaló una meta importante de las fuerzas que atizaron la inquisición: redefinir el marco de la política burguesa, los términos y límites del debate y la contienda, y hasta cambiar la Constitución. Más allá de ganar o perder la batalla por sacar a Clinton, lo que pretenden es empujar la política oficial más hacia la derecha. Un elemento importante de eso es establecer "la moral fundamentalista o tradicional" como norma para la toma de decisiones políticas.

Es decir, no lograron destituir a Clinton; sin embargo, no van a echarse para atrás en el sentido estratégico ni abandonar el programa general que los llevó a atacarlo. Habrá nuevas batallas, de eso no cabe la menor duda. Ahora, los líderes de la derecha religiosa acicatean a sus bases, diciendo que el fallido juicio de Clinton demuestra que ahora más que nunca el país necesita una limpieza moral fascista. Su guerra cultural para barrer con todo vestigio de los valores rebeldes de los años 60 va muy en serio; sus arengas se oyen constantemente en la radio y la tele.

Tenemos que entrarle de lleno a luchar contra el programa reaccionario general: forjar una nueva resistencia y una cultura de resistencia en oposición a este sistema salvaje y degradante. Apago la tele, respiro profundamente y leo la conclusión de "La verdad sobre la conspiración derechista... y por qué Clinton y los demócratas no son la respuesta":

"Por lo que se refiere a nuestro partido, nuestra meta es transformar radicalmente la sociedad y el mundo, eliminar todas las relaciones de opresión y explotación, y abolir todas las diferencias de clase y antagonismos y barreras nacionales, para llegar a la meta final de una comunidad de seres humanos en libre asociación por todo el mundo. La moral e ideología que defendemos y que procuramos aplicar están de acuerdo con ese objetivo; son la expresión de la unidad entre la lucha del momento y la meta final. Por tanto, nuestra cosmovisión y nuestros principios, así como nuestro programa político y las medidas que tomamos, están en completa oposición a los fascistas cristianos, y a todas las formas y manifestaciones del gobierno burgués y de la ideología burguesa. Pero también reconocemos, conforme a nuestra cosmovisión y principios, que existen tanto la necesidad como las bases para construir una amplia unidad y lucha contra la política de pobreza, castigo y patriarcado y, en un sentido general, contra todas las formas de sometimiento, explotación, opresión y saqueo a las masas populares aquí y en el resto del mundo.

"Pensamos que, además de construir esa unidad política por medio de la lucha, también es necesario y posible forjar una amplia unidad con diversas fuerzas en torno a valores y expresiones culturales que promueven y celebran la igualdad entre hombres y mujeres, y entre los pueblos y las naciones; que se oponen a la opresión y a la violencia con que se impone esa opresión; que se oponen al dominio imperialista de las naciones y a la agresión militar para imponerlo; que nutren relaciones humanas a partir de una apreciación de la diversidad así como de la comunidad; que nutren valores y una cultura que refuerzan la cooperación y no la competencia voraz, que dan prioridad al ser humano y no las ganancias; y que promueven los intereses mundiales de la humanidad, no los antagonismos nacionales y el dominio de las grandes potencias".

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