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China, 1989: Días de desafío

Obrero Revolucionario #1009, 6 de junio, 1999

 

 

Pekín, China, primavera de 1989: Las protestas contra el gobierno en la plaza Tiananmen venían creciendo desde hacía varios meses. El lunes 15 de mayo, docenas de miles de estudiantes ocupaban la plaza. De repente, en pocos días, la multitud se multiplicó. Los 150.000 del lunes se duplicaron el martes, y el jueves había un millón de personas.

En muchas fábricas y otros lugares de trabajo los obreros hicieron estandartes y pancartas y marcharon a Tiananmen, a veces sin permiso de sus jefes, a veces con su consentimiento tácito. En los últimos meses, muchos trabajadores habían comenzado a unirse a las protestas estudiantiles, pero esta vez eran contingentes enteros con estandartes que proclamaban de donde iban.

Muchos lugares de trabajo se cerraron. Un reportero citó a un "trabajador canoso, con callos" de la Fábrica Química No. 2 de Pekín: "Pueden decir que es una huelga y continuará hasta que el gobierno responda a nuestras demandas. Estamos furiosos porque el gobierno no quiere dialogar en serio con los estudiantes. ¿Qué clase de gobierno tenemos? Vamos a presionar a las más altas autoridades para que cambien de opinión. Y si no cambian de opinión deben renunciar. Si no, la situación se irá a pique".

Y no eran solo los obreros: llegaron grupos de maestros, escolares, oficinistas, empleados del gobierno, periodistas e incluso algunos militares. Se oyó a un policía mayor decirle a un grupo de estudiantes de preparatoria y trabajadores: "¡El movimiento estudiantil es tremendo! Si el gobierno ordena reprimirlo, ¿obedeceré yo? No. Yo no obedeceré".

En el centro de la vasta multitud de la plaza se encontraba el grupo de estudiantes cuya resuelta huelga de hambre impulsó a otros. Constantemente les llevaban mensajes de ánimo, dinero, donaciones. Después de varios días de huelga muchos estaban muy débiles y los paramédicos los cuidaban con esmero. De vez en cuando una ambulancia se llevaba a los que estaban en peligro a toda velocidad al hospital, por un corredor acordonado entre la gran multitud.

A fines de semana, otras ciudades le hicieron eco a Pekín. Hubo grandes manifestaciones en por lo menos dos docenas de ciudades, entre ellas Shanghai, importante centro industrial y la ciudad más grande de China. Se informó que docenas de miles de estudiantes salieron para Pekín por tren y que los dejaron viajar gratis. El gobierno informó que los manifestantes interrumpieron durante horas el tráfico de un importante corredor ferroviario cerca de Wuhan, una gran ciudad industrial del centro del país.

Los sindicatos de la capital circularon volantes anunciando que comenzaría una huelga general si el gobierno no le hacía caso a los estudiantes. La respuesta del gobierno fue intransigente. El viernes 19 de mayo por la noche, el primer ministro Li Peng habló ante una reunión de funcionarios del gobierno. A cada rato le salía la frase "apretar las clavijas". Ordenó que los dirigentes de todos los niveles se pusieran "duros" con el movimiento de protesta, que calificó de "motín", y que restauraran el "orden público normal". Ordenó a los trabajadores "acatar las reglas de trabajo" y a los estudiantes "volver a clases".

Las amenazas y la actitud altanera de las autoridades delataron el pánico que sentían ante el movimiento de un pueblo que se alza desde abajo. Después de Li habló Yang Shangkun, el presidente. Gimió: "Si continuamos esta situación, la capital no sería la capital".

La "crisis" de la plaza Tiananmen fue una poderosa prueba del descontento e indignación popular. En todos los sectores de la sociedad se discutía y debatía la enfermedad de la sociedad china. La firmeza y el tamaño de la rebelión agarraron por sorpresa a la dirección revisionista del Partido Comunista, y pusieron en tela de juicio su capacidad de gobernar y su autoridad.

Hacia una confrontación

Los manifestantes captaron que se acercaba una confrontación. El discurso de Li Peng fue retransmitido por altoparlantes en la plaza Tiananmen, pero no intimidó a los manifestantes. El sábado 20 de mayo de madrugada, la plaza bullía de actividad. Los dirigentes movilizaron a la multitud y formaron barricadas humanas en los cruces. Camiones de trabajadores salieron dispuestos a parar las tropas.

