Policía se declara culpable de torturar a Louima

El pueblo lo obligó a confesar

Obrero Revolucionario #1009, 6 de junio, 1999

Justin Volpe, uno de los policías que atacó salvajemente al inmigrante haitiano Abner Louima, se ha visto obligado a confesar su crimen en un tribunal federal de Nueva York.

El 25 de mayo, Volpe se declaró culpable de golpear y violar a Louima con el palo de una escoba en el baño de la delegación 70 de Brooklyn en agosto de 1997. Volpe confesó porque temía que si no lo hacía lo sentenciaran a cadena perpetua sin libertad condicional. Lo metieron al bote enseguida. Este verano lo sentenciarán; la sentencia puede ser de 20 años a cadena perpetua. El juicio de otros cuatro agentes acusados de violar los derechos civiles de Louima continúa; ellos no han confesado sus crímenes y queda por verse si habrá justicia.

Queman unos chanchos para proteger al sistema

La confesión de Volpe ocurrió en un juicio en que se vio algo rarísimo: unos agentes dieron testimonio contra otros. Para restaurar confianza en el sistema, la clase dominante ha presionado a unos agentes de la delegación 70 a dar testimonio contra los acusados. Cuatro agentes le echaron la culpa a Volpe. Dijeron que pidió prestados unos guantes y los devolvió llenos de sangre, y que blandió el palo con que atacó a Louima jactándose de que "lo quebré". Ahora quieren pintar de héroes a esos agentes. El alcalde Rudolph Giuliani hasta dijo que, como dieron testimonio, "el mito del silencio policial se ha destruido". Pero en realidad solo dieron testimonio mucho tiempo después del ataque, cuando no cabía duda de que iban a quemar a unos agentes para apaciguar la indignación popular. Además, se dieron cuenta de que a ellos también los podrían acusar de crímenes graves.

A dos de esos agentes los acusaron de mentir para no dar testimonio contra los acusados. El primero, Eric Turetzki, tuvo que admitir lo que hizo frente al club donde arrestaron a Louima. Le dijo a una señora que se fuera, y cuando ella le respondió: "No puede arrestarme; estoy embarazada", él le dijo: "Te daré una patada en el estómago". El sargento Wernick confesó que golpeó a un civil y mintió para proteger a otro agente.

Desde el comienzo del juicio, se ha oído mucho que los "agentes honestos" están "indignados" por lo que hizo Volpe. Un agente le dijo al New York Times: "Es reprensible, sádico. En este caso no es cuestión de proteger a otro agente". Pero es muy revelador que el sargento Wernick dijera que Volpe se jactó de que "quebré a un hombre". Hay que preguntar: ¿Por qué pensó Volpe que los demás agentes responderían positivamente al oír eso? ¿Tendrán algo que ver los miles de insultos, golpizas, arrestos y asesinatos que cometen a diario los departamentos de policía de este país? Lo que le hicieron a Abner Louima, ¿no se parece a lo que le hacen a miles de "sospechosos" baleados porque corren o tienen llaves u otros objetos comunes en la mano? ¿No se parece a lo que le hicieron a Amadou Diallo: dispararle 41 veces a un hombre desarmado? Los politiqueros y oficiales del departamento de policía dicen que este caso es una "aberración", pero en realidad la policía tiene luz verde para cometer esas fechorías, especialmente contra las nacionalidades oprimidas. Lo único que impide que esa violencia siga empeorando es la resistencia popular. Ahora esa lucha ha obligado a un puerco a desembuchar sus crímenes.

Con la confesión de Volpe, las autoridades están diciendo: "Miren, el sistema sí funciona, sí puede haber justicia en los tribunales". Ni modo. La neta: a un haitiano que fue a bailar en un club lo arrestaron sin razón, le dieron dos palizas, lo arrastraron esposado al baño de una delegación y lo violaron con una escoba. Luego, a pesar de sus graves heridas internas, lo metieron en una celda y no lo llevaron al hospital hasta varias horas después. Volpe confesó en el banquillo: "Entonces amenacé con matarlo si contaba lo que le había pasado".

Volpe hizo todo esto en medio de una delegación llena de agentes, que no hicieron nada para impedirlo y ni siquiera informaron sobre lo que vieron. Lo hizo porque pensaba que Louima no respetaba a la autoridad; pensaba, equivocadamente, que trató de pegarle a un agente. Lo que le pasó a Abner Louima desenmascara la crueldad de este sistema y el papel de la policía contra las masas. Si Louima hubiera muerto en la delegación 70, hubiera sido otro caso más de "muerte de un detenido". Si Louima no hubiera tenido la valentía de contar lo que le pasó a pesar de la amenaza de muerte de Volpe... si su familia y la enfermera Magalie Laurent no se hubieran esforzado por dar a conocer los hechos... si docenas de miles de personas no hubieran acudido a su defensa... no hubieran acusado ni juzgado a esos agentes. Si las acciones de las masas no hubieran enfocado la atención del mundo en este caso, hubiera desaparecido detrás del silencio oficial de la policía. Todo eso subraya que tenemos que mantener nuestra vigilancia y seguir reclamando justicia: otros seis agentes (cuatro en el actual juicio y otros dos más tarde) no han sido juzgados.

Ciertas cosas son sumamente raras. La luna raras veces bloquea la luz solar. Las montañas se forman tras miles de años de movimiento de la corteza terrestre. Y los guaruras de este sistema raras veces se declaran culpables de la brutalidad asesina y cobarde que cometen a diario. Los primeros dos ejemplos responden a fuerzas naturales fuera del control de los seres humanos. Pero el último responde al poder del pueblo. Esto es lo que ha pasado en el caso de Abner Louima. Obligar a Justin Volpe a confesar su crimen y meterlo al bote es una consecuencia de una encarnizada lucha popular, y tiene que continuar.


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