El gobierno ordenó despejar la plaza, declaró ley marcial en partes de Pekín y mandó varias unidades del ejército a la capital. Pero en vez de poner en marcha una rápida acción militar, la orden reveló una posible división del ejército. Según la prensa, la unidad 38, encargada de proteger a Pekín, no acató las órdenes. Así que el gobierno despachó a la unidad 27, estacionada al norte de Pekín.

Al enterarse del movimiento de las tropas hacia la plaza Tiananmen, miles de manifestantes se echaron a las principales calles y pararon los camiones y tanquetas. Se organizaron en turnos para rodear a las tropas y vigilarlas día y noche. En la oscuridad de la madrugada, miles de obreros y otros sectores fueron a interceptar las tropas en su punto de convergencia, a unos 8 kilómetros de Pekín. Una muchedumbre rodeó el convoy de camiones militares, se subió a las capotas y pidió a los soldados que tomaran partido con los estudiantes. Con cuchillos de cocina cortaron las llantas o simplemente las desinflaron.

Los manifestantes se tomaron varios centenares de camiones de transporte urbano y bloquearon con ellos las principales calles de Pekín. Cuando corrió el rumor de que podrían llegar tropas por tren, miles corrieron a la estación dispuestos a bloquearles el paso. Algunos dirigentes estudiantiles trataron de convencer a los demás de irse de la plaza, pero los demás rechazaron la propuesta. Muchos estudiantes se regaron por la ciudad a hacer agitación en las esquinas y fueron a las afueras a bloquearles el paso a las tropas.

En las universidades se acercaban los exámenes, pero nadie pensaba en eso. Los estudiantes boicotearon clases y la mayoría de los profesores estaban en huelga, en solidaridad con ellos. En universidades por todo el país ocurría lo mismo y en muchas ciudades había manifestaciones contra el gobierno.

Al amanecer del sábado 20 de mayo, centenares de miles de personas todavía ocupaban Tiananmen. Se informó que las tropas se acercaban. La policía y los manifestantes chocaron en los bordes de la plaza; hubo golpes y arrestos.

Mao en la plaza Tiananmen

Es cierto que para muchos de los estudiantes la meta de la protesta era la democracia burguesa. Pero al mismo tiempo, todos se oponían al gobierno en general y a Deng Xiaoping en particular. Especialmente desde que grandes cantidades de trabajadores y otros sectores de la población se unieron a las protestas estudiantiles, también comenzaron a activarse otras fuerzas de clase y corrientes políticas.

Cuando los obreros se unieron a las protestas, quedó claro inmediatamente que tenían una visión más realista de lo que estaba en juego y de lo que era necesario. Como señaló un periodista: "Los estudiantes organizaban barricadas en las calles, discursos y carteles antigubernamentales, pero los obreros... recurrieron a la violencia abierta". Los obreros también organizaron grupos que juraron arriesgar la vida por el movimiento. Un grupo de 300 se puso el nombre de los "desesperados"; la mayoría son obreros solteros dispuestos a plantárseles a las tropas y las autoridades. También se formaron los "kamikazes", que recorrían la capital toda la noche buscando convoyes del ejército para cortarles las llantas.

En la plaza Tiananmen con frecuencia se oía cantar La Internacional, el himno revolucionario del proletariado internacional. En los noticieros se veían grupos de obreros con retratos de Mao y símbolos de la Revolución Cultural, como insignias y el famoso Libro Rojo (Citas del Presidente Mao Tsetung). Algunos observadores informaron de intensas discusiones sobre las obras de Mao en la plaza, donde se leía en voz alta el Libro Rojo. Algunos fueron más allá, explicando que lo que China necesitaba ahora era otra revolución socialista, que ya lo habían hecho una vez y que Mao era el dirigente que tenía la línea para lograrlo. Decían con énfasis que la cuestión no era solo eliminar a Deng Xiaoping, sino la línea de Deng, que había dominado durante la última década.

La prensa informó que por todo el país surgió apoyo a Mao, junto con el descontento popular por la inflación, la disparidad de ingreso, el crimen y la corrupción que acompañaban las reformas económicas de Deng. Por todo el país los trabajadores y campesinos se estaban poniendo botones de Mao. En un pueblo del noreste de China centenares rodearon una estatua de Mao para que la alcaldía no la tumbara.

El domingo sangriento

En Pekín, el lazo de la ley marcial se apretó. Se informó que 200.000 soldados rodeaban la capital. El gobierno le puso más restricciones a los periodistas y arrestó a varios obreros. En la plaza Tiananmen, un grupo de miles de estudiantes continuaba la ocupación.

En la oscuridad de las primeras horas del sábado 3 de junio, varias unidades del ejército marcharon por una calle que desemboca en la plaza Tiananmen. Pero las vieron los motociclistas que recorrían la ciudad en equipos de vigilancia y dieron la alarma. Miles de obreros y estudiantes salieron a cerrarles el paso. La mayoría de esas tropas no estaban armadas. Al clarear, se vieron grupos de soldados, algunos con la camisa rota, otros sin zapatos, regresar a los cuarteles bajo la mirada atenta de gente que los maldecía y regañaba.

Las confrontaciones siguieron a lo largo del sábado. A pocas cuadras de Tiananmen, una multitud rodeaba un camión que dejaron los soldados cuando se retiraron. En el techo mostraban los fusiles que dejaron. A esa multitud la atacó el ejército con gas lacrimógeno. Más tarde, los soldados atacaron con cachiporras. Muchos obreros jóvenes pelearon cuerpo a cuerpo con las tropas.

Esa noche el gobierno anunció por TV que todo mundo debía "quedarse en su casa para proteger la vida" y no ir a Tiananmen. Poco después avanzó por las calles de Pekín un enorme convoy de camiones del ejército y tanquetas para transporte de personal. En una intersección de la parte occidental de la plaza, abrieron fuego contra una multitud que bloqueaba la entrada.

En los barrios residenciales, a unos 3 km al oeste de Tiananmen y fuera de la vista de los periodistas y camarógrafos extranjeros, ocurrieron las batallas más encarnizadas. Ahí los obreros pelearon con los soldados para defender a los estudiantes. La noche del 3 de junio, el ejército masacró al azar gran cantidad de civiles desarmados.

Hay distintas versiones de la magnitud de las batallas que ocurrieron el 3 y 4 de junio en los alrededores de la plaza y en otros barrios. Con cada muerto y herido, el pueblo contraatacó heroicamente. Obreros, estudiantes y otros jóvenes buscaron piedras, tubos, palos y bombas de gasolina para armarse. Hubo ejemplos de ajusticiamiento popular. Un grupo agarró a un soldado que le disparó a una anciana, lo empapó de gasolina y le prendió candela. Quemaron varios camiones y tanquetas. Los muchachos corrían al lado de las tanquetas metiendo ladrillos y otros objetos entre las ruedas hasta que pararan y les tiraban bombas de gasolina. Un informe relata que dos grupos de muchachos se apoderaron de dos camiones de transporte público y atacaron a los soldados.

Al amanecer del domingo, el ejército tomó control de Tiananmen. Los helicópteros militares volaban de un lado para otro constantemente. Muchos estudiantes cantaban La Internacional cuando se los llevaban. Después de negociaciones entre los representantes de los estudiantes y los comandantes militares, miles de manifestantes se retiraron pacíficamente de la plaza. Los tanques los atropellaron cuando se retiraban. Unos cien estudiantes permanecieron desafiantes. Según varios testigos oculares, el ejército abrió fuego contra ellos y destruyó con tanques la tienda donde tenían su cuartel. No se sabe con precisión cuántos cayeron; se calcula que murieron de 2000 a 7000 personas en los primeros días de junio, la mayoría obreros. No cabe duda de que el ejército atacó con saña. Un testigo informó: "Después de la noche del 3 al 4 de junio, Pekín parecía una ciudad ocupada por un ejército invasor". En otras partes del país, se respondió a la masacre de Tiananmen con paros, manifestaciones, motines y choques con el ejército.

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En 1966, diez años antes de que Deng Xiaoping conquistara el poder, Mao dijo: "Si los derechistas diesen un golpe de estado anticomunista en China, estoy seguro de que no conocerán la paz y de que su poder será probablemente de corta vida, porque no será tolerado por los revolucionarios, que representan los intereses del pueblo, que constituye más del 90% de la población".

La masacre de la plaza Tiananmen y la represión del repunte de lucha de 1989 desenmascararon ante el mundo entero la realidad brutal y represiva del gobierno de Deng Xiaoping, y subrayaron la verdad profunda de que solo el socialismo puede salvar a China.

Poco después de la masacre, cuando los soldados disparaban prácticamente incluso a los que miraban desafiantes, una mujer iba en bicicleta por las calles. Las lágrimas le corrían por el rostro mientras iba de esquina a esquina explicando lo que estaba ocurriendo. Por un altoparlante gritaba: "Este régimen es fascista. Todos pueden verlo ahora. Es un régimen fascista. Necesitamos otra revolución socialista en China. Están matando a nuestros hijos. No ven cómo matan a nuestros hijos".


